Adherentes de la pagina

miércoles, 15 de mayo de 2013

medios


MEDIOS Y COMUNICACION

Protocolos y periodismo

Para Esteban Rodríguez, la democracia precisa de otro prototipo de periodista y de otra manera de hacer la información.

Final del formulario

http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Esteban Rodríguez *

El respeto de los derechos humanos y la preservación de la democracia necesitan del “buen hacer informativo”, tarea que no puede quedar librada a su suerte o cargarse a la cuenta de los periodistas o los editores responsables, mucho menos de los empresarios. Si la libertad de prensa no es un derecho absoluto, eso quiere decir que puede ser objeto de discusión y regulación pública.

Con la protocolización del quehacer periodístico se busca adecuar el tratamiento informativo de los hechos a los estándares internacionales de derechos humanos. Protocolizar significa establecer una serie de criterios que orienten la redacción o presentación de una noticia en radio o televisión.

La protocolización implica abandonar el modelo de periodismo forjado en el siglo XIX, que sostiene que el periodismo, como cualquier oficio, es algo que se aprende en la calle, en la sala de redacción, midiéndose con la máquina de escribir todos los días, al lado de un maestro-referente que apadrina o guía, que sabe trasmitirnos los secretos del oficio de escribir. Esta visión romántica es tributaria de la historia que le tocó. Hoy en día, las sociedades son mucho más complejas, hay más conflictos, más actores con más problemas y esos problemas, con todos sus actores, deben ser atendidos no perdiendo de vista los estándares internacionales de derechos humanos, las viejas y nuevas conquistas sociales producto de las luchas previas que el propio Estado debe garantizar. La democracia necesita de otro prototipo de periodista y de otra manera de hacer la información.

Hace rato que la labor periodística viene siendo objeto de reflexión y regulación. Prueba de ello son los “manuales de estilo” y “los códigos de ética”. El problema que tienen estos marcos normativos es que son declamativos: sólo estipulan principios enunciativos que no tienen un carácter vinculante para los editores o periodistas. Se trata de declaraciones de principios que sólo obligan moralmente al periodismo. Estos códigos deontológicos funcionan de la misma manera que los Diez Mandamientos: sólo se limitan a decirnos lo que no debemos hacer, pero nunca nos dicen cómo debemos hacer para no hacer lo que no se debería hacer.

Por el contrario, los “protocolos de procedimiento profesional” no son tratados morales, una declaración de buenas intenciones, un listado de aspiraciones. No establecen principios, sino procedimientos a los que debe adecuarse la producción periodística. Se trata de hacer del periodismo un acto deliberado y no automático o romántico. Cuando escribe la noticia que eligió o le dijeron que escriba, el periodista deberá seguir determinados pasos. Con ello se busca tener en cuenta y respetar los derechos de los actores involucrados en cada noticia, así como también garantizar la calidad informativa para enriquecer el debate que necesitan las democracias.

El objeto de los protocolos no es el contenido, sino el procedimiento. No le dicen al periodista qué tiene que decir, sino cómo hacerlo; no le dicen sobre qué escribir, sino cómo debe hacerlo para que no vulnere los derechos de las personas involucradas en esa noticia y para que la ciudadanía reciba información de calidad.

Otra diferencia con los códigos deontológicos hay que buscarla en sus autores. Si los manuales de estilo son redactados por las empresas periodísticas y los códigos de ética por los gremios de la prensa, los protocolos son el resultado de un debate colectivo que debe involucrar a diferentes actores donde, además de las empresas periodísticas y los periodistas, contemple las carreras de comunicación social y periodismo con sus equipos docentes, investigadores y estudiantes; los distintos movimientos sociales; sindicatos; partidos políticos; el Estado; juristas; otras organizaciones de la sociedad civil, etcétera. El debate sobre la información no puede ser un debate corporativo, tiene que ser el fruto de una discusión abierta y vigorosa.

En definitiva, los protocolos son instrumentos a través de los cuales la ciudadanía podrá después pedir que el periodismo rinda cuentas por las noticias que escribió. Esto es lo que algunos han llamado Sistema Ciudadano de Rendición de Cuentas de los Medios, que funcionan como mecanismos de equilibrio y contención de los medios. Si la sociedad civil no cuenta con sistemas de control externos, si los mass media están exentos de cualquier tipo de control social (y que conste que no digo gubernamental), tienden a desbordarse y a pensar la realidad con los intereses de las empresas. Cuando eso sucede –como ahora–, estaremos en problemas. No sólo la democracia, sino la vigencia de los derechos humanos.

* Profesor de Derecho a la Información en la UNQ, autor de Contra la prensa y Justicia mediática.

MEDIOS Y COMUNICACION

Iguales pero distintos

Fernando Tebele y Eugenia Otero denuncian el tratamiento desigual que los medios de comunicación tradicionales dieron a la represión en el Hospital Borda y en la Sala Alberdi siendo, aseguran, que en ambos casos hubo trabajadores de prensa que resultaron víctimas de los ataques.

