Innovadores
Claudia Gómez Costa, la maestra que lleva poblados remotos a la era digital
Impulsada por el ideal de trabajar por un mundo con igualdad de oportunidades educativas para todos, con la ayuda de voluntarios y donantes desde 2004 Gómez Costa ha logrado llevar conexión a Internet a 85 escuelas rurales de parajes aislados en distintos rincones del país. Y afirma que va por más
Amalia Eizayaga
Para LA NACION
Claudia Gómez Costa está habituada a las lágrimas. A lágrimas de emoción. Cada vez que lleva Internet a una escuela escondida en los cerros de esta provincia o en otros parajes del país sabe que, indefectiblemente, los maestros no podrán contenerse. Y que llorarán también junto con ella los padres, los chicos, la comunidad entera.
En estos lugares, muchas veces son pocas las personas que pueden acceder a esa Red incomprensible para quien la ve por primera vez. Es que viven allá arriba, en las alturas de la Puna, y estudian en escuelas rancho, de adobe, donde no hay cómo comunicarse con nadie. Apenas si tienen energía eléctrica, gracias a algún panel solar.
Claudia ha logrado abrirles el mundo a poblados de varios cientos de personas que tenían un solo teléfono semipúblico y pasaron a comunicarse a través de computadoras con conexión satelital.
Desde 2004 hasta hoy la fundación que preside -Aprendiendo bajo la Cruz del Sur- conectó 85 escuelas y sitios de Parques Nacionales. Son todos lugares alejados y, por qué no, olvidados de muchos argentinos. Llevar Internet a esos parajes es, para ella y para los voluntarios que la acompañan, un acto de justicia.
Claudia Gómez Costa tiene 54 años y es de Pinamar. Desde allí, comenzó a idear alguna manera de acercarse a su ideal de un mundo con más oportunidades. Y vio en la tecnología una herramienta para hacerlo. No es la panacea, no es la solución a todos los problemas. Pero es una forma de acercarse al ideal de la inclusión, piensa.
El origen remoto de su proyecto actual hay que buscarlo en su profesión: maestra de primaria. Luego de 15 años frente al aula, le tocó estar al frente de un primer grado al cual llegó una niña con una discapacidad motriz muy severa, "Mili, la luz de mis ojos", recuerda ahora. A las pocas semanas de tenerla como alumna se dio cuenta de que esa niña, con capacidades diferentes, no podría aprender a escribir con lápiz y papel. Encontró una computadora arrumbada en la escuela y, con ayuda, la acondicionó: "Mili aprendió a leer y escribir a ´upa´, apretando las teclas de su computadora. Llegó fin de año y ella ya leía y escribía. Eso hizo un click en mi vida profesional. Años después, Mili terminó el secundario", recuerda todavía con emoción.
Esa experiencia implicó, para Claudia, el descubrimiento de la tecnología como la puerta hacia nuevas oportunidades. Por eso pensó que era tiempo de perfeccionarse: siguió la licenciatura en Educación y se convirtió en la primera "ciberalumna" de la Universidad Virtual de Quilmes, en el año 2000. Luego, siempre en forma virtual, hizo estudios de posgrado en educación y nuevas tecnologías. Y también enseñó a través de la Red.
Como técnica del portal educ.ar , llevó Internet a una escuela en Manzano Amargo, Neuquén. Fue su primera experiencia de este tipo. Llegó con su propio auto y con su marido, Alejandro Besteiro, médico pediatra con quien lleva 30 años de casada y que hoy no sólo la acompaña en sus viajes sino que también aprovecha para atender a las comunidades.
En 2004, con un grupo de colegas, amigos y miembros de su comunidad -que incluye al cura párroco- armó la fundación sin fines de lucro que hoy lidera. "Nuestra misión es acercar igualdad de oportunidades desde la educación, utilizando nuevas tecnologías para mejorar la calidad de vida de las comunidades en las que se encuentran las escuelas rurales muy aisladas y de muy difícil acceso".
La primera escuela que conectó con Aprendiendo bajo la Cruz del Sur fue Tres Lagos, en Santa Cruz, a 200 kilómetros de El Calafate. Luego lo harían otros sitios, a través del programa "Parques Nacionales y escuelas interactivas" ( http://parquesyescuelas.blogspot.com ), en muchas provincias.
