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viernes, 29 de junio de 2012

RADIO › MURIO JUAN ALBERTO BADIA, LOCUTOR Y CONDUCTOR

El hombre que le puso voz y música a la radio

Fue uno de los principales referentes de la radio y la televisión. Por sus programas pasaron las principales figuras de la música popular argentina de las últimas cuatro décadas. Locutor y animador, Badía murió ayer a los 64 años.
 
Por Emanuel Respighi
Apasionado eterno de la radio, novio casual de la televisión, maestro de la vida, Juan Alberto Badía murió ayer a los 64 años tras una larga enfermedad, a la que supo enfrentar con dignidad y fortaleza hasta que su cuerpo no aguantó más. Locutor y animador, referente ineludible de las últimas cuatro décadas de la radiofonía y la televisión argentinas, Badía acompañó a varias generaciones desde un estilo amable y cotidiano, que le permitió abrirse paso a cada hogar argentino dispuesto a disfrutar de una linda charla, de buena música. A lo largo de su prolífica trayectoria, trabajó en (casi) todas las radios y en todos los canales de TV abierta, inmejorable demostración de su reconocida y respetable calidad como comunicador. A cada una de las propuestas que creó y/o animó, Badía le imprimió el claro sentido de difundir todo tipo de expresiones artísticas y culturales, erigiendo a Badía&Compañía e Imagen de radio a sus trabajos más destacados. Hoy, la radio, la televisión y el público al que alguna vez llevó en viajes imaginarios están un poco más tristes, un poco más solos. Sus familiares afirmaron que sus restos no serán velados.
Locutor egresado del ISER en 1970, matrícula Nº 1996, Badía congregó en su figura una serie de valores que le dieron sentido al maestro que fue. En tiempos en los que el dinero parece ser un fin en sí mismo, devorador de vocaciones, el hombre de entusiasmo infinito forma parte de ese selecto grupo de privilegiados locutores/animadores movilizados por la pasión de la profesión, del trabajo. Una amor al micrófono que, además, supo acompañar con una enorme honestidad profesional, moral e intelectual. Lejos de los egos inflados de muchos, quienes lo conocieron o trabajaron con él siempre reconocieron su generosidad, tanto al aire como fuera de los estudios. El trato igualitario con el novato como con el consagrado le permitió formar grandes grupos de trabajo, que derivaron en recordados programas de radio y televisión. Una “fórmula” que no fue prefabricada, sino que era el resultado de su manera de ser.
Hincha fanático de River y eternamente Beatle, Badía extendía su generosidad al espacio que siempre le reservaba a las nuevas generaciones de artistas, especialmente a los músicos. En su rol de melómano, supo darle sus primeras oportunidades en los medios a jóvenes que luego se convertirían en grandes figuras de la música popular argentina, desde Soda estéreo a León Gieco, pasando por Charly García, Fito Páez o Víctor Heredia. Desprejuiciado y abierto, contrario a ceñirse a cualquier tipo de gueto, en sus programas solían convivir músicos de los más variados géneros, promoviendo incluso el cruce de estilos que derivaron en recordadas zapadas. En esa búsqueda musical, fue un militante de la idea de que las bandas y solistas se presentaran y tocaran en vivo en los estudios de TV y radio.
Aunque su estilo formal –pero no solemne– hizo que el mundo del rock nunca lo reconociera como propio, es indudable que Badía fue uno de los mayores difusores del rock nacional. De hecho, apenas se recibió como locutor nacional en el ISER, animó junto a Graciela Mancuso Flecha Juventud, un programa musical nocturno donde fue pionero en la idea –-luego copiada por todos– de presentar los temas musicales nombrando autor e intérprete, como una manera de que fuera más sencillo para los oyentes encontrar los simples en las bateas. “Algún día, estos que escriben sobre la historia del rock me pondrán en el lugar que me merezco. Lo que pasa es que nunca fui rockero, no me vestía como un rockero ni fumaba porro. Yo era un beatlero”, señaló alguna vez, no con rencor, sino con la naturalidad con la que solía analizar la realidad. Respetuoso de las diferencias, siempre promovió la unión al rechazo, la moderación al conflicto, la sonrisa al enojo.

