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sábado, 19 de enero de 2013

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Sábado 19 de enero de 2013 | Publicado en edición impresa

Los SMS y las "no citas" señalan el fin del cortejo

La cultura romántica se volvió un ciclo de mensajes de texto y encuentros improvisados
Por Alex Williams | Para LA NACION
NUEVA YORK.- Tal vez fue porque se habían conocido a través de la página OkCupid. Pero cuando el músico de ojos oscuros y corte despeinado invitó a Shani Silver, administradora de redes sociales y blogs de Filadelfia, a una "cita" de viernes por la noche, ella esperaba que, al menos, tomaran un trago solos. "Eran las 10 PM y no tenía noticias de él", dice Shani, de 30 años, que se había puesto un jean negro ajustado, su preferido. Finalmente, a las 10.30, recibió un mensaje. "Ey, estoy en el Pub & Kitchen, ¿te venís a tomar algo?", le escribió el chico, y agregó: "Estoy acá con una montón de amigos de la facu". Shani le contestó con un mensaje, rechazando la propuesta. Pero siente que tal vez tendría que haber bajado sus expectativas. "Casi que la palabra «cita» debería ser borrada del diccionario -dice-. La cultura de las citas ha evolucionado hasta convertirse en un ciclo de mensajes de texto, y para interpretarlos hacen falta las habilidades de desciframiento de un espía de la Guerra Fría".
¿Una cena romántica en un restaurante? Olvídenlo. Actualmente, las veinteañeras pueden sentirse afortunadas si reciben un mensaje de texto de último momento en el que se las invita a "sumarse". Crecidos en la era de la llamada "cultura del levante", la generación del milenio -que ya está alcanzando la edad en la que empiezan a pensar en sentar cabeza-, están subvirtiendo las reglas del cortejo amoroso. En vez del combo de cena y cine, algo que suena más obsoleto que un teléfono de disco, esta generación se encuentra a través de mensajes de texto, posts en Facebook, mensajes instantáneos y otras "no-citas", sin saber en definitiva cómo conseguirse un novio o novia de verdad. "Lo que antes era una cita ahora es «verse por ahí»", dice Denise Hewett, una neoyorquina de 24 años, productora asociada de televisión, que actualmente trabaja en el armado de un programa sobre este nuevo y frustrante panorama de la vida romántica. Tal como le dijo hace un tiempo un amigo: "No me gusta hacer citas con las chicas. Prefiero invitarlas a sumarse a lo que estoy haciendo, ya sea ir a un evento o a un concierto".
La culpa es del tan mentado auge de la "cultura del levante" entre los jóvenes, que se caracteriza por los encuentros románticos espontáneos y sin ataduras, por lo general fogoneados por el alcohol. Muchos de los estudiantes de la actualidad jamás han tenido una cita tradicional, dice Donna Freitas, profesora de religión y estudios de género en las universidades de Boston y Hofstra, y autora del libro de próxima aparición The End of Sex: How Hookup Culture is Leaving a Generation Unhappy, Sexually Unfulfilled, and Confused About Intimacy ( El fin del sexo: cómo la cultura del levante está haciendo infeliz, dejando sexualmente insatisfecha y confundida sobre la intimidad a toda una generación ). Los levantes tal vez estén bien para los estudiantes universitarios, pero ¿qué pasa después, cuando empiezan a construirse una vida de adultos? En entrevistas con estudiantes, Freitas descubrió que muchos de los que están por recibirse no conocen los rudimentos básicos de una cita tradicional. "Se preguntan, ¿si me gusta alguien, cómo me acerco? ¿Qué hay que decir? ", dice Freitas.
Shani Silver, de 30, sacaría la palabra ''cita'' del diccionario. Foto: NYT