El año pasado, Claudia se propuso conectar 100 escuelas de la Quebrada de Humahuaca a Internet. Ya va por la número 23 ( http://humahuacaescuelasenred.blogspot.com ) y, otras tres, en la provincia de Salta, cuyo programa aún no tiene nombre.
Vale aclararlo: la propuesta no depende de ningún gobierno provincial ni nacional. Se realiza a pulmón, con ayuda de muchos voluntarios que ayudan a hacer realidad los tres pilares de la iniciativa: el equipamiento, la conexión a Internet y la capacitación.
La fundación tiene una sola persona rentada en Neuquén, que es la que hace el acompañamiento pedagógico y virtual de las escuelas ya conectadas. Los demás donan su tiempo y sus saberes, sin nada a cambio. Para cubrir los costos lograron el apoyo de empresas como Banco Macro, Microsoft, DELL, Fundación Telefónica, Telefónica, Servicio Satelital, entre otras. La maestra hoy emprendedora social afirma que a las escuelas y puntos que conectó no se les interrumpió nunca el programa. La conexión cuesta entre 200 y 300 dólares por mes por escuela, incluyendo un seguro por imprevistos.
"El impacto en las comunidades es tan fuerte y positivo -dice- que a través de la experiencia de tantos años me contesto la pregunta que me hice la primera vez, si tenía sentido [Internet] en un lugar con las necesidades básicas insatisfechas, si no sería un lujo, una obscenidad."
Cuenta el caso de un bebe prematuro nacido en una aislada comunidad colla, al que le salvaron la vida gracias a que pudieron avisar a tiempo a los servicios de salud de otra localidad. O el de un niño con fiebre, en una escuela en los cerros norteños, al que le diagnosticaron varicela gracias a que los docentes pudieron enviar una foto digital y consultar con un pediatra a la distancia.
Maestros que estudian, presentan proyectos y que se comunican administrativamente con las autoridades educativas; comunidades que aprenden métodos para tejer en telar y que intercambian experiencias con otras zonas; padres de alumnos que ahora empiezan a estudiar carreras universitarias. Los cambios que movilizó la llegada de la Red están en plena expansión.
Héroes civiles
Esta mujer que decidió un buen día dejar la comodidad de su primera profesión para salir a recorrer el país ofreciendo su ayuda padece una distrofia muscular, una discapacidad progresiva a la que le da pelea y a la que desafía subiéndose a helicópteros y transitando caminos de ripio, con hielo o viento, en la Puna y en las inclemencias de la Patagonia. "Lo hago con toda mi alma. Decidí dedicar mi vida a ayudar a las escuelas rurales hasta que tenga las fuerzas para poder hacerlo", dice, y prefiere dejar de hablar de ella para recordar a "esas personas que dan el ejemplo, en esos sitios tan duros donde la vida que les tocó está llena de sacrificios y, sin embargo, siguen adelante, con tanta abnegación". Son esos maestros a los que llama "los héroes civiles".
Quizás la experiencia más extrema la vivieron el mes pasado. Desde la localidad de Huacalera, en la Quebrada, partieron los voluntarios hacia los cerros en burros y mulas, llevando antenas, computadoras, herramientas. Llegaron a la Escuela Loma Larga en plena noche, luego de andar 14 horas por las montañas, con un frío que les cortaba los huesos. Durante la marcha, soportaron vientos fuertes, temperaturas heladas, niebla constante, sol, calor, lluvia y nieve. Un baqueano los guiaba hacia la escuelita de adobe, a la que van 12 alumnos, y un lugareño cargó al hombro la antena que, por sus dimensiones -1,5 m de diámetro-, no podía ser llevada por un animal, en senderos tan angostos como peligrosos. "Es algo que contradice las ecuaciones, pero mientras haya un alumno creo que debe justificarse la apertura de la escuela rural", dice Claudia.
Arriba, en la montaña, hicieron un acto para inaugurar la conexión. Estaban los alumnos, el cocinero, la hija del cocinero, la maestra, el profesor de educación física, todos cantando el Himno Nacional. Fue un momento inolvidable, cuenta Alejandro, el marido de Claudia. Adultos mayores de la comunidad se maravillaban porque podrían conocer a sus nietos por Internet.
