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sábado, 23 de abril de 2011

el observador

el lado oscuro del progreso

Los nuevos hábitos tecnológicos afectan al cuerpo y las emociones

A 40 del nacimiento de Internet, más de 2 mil millones de personas están conectadas a la Red en el mundo entero, símbolo del impacto de la revolución en las comunicaciones. Pero la tecnología, que nos simplifica la vida, también la complica, y mucho. Cada día, recibimos de distintas fuentes tres veces más información que hace veinte años y el europeo promedio pasa el 45 por ciento del día conectado a algún dispositivo. A eso se suman las enfermedades que generan los nuevos hábitos: “pulgar de Blackberry”, tensión ocular, “mal de iPod” o “síndrome de la vibración fantasma”.

Por Federico Strifezzo


Internet. Es el nuevo blanco de las dictaduras. Pero su bloqueo no puede sostenerse en el tiempo.

Así como un martillo puede servir para construir una mesa pero también para golpear a una persona, toda tecnología esconde una doble funcionalidad. En el contexto actual, a medida que los artefactos e invenciones parecen llegar para simplificar la vida y hacernos más libres, manifestaciones cada vez más corrientes comienzan a indicar lo contrario. Internet, el gran avance tecnológico de los últimos tiempos, pone en evidencia esta problemática.

Cuatro décadas después de su surgimiento, 2.080 millones de personas están conectadas a la Web en el mundo entero. Y mientras el tráfico de información es constante, cabe preguntarse por la naturaleza de esta herramienta. Si bien se trata de un espacio descentralizado que posibilita la libertad de acción, Marcelo J. García, coordinador del Departamento de Comunicación de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (www.sidbaires.org.ar), remarca que “Internet es técnicamente un espacio público más poderoso que la plaza clásica: es amplia, infinita e ideal para el debate de ideas. Sin embargo, la lógica que predomina en su expansión es comercial, con lo cual quien quiere acceder debe pagar entrada. En ese sentido, es por momentos más un parque de diversiones que un foro público”.

Los trastornos. Los efectos colaterales que empieza a haber en torno a la ubicuidad de la red son varios. La psiquiatría comenzó a entender su uso excesivo como un trastorno mental de tipo adictivo que puede afectar sobre todo a personas con necesidades emocionales especiales y a jóvenes y adolescentes. Entre sus efectos, señalan la pérdida del control, la modificación del estado de ánimo y la polarización atencional. A medida que se desarrollan los smartphones, los televisores HD y las tabletas digitales, todos con conexión, el tiempo de las personas comienza a estar cada vez más vinculado a sus aparatos. Según el ente regulador británico de las telecomunicaciones, en los países europeos se consumen alrededor de siete horas diarias de contenidos desde cualquiera de estos dispositivos, lo que significa el 45% del tiempo que una persona pasa despierta.
Asimismo, en la actualidad el ser humano absorbe tres veces más información que hace treinta años, algo así como 34 gigabytes (GB) diarios, que proviene de diversas fuentes. Un caso extremo de estas tendencias se dio el 24 de febrero de este año, cuando un ciudadano chino falleció en un cibercafé después de pasar 3 días sentado frente a una computadora. En el país asiático, el 14% de los jóvenes (alrededor de 33 millones) padece adicción a Internet.
Mientras la falta de sueño, la tensión ocular y los problemas de postura son algunos de los síntomas físicos del uso excesivo de los dispositivos electrónicos (ver recuadro), problemas como el de la privacidad empiezan a plantear más de un interrogante. Para Eduardo Arcos, consejero delegado y fundador de www.hipertextual.com, el fenómeno es más causa que consecuencia: “Creo que las redes sociales son un reflejo de la sociedad y no al revés. Los nuevos conceptos de privacidad son en realidad tendencias ‘empujadas’ por generaciones que empiezan a tener influencia y lo reflejan con las herramientas que construyen en Internet. Lo llaman la generación transparente. Dejamos de pensar en qué cosas queremos hacer públicas y empezamos a pensar en qué cosas queremos hacer privadas. No es que Internet o las redes sociales nos empujen hacia ello, es que hemos elegido ser así”.
Más allá del nivel de elección, en todo momento se publican fotos, videos y comentarios, algunas empresas empiezan a realizar análisis de mercado en base a los contenidos subidos a las redes sociales y la geolocalización fue lanzada tanto por Google como por Facebook y Twitter, lo que significa que en la cuenta de una persona registrada aparece un mapa con su ubicación física pero también con la de los “amigos” o “seguidores” que estén registrados en el servicio.

Web 2.0 versus Control 2.0. Con su avance sobre las vidas de las personas, la importancia social de Internet es cada vez más grande. Marcelo García señala: “Lo que estamos viendo en nuestro tiempo es un choque de globalizaciones. Internet, como herramienta con múltiples aplicaciones sociales, es un campo de disputa. Los contendientes son los mismos que lo fueron en la organización y evolución de los espacios públicos físicos: gobiernos, empresas, grupos de presión, intelectuales. En Internet hay manifestaciones espontáneas y hay control por parte del poder. Hay una dialéctica entre la libertad y el control”.
Mientras que en febrero de 2010 el secretario general de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), Hamadoun Touré, declaró en Davos que “el mundo necesita un tratado para defenderse de los ciberataques antes de que se transformen en una ciberguerra”, los casos alrededor del mundo en el que los conflictos sociales se dan tanto en las calles como en Internet comienzan a multiplicarse. Así como el gobierno chino tiene su Gran Cortafuego (The Great Firewall), llamado oficialmente Proyecto Escudo Dorado, que le permite al Ministerio de Seguridad Pública censurar materiales y establecer una vigilancia permanente sobre los movimientos en la Red, el ejército de los Estados Unidos utiliza un sofisticado software para crear falsas identidades en las redes sociales con el objetivo de influir en las conversaciones on line, detectar propagandas enemigas e imponer su discurso.