Tal vez eso explique por qué las "citas" de veinteañeros se parecen más a levantes universitarios, pero fuera de los dormitorios del campus. Lindsay, de 25 años, gerenta de marketing online en Manhattan, recuerda una reciente no-cita que tuvo la elegancia de una parada de manos sobre un barril de cerveza. Después de una velada en la que intercambió miradas seductoras con un guardaespaldas de una discoteca de Williamsburg, el fortachón las invitó a ella y a sus amigas a su departamento para tomarse un whisky y comer fideos con queso. Cuando ella aceptó, él levantó en andas a la joven y la cargó como una bolsa de papas sobre sus hombros. Ella recuerda que "me llevó así hasta su casa, arrastrando a mis amigas y a sus hermanos, y bailamos en un departamento diminuto al son de unos remixes de Ratatat y MGMT". Lindsay pasó la noche en el departamento, dando inicio a un ciclo de encuentros semanales, precedidos por mensajes de texto de los días jueves que decían: "Hola, nena, ¿qué hacés este finde?". La historia se pinchó en unos cuatro meses.
Los expertos en relaciones interpersonales apuntan a la tecnología como otro de los factores que ha puesto patas arriba la cultura de las citas. El cortejo tradicional -levantar el teléfono e invitar a alguien a salir- exigía coraje, planificación estratégica y un considerable riesgo para el ego (por teléfono, los rechazos duelen). Pero no ocurre los mismo con los mensajes de texto, los mails, el Twitter y otras formas de "comunicación asincrónica", como las llaman los tecnólogos. En el contexto de una cita, esas formas de comunicación hacen que se pierda gran parte del encanto. Es más como tirar una línea y esperar que alguien pique.
"He visto a hombres que se esfuerzan más por encontrar una película para ver en Netflix que en redactar un mensaje coherente para invitar a una mujer a salir", dice Anna Goldfarb, de 34 años, escritora y bloguera de Moorestown, Nueva Jersey. Otra típica y molesta pregunta de último momento es: "¿Hay algo divertido esta noche?". Más molestos aún son los hombres que simplemente mandan un "Hey" o "¿En qué andás?"."¿En qué voy a andar?", dice Anna. "En la casa de mi amiga, tomando vino barato."
Los servicios de citas online , que ya cuentan con una aceptación generalizada, refuerzan ese abordaje hipercasual, al multiplicar por mil el número de potenciales candidatos. Frente a una lista interminable de solteros y solteras para elegir, muchos sienten el síndrome de MAPA ("miedo a perderse de algo"), así que optan por la cita veloz, que les permite pasar revista a muchos candidatos. Eso también implica que los candidatos deben asegurarse de que esos encuentros sean informales y baratos. ¿Una cena elegante? "Es como postularse para un empleo por Internet, donde uno puede apuntar a muchas personas al mismo tiempo? o como el juego de los dardos: alguno termina por dar en el blanco", dice Joshua Sky, de 26 años, coordinador de marcas de Manhattan, al describir la actitud de muchos veinteañeros solteros. Ese enfoque tipo "spam" para las citas requiere que uno "rebaje los costos, vaya a un bar o a tomar un café la primera vez", porque, según señala Joshua, "uno sólo quiere invertir en la candidata de la que más puede obtener".
Si los sitios de citas online han acelerado esa tendencia, también sacan provecho de ella. Hay nuevos servicios, como Grouper, que ya no se ocupan tanto de formar parejas, sino de armar citas grupales, reuniendo a dos grupos de amigos para una misma salida.
The Gaggle, un sitio de comentarios y consejos sobre citas, ayuda a las jóvenes a moverse en este nuevo panorama, impulsando las "no- citas", que incluyen las "no-citas grupales" y las "redes de no-citas". Las fundadoras del sitio, Jessica Massa y Rebecca Wiegand, dicen que en un mundo donde el "cortejo" está cambiando rápidamente, las mujeres deben aceptar que un intercambio picante de tuits, o una mirada intensa también son oportunidades románticas.