Final del formulario

http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Fernando Tebele y Eugenia Otero *

La represión escandalosa dentro del Hospital Borda contó con una precisa cobertura por parte de los medios tradicionales. Estuvimos cerca de aplicar el telebeam para saber desde qué distancia disparó la Policía Metropolitana sus balas de goma. La gravedad del hecho lo requería.

En cambio, la represión en el marco del conflicto de la Sala Alberdi del Centro Cultural General San Martín tuvo poco reflejo en los mismos medios tradicionales que se espantaron con el avance uniformado dentro del hospital. Aquellos que se consternaron con los bastonazos y los perdigones de bala de goma, ni se dieron por enterados de que en la madrugada del 13 de marzo, tres personas fueron heridas con balas de plomo. Dos de ellos, Esteban Ruffa y Germán Darío de los Santos, integrantes de la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA), estaban allí realizando coberturas. Igual que los trabajadores de prensa maltratados en el Borda. Sin embargo, las esposas en las muñecas de Pepe Mateos valen más que el perdigón de plomo que aún no le quitaron a Esteban Ruffa y que sigue incrustado en su tibia. Por supuesto que repudiamos los hechos que protagonizaron involuntariamente Mateos y los otros trabajadores de prensa, pero pretendemos llamar la atención acerca de cómo dos reporteros gráficos recibieron trato diferente de parte de los medios que construyen agenda. Que uno sea fotógrafo de Clarín hace más grave la noticia, aunque el de ANRed (Ruffa) haya recibido un balazo que por centímetros no puso en peligro su vida, según le dijeron en el Hospital Argerich.

A pocas horas del hecho, el ministro Guillermo Montenegro respondió que los hechos detallados habían ocurrido lejos de los de la Sala Alberdi.

Unas semanas después, Ruffa y De los Santos iniciaron una querella con el apoyo legal de Correpi, Cadep y Copodh. No sólo contra Montenegro, sino también contra Mauricio Macri; Horacio Jiménez, jefe de la Metropolitana; Ricardo Pedace, el subjefe; Juan José Ríos, superintendente de Seguridad, y el ministro de Cultura, Hernán Lombardi. Denuncia que incluirá a los policías cuando sean identificados.

La RNMA realizó una conferencia de prensa en el Hotel Bauen, a la que acudieron sólo dos medios tradicionales. Allí se presentó la prueba que refuta aquellas primeras excusas de Montenegro. En un video puede apreciarse desde tres puntos de vista diferentes cómo la policía avanza por la avenida Corrientes. Cuando los manifestantes y periodistas están llegando a Paraná, se ve el momento exacto en el que son heridos los dos integrantes de la RNMA. A sólo una cuadra del inicio de la dispersión. Lombardi continúa negando las balas de plomo; Montenegro no volvió a declarar sobre este tema. Pero lo que más nos llama la atención es que nadie, nunca, le preguntó cómo es posible que la “nueva” policía haya utilizado balas de plomo para reprimir una manifestación. Es evidente: no le preguntaron porque no hubo noticia. ¿Por qué no fue noticia este hecho y sí la represión en el Borda unas semanas después?

La primera explicación podría ser que nuestros periodistas no son considerados actores importantes dentro de la comunicación, en muchos casos por los mismos que a fines del año pasado se erotizaban pensando que luego del 7D el mundo sería más justo y con más medios comunitarios, alternativos y populares.

La segunda razón la encontramos charlando con algunos colegas que trabajan en medios tradicionales: “El conflicto de la Sala Alberdi estaba absolutamente desacreditado; en cambio, el Borda tiene todos los condimentos de una noticia inevitable: la policía cargando brutalmente y dentro de un hospital”.

Está claro que la represión en el hospital es inadmisible. Pero precisamente la comparación entre el respaldo social de ambos conflictos se convierte en una justificación peligrosa e inaceptable de la violencia institucional en la Sala Alberdi. Y nos recuerda –con tristeza, y salvando todas las distancias del mundo– al regreso de la democracia, cuando la sociedad se conmovía al enterarse de que los genocidas también habían secuestrado “gente inocente”, no sólo subversivos... Montenegro se siente obligado a explicar que en el Borda utilizaron el protocolo y dejaron sus armas reglamentarias antes de vestirse para reprimir; en cambio, nadie le pide explicaciones respecto de las balas de plomo del 13 de marzo. No es necesario, eran unos hippies autogestionarios. Y no se quejen, que no murió nadie. Entonces no hay noticia.

Para nosotros la hay. La represión es la noticia. Y permítasenos pensar que si hubiéramos hablado más de aquella represión, y la hubiésemos repudiado públicamente con mayor acompañamiento, habríamos podido evitar la impunidad descarada con la que se actuó en el Borda.

* Integrantes de La Retaguardia, colectivo de periodismo social que forma parte de la Red Nacional de Medios Alternativos.

 

No hay comentarios: