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domingo, 1 de agosto de 2010

periodismo

Periodismo
La periodista más querellada de Italia
Todos los domingos, Milena Gabanelli presenta en la RAI un popular programa de investigaciones y denuncias que incomoda al gobierno de Silvio Berlusconi
Miguel Mora
El País

Milena Gabanelli es una de las grandes periodistas de investigación de Italia. Nacida en 1956 en un pueblecito industrial de Brianza, cerca de Milán, iba para vendedora de muebles pero se licenció en Historia del Cine y después entró en la RAI. Hoy es la periodista más querellada del país, aunque hasta ahora no ha perdido una sola causa de las casi 40 que ha acumulado por un valor cercano a los 300 millones de euros. Gabanelli es la peor pesadilla de los administradores públicos y los consejeros delegados del país. "Según me ha contado Andrea della Valle, el dueño de Todd´s, oye mi nombre en los consejos al menos tres veces por semana", explica. ¿Y qué dicen? "¿Han visto lo que contó el domingo esa zorra de la Gabanelli?".
Los domingos es el día de emisión de Report, su programa televisivo, especializado en economía, que en 1997 importó a la RAI las recetas clásicas del periodismo anglosajón: calidad, precisión, reporterismo y control del poder. Firmado cada semana por un autor diferente, y con unos gastos mínimos, tiene tres millones de espectadores. A cambio, Gabanelli gana 150.000 euros anuales y duerme con somníferos: "Como es notorio, las mujeres con menopausia no duermen".
En directo resulta menos dura que en la pantalla, y muy ocurrente, un poco al estilo de esos corresponsales de guerra baqueteados y escépticos. Casi siempre apoya sus argumentos con hechos porque, dice, "los hechos son los hechos, incluso en Italia".
Andrógina y atractiva, Gabanelli vive en Bolonia con su marido, profesor de música, y con su hija, vendedora de hornos crematorios. Y quiere a su oficio tanto como a su país. "Hago el programa porque me gusta irritar", afirma. "Y porque no podemos caer en la desesperanza. Confío en que los jóvenes y la parte sana de Italia se levanten una mañana y digan basta. Basta a los negocios sucios, a la tolerancia hacia los ladrones, los evasores y los delincuentes."
Gabanelli se especializó en economía porque, recuerda, "no entendía nada". Y agrega: "Me dije que si yo no sabía de deuda pública y de prácticas bancarias, muchos ciudadanos tampoco sabrían. Así que empezamos a revisar esas cláusulas de los bancos que firmamos sin mirar. Parecía un aburrimiento mortal, pero no lo fue. Quizá fuimos buenos explicando cosas complejas".
Ley mordaza
Hoy, bajo un gobierno intolerante con la información crítica, Gabanelli sigue luchando contra la tendencia general de la televisión italiana: propaganda y silicona. Su programa cuenta la mala administración del país más corrupto y evasor de Europa, que una vez fue definido por Leonardo Sciascia como un país sin verdad. "Verdad es una palabra muy gorda. Pongamos mejor que contamos cosas verosímiles."
Cada vez queda menos para que el Parlamento apruebe la ley mordaza, preparada con la excusa de defender la intimidad de los ciudadanos para limitar las escuchas judiciales y prohibir su publicación. Gabanelli milita en primera línea de la resistencia. "No sé si la ley nos mete en una dictadura, desde luego nos metería en un lugar peor que el actual". El peligro, afirma, no es tanto la censura del poder como las causas civiles. "La casta dirigente y económica identificada con el adjetivo furbo (pícaro) se defiende del periodismo con un arma ilegítima pero legal, las querellas civiles. Te someten a un calvario que dura, si todo va bien, de cuatro a 10 años. Yo trabajo para un gran editor, tengo suerte. Si no, debería cerrar. Los gastos legales que generan las causas civiles son imposibles de asumir."
"El problema es que la oposición es inexistente y el pueblo se hace notar poco", concluye. "Hay quien delinque, hay quien evade, y también hay quien lo ve y calla, aun siendo buena persona. Dicho esto, cada mañana hay un tren que sale, una escuela que abre, un hospital que cura, o sea que hay gente que todavía trabaja bien. De otra forma no se explicaría cómo hace 30 años que Italia parece acabada y después, comparándonos con otros, no parecemos los que peor están".
Lo cierto es que la popularidad de Berlusconi, que llegó al punto máximo tras la agresión sufrida en Milán, ha bajado ahora a su mínimo histórico con los escándalos de corrupción y la división interna.
© El País, SL

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