Existe también otra razón por la cual los solteros "habilitados por la Web" están haciendo que las citas tradicionales se vuelvan obsoletas. Si el propósito de una primera cita es enterarse de la vida de alguien, de su educación, sus inclinaciones políticas y gustos culturales, Google y Facebook ya se han ocupado de esos temas. "Hoy, todos tenemos un máster en espionaje por Internet", dijo Andrea Lavinthal, autora de The Hookup Handbook (Manual del levante) . "La investigación online que puede hacerse de otra persona genera una falsa sensación de intimidad que hace que la primera cita parezca innecesaria. La gente cree que ya sabe todo del otro, cuando en realidad lo único que sabe es que es fanático de la serie Homeland ."
La incierta perspectiva económica que enfrenta la generación del milenio también ayudó a ponerles la lápida a los antiguos rituales de una cita formal. Frente a la prolongada recesión, el estancado mercado laboral y una montaña de deudas estudiantiles, muchos varones jóvenes simplemente no pueden afrontar una cena o una salida costosa con alguien con quien tal vez "no tengan onda".
Otra de las complicaciones que se suma es el cambio de la dinámica del poder entre los géneros, tal como lo reflejan diversos estudios realizados en los últimos años, dijo Hanna Rosin, autora del libro The End of Men ( El fin de los hombres).
Un muy publicitado estudio de Reach Advisors, un grupo de investigaciones de mercado con sede en Boston, reveló que en muchas de las grandes ciudades de Estados Unidos, los ingresos medios de una mujer joven, soltera y sin hijos son más altos que los de un varón (aunque, según señala James Chung, presidente de la firma, los hombres siguen ocupando los puestos mejor pagos).
Tal vez por eso no sea nada raro que al entrar al restaurante más de moda del West Village un sábado por la noche uno encuentre cinco chicas elegantemente vestidas cenando juntas, y que el varón más cercano sea? el mozo.
Así, la igualdad o superioridad salarial de las mujeres pone en jaque el antiguo esquema de las citas dominadas por varones. Un hombre "es capaz de convencerse de que las citas son cosa del pasado, una reliquia de la era paternalista, porque en realidad no puede permitirse invitar a una mujer a cenar afuera", dice Rosin. Es más, en la actualidad, muchos hombres jóvenes no tienen experiencia en citas formales y se sienten prácticamente obligados a referirse a ese proceso con ironía y desdén.
En otras palabras, ahora la palabra "cita" suele ir entrecomillada porque a ellos les preocupa demasiado que "la mujer pueda ofenderse si la citan a la manera tradicional", dice Rosin. "Hoy en día es difícil entender lo que espera exactamente una mujer", agrega. "El hombre ya no sabe si al elegir el vino sin consultarla estará complaciendo las necesidades de ella de tener un romance a la antigua o si la estará ofendiendo por su conducta machista."
De hecho, actuar anticipadamente puede enviar el mensaje de que el hombre está listo para pasar a algo serio, algo que muy pocos veinteañeros están preparados para hacer, dice Lex Edness, guionista televisivo de Los Ángeles. "Muchos lo piensan dos veces antes de invitar a una chica a comer a un restaurante francés o de comprarle un regalo costoso, ya que esos pasos pueden ser interpretados como que a la larga se terminarán casando", dice Edness, de 27 años. En una economía en crisis, la mayoría de los hombres ni siquiera sueña con poder mantener una familia antes de los 30 o 35 años de edad, señala Edness. "Es mucho más fácil conocer gente en un plano de mayor igualdad, en citas más casuales", comenta. "Se corren menos riesgos."
Cheryl Yeoh, empresaria tecnológica de San Francisco, dice que últimamente ha tenido muchas citas formales: obras de teatro, restaurantes de moda. Uno de los candidatos hasta se apareció con un ramo de rosas rojas. Para ella, las viejas tradiciones siguen vigentes, por el simple hecho de que se niega a conformarse con menos. Por lo general, Cheryl rechaza cualquier cita que no se fije con una semana de antelación, un plazo que de por sí ya implica cierto grado de reflexión y convencimiento. "Si realmente quiere conocerte", dice Cheryl, de 29 años, "tiene que esforzarse un poco".
Traducción de Jaime Arrambide.

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