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miércoles, 13 de noviembre de 2013

MEDIOS Y COMUNICACION


MEDIOS Y COMUNICACION

Lampedusa, la impunidad de los medios

Dos casos de tratamiento discriminatorio por parte de los medios de comunicación: los inmigrantes ilegales y los pobres. Matías Casas reflexiona a partir de los sucesos de Lampedusa, en Italia, y sostiene que los medios hegemónicos de comunicación estigmatizaron a los inmigrantes otorgando a su condición una connotación peyorativa.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Matías Emiliano Casas *

Las migraciones masivas son un fenómeno internacional que ha incrementado su intensidad en las últimas décadas del siglo pasado y continúa siendo un tópico recurrente en la agenda política, social y cultural de numerosos países. Las causas que impulsan la movilidad poblacional son múltiples. Generalmente, se suele simplificar la cuestión atribuyendo, de modo unívoco, la salida de los inmigrantes a cuestiones económicas. Lo que para algunos representa una oportunidad para gran parte de los países acogedores se lee en clave de amenaza. El enriquecimiento que posibilita el intercambio entre distintas etnias y el desafío por encontrar elementos de convivencia armoniosa a menudo se encuentran silenciados, no sólo por los dirigentes políticos, sino también por los medios hegemónicos de comunicación que estigmatizan a los inmigrantes y les otorgan una connotación peyorativa.

Una barcaza que trasladaba ciudadanos de distintos países de Africa rumbo a las costas italianas sufrió un desperfecto en uno de sus motores luego de dos días de navegación. Parte de la tripulación improvisó una fogata con el objetivo de ser avistados por posibles rescatadores. Según los testigos y supervivientes del trágico desenlace, al menos tres barcos pesqueros que transitaban en la zona decidieron no verlos. La omisión parece haber definido el destino de los inmigrantes. La tragedia tuvo como saldo centenares de muertos y desaparecidos.

El filósofo francés Michel Foucault distingue entre la norma y la ley precisando que esta última opera cuando existe una infracción. Se convierte en un mecanismo de legitimación del poder dominante y regula los marcos de interacción social del resto de los individuos. Es decir “las leyes están hechas por unos y se imponen a los demás”. En el año 2007, pescadores tunesinos rescataron a una cuarentena de inmigrantes que habían naufragado en el estrecho de Sicilia. Poco después, el tribunal de Agrigento los condenó por “colaborar con la inmigración ilegal”. La normativa jurídica italiana, basada en la ley Bossi-Fini aprobada por Silvio Berlusconi, castiga a quienes eligen solidarizarse con los grupos movilizados ante una situación límite. La alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, justificó la acción de los barcos que invisibilizaron a los africanos en las aguas mediterráneas. En el periódico La Repubblica declaró que “los pesqueros no auxiliaron al barco por miedo a ser procesados por favorecer la inmigración clandestina”. El “asombro” de la prensa y las afirmaciones de los políticos redirigieron el debate hacia una de las lecturas posibles, la que articula el accionar de los marineros con la legislación vigente y desde allí a las políticas migratorias de Italia y de toda Europa.

Sin embargo, esa perspectiva del debate excluye a un actor que, como en todos los acontecimientos del mundo moderno, de-sempeña un rol protagónico. Los medios de comunicación se autoabsolvieron de un juicio crítico sobre su desempeño en la construcción de la inmigración como problema. El analista español Mario de la Fuente García evidenció, en varios de sus trabajos, la operación mediática que tanto en España como en otros países de Europa produce una identificación entre inmigrantes y delincuencia, ilegalidad, oleada invasora, etc. El filólogo reconoce dos aspectos en la labor ideológica del discurso periodístico: por un lado, se construye una representación social de los inmigrantes como un grupo problemático, pero al mismo tiempo se fabrica una imagen de “sociedad tolerante” en la que el racismo es una actitud aislada o incidental. Esa ambigüedad es la que se refleja en los medios –no sólo los italianos– al abordar la reciente tragedia de Lampedusa y la actitud de los pesqueros.