Un juego de niños

Hijo de Juan Ramón Badía, un destacado locutor en la década del ’40 y ’50, desde temprana edad Juan Alberto convivió con micrófonos y programas de radio imaginarios junto a sus hermanos. Mientras los chicos de su edad jugaban al fútbol o a los autitos, en su casa natal en Ramos Mejía él se pasaba tarde enteras “haciendo” radio con cualquier elemento de la casa.
“La lustradora era el micrófono”, contó cierta vez. “Lo poníamos a Carlos, mi hermano menor, en la antecocina, y yo en el comedor, que estaban separados por una puerta de vidrio: él con la radio de casa, y yo del otro lado con la lustradora y con una revista que tuviese avisos y novedades del espectáculo. Carlos ponía la radio bajita, y cuando terminaba una canción y veía que los locutores iban a anunciar la música, me hacía señas, la anunciaba yo y hacíamos todo el programa”, recordó. Pese a esa vocación temprana, su padre no quería que siguiera su camino, por lo que a su pesar Badía tuvo que hacer el ingreso en medicina y luego cursó algunas materias de abogacía, hasta que finalmente convenció a su padre de que quería ser locutor. Y no hubo vuelta atrás.
Sus comienzos en el medio fueron en Radio Antártida haciendo una suplencia como locutor, pero pronto fue pasando a otras emisoras, como Rivadavia, El Mundo y Radio del Plata. Su entusiasmo juvenil y su verborragia amena pero chispeante le sirvieron para que forjara prontamente una carrera como animador, dada la buena repercusión de Imagínate, Flecha juventud, ciclo que apuntaba a un público joven y en el que ya mostraba sus dos grandes sellos: su fanatismo beatle y su búsqueda de nuevos talentos musicales. Luego vendrían otros ciclos radiales como A mi manera (1978), junto a Estela Montes, Diego Bonadeo, Rubén Corbacho, Marcelo Araujo y Fernando Niembro; o Piedra libre (1981), donde comenzaron a asomar dos promisorias figuras: María Esther Sánchez y un tal Marcelo Tinelli.
Paradoja del destino, su gran éxito iba a llegar en la TV, cuando bajo la sombra de la primavera democrática condujo Badía & Compañía, un programa ómnibus que se emitía en las tardes de los sábados. El ciclo comenzó a emitirse en 1983 por Canal 9, donde se cuenta que el director de programación le impuso ese nombre al programa en virtud de que no supo hasta último momento quienes iban a acompañar a Badía al aire. El programa pasó al año siguiente a las filas de Canal 13, donde se mantuvo hasta 1988, con emisiones maratónicas de ¡9 horas!, en las que pasa literalmente de todo: desde números fijos cómicos (Paolo el rockero, el profesor Lambetain o Mac Phantom pasaron por allí), hasta la puesta de pasajes de obras de teatros, pasando por información o debates periodísticos, a cargo de Jorge Dorio, Alan Pauls, Pepe Eliaschev, Jorge Telerman y el mismísimo Tinelli.
Pero sin duda que el principal atractivo de Badía & Compañía a los ojos de los televidentes, que empezaban a disfrutar de la libertad democrática, eran los shows musicales de las más heterogéneas figuras del cancionero popular argentino, quienes se presentaban a tocar en vivo en el estudio. Soda estéreo, Sergio Denis, Pappo con Johnny Rivers, Seru Giran, Los abuelos de la nada, Virus, León Gieco, Víctor Heredia, Marilina Ross: todos los músicos argentinos tenían la puerta abierta en el programa. Ante la audiencia del ciclo, Alejandro Romay, dueño del 9, empezó a firmar contratos de exclusividad con las discográficas para que los artistas fueran a su pantalla y no a la de Canal 13, y Badía dio por terminado el programa. Badía & Compañía tuvo una segunda etapa en 1997 en el 13, pero con un formato más reducido que no pudo sostenerse al aire más de tres meses.
Finalizada la exitosa experiencia de Badía & Compañía, el locutor entendió que debía hacer un programa completamente distinto porque las comparaciones iban a ser odiosas. Tironeado entre la radio y la TV, encontró en Imagen de radio el formato que le daba la posibilidad de aunar ambos medios, al punto que alguna vez lo bautizó como su programa “ideal”. Con producción de su hermana Marisa y los por entonces jóvenes Claudio Villarruel y Bernarda Llorente, el ciclo diario no era otra cosa que un programa de radio televisado en la medianoche de ATC. Para el ciclo Badía se rodeó de profesionales amigos como Adolfo Castelo, María Esther Sánchez, Luis Fuxan, Héctor Barra, Silvina Chediek, Quique Wolf y Cecilia Laratro. Imagen de radio mostró por primera vez en la pantalla chica el funcionamiento –hasta ese momento oculto a los ojos de los oyentes– de lo que ocurre en un programa de radio al aire, revelando los rostros de esas voces, en un a propuesta que perdió la magia del medio radiofónico desde lo visual pero no desde el espíritu. Imagen de radio se emitió entre 1988 y 1990, cuando la nueva gestión del canal pública decidida por el presidente electo Carlos Menem levantó al programa. “Dicen que soy un soñador, pero no soy el único”, parafraseaba Badía a su ídolo, John Lennon, cada noche.
