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viernes, 27 de abril de 2012

Tato Bores cumpliría 85: homenaje de Google


Hoy, 27 de abril, Tato Bores, el “actor cómico de la nación”, estaría cumpliendo 85 años, y Google lo recuerda con un “Doodle“, un logo especial en homenaje.
Mauricio Borezstein, popularmente conocido como Tato Bores, creador de incontables programas de humor político y uno de los “fiscales” más ingeniosos de la televisión vernácula durante décadas, nació en Buenos Aires el 27 de abril de 1927, y hoy celebraría sus 85 años si un cáncer fulminante no se lo hubiera llevado el 11 de enero de 1996.
Si bien antes había incurrido en el cine y el teatro de revistas, Tato fue una figura televisiva fundamental de los domingos por la noche desde principios de la década del sesenta, con su peluca estrafalaria, sus anteojos y su falso habano, siempre a la pesca de la actualidad.
Lo distintivo fue su imparable verborragia, que tuvo libretos de Landrú y también de César Bruto, Aldo Cammarota, Jordán de la Cazuela, Juan Carlos Mesa y en sus últimos años Santiago Varela, concitaba la atención –y el recelo– de políticos y funcionarios de turno.
Tato comenzó su carrera junto a Pepe Iglesias, “El Zorro”, en Radio Splendid, al mismo tiempo que pisaba por primera vez los escenarios junto a Fanny Navarro en el teatro Maipo. Desde finales de la década del cuarenta, brilló en el teatro de revistas con su humor político inyectado de sutilezas y alejado de la chabacanería de algún colega.
Su mayor popularidad llegó con “Tato siempre en domingo” (1962), en permanente peligro de las censuras oficiales, y luego con “Dígale sí a Tato”, “Déle crédito a Tato”, “Tato vs. Tato” y “Tato por ciento”. Uno de los últimos programas que llevó adelante –y con los que deleitó al gran público– fue “Good Show”, de 1993, un programa de sketches y chistes políticos que, según él mismo retrató, “marcó un antes y un después en la televisión”.
Aún después de su muerte, su humor y su crítica seguían vigentes: “La Argentina de Tato” (1999) y “Biografías No Autorizadas” (2000) permitieron a sus hijos Alejandro y Sebastián, y al documentalista Miguel Rodríguez Arias, respectivamente, sacarle el jugo a recortes de sus programas.
El cáncer óseo que le descubrieron los médicos de la clínica Mater Dei al operarle una simple hernia de disco, hacia 1994, le hizo saber que no podría volver a trabajar, por lo que se recluyó en sus casas de Buenos Aires y Punta del Este, de donde regresó días antes de su fallecimiento.

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