Porque te quiero, te bloqueo. Con el consentimiento de gigantes como Yahoo, Google y Blackberry, entre tantos otros, los gobiernos empiezan a aprovechar el infinito caudal de información que flota en el aire. Durante el affaire WikiLeaks, el 14 de diciembre de 2010 un tribunal de Virginia en Estados Unidos conminó a Twitter para que le entregue información sobre las cuentas de Julian Assange, Bradley Manning y Rop Gonggrijp en esa red social. Mientras tanto, los soldados de la fuerza aérea tuvieron prohibido acceder a las páginas del New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y El País así como a otra veintena de blogs en los que se habían publicado los cables del escándalo.
Tanto en Arabia Saudita como en Emiratos Arabes Unidos y en India se realizaron distintas censuras sobre el servicio de mensajería de Blackberry, llegando a interrumpir el servicio por completo durante varias horas, como ocurrió en agosto de 2010 en Arabia. Los motivos tienen que ver con que se trata de un intercambio encriptado que se realiza a través de un servidor que se encuentra en Canadá (país de origen de la empresa Research in Motion), al que los gobiernos no tienen acceso.
Pero el caso más emblemático es el que se dio en Egipto el 28 de enero. En lo que iba a ser la cuarta jornada de protestas para destituir al presidente Hosni Mubarak, se registró de súbito un apagón de Internet y en tres minutos quedaron sin funcionamiento las cinco operadoras que brindaban el servicio. Fue así que el país africano salió de la Web y los manifestantes no pudieron acceder a la herramienta de difusión que es Internet. Los mensajes de texto de los celulares también fueron bloqueados pero las pérdidas de más de 100 millones de dólares que produjo el cese económico hicieron que cinco días después la situación se regularizara.
En cuanto a la posibilidad de que esto pueda volver a ocurrir, Silvio Dotolo, CEO de www.nubing.net, declara: “Se podría dejar sin Internet a un país si existiera el poder para cortar los principales ISP presentes en ese territorio; lo que es mucho más difícil, si no imposible, sería interrumpir Internet como un todo. El caso de Egipto sienta un precedente: una gestión no democrática puede ejercer distintos niveles de influencia sobre los medios de comunicación”.
Mientras los gobiernos cada vez se preocupan más por regular lo que sucede en la Web y en los Estados Unidos trabajan en una legislación que se conoce como Internet Kill Switch, que le daría al gobierno el poder de apagar Internet con un solo botón, Marcelo García describe la situación: “La batalla no la está ganando nadie de manera contundente. Las fuerzas de control en Internet son tan poderosas como las libertarias, y la disputa será cruenta durante todo el siglo XXI. Pero la disputa más interesante de nuestro tiempo se está dando en la cima más que en la base: es la que enfrenta a gobiernos (limitados a sus territorios nacionales en términos de jurisdicción) y grandes empresas globales que colonizan en términos hard y soft los usos y las prácticas de la Web”.

¿ACTA de defunción? El horizonte no parece ser alentador. Desde hace tres años, y en secreto, más treinta de países (Estados Unidos, Suiza, Japón y México, entre otros) en conjunto con representantes de la industria del entretenimiento están trabajando en el Acuerdo Comercial Anti Falsificación (ACTA), un tratado con el que buscan dar respuesta al “incremento de los bienes falsificados y obras protegidas por copyright pirateadas en el mercado global”. En lo que atañe a la Web, las propuestas son tan radicales que podrían poner punto final a Internet tal cual la conocemos. Según lo que propone el ACTA, cuando se sospeche que una persona comparte información con derecho de autor, dependiendo de la constancia con que lo haga, podrá ser desconectada o llevada a juicio para que se le imponga una multa o sea llevada a prisión. Para esto, las ISP de los países que adhieran al tratado deberán abrir cada paquete de datos que se envíen o reciban desde una computadora; de esta manera, podrán ver con el aval de la ley toda la información de cualquier máquina que esté conectada. Si alguien envía un mp3, comparte un video musical en su muro de Facebook o cita una frase de un autor en Twitter, será incriminado y deberá enfrentar cargos legales. Para cumplir con sus objetivos, el ACTA propone una excesiva vigilancia, bloqueando y monitoreando todas las comunicaciones tanto de la persona sospechada como de sus amigos y familiares.
Según Datolo, “lo que propone el ACTA es posible técnicamente pero de forma limitada en el tiempo. Siempre podrá surgir un mecanismo que neutralice el posible efecto controlador. Sin ir más lejos, si el tráfico viajara encriptado sería imposible su análisis por un tercero”. Posible o no, habrá que esperar a que se firme el tratado para ver sus consecuencias. Mientras tanto, más de ochenta ONG de todo el mundo (incluyendo a Consumer International, Reporteros sin Fronteras, la Free Software Foundation, la Asociación de Internautas y la Electronic Frontier Foundation) han firmado una carta abierta oponiéndose frontalmente a la iniciativa.

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