“El miedo en la propaganda política tiene cada vez menos efecto”
Las archiconocidas campañas del terror desplegadas en medio de la propaganda electoral están en retirada, al menos en términos de efectividad, aseguran los expertos. Con una ciudadanía cada vez más informada y con menos temores concretos a los que hacer mano a la hora de amenazar con la hecatombe post elecciones, políticos y creativos deberán pensar en otras estrategias para atraer votos a futuro.
Los votos aún salían calientes de las urnas la noche del pasado 17 de noviembre cuando desde los comandos de la Alianza y de la Nueva Mayoría ya se preparaban para recibir los embates de la “campaña del terror” que en ese minuto se esperara que comenzara desde el equipo contrario, una vieja estrategia política que busca generar miedo en los electores y augurar desgracias si optan por la contrincante.
“El miedo, o el apelar a las emociones de la gente, es parte de todas las campañas políticas o de productos. En la publicidad siempre se está apelando a las emociones de la gente, que se identifique, que se va a ver linda, que va a ser feliz. En esa misma lógica, las campañas políticas lo que hacen es que apuntan a las necesidades y deseos de la gente, pero de manera negativa, o sea, asocian una decisión política de un determinado sector con consecuencias nefastas, pero que son imprecisas”, explica Elizabeth Lira, autora del libro “Psicología de la amenaza política y del miedo”.
Pero no fue sólo la publicidad la que influyó en esta dinámica entre poder y temor, sino que es una relación casi tan antigua como el ser humano y que fue magníficamente expresada por Nicolás Maquiavelo en el siglo XV, quien aseguró que el príncipe debe ser temido y querido, pero si hay que optar, es mejor que se le tema.
Y es que el miedo ha sido considerado por siglos como el pilar del poder y de eso precisamente buscan hacer mano las campañas políticas. Sin embargo, los expertos coinciden que con los años esta estrategia se ha ido debilitando cada vez más.
En los años cercanos a la guerra fría el miedo fue una herramienta común en la llamada propaganda antimarxista. Un claro ejemplo de ello es lo que se vivió en Chile durante las campañas presidenciales de Salvador Allende. En el artículo “1970: Recuerdos de una campaña del terror” del diario El Clarín, Raúl Auth recuerda que “para impedir que la candidatura de la Unidad Popular venciera, se desarrolló una vigorosa operación por los medios de comunicación para sembrar odio y temor en la población ante un eventual gobierno marxista. Fue una ejecución más refinada que las anteriores ‘campañas del terror’, efectuadas en las dos anteriores elecciones presidenciales de 1958 y 1964, en que Allende había sido candidato con posibilidades de triunfo. No se escatimaron recursos para sembrar el miedo y recelo en la población afirmando que con Allende se iba a instalar en Chile un cruel régimen comunista dictatorial”. Fotos de las atrocidades cometidas por regímenes socialistas alrededor del mundo, afiches con tanques, hoz y martillos en la puerta de La Moneda y caricaturas de niños siendo arrebatados de los brazos de sus madres para enlistarlos en la Unión Soviética, entre otras curiosidades, circularon por el país en esa época.
“Ya no tiene mucha importancia lo del miedo. En otros tiempos, cuando se hacía la gran campaña anti comunista, que es la que viene de los años 40, todos los miedos estaban asociados a los riesgos que podrían tener un gobierno socialistas o comunista, y eran riesgos que no se podían verificar porque no gobernaban, pero siempre estaba el riesgo de que esto podría ocurrir si gobernaran. Salvador Allende ganó la elección a pesar de la campaña del terror desatada”, señala Elizabeth Lira, quien es directora del Centro de Ética de la Universidad Alberto Hurtado.
Y si una estrategia de estas características no fue efectiva en un momento en que en el mundo se daban una serie de circunstancias que podrían haber sido terreno fértil para sembrar el temor en el país, nada hace pensar que este tipo de campañas podría ser efectiva en la actualidad, a pesar que los políticos y algunos creativos detrás de los candidatos insistan en el añoso recurso.
“Creo que el miedo, en términos de la propaganda política, tiene cada vez menos efecto”, asegura Aldo Meneses, académico del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile. “La gente está más informada, es menos ingenua, ya no hay códigos de autoridad tan claros de que si lo dice alguien es así”, agrega.
Los analistas destacan que uno de los factores fundamentales para la retirada de las “campañas del terror” es el acceso a la información de las personas. Ya no es tan fácil engañar a los votantes, basta con buscar datos en Internet para contrastar lo que dicen los medios y las autoridades.
“Depende mucho del nivel de información de las personas, no diría ni siquiera el nivel de educación, en término de hacer creer cosas que podrían ocurrir o que no van a ocurrir. Descansa mucho en a quién se está dirigiendo, quiénes son mis escuchas, porque las mismas personas que dicen eso saben en qué momento lo están diciendo y a quién se lo están diciendo, pero la misma realidad va mostrando que muchas veces las cosas no son así y si haces el pequeño esfuerzo de adquirir mayor información puedes comprarte o no el discurso que te están tratando de pasar”, afirma Meneses, quien es postdoctorado en psicosociología.
Otra de las razones por la que esta estrategia ya no funcionaría tanto, es que no hace referencia a temores que las personas sienten como reales. “Las campañas pierden su eficacia cuando los miedos que se esgrimen no se tocan con las experiencias y con los intereses de la gente”, puntualiza la psicóloga.
Por esto, hay un tema en que las campañas del terror sí son efectivas: la seguridad. “Si hay algo que caracteriza al miedo es que tiene un objeto concreto. Desde ese punto de vista, lo que los sistemas de análisis delincuencial miden, que es la victimización, es un dato de realidad. Por lo tanto, sabes que es probable o poco probable que te roben, tienes la posibilidad de contrastar eso de manera más empírica, más vivencial, a diferencia de los miedos que te podían inculcar estos discursos ideológicos antiguos, de que va a llegar el comunismo o no sé qué cosa, pero eso es incierto. Los miedos anteriores eran más abstractos, no tenían la vivencia concreta”, aclara el profesor Meneses.
Pero como precisamente la inseguridad se trata de un tema “real”, cuyo combate tiene resultados que son susceptibles de medir, y por lo tanto, de cobrar una vez que se hizo la promesa de campaña, la experiencia también ha enseñado a los políticos a no entregar soluciones concretas sino a mantenerse en el ámbito de los deseos y las necesidades, prometiendo un país con menos delincuencia o un barrio más seguro, pero esto no expresado en tasas de victimización, por ejemplo.
Con esto, los miedos que los voceros de campañas y los partidarios políticos de las candidatas buscan interponer en la decisión de voto o abstención de las personas parece más útil para llenar de polémica los medios que para influir en una ciudadanía cada vez más empoderada.
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