Desde Loma Larga hicieron otras nueve horas en mula hasta la Escuela de Alonso, también en la montaña, a 3700 metros de altura, donde van otros 17 alumnos. Y de allí, otras cinco horas para llegar a Huacalera. Habían solicitado un helicóptero a Gendarmería Nacional para utilizarlo en Jujuy, pero las gestiones no obtuvieron respuesta.
"Es invariable lo que me dicen mis colegas, es como si les llevara el cielo. Y en eso encierran tantas cosas: comunicación, el no estar solos, poder atender la salud, resolver urgencias imprevistas, capacitarse, estudiar, que sus alumnos compartan experiencias con otros chicos de la Argentina", afirma.
Claudia tiene cuatro hijos de los que está "orgullosísima": Sol (de 28 años), enfermera; Julián (de 25), guardavidas; Ignacio (de 23), "el gaucho", estudiante de agronomía, y Fermín, de 15, muy buen alumno y campeón argentino de surf en su categoría. Y tiene además una nieta, Juana Luna, de 6 años.
Adora tocar el piano pero por su discapacidad creciente se le hace cada vez más difícil. "Todo suena monocorde", dice, quizás añorando tiempos de sonidos con matices. Pero no se queja, sigue adelante aun en las dificultades para que un sinfín de personas accedan a la tecnología. Ahora, a través de Internet, toca otra música, otro instrumento, otra partitura.
© LA NACION
QUIÉN ES
Nombre y apellido: Claudia Gómez Costa
Edad: 54 años
Ideal de equidad educativa: oriunda de Pinamar, Gómez Costa fue maestra durante quince años y luego volcó sus esfuerzos a la conexión de escuelas rurales como forma de promover una educación que ofrezca igualdad de oportunidades.
Emprendedora social: antes de enfrentar este desafío cursó una licenciatura en Educación en la Universidad Virtual de Quilmes, realizó estudios de posgrado y creó la fundación Aprendiendo bajo la Cruz del Sur.
Claudia Gómez Costa, la maestra que lleva poblados remotos a la era digital
Impulsada por el ideal de trabajar por un mundo con igualdad de oportunidades educativas para todos, con la ayuda de voluntarios y donantes desde 2004 Gómez Costa ha logrado llevar conexión a Internet a 85 escuelas rurales de parajes aislados en distintos rincones del país. Y afirma que va por más
Amalia Eizayaga
Para LA NACION
Claudia Gómez Costa está habituada a las lágrimas. A lágrimas de emoción. Cada vez que lleva Internet a una escuela escondida en los cerros de esta provincia o en otros parajes del país sabe que, indefectiblemente, los maestros no podrán contenerse. Y que llorarán también junto con ella los padres, los chicos, la comunidad entera.
En estos lugares, muchas veces son pocas las personas que pueden acceder a esa Red incomprensible para quien la ve por primera vez. Es que viven allá arriba, en las alturas de la Puna, y estudian en escuelas rancho, de adobe, donde no hay cómo comunicarse con nadie. Apenas si tienen energía eléctrica, gracias a algún panel solar.
Claudia ha logrado abrirles el mundo a poblados de varios cientos de personas que tenían un solo teléfono semipúblico y pasaron a comunicarse a través de computadoras con conexión satelital.
Desde 2004 hasta hoy la fundación que preside -Aprendiendo bajo la Cruz del Sur- conectó 85 escuelas y sitios de Parques Nacionales. Son todos lugares alejados y, por qué no, olvidados de muchos argentinos. Llevar Internet a esos parajes es, para ella y para los voluntarios que la acompañan, un acto de justicia.
Claudia Gómez Costa tiene 54 años y es de Pinamar. Desde allí, comenzó a idear alguna manera de acercarse a su ideal de un mundo con más oportunidades. Y vio en la tecnología una herramienta para hacerlo. No es la panacea, no es la solución a todos los problemas. Pero es una forma de acercarse al ideal de la inclusión, piensa.
