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miércoles, 25 de abril de 2012

medios de comunicacion

MEDIOS Y COMUNICACION
Repensar y repensarnos
Washington Uranga plantea dos temas para reflexionar en el nuevo escenario de la comunicación: ubicarse más allá de la controversia e interrogarse acerca de qué significa hacer comunicación popular hoy.
 Por Washington Uranga
La aceleración de los procesos políticos y sociales en la Argentina y en la región latinoamericana es tan vertiginosa –también atrapante y significativa– que por momentos no nos queda tiempo más que para vivir los acontecimientos y no existen espacios suficientes para reflexionar sobre ellos, hallar nuevas claves interpretativas, entender qué nos está ocurriendo. También sucede en el campo de la comunicación, en particular, en el sistema de medios.
Apenas dos aportes a la reflexión.
Hasta hace no mucho tiempo, desde el llamado campo popular (para usar una noción que si bien no es muy precisa puede ayudar a entendernos) los medios masivos de comunicación eran planteados como el “enemigo” a derrotar, si bien desde ese mismo espacio se carecía de herramientas significativas para enfrentar esa cruzada con eficacia. Se utilizó entonces el arma de la crítica, traducida en discurso académico y político. Fue útil para generar miradas alternativas y para alimentar el espíritu en batallas que vinieron después. El proceso de construcción política, social y cultural de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual abrevó en muchas de esas perspectivas y se nutrió de propuestas que surgieron en aquellos espacios.
Hay que rescatar ese proceso valioso. Pero ya estamos en otro momento. Esto no significa abandonar la crítica de la visión mercantilista y manipuladora de las corporaciones mediáticas que siguen operando. Es bueno seguir haciéndolo, pero los mayores esfuerzos tienen que volcarse –dadas las nuevas condiciones– a generar nuevas propuestas creativas, a mostrar que el ejercicio del derecho a la comunicación es posible también en el escenario del sistema de medios masivos. Hay pasos en ese sentido, pero no suficientes y con ello se corre el riesgo de seguir jugando “el partido” que el sistema quiere. Si nos dejamos llevar únicamente por la controversia, menguarán nuestras energías para encontrar nuevas respuestas, tan urgentes y necesarias. En esto hay responsabilidad de los comunicadores, pero también del Estado que debe alimentar una política pública de comunicación que deje de poner el ojo solamente en el combate a las corporaciones y refuerce –como ya se comenzó a hacer– la creación de nuevos espacios comunicacionales que sean también públicos, diversos y plurales.
Algo similar ocurre con la llamada comunicación popular (o comunitaria). De esos lugares surgieron muchos líderes y dirigentes que alimentaron y alimentan los procesos de transformación de la comunicación de los que hoy nos vanagloriamos. Ha sido un logro de éstos ofrecer todos sus conocimientos y energías para aportar a esas transformaciones y de la conducción política del país tenerlas en cuenta. Pero, una vez superada la marginalidad, ha llegado el momento de que los lenguajes, las estéticas, los modos de producción y, en fin, los modos de hacer comunicación de aquellos comunicadores populares se trasladen al sistema masivo de medios. Porque si “lo popular” en algún momento se asoció a lo pequeño y a lo marginal, hoy lo popular tiene que asociarse a público, a lo común, a lo diverso, pero también a lo masivo.
Es claro también que todos estos cambios no nos dejan a los periodistas, a los comunicadores en general, en el mismo lugar. Nuestro rol y nuestra tarea se pone en tela de juicio. Y tenemos que tener la apertura y la disponibilidad para repensar la profesión, los roles y las responsabilidades. Es decir, tener la libertad y la grandeza de revisar, de cuestionarnos y animarnos a enfrentar lo nuevo. Genera incertidumbre, es difícil, pero necesario
MEDIOS Y COMUNICACION
Animarse
Mariana Carbajal relata paso a paso una experiencia periodística en Página/12 que contribuyó de manera significativa a darle visibilidad a un reclamo y activar la vigencia de un derecho.
 Por Mariana Carbajal
Treinta y siete notas. Veinticuatro días de sostenimiento de la noticia. Diecinueve opiniones de expertos y profesionales. Así fue la cobertura de 2010 de Página/12 sobre el caso A. G., que derivó en el histórico fallo de la Corte Suprema sobre aborto no punible. Este diario fue el primero de tirada nacional que se hizo eco del drama de la adolescente de 15 años, de Comodoro Rivadavia, embarazada como consecuencia de los abusos sexuales de su padrastro, y el que más espacio le dedicó. La cobertura periodística se sostuvo a lo largo de tres semanas y media, con la publicación casi diaria de artículos sobre el tema, hasta que finalmente A. G. accedió al aborto el 13 de marzo de 2010, tras un fallo del Superior Tribunal de Justicia de Chubut que avaló su reclamo y, luego de esa fecha, Página/12 continuó dando cuenta de las repercusiones políticas que generó el caso.
