MEDIOS Y COMUNICACION
Democracia audiovisual para Unasur
Diego Rossi, desde Mar de Plata, reseña
lo ocurrido en la tercera edición del Encuentro de Comunicación Audiovisual
realizado la semana anterior en la ciudad balnearia y expone los principales
puntos de una agenda regional hacia la democracia audiovisual.
Desde Mar del Plata
La tercera edición
del Encuentro de Comunicación Audiovisual realizada del 21 al 23 de noviembre
en Mar del Plata mostró aspectos de trascendencia nacional y regional hacia la
democracia audiovisual.
Los distintos
ministerios y agencias públicas actualizaron el avance de las redes de fibra
óptica, el incremento de horas de producción nacional con temática
diversificada y raigambre cada vez más federal. Recordaron la disponibilidad y
el alcance nacional de la Televisión Digital Abierta y los contenidos de las
señales públicas.
Assange y la
circulación de contenidos
Sorprendió, en el
último día del encuentro, la presencia vía teleconferencia desde “territorio
ecuatoriano en Londres” del asilado Julian Assange. Durante la exposición, con
frases contundentes, actualizó diagnósticos de dependencia en la circulación de
contenidos y de la concentración de producción y distribución de empresas con
posiciones dominantes del mercado. También Assange valoró “el rol activo de
Latinoamérica en la búsqueda de resguardar la soberanía y la libertad frente a
los avances sobre la Internet global”.
Así, reafirmó los
fundamentos de la convocatoria lanzada el día anterior para vertebrar un
Consejo de Comunicación Audiovisual para Unasur, propuesta realizada por el
vicepresidente Amado Boudou y la presidenta del Incaa, Liliana Mazure.
En una reunión
articulada vía la Cancillería, representantes de Argentina, Bolivia, Brasil,
Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela analizaron “las principales
conquistas y desa-fíos que atraviesan los países suramericanos en el mayor
proceso de transformación de la producción y comunicación audiovisual de su
historia”, de acuerdo con el acta suscripta.
Destacaron la
revisión de los criterios de conectividad de redes de fibra óptica e
inalámbrica y la necesaria planificación y regulación de los Estados para
impedir imposiciones “de facto” en las capacidades de interconexión, en la
distribución (vía centros de emisión ubicados fuera del propio territorio), y
las barreras a la entrada de nuevos prestadores vía costos directos o
indirectos fijados por los oligopolios preexistentes.
Se evaluó
imprescindible no sólo aumentar la diversidad de contenidos de acceso libre,
sino también incidir en la distribución y exhibición del cine, la televisión y
“cualquier nuevo producto audiovisual que circule por distintas plataformas”,
aludiendo a YouTube, Google, Netflix y demás emprendimientos que generan
excedente económico por fuera de los sistemas analógicos tradicionales. “No es
una cuestión de control social, sino de necesaria promoción de la construcción
colectiva”, sintetizaron.
Resulta gratificante
tomar nota de experiencias en marcha que trascienden las fronteras de cada
país. Ejemplo de ello es la cooperación en Televisión Digital Abierta de
de-sarrollos argentinos y brasileños, en Venezuela y Bolivia. O el
funcionamiento de Ibermedia TV, con programas a emitir en las televisoras
públicas. O el desarrollo de los satélites de Arsat y el Tupac Katari
boliviano. O los fondos de coproducción entre países para aumentar la cantidad
de películas.
Sin embargo, se
constataron fuertes restricciones del mercado de distribución que impiden a la
casi totalidad de los 430 largometrajes estrenados por año en Latinoamérica ser
vistos por el público del propio país, y mucho menos por los países vecinos o hermanos.
Preocupación común con las naciones europeas, que tampoco ofrecen en sus
pantallas producciones de origen distinto a las grandes majors norteamericanas.
La agenda
Resaltaron las
siguientes cuestiones de agenda para Unasur:
- Diversidad
audiovisual. Nuevos emisores en radio, TV y plataformas digitales: fortalecer
criterios comunes (ejemplo: garantía de un tercio del espectro radioeléctrico
para organizaciones sociales, como ya existe en legislaciones de Argentina,
Uruguay y Ecuador).
- Unificación de criterios
para limitar las crecientes presiones de los distribuidores a los derechos de
emisión y propiedad intelectual de los realizadores de películas, que impiden
su difusión para el gran público latinoamericano.