El origen remoto de su proyecto actual hay que buscarlo en su profesión: maestra de primaria. Luego de 15 años frente al aula, le tocó estar al frente de un primer grado al cual llegó una niña con una discapacidad motriz muy severa, "Mili, la luz de mis ojos", recuerda ahora. A las pocas semanas de tenerla como alumna se dio cuenta de que esa niña, con capacidades diferentes, no podría aprender a escribir con lápiz y papel. Encontró una computadora arrumbada en la escuela y, con ayuda, la acondicionó: "Mili aprendió a leer y escribir a ´upa´, apretando las teclas de su computadora. Llegó fin de año y ella ya leía y escribía. Eso hizo un click en mi vida profesional. Años después, Mili terminó el secundario", recuerda todavía con emoción.
Esa experiencia implicó, para Claudia, el descubrimiento de la tecnología como la puerta hacia nuevas oportunidades. Por eso pensó que era tiempo de perfeccionarse: siguió la licenciatura en Educación y se convirtió en la primera "ciberalumna" de la Universidad Virtual de Quilmes, en el año 2000. Luego, siempre en forma virtual, hizo estudios de posgrado en educación y nuevas tecnologías. Y también enseñó a través de la Red.
Como técnica del portal educ.ar , llevó Internet a una escuela en Manzano Amargo, Neuquén. Fue su primera experiencia de este tipo. Llegó con su propio auto y con su marido, Alejandro Besteiro, médico pediatra con quien lleva 30 años de casada y que hoy no sólo la acompaña en sus viajes sino que también aprovecha para atender a las comunidades.
En 2004, con un grupo de colegas, amigos y miembros de su comunidad -que incluye al cura párroco- armó la fundación sin fines de lucro que hoy lidera. "Nuestra misión es acercar igualdad de oportunidades desde la educación, utilizando nuevas tecnologías para mejorar la calidad de vida de las comunidades en las que se encuentran las escuelas rurales muy aisladas y de muy difícil acceso".
La primera escuela que conectó con Aprendiendo bajo la Cruz del Sur fue Tres Lagos, en Santa Cruz, a 200 kilómetros de El Calafate. Luego lo harían otros sitios, a través del programa "Parques Nacionales y escuelas interactivas" ( http://parquesyescuelas.blogspot.com ), en muchas provincias.
El año pasado, Claudia se propuso conectar 100 escuelas de la Quebrada de Humahuaca a Internet. Ya va por la número 23 ( http://humahuacaescuelasenred.blogspot.com ) y, otras tres, en la provincia de Salta, cuyo programa aún no tiene nombre.
Vale aclararlo: la propuesta no depende de ningún gobierno provincial ni nacional. Se realiza a pulmón, con ayuda de muchos voluntarios que ayudan a hacer realidad los tres pilares de la iniciativa: el equipamiento, la conexión a Internet y la capacitación.
La fundación tiene una sola persona rentada en Neuquén, que es la que hace el acompañamiento pedagógico y virtual de las escuelas ya conectadas. Los demás donan su tiempo y sus saberes, sin nada a cambio. Para cubrir los costos lograron el apoyo de empresas como Banco Macro, Microsoft, DELL, Fundación Telefónica, Telefónica, Servicio Satelital, entre otras. La maestra hoy emprendedora social afirma que a las escuelas y puntos que conectó no se les interrumpió nunca el programa. La conexión cuesta entre 200 y 300 dólares por mes por escuela, incluyendo un seguro por imprevistos.
"El impacto en las comunidades es tan fuerte y positivo -dice- que a través de la experiencia de tantos años me contesto la pregunta que me hice la primera vez, si tenía sentido [Internet] en un lugar con las necesidades básicas insatisfechas, si no sería un lujo, una obscenidad."
Cuenta el caso de un bebe prematuro nacido en una aislada comunidad colla, al que le salvaron la vida gracias a que pudieron avisar a tiempo a los servicios de salud de otra localidad. O el de un niño con fiebre, en una escuela en los cerros norteños, al que le diagnosticaron varicela gracias a que los docentes pudieron enviar una foto digital y consultar con un pediatra a la distancia.
Maestros que estudian, presentan proyectos y que se comunican administrativamente con las autoridades educativas; comunidades que aprenden métodos para tejer en telar y que intercambian experiencias con otras zonas; padres de alumnos que ahora empiezan a estudiar carreras universitarias. Los cambios que movilizó la llegada de la Red están en plena expansión.
