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domingo, 18 de marzo de 2012

Entrevista a María Seoane. Periodista, escritora

Miradas al Sur - Domingo 18 de marzo de 2012
Rafael cacho Perrotta. Ex director y dueño de El cronista comercial./ Título: El enigma Perrotta. Autor: María Seoane. Editorial: Sudamericana
Su último libro, El enigma Perrotta, revela la historia del ex director y dueño de El Cronista Comercial desaparecido por la dictadura. Las contradicciones de un hijo dilecto de la elite empresarial que se vinculó con la guerrilla guevarista.
Rafael Cacho Perrotta estaba jugando con fuego. De alguna manera lo intuía. Corría 1976 cuando la vida del ex director y dueño de El Cronista Comercial se repartía entre el Círculo de Armas y las citas clandestinas con Mario Roberto Santucho, jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Entre las tardes en el Jockey Club, el golf con el “tío Joe” –como llamaba a Martínez de Hoz–, la amistad con Massera y el vínculo cada vez más estrecho con los periodistas militantes perseguidos. Esos mismos periodistas a los que fue reclutando en la redacción del diario que había heredado y del que estaba cambiando radicalmente su perfil para dejar de ser la voz de los sectores más poderosos de la Argentina.
Perrotta fue un patrón atípico. Un burgués que devino en “compañero” y fue reconocido como uno más entre los trabajadores de la redacción. Ya a fines de la década del ’60, Cacho Perrotta parecía tener dos vidas: una pública, atada a su clase social y sus vínculos con el poder, y otra de creciente politización e ideas revolucionarias. Se movía en un vaivén entre el liberalismo y las simpatías con la izquierda socialista. En la contradicción de su amistad con el embajador de los Estados Unidos John Lodge y su relación amorosa con una periodista chilena militante de la Unidad Popular de Salvador Allende.
Pero este juego de opuestos tenía su final anunciado: el 13 de junio de 1977, Perrotta fue secuestrado y desaparecido por la dictadura militar.
¿Qué explica que un católico practicante, proveniente de una familia tradicional de la clase dominante argentina, ligada a los círculos políticos, económicos y militares se haya vinculado a los movimientos de izquierda revolucionaria? Ese misterio es el que intentó develar la periodista y escritora María Seoane en su libro El enigma Perrotta.
La actual directora de Radio Nacional cuenta que la investigación sobre la vida de Perrotta comenzó cuando trabajaba como editora del diario Clarín en 1997. “Me llamaron Ricardo Kirschbaum y Roberto Guareschi para mostrarme unos documentos que supuestamente eran desgrabaciones mecanografiadas que incluían los interrogatorios bajo tortura a Perrotta en el Batallón 601 del Ejército”. Su tarea sería la de “decodificar” esos documentos, a partir de su conocimiento de la historia de la guerrilla guevarista, ya que había escrito el libro Todo o nada, la historia secreta y la historia pública del jefe guerrillero Mario Roberto Santucho. Esa información, más algunas entrevistas que Seoane hizo a periodistas que pasaron por El Cronista Comercial, confirmaban el perfil de Perrotta y daban cuenta de su proceso de transformación. La investigación se volvió libro cuando, como revela la autora en el prólogo, “comencé a pensar que el destino de Perrotta sintetizaba las aristas más perversas del Estado terrorista y las paradojas en la conciencia de muchos argentinos, que proviniendo de clases sociales altas abrazaron el tormentoso camino revolucionario en los años setenta”.
–En el libro aparece una frase que Perrotta solía repetir entre sus familiares: “En la Argentina hay 200 tipos intocables, y uno soy yo”. ¿Cómo se transformó ese intocable en una víctima más de los militares? ¿Qué factores influyeron en su transformación ideológica?
–Perrotta tenía inicialmente una matriz cristiana, católica, humanista y liberal. Nunca fue peronista. Su formación liberal católica lo acercó más a la ideología marxista, a la tradición de izquierda, que al peronismo. Tenía una excelente relación con todo el aparato militar, civil y empresarial que sostuvo a la dictadura de Onganía. En los años ’70 tuvo una transformación personal, se hizo muy amigo de Carlos Mugica y de los curas del Tercer Mundo, tenía una amante que era una periodista chilena militante de izquierda; comenzó a psicoanalizarse también por esos años. Y su necesidad de importar mucho, de ser tomado en cuenta socialmente, hizo que se sintiera identificado con la ola joven revolucionaria de los años ’70. Así construyó un diario de negocios con una redacción muy de izquierda, algo que era un contrasentido y preanunciaba un desastre, por lo menos empresario. Y armó una redacción espléndida, con grandes periodistas: Juan Gelman, Andrés Rivera, Roberto Guareschi, Tito Cossa, entre muchos otros. Esa combinación es la que lo fue moldeando hacia un lugar muy radicalizado. Estuvo en Gaspar Campos cuando llegó Perón, participó en los actos de campaña del Frejuli por la candidatura de Cámpora del ’73, se sintió parte de esa marea revolucionaria de alguna manera y fue teniendo una transformación en su subjetividad que lo fue acercando a posiciones de izquierda. Y en un momento determinado tomó contacto con la fuerza de izquierda más rotunda en ese momento que era el PRT-ERP, liderado por Santucho, para quedar finalmente vinculado a la inteligencia guerrillera.
–A pesar de ese viraje hacia posiciones de izquierda, no se desligó de sus vínculos con los sectores de poder.