- Fortalecer bancos
de contenidos audiovisuales de acceso público en cada país pensando en esquemas
inteligentes de circulación y programación. Digitalización de películas y
materiales producidos con tecnología analógica, tendiendo a un Banco de
Contenidos Audiovisuales de Suramérica para preservar y difundir nuestro
patrimonio audiovisual.
- Promover la
formulación de guiones y producciones compartidas entre los países
(coproducciones, proyecto venezolano Canal Patria Grande, etcétera).
- Regular,
desarrollar y capacitar en nuevas tecnologías en sintonía con la convergencia
tecnológica. Compartir redes como Arsat para asegurar la distribución digital
de películas y material audiovisual sin depender de redes comerciales.
- Consolidar la
producción de componentes y terminales para sustituir importaciones y
multiplicar los recursos humanos calificados y el empleo en la región. (Mazure
anunció un plan de ensamblaje en Argentina de proyectores digitales por la
empresa NEC, lo cual se suma a la creciente implantación de sistemas digitales
de TDA.)
* U.B.A. Observatorio
del Sector Audiovisual.
MEDIOS Y COMUNICACION
La duda sagrada
Augusto Dos Santos, desde Paraguay,
plantea su “duda sagrada” respecto de qué son y para qué sirven los medios
públicos, partiendo de la base de que no son ni medios de gobierno ni medios
comunitarios y señalando que se necesita un debate sobre el tema al más alto
nivel.
Por Augusto Dos Santos
*
Desde Asunción, Paraguay
Un día, cursando el
segundo o tercer grado de la primaria en un colegio católico, le pregunto a mi
abuela cómo es posible que en el Arca de Noé se salvaran todos los animales,
porque no entendía cómo fueron convocados y tampoco comprendía si la inundación
también alcanzó a mi pueblo en el Paraguay.
Mi abuela me miró un
rato, puso la mano sobre mi cabeza y me dijo: “Esas son dudas sagradas y las
dudas sagradas no se preguntan, m’hijo”.
Hace pocas semanas,
escuchando a un admirado teórico de la comunicación latinoamericana, con una
posición muy dura en contra de la “distancia” que tendrían que tener los medios
públicos de sectores particulares (para ser universalmente plurales), agregando
un duro cuestionamiento a cualquier intención de basarnos en la experiencia
europea para sostener tal sentido de institucionalidad, me vino a la mente esta
reflexión de la abuela porque no hizo sino reavivar en mí “la duda sagrada” en
relación a si realmente estamos planteándonos un debate conceptual sobre qué
son y para qué sirven los medios públicos en América latina.
Aunque cualquier
generalización (y comparación) termina siendo antipática, a veces nos asaltan
ganas de pensar que así como la derecha ha caído en la tentación de creer que
los medios públicos son medios de gobierno, en reiterados ejemplos se vislumbra
que la izquierda tiende a creer que los medios públicos son medios
comunitarios. Y ni lo uno ni lo otro.
Persistir en tal
polaridad, aun peor, sería presagiar que los medios públicos serían
indefinidamente una especie de Sleepy Hollow, aquel legendario jinete sin
cabeza de Washington Irving, que cabalga por el mundo llevando justicia pero
sin definirse quién es realmente.
Posiblemente, este
problema para dibujar los medios públicos, desde la tinta de su concepto, no es
otra cosa sino la dificultad que tenemos los latinoamericanos para conseguir la
tinta de lo público.
Lo público, la esfera
pública, etc., sigue siendo un debate de oenegesistas y universitarios que han
logrado –intelectualmente– apropiarse de este concepto, cuya ausencia, vale
afirmarlo, sigue agobiando al resto de la ciudadanía. Perdón... de la
población, porque sencillamente el hospital público o la escuela pública siguen
siendo asuntos más importantes que la comunicación pública, por no citar el
precio del pan y la suba del combustible.
Mientras tanto, por
algún motivo vinculado fundamentalmente con la oportunidad del poder, se sigue
postergando un gran consenso sobre el ADN de los medios públicos. Un debate
sobre este tema, claro, abierto y democrático, y que implique a los decisores
políticos de los países podría ser una fórmula importante para que –por lo
menos– separemos una cosa de otra cosa. Y de paso serviría para lograr que la
identidad de los medios públicos deje de ser una más de nuestras atávicas dudas
sagradas.
* Comunicador,
consultor en comunicación. Ex ministro de Comunicación para el Desarrollo
(Paraguay).
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