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lunes, 27 de mayo de 2013

cambios

Los cambios tecnológicos plantean nuevos riesgos


Por Marcelo Bellucci

Aseguran que se abrieron puertas a mundos desconocidos sin prever las consecuencias.

          

Nuestra especie lleva miles de años sobre la faz de la Tierra. La probabilidad de que un desastre natural perturbe su destino estuvo siempre presente. Sin embargo, científicos de diferentes áreas consideran ahora que los cambios tecnológicos introducen nuevos factores de riesgo para los que no existe un historial de supervivencia.
Las pandemias y los desastres naturales pueden causar catástrofes y acumular adversidades, pero no acabarán con la vida en el planeta. Los modelos analizados a gran escala sugieren que las probabilidades de extinción por impacto de asteroides, erupciones volcánicas, terremotos y estallidos de rayos gama no superan el 25%.
Nick Bostrom, director del Instituto del Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford, habló en exclusiva con Clarín sobre este enigma. “Los temores radican en que el avance de la tecnología ha rebasado nuestra capacidad de controlar las posibles consecuencias. Se abrieron puertas a mundos desconocidos sin prever las consecuencias de estos hallazgos. La capacidad de innovación del hombre no tiene límites y la posibilidad de que algo salga mal son enormes”.
El concepto de riesgo existencial es aquel que pone en peligro nuestro potencial para el desarrollo humano. Lo que puede ocasionar la extinción de la vida inteligente de origen terrestre o la destrucción permanente y drástica del desarrollo de un futuro deseable.
La mayor parte del riesgo existencial en el futuro cercano es antropogénico; es decir, proviene de la actividad humana. Existen riesgos significativos en algunas de las formas avanzadas de biología sintética, las armas de nanotecnología y la superinteligencia de las máquinas que podrían desarrollarse durante este siglo. Lo mismo ocurre con determinadas situaciones evolutivas distópicas, situaciones hipotéticas de paralización simulada, carreras de colonización espacial o de armas nucleares, el uso poco prudente de la ampliación de la capacidad humana y las prácticas que inducen al totalitarismo mundial permanente”, amplía Bostrom.
Muchos pensadores llaman a reflexionar sobre los efectos de la tecnología no sólo ante posibles catástrofes, sino a escalas temporales y espaciales más pequeñas. Guillermo Folguera, doctor en biología y filósofo de la UBA y el Conicet, plantea que “la actualidad de la tecnología debiera ser revisada críticamente. Hay dos de los aspectos más relevantes que en Argentina no parecen estar suficientemente discutidos. El primero tiene que ver con la falta (o precariedad, según el caso) de controles respecto a sus efectos ecológicos, políticos, económicos, éticos, así como sobre la calidad de vida. Esto se relaciona con la no implementación del principio de precaución. Este principio refiere a que los productos tecnológicos deben comportar la prueba de que no son perjudiciales. El segundo aspecto tiene que ver con la pregunta acerca del para qué de determinadas tecnologías, cuáles son sus objetivos últimos. Dichos elementos son centrales y merecen una mayor atención y discusión no sólo en el ámbito académico sino en la sociedad en su conjunto”.
La tecnología cuenta también con sus aliados. Hugo Scolnik, doctor en Matemática por la Universidad de Zurich, creador del Departamento de Computación de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, revela: “Acá se está confundiendo el instrumento con el uso. Cuando se produjo la revolución industrial se pensaba que era el fin de todo lo conocido. La diferencia es que ahora nos movemos en escalas cada vez más grandes. Pero si sentamos en la balanza a la ciencia y la tecnología, los beneficios que brindan superan a los males que puedan causar. La ciencia extendió y mejoró la calidad de vida de las personas. Hay que pensar que para cada acción hay siempre una reacción que compensa”.
Lo paradójico es que este va a ser el primer siglo en el cual la mayor amenaza es el hombre. “La tecnología avanza más rápido que la percepción de los posibles riesgos. La selección genética, aunque bioéticamente no esté permitida, si no se controla en algún momento se van a producir. El tema es que al no ser mal vista por la percepción pública, esto tiende a ir hacia adelante. Uno quiere que su hijo sea perfecto, que no tenga enfermedades, sea sano e inteligente. No creo que esto conduzca a la destrucción del planeta, pero sumado a la selección social que plantea el capitalismo, esto va a ampliar aún más las desigualdades ”, opina Sergio Ghio, biólogo molecular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

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