–La importancia de su papel en la inteligencia guerrillera era precisamente que seguía vinculado y era un hombre del establishment. En el año ’76, ya pasado el golpe, Perrotta organizaba reuniones en su casa a las que iban embajadores, Martínez de Hoz, e invitaba al jefe de la inteligencia guerrillera como un amigo personal. Actuaba como parte de una orquesta roja, un espía, un informante de la guerrilla que asume sus consecuencias. Su personalidad era la de un hombre que no mataría una mosca, un buen tipo, culto, un buen liberal que creía que la Argentina merecía otro destino y participaba de esa manera de los cambios que proponía la juventud revolucionaria.
–¿Él era conciente de esas contradicciones y del peligro que corría?
–Era un peligro a todas luces. Creo que él quería eso, se sentía implicado con eso, pero se movía con poca cautela. Era ingenuidad, pero también tenía conciencia de su rol, que era un rol importante. Se sentía identificado con las ideas revolucionarias para entonces, pero por otro lado sentía que tenía cierta impunidad en el poder, que luego se reveló que no era cierta. Transitaba por las esferas del poder de tal manera que era amigo de Massera, de Martínez de Hoz y hasta logró sacar de la oficina de Viola –que fue el verdadero mentor de la ciudadela represiva– el plan del golpe de Estado y se lo anticipó al PRT-ERP.
–¿Cuándo comienza a entender Perrotta que mantener ambos vínculos podía tornarse riesgoso?
–A partir del golpe de Estado. Después de la muerte de Santucho, en julio del ’76, Perrotta sale del país. Primero viaja a Boston a ver a una hermana, después va a Europa y finalmente a México donde se encuentra con algunos exiliados, entre ellos con Carlos Abalo, Ricardo Esparis, Oscar Gallego González, que habían estado en la redacción de El Cronista Comercial. Ellos le dicen que no vuelva a la Argentina, pero él todavía se consideraba parte del establishment intocable. Cuando vuelve al país, retoma el contacto con el ERP y es ahí donde comienza a darse cuenta de que su situación había cambiado. Cuando finalmente toma la decisión de irse de la Argentina en mayo del ’77 –el mes más cruel de la represión en la historia de esos años–, se da cuenta de que le están reteniendo el pasaporte. En esos días, se entrevista con Robert Cox (director del Buenos Aires Herald) y le dice que está preocupado. Pero las cartas estaban echadas. En ese invierno del ’77 cayó toda la inteligencia del PRT-ERP. El jefe de inteligencia, Javier Coccoz, conocido como el teniente Pancho, después de ser torturado durante un mes y amenazado con que iban a matar a su mujer y a su hijo, finalmente entrega información y la suerte de Perrotta queda sellada.
–¿Por qué la historia de Perrotta no fue contada o no tuvo gran repercusión?
–Por dos razones. Una, porque había una costumbre en el Estado terrorista de que ante personajes importantes, como fue el Obispo Angelelli por ejemplo, los grupos de tareas debían fingir que el crimen no había sido por razones ideológicas. En el caso de Angelelli fingen un accidente de auto, en el caso de Perrotta fingen un secuestro extorsivo y le piden a la familia 200 mil dólares para liberarlo. La familia nunca aceptó que se lo llevaron por razones ideológicas y no se movió como si Cacho Perrotta fuera un desaparecido político sino un empresario secuestrado. Y el segundo motivo es que él era un hombre del establishment, y era muy difícil para ese sector aceptar un hecho como éste, porque aparecían comprometidos personajes como Martínez de Hoz, los Alemann o Harguindeguy con los responsables de ejecutar la represión.
–Avancemos en el tiempo. ¿Qué diferencias encuentra en el ejercicio del periodismo de aquellos tiempos en comparación con el actual?
–No hay muchas diferencias respecto al compromiso y a la pasión de los periodistas. Hoy también hay compromiso y pasión en la profesión pero con distintas causas. Los periodistas de los medios corporativos a esta altura saben muy bien que defienden los intereses de las corporaciones en las que trabajan. Ningunean el poder democrático y tratan al gobierno elegido democráticamente por el 54% de los votos como si fuera una especie de mafia encaramada en la Casa Rosada. Para ellos, el poder verdadero es el de las pocas familias que son dueñas de los medios en los que trabajan y la democracia es la democracia de las corporaciones. Ese es el verdadero huevo de la serpiente en la Argentina.
–¿Qué piensa cuando algunos sectores dicen que hay censura en los medios de comunicación?
–Yo no veo que haya censura en los medios. No hay una sola ley en la Argentina que restrinja la libertad de prensa y este gobierno garantizó además anular la de calumnias e injurias del periodismo. Tampoco hay ningún diario cerrado. Y la ley de medios de la democracia expandió con progresión geométrica la pluralidad de voces a lo largo y a lo ancho del territorio nacional. Cuando algunas corporaciones de medios dicen que no hay libertad de prensa lo que en realidad les pasa es que se sienten sitiados y controlados en sus intereses privados y en la manipulación que realizan de la información en la defensa de sus intereses corporativos. Lo hacen por plata y no por convicción de que es necesario mantener la libertad de prensa. Si lo hicieran por convicción, no hubieran participado del silencio de la dictadura.
EL LIBRO
Título: El enigma Perrotta
Autor: María Seoane
Editorial: Sudamericana

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