Héroes civiles
Esta mujer que decidió un buen día dejar la comodidad de su primera profesión para salir a recorrer el país ofreciendo su ayuda padece una distrofia muscular, una discapacidad progresiva a la que le da pelea y a la que desafía subiéndose a helicópteros y transitando caminos de ripio, con hielo o viento, en la Puna y en las inclemencias de la Patagonia. "Lo hago con toda mi alma. Decidí dedicar mi vida a ayudar a las escuelas rurales hasta que tenga las fuerzas para poder hacerlo", dice, y prefiere dejar de hablar de ella para recordar a "esas personas que dan el ejemplo, en esos sitios tan duros donde la vida que les tocó está llena de sacrificios y, sin embargo, siguen adelante, con tanta abnegación". Son esos maestros a los que llama "los héroes civiles".
Quizás la experiencia más extrema la vivieron el mes pasado. Desde la localidad de Huacalera, en la Quebrada, partieron los voluntarios hacia los cerros en burros y mulas, llevando antenas, computadoras, herramientas. Llegaron a la Escuela Loma Larga en plena noche, luego de andar 14 horas por las montañas, con un frío que les cortaba los huesos. Durante la marcha, soportaron vientos fuertes, temperaturas heladas, niebla constante, sol, calor, lluvia y nieve. Un baqueano los guiaba hacia la escuelita de adobe, a la que van 12 alumnos, y un lugareño cargó al hombro la antena que, por sus dimensiones -1,5 m de diámetro-, no podía ser llevada por un animal, en senderos tan angostos como peligrosos. "Es algo que contradice las ecuaciones, pero mientras haya un alumno creo que debe justificarse la apertura de la escuela rural", dice Claudia.
Arriba, en la montaña, hicieron un acto para inaugurar la conexión. Estaban los alumnos, el cocinero, la hija del cocinero, la maestra, el profesor de educación física, todos cantando el Himno Nacional. Fue un momento inolvidable, cuenta Alejandro, el marido de Claudia. Adultos mayores de la comunidad se maravillaban porque podrían conocer a sus nietos por Internet.
Desde Loma Larga hicieron otras nueve horas en mula hasta la Escuela de Alonso, también en la montaña, a 3700 metros de altura, donde van otros 17 alumnos. Y de allí, otras cinco horas para llegar a Huacalera. Habían solicitado un helicóptero a Gendarmería Nacional para utilizarlo en Jujuy, pero las gestiones no obtuvieron respuesta.
"Es invariable lo que me dicen mis colegas, es como si les llevara el cielo. Y en eso encierran tantas cosas: comunicación, el no estar solos, poder atender la salud, resolver urgencias imprevistas, capacitarse, estudiar, que sus alumnos compartan experiencias con otros chicos de la Argentina", afirma.
Claudia tiene cuatro hijos de los que está "orgullosísima": Sol (de 28 años), enfermera; Julián (de 25), guardavidas; Ignacio (de 23), "el gaucho", estudiante de agronomía, y Fermín, de 15, muy buen alumno y campeón argentino de surf en su categoría. Y tiene además una nieta, Juana Luna, de 6 años.
Adora tocar el piano pero por su discapacidad creciente se le hace cada vez más difícil. "Todo suena monocorde", dice, quizás añorando tiempos de sonidos con matices. Pero no se queja, sigue adelante aun en las dificultades para que un sinfín de personas accedan a la tecnología. Ahora, a través de Internet, toca otra música, otro instrumento, otra partitura.
© LA NACION
QUIÉN ES
Nombre y apellido: Claudia Gómez Costa
Edad: 54 años
Ideal de equidad educativa: oriunda de Pinamar, Gómez Costa fue maestra durante quince años y luego volcó sus esfuerzos a la conexión de escuelas rurales como forma de promover una educación que ofrezca igualdad de oportunidades.
Emprendedora social: antes de enfrentar este desafío cursó una licenciatura en Educación en la Universidad Virtual de Quilmes, realizó estudios de posgrado y creó la fundación Aprendiendo bajo la Cruz del Sur.
1 comentario:
Que maravilla de mujer, es de verdad un ejemplo de vida!!
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