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sábado, 24 de mayo de 2014

Una clase de periodismo

Una clase de periodismo



Ya habían pasado varias horas desde que el Papa confirmara telefónicamente con el embajador argentino ante el Vaticano que su saludo por el 25 de Mayo era auténtico. También desde que el nuncio dijera lo mismo. También desde que el vocero oficial del Vaticano lo repitiera. Pero si uno abría a las 11 de la mañana de ayer la edición web del diario La Nación no podía enterarse de ello, a pesar de que los cinco principales títulos estaban dedicados al tema.
El más importante afirmaba: “Habló el nuncio Tschering de la carta de Francisco a Cristina: Fue una confusión”. El segundo ya entraba en detalles: “‘Hablar de mala lecha fue un exabrupto’, admitió monseñor Guillermo Karcher”. El tercero estaba destinado a abundar sobre la personalidad de Karcher: “El perfil del ceremoniero pontificio que quedó en medio del escándalo”. El cuarto encabezaba una columna de opinión: “Misterios e interrogantes detrás del papelón”, y el quinto simplemente informaba: “Qué dice la carta que generó la polémica”.
En toda la página de apertura la única referencia directa a la noticia del día estaba en letra menor detrás del segundo título, donde se aclaraba que el sacerdote “rectificó su desmentida”.
En ninguna de las notas se informaba sobre la conferencia de prensa donde el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, había leído la carta del embajador argentino Juan Pablo Cafiero, donde el propio Papa se encargaba de ratificar su carta. Una solitaria mención al tema ya no estaba accesible, pero si uno buscaba especialmente todo lo publicado por La Nación bajo el lema de “Francisco y la Argentina” aparecía una notita que reconocía que el vocero vaticano le había desmentido la desmentida a la corresponsal del diario en Roma. Sin embargo, no se mencionaba allí la participación personal de Francisco en el cúmulo de confirmaciones y desmentidas.
Justamente esa intervención del Papa motivó un llamativo título en la edición web de Clarín: “El Gobierno difundió una conversación con el Papa y cargó contra los medios”. En el link correspondiente se podía ver y escuchar toda la conferencia de prensa en la cual Parrilli lee la carta y después sólo agrega: “El gobierno argentino, frente a esta confusión, no tiene ningún comentario más que realizar”. La única mención a los comunicadores estaba en la carta de Cafiero que sostenía que “el Papa se manifestó molesto con algunos medios sin rigor para informar a la sociedad”. El Papa, no el Gobierno.
Los que habían leído las ediciones impresas de esos dos diarios no podían sorprenderse demasiado de lo reflejado en sus respectivas páginas web. Clarín tituló en letras catástrofe: “Escándalo por una supuesta carta del Papa a la Presidenta”, y enseguida acusaba al Gobierno: “Presidencia la difundió ayer y era un saludo por el 25 de Mayo. Pero más tarde, desde el Vaticano dijeron que la carta era ‘trucha’ y con ‘mala leche’. Entonces el Gobierno salió a explicar que la había recibido de la Nunciatura y por los carriles normales”. Un recuadro se indignaba: “Hubo perplejidad en el Vaticano”. Era el anuncio en tapa de la nota del enviado especial del diario al Vaticano, Sergio Rubin, donde se asegura que Karcher le transmitió a Francisco la “noticia” y “que éste le pidió que saliera a desmentirla”. Eso lo dice Rubin, no Karcher. También dice que la Casa Rosada cometió “un papelón de trascendencia internacional”, a pesar de las aclaraciones realizadas por el gobierno argentino, publicadas ayer por Página/12, que mostraban con documentación que si existía alguna irregularidad, ésta se había cometido en el área de la Nunciatura o el Vaticano. Para él, el único resultado de la comunicación oficial fue “hacer crecer la confusión”. Atento a su experiencia, Rubin asegura que “cualquier persona conocedora de la Iglesia se hubiera percatado que una carta del Papa no podría llevar el membrete de la Nunciatura, sino del Vaticano”, “más allá del tuteo a la Presidenta y los errores ortográficos”. Tanta perspicacia le habían faltado más temprano al propio Rubin que en el canal de cable TN, del Grupo Clarín, antes de la inusual desmentida de Karcher, explicaba minuciosamente los alcances de la carta del Papa a CFK y decodificaba para el común de los mortales las significativas aunque disimuladas críticas al Gobierno que implicaba.
El título interior de la noticia en Clarín es “Papelón diplomático: El Gobierno difundió una carta del Papa que resultó ser trucha”. Para los legos, compara en gran tamaño la carta “trucha” con otra anterior y resalta en colores fuertes las “diferencias”. El punto principal es el membrete (de la Nunciatura en la nueva y del Vaticano en la anterior), aunque se descartó para ello la felicitación enviada por el 25 de Mayo del año pasado, que llegó al Gobierno con el membrete de la Nunciatura. En otros recuadros, que completan la cobertura, se burla de la afirmación del secretario Parrilli de que “no sabemos por qué el Vaticano dijo que esta carta era falsa”.
La nota de Rubin termina con una conclusión tajante: “Alguien le debe una disculpa al Papa”. ¿Se referiría a Clarín o al propio Rubin?
La edición impresa de La Nación no se quedó atrás. La nota principal de tapa, firmada por Mariano Obarrio, empieza diciendo “La relación entre el Gobierno y el Vaticano quedó envuelta ayer en un inédito escándalo por la difusión de una falsa carta del papa Francisco a la presidenta Cristina Kirchner”. Al igual que en la edición web, la culpa de todo la tiene el Gobierno, aunque éste para entonces ya había dejado en claro que era ajeno a la confusión. El destacado principal de la nota afirma: “Del anuncio a la aclaración, un papelón en cuatro actos. La divulgación de la carta falsa de Francisco dejó en evidencia las fallas en la comunicación oficial”. El columnista Fernando Laborde tituló su nota “El más misterioso de los papelones presidenciales” y en su texto pasa por alto todos los datos conocidos hasta ese momento que demostraban que si había existido un papelón, correspondía buscarlo en los dominios de la Iglesia. El misterio, en todo caso, quedó reducido a los cambios que sufrió la nota en la edición web después de que se conociera la confirmación papal sobre la autenticidad de la carta. Se eliminaron todos los párrafos con insólitos argumentos sobre la incompetencia oficial, se acomodaron los otros y sin ninguna mención a los propios errores se pasó a explicar lo que el artículo en su versión original negaba. Para completar la edición, el diario no tuvo mejor idea que reproducir en forma destacada parte de los descalificadores mensajes que atraviesan las redes sociales del tono de “Mañana a la Nunciatura le cae la AFIP” o “Que aparezca con vida Marcela, la secretaria de la Nunciatura” y las opiniones muy calificadas de gente como el diputado del Frente Renovador Alberto Asseff, que asegura que “es imposible que la carta haya salido de la Nunciatura”. También La Nación recurre a la comparación gráfica de dos cartas bajo el educativo título de “Las diferencias entre un texto falso y otro verdadero”. Seguramente hoy aparecerá la errata correspondiente bajo el título “Las diferencias entre un texto verdadero y otro verdadero”.

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