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sábado, 7 de agosto de 2010

Llegan a la TV las madres de playa de mayo

Lo que el tiempo nos dejo
La lucha de las Madres llega a la televisión
Con Cecilia Roth y Verónica Llinás asumiendo el papel de quienes empezaron a pedir por sus hijos desaparecidos, se rodaron en la histórica Plaza las últimas escenas de La caza del ángel, el unitario que, con dirección de Israel Adrián Caetano, recorre el pasado de nuestro país y emitirá Telefe.
Por Diego Grillo Trubba


Ellas. Roth y Llinás componen a dos madres de Plaza de Mayo. Lamentan que también haya desaparecidos en democracia, como Julio López.
Pese al frío destemplado, el cielo se muestra tan límpido que alguien podría decir, extemporáneo, que se trata de “un día peronista”. La plaza es esa plaza que alberga en sus baldosas los momentos más importantes de la historia de nuestro país, esa misma que originariamente se llamó Mayor; tras las invasiones inglesas, De la Victoria y, luego de la independencia, De Mayo. Y si no fuera porque durante el kirchnerismo las Madres dejaron de hacer su tradicional caminata de los jueves, cualquiera podría suponer que se trata de las verdaderas, reales, únicas, y no distinguiría a las actrices maquilladas Cecilia Roth y Verónica Llinás, ni reconocería el rostro de Lidia Catalano dibujado entre las pancartas hechas para la ficción con madres desaparecidas durante la última dictadura cívico-militar.

Un cusquito, rengo, se esfuerza por perseguir a las actrices y extras en su ronda. Quizás le extraña que el perfume sea distinto al de aquellas otras mujeres que hacían el mismo recorrido circular.

No sabe, el perro, que se trata de la grabación de las últimas imágenes que faltan para el capítulo La caza del ángel, que dirige Israel Adrián Caetano –por encargo– y cuyos rostros visibles en la producción son Sebastián Ortega, por la productora Underground, y Telefe, que a partir de agosto emitirá los seis capítulos del proyecto Lo que el pasado nos dejó, donde –con el Bicentenario como excusa y con el encargo del Gobierno como disparador– se revisita el pasado reciente de nuestro país, con actuaciones de Antonio Gasalla, Mike Amigorena –compone a Alfredo Astiz–, Leonardo Sbaraglia –Francisco Canaro–, Laura Novoa –Eva Perón– y otros.

Cecilia Roth y Verónica Llinás interpretan a dos madres que, aclaran enseguida, no existieron pero intentan reflejar el espíritu de la agrupación que se hizo triste y mundialmente famosa por defender los derechos humanos en un territorio donde el Estado secuestraba, torturaba y ejecutaba a parte de la población sin siquiera someterla a un proceso judicial, simplemente por figurar en listados confeccionados por la inteligencia militar, que Groucho Marx ya había calificado décadas antes, sin saber las implicancias funestas, como oxímoron.

—Los hechos que se narran en la ficcionalización están mediatizados por treinta y cinco años, treinta de ellos en democracia. ¿Qué creen que cambió desde entonces?

ROTH: Por suerte, muchísimas cosas. En los últimos años se ha visto con más claridad que hay todo un país que necesita que estos temas se conozcan, se sepan y se vuelva sobre ellos una y otra vez.

LLINAS: Y, también, hace poco desapareció Julio López, o sea que no es un tema terminado.

R: Han cambiado muchas cosas, y otras no lo suficiente.

—En los 80 la televisión y el cine argentino tocaron profusamente estos temas. ¿El paso del tiempo permite agregarle grises a la interpretación de los hechos, a no ver tantos buenos y malos, blancos y negros?

R: Creo que sí. Tal vez, cuanto menos próximos son los hechos en el tiempo hay mayor libertad artística.

Ll: Nuestra idea fue no encarar a las Madres con todo lo que uno sabe que significaron ellas para la historia de nuestro país, porque cuando ellas se reunían y hablaban y empezaban a reclamar ellas no tenían la más remota idea de lo que iban a terminar significando para todos nosotros. No tenían la solemnidad con que nos referimos hoy a ellas.

R: Hoy parece que se habla de ellas desde el bronce, como con San Martín. Eso es equivocado. Por eso me parece tan importante la idea de que las parieron sus propios

hijos, para entenderlas más allá del bronce. La naturaleza hace que la madre y el padre sean quien le enseña el camino al hijo, y con las Madres es al revés: sus hijos les abrieron el camino a una nueva mirada, a una nueva vida.

—¿Qué piensan de las Madres de Plaza de Mayo hoy?

R: Que tienen una tenacidad envidiable. Y que las aqueja el dolor, la necesidad de justicia y de reencontrarse alguna vez con

esos cuerpos.

Ll: A mí particularmente me interesa más Abuelas. Las Madres se politizaron demasiado, por más que la continuidad de la lucha es loable. Pero, como organización, lo que hace Abuelas es admirable. El encontrar nietos es política, pero está menos politizado que lo que hacen las Madres.

R: Por ahí Madres se convirtió en un partido político y Abuelas se sostiene en esa búsqueda que las originó. Quizás con ellas pasa eso porque hay un nieto al que hallar, al que darle el nombre. Ellas saben que en algún lado están.

—¿Por qué creen que esta clase de movimientos

de resistencia pacíficos suelen estar encabezados por mujeres?

Ll: Como hipótesis, diría que la mujer tiene más resistencia que el hombre ante el dolor. Tal vez la mujer, por la maternidad o su

naturaleza, lo encara de otra forma.

R: La mujer tiene como condición ser la continuidad de la vida. Cuando empezamos con este proyecto hubo una verdad que nos aturdió un poco: las Madres tienen fecha de defunción. El trabajo

de las Abuelas va a continuar en la búsqueda. Pero las Madres, cuando se muera la última, se termina. Ya después se contará la historia, pero Madres se termina. Con Abuelas es distinto, porque aunque ellas mueran la búsqueda de esos chicos que andan perdidos por ahí va a continuar.

Sigue
Turistas que solo buscan la foto

Cuando la grabación se interrumpe, los extras se dirigen cerca de los camiones de exteriores ubicados sobre Hipólito Irigoyen. Las mujeres, por una cuestión de practicidad, no se quitan los pañuelos blancos. Se sientan y conversan entre ellas.

Hay turistas que se acercan, cámara de foto en mano. “¿Nos podemos sacar una con ustedes?”, les preguntan. Y no son cholulos de la parafernalia inusual para un unitario televisivo. Los turistas –brasileños, europeos– piensan que son Madres de Plaza de Mayo, y parecen creer que una instantánea con ellas inmortalizará parte de un recorrido turístico que incluye nuestro pasado más doloroso. Las extras explican con amabilidad que no son Madres de Plaza de Mayo reales.

“Pero bueno”, insiste más de un turista, “¿salen en la foto o no?”. Y salen.

Lo que en ese catálogo apócrifo del turismo de la memoria no queda registrado es cuando llega la hora de almorzar, y las ficticias

Madres se abalanzan sobre las bandejas que portan hamburguesas en pan, cortadas por la mitad

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