Su amor por la radio lo llevaron a que entre 1997 y 2000 emprendiera una “aventura radiofónica” que disfrutó como un chico: recorrer el país con una suerte de radio ambulante, viviendo varios meses en Ushuaia, Bariloche y Puerto Madryn, entre otras localidades de Argentina. “Fue una de las experiencias –señaló en un reportaje– más maravillosas. Un día me agarró la loca, puse una radio en dos ruedas y empecé a dar vueltas por la Argentina. Llegaba con la radio ambulante y un técnico, buscaba productor, una pareja de colegas locutores, el periodista, el movilero del lugar, ¡y armaba un programa con gente que no conocía!”.
Al terminar esa travesía que había anhelado toda su vida y que llevó a cabo por necesidad, ya que nadie le ofrecía trabajo, Badía dio el salto al otro lado del mostrador. En 1999, y luego de hacer radio durante varios años en la temporada de verano en Pinamar, en el balneario CR, el locutor cumplió el sueño de tener su propia emisora en la localidad balnearia, a la que bautizó FM Estudio Playa 98.1, radio que lideró por más de dos décadas. Alejandro Pont Lezica, Guillermo López, Luis Garibotti y Quique Karpinsky fueron algunos de los que lo acompañaron en ese proyecto, en el que él tenía su propia programa diario de radio en Bunge y el mar. A su vez, entre 2000 y 2003 Badía aceptó la dirección general de Radio Ciudad (ex radio Municipal), desde donde manejó la Once Diez (AM 1110) y la FM 2x4. Durante su gestión, a la que llegó de la mano de Aníbal Ibarra cuando era jefe de gobierno, se destacó la puesta en marcha de una programación plural, el mejoramiento tecnológico y un plan de capacitación para todo el personal. La cuenta pendiente de su gestión, afirmó, fue la aprobación de un proyecto de ley de autarquía que él promovió y redactó para garantizar el destino público de la emisora.
Aunque en televisión realizó distintos ciclos que giraron en torno a la música (Badía en concierto, Séptima noche), el federalismo (las dos etapas de Estudio país) y hasta el entretenimiento (condujo los debates de Gran hermano y 12+1), fue la radio sin duda el lugar en el que más cómodo se sintió a lo largo de su vida personal y profesional. Badía solía decir que la radio no tenía un único significado, sino tres, según el paso de los años. “Al comienzo fue el aspecto más lúdico, porque la inicié de chico; después pasó a ser toda mi vida; y posteriormente la enemiga de mi familia”, enumeró. “Mi hijo, un día, me dijo que tenía celos de los cadetes que trabajan conmigo, porque estaba más tiempo con ellos que con él. Pero fundamentalmente la radio es el medio que me permitió crear climas, imaginar, viajar con el pensamiento, motivar al oyente a compartir el lenguaje y la magia de la radio”, detalló.
La vida lo iba a exponer a su desafío más complejo, cuando en noviembre de 2010 le diagnosticaron un carcinoma escamoso en el mediastino anterior, lo que derivó en un tratamiento de quimioterapia y la extirpación del tumor en diciembre de 2011. Afrontó la enfermedad con mucha dignidad y ganas de pelearla. Sin convertirse en consejero de nadie, la hizo pública sin ningún tipo de tabú. “La estética dejó de importarme. “Me interesa mucho más tratar de que mi alma, si sirve, sirva para el otro, para ayudar. Que mi voz, si anda, ande en los corazones de la gente”, dijo una vez que se recuperó. Bajo esa premisa, y sabiendo que para él la mejor medicina era hacer lo que más amaba en el mundo, Badía montó una radio de transmisión en internet en su propia casa (www.jabradio.com.ar), que le hizo compañía durante ese año a pura quimioterapia y todo tipo de tratamientos.
Pese a su pródiga carrera profesional, alguna vez confesó que a nivel profesional y personal –que en su caso es casi lo mismo– se quedó con una única cuenta pendiente. “Me hubiese gustado conocer a John Lennon, de verdad. Estuve a minutos, pero se frustró. Fue en 1975, cuando él sacó el álbum “Rock & Roll” y, sabiendo de mi fanatismo, me eligieron para hacerle una nota por el lanzamiento. Tenía cita con él una tarde en el Dakota. Pero esa mañana, después de leer en el The New York Times la crítica que le habían hecho del disco, que lo mató, decidió levantar todas las entrevistas y me quedé sin conocerlo”, se lamentó.
Símbolo de la mejor radio y TV, creador de formatos que contenían siempre puentes artísticos entre las viejas y las nuevas generaciones, Badía construyó un prolijo camino que hoy sirve de norte para quienes ejercen la profesión. Nadie mejor que él, con sus palabras justas y sinceras, para mostrar el sendero a quienes vienen detrás. “Hay algo que quiero decirles a los que comienzan este cada vez más comprometido camino de los medios: la trayectoria no se hace de un día a otro. Es tramo a tramo, es remar contra la corriente. Cada tramo de esa vida forma una trayectoria. Revisando mis recuerdos se me viene una nota que me hicieron cuando comencé, donde me preguntaron qué esperaba de mi futuro. Y yo respondí `tener una trayectoria en lo que más amo en la vida, que es este trabajó”, confesó en el último reconocimiento que recibió a su trayectoria. Palabra de radio.

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