Fue un “alerta” de Google, con la palabra “aborto”, el que me dio la pista de la vulneración de los derechos de A. G., al llegarme la notificación de un brevísimo artículo sobre la negativa a su pedido para abortar publicado en un diario patagónico. Recuerdo que mi obcecada decisión de visibilizar estos casos me llevó a averiguar más datos, a contactar a la familia, a su abogada Sandra Grilli, a los funcionarios judiciales y de la salud que intervenían, y a publicar la primera nota tres días después, el 17 de febrero de 2010. El caso fue anunciado en la tapa del diario bajo el título “Cuando se ignora el aborto no punible” (http://www.pagina12.com.ar/diario/ principal/diario/index-2010-02-17.htm). Además de la crónica del hecho, acompañé ese primer artículo con la columna de opinión “Aborto, salud y tortura” (http://www.pagina12.com.ar/diario/ sociedad/3-140433-2010-02-17.html).
A partir de ahí, el diario sostuvo la cobertura con la participación fundamental de otros colegas, como la periodista Soledad Vallejos, que viajó especialmente a Comodoro Rivadavia para entrevistar a la mamá de A. G. y conocer en persona su lucha.
Fue muy emocionante leer en el suplemento Las 12, del 13 de agosto de 2010, en una nota de Luciana Peker, el agradecimiento especial que hizo públicamente la abogada Grilli a la cobertura de Página/12, en el marco del “Primer Foro por un proyecto Emancipador”, del movimiento Proyecto Sur, organizado en la Facultad de Derecho de la UBA. “Yo no veía la luz y, cuando me llamó Mariana Carbajal para seguir el caso, empezaron a surgir apoyos y sentí que no estaba sola y que valía la pena luchar, fue como una luz, aun en una ciudad como Comodoro Rivadavia, que es una sociedad apática, y a pesar de que cuesta que la sociedad reaccione cuando no es una fábrica que se cierra sino una niña violada, esta vez la gente comenzó a movilizarse a favor de la niña y eso fue muy emocionante.” (
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos /las12/subnotas/5906-630-2010-08-13.html).
Cada vez que volvimos a hablar Grilli repitió con mucho afecto esa gratitud. Desde el primer momento el seguimiento periodístico de Página/12 del caso apuntó a dejar asentado que el pedido de aborto era legal. Se reafirmó esa postura a través de las voces de referentes clave de diversos ámbitos (Justicia, legisladores, organizaciones de DD.HH., y de mujeres, académicos del Derecho y funcionarios gubernamentales, además de especialistas de otros campos). Se puso en primer plano la voz de A. G. y su deseo de interrumpir ese embarazo, y la postura de su madre, que la acompañó en todo el proceso. Además, se visibilizó la demanda al Estado de la implementación de protocolos para la atención de los abortos no punibles y se denunció la gravedad que implica el hecho de que funcionarios públicos (médicos y jueces) tomen decisiones sobre la base de sus propias creencias o la desinformación, en lugar de garantizar el derecho de A. G. Las enormes repercusiones del caso, que se tradujeron en apoyo jurídico a la abogada de la familia por parte del Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, las presentaciones de amicus curiae por parte de múltiples ONG, muchas que integran la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, los pronunciamientos a favor de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, el Inadi, el Consejo Nacional de las Mujeres, además de la fundamental movilización local de agrupaciones políticas, sindicales y sociales que acompañaron a la familia de A. G. en su batalla contribuyeron a la discusión pública del problema del aborto en el país.
¿Habría tenido el mismo devenir el caso si no hubiera habido un amplio acompañamiento mediático, fundamentalmente de este diario? Imposible comprobarlo. Pero sí se puede destacar que el hecho de despojar el tratamiento del tema de enfoques basados en argumentaciones religiosas y dogmáticas favorece una discusión seria y profunda de una problemática que va mucho más allá de los abortos no punibles. El aborto es una realidad en el país, que no se puede dejar de abordar: entre 360 y 460 mil mujeres interrumpen voluntariamente un embarazo cada año en la clandestinidad, de acuerdo con estimaciones oficiales. Cada tres días aproximadamente una mujer muere como consecuencia de un aborto inseguro. Es un problema de derechos humanos, de inequidad social –las que mueren son las mujeres de sectores populares– y salud pública. Como dice la diputada Araceli Ferreyra, hay que animarse a hablar.

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