Los medios hegemónicos de comunicación adoptan una actitud militante en la difusión y sedimentación de estereotipos sobre los inmigrantes como “extraños”, constitutivos de un peligro que amenaza la supuesta estabilidad laboral, la integridad socio-cultural y la seguridad personal de los ciudadanos de los países receptores. El sociólogo Zygmunt Bauman plantea una intrínseca tensión entre la ética y la moral y la conservación de la seguridad personal. Según el pensador polaco, el reconocimiento de un “blanco que atenta” contra la integridad del individuo relega cualquier tipo de planteo moral frente a las acciones que se desarrollan ante su presencia. No hay inquisiciones de corte ético sobre la omisión de extraños clamando auxilio en los mares, en tanto esos sujetos fueron y son recurrentemente identificados como agente de peligro por parte de los medios. La paradoja radica en que son las mismas voces las que se desgarran cuestionando la actitud de los tripulantes. El desempeño de los medios de comunicación no participa en el debate. La impunidad que ostentan posibilita que actúen como jueces que cuestionan y clasifican. Algunos periódicos argentinos se apresuraron en aclarar que los damnificados eran inmigrantes ilegales, como si esa condición soslayara la gravedad de la situación. Los cuestionamientos son siempre hacia afuera, su participación e influencia queda exenta de cualquier tipo de reflexión.

* Profesor magister en Historia (Untref/Conicet)

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Delito, pobreza e invisibilización

Roberto Samar asegura que para el periodismo no todas las víctimas son iguales y que los pobres se vuelven visibles a la hora de criminalizarlos.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Roberto Samar *

La discriminación de la pobreza incide en las coberturas periodísticas de dos maneras: por un lado, se asocia la pobreza con la criminalidad y, por el otro, se invisibiliza a esos grupos cuando ocupan el lugar de víctimas.

Kevin Molina fue asesinado el sábado 7 de septiembre por un balazo, durante el enfrentamiento entre dos bandas. En medio del dolor, hubo serias denuncias de los vecinos de que existió una zona liberada por las fuerzas de seguridad. Ahora bien. ¿Viste a la familia de Kevin hablando en la tele? ¿El caso fue tapa de los medios hegemónicos? No. Porque Kevin era de Zavaleta, no vivía en Barrio Norte. Las víctimas pobres son invisibles. La militante trans de la zona de Constitución Yhajaira Falcón fue acusada de robar 150 pesos a un taxista con una tijera. En la investigación no apareció la tijera, no hay testigos y no se supo del taxista. Sin embargo, estuvo varios meses detenida. Esta situación de abuso, producto de su vulnerabilidad, sólo fue noticia para Página/12 y Tiempo Argentino.

Las víctimas no son iguales. La mirada del periodismo, de los medios, de grandes sectores de la sociedad y del Estado se sensibiliza cuando afecta a ciertos sectores sociales e ignora a otros.

Pero los pobres se vuelven visibles a la hora de criminalizarlos. En ese sentido, el libro de Buenas Prácticas en la Comunicación Pública, del Inadi, sostiene que “el caso prototípico de la estigmatización de la pobreza es el que la asocia a la delincuencia. El prejuicio más común, utilizado de manera recurrente por los medios de comunicación, es que las personas en situación de pobreza salen a robar desde asentamientos, villas o barrios populares y que esto se vincula directamente con los crímenes y homicidios ligados a la idea de “inseguridad”.”

Para tomar dimensión del problema, según una encuesta sobre percepción de prácticas discriminatorias del Inadi del año 2008, la principal causa de discriminación en Argentina es la pobreza.

Como decíamos anteriormente, este imaginario social criminalizador atraviesa los distintos sectores sociales, así como también los poderes del Estado. En ese sentido, el joven pobre que responde al estereotipo del “delincuente” tiene más posibilidades de ser denunciado por vecinos, de ser para la policía el primer sospechoso de un delito y de recibir del Poder Judicial una prisión preventiva hasta que finalice el proceso.

Por el contrario, si la seguridad es un servicio público, el Estado debe garantizarla para todas y todos, pero sobre todo para los sectores más vulnerables, ya que cuentan con menos herramientas para ejercer sus derechos. Es decir, si queremos construir una sociedad más segura e inclusiva, debemos desarrollar discursos e imaginarios sociales que desasocien la pobreza de la criminalidad. Paralelamente, en materia de seguridad se deben desarrollar políticas activas que pongan el eje no sólo en los grupos hegemónicos de la sociedad, sino sobre todo en los sectores históricamente vulnerados. Una política que haga visible a Kevin y a Yhajaira.

* Licenciado en Comunicación Social UNLZ. Docente de Comunicación y Seguridad Ciudadana en la Universidad Nacional de Río Negro.

 

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