La Internet se viste de luto
El autor reflexiona esta vez sobre los cambios que produce la Web en la difusión de los avisos fúnebres.
Un siglo atrás, los anuncios fúnebres solían ocupar las portadas de los grandes periódicos de interés general. Esas páginas eran como cementerios, con sus tristes lápidas de papel.
Con el tiempo el luto fue desapareciendo de ese privilegiado lugar, entre otras razones porque las tarifas subieron y resultaron prohibitivas para la mayoría de los deudos, pero todavía se pueden ver algunos anuncios, con gruesos marcos negros, arrinconados y con cierta vergüenza, en las páginas interiores de El País, de Madrid.
En los medios de nuestro país, los “quince minutos de celebridad” que hace varías décadas reclamó Andy Warhol para todos los mortales, sin distinción de clase social, dinero o sexo, hasta ahora sólo eran garantizados por los síntéticos y abreviados clasificados fúnebres, formalmente similares a los publicados en vida por el fallecido para vender o comprar inmuebles o automóviles (“Joya. Nunca taxi”).
Pero como la vida avanza en círculos, el adiós a los seres queridos está volviendo a ocupar un espacio estelar, ya no en los terrestres y palpables medios gráficos, sino en el etéreo y fugaz cementerio de la televisión o en el dominio virtual de la Internet, donde a este paso nadie podrá escapar a ser perpetuado, vaya uno a saber cómo, por una involuntaria y “no autorizada biografía”. Faltaba la Web del otro mundo para completarla.
La televisión se había adelantado, pero sólo por algunas semanas. La novedad fue lanzada en Alemania a principios de 2008; a un hombre de marketing, Wolf Tilman Schneider, jefe de ventas de la cadena televisiva RTL, se le ocurrió la idea de abrir un canal donde los verdaderos protagonistas son los muertos. Nadie envidia ese privilegio.
En las investigaciones encontró Schneider el impulso; en Alemania mueren alrededor de 800.000 personas por año; averiguó, y con que cada uno tuviera sólo cuatro parientes, la demanda potencial alcanzaría a más de 3 millones de euros. Fijó la tarifa en 2.000 euros por una necrológica de dos o tres minutos, que aseguraba un buen retorno de la inversión.
Pero en el Reino Unido piensan que los velorios online dan para más si se piensa en términos de la globalización, debido a que pueden “asistir” a ellos deudos residentes en varios países sin tener que viajar ni pagar hoteles. Un crematorio de Southampton, convenientemente equipado, lanzó la idea. Su tarifa es más accesible: 75 libras, o 124 dólares, por servicio.
Según el diario The Guardian, que anticipó la novedad, los familiares reciben una contraseña otorgada por la funeraria, que pueden a su vez ceder a los invitados a la ceremonia. El crematorio también ofrece la posibilidad de comprar un DVD y un archivo de audio del evento.
Israel ya ofrece un servicio parecido. Una Sociedad Fúnebre de ese país lanzó una Web que permite seguir, en vivo (es una manera de decir) y en directo la ceremonia. Invirtió en ello alrededor de 100.000 dólares.
En Brasil pensaron antes en el servicio que en los negocios. La Urbanizadora Municipal de la ciudad Sao José dos Campos, próxima a San Pablo, trasmitirá los velorios gratuitamente, previa autorización de los deudos; los interesados no necesitarán contraseña alguna, sólo tener banda ancha. Como servicio adicional, podrán enviar sus condolencias online a los parientes del difunto.
Para muchos, estas iniciativas son otra manifestación del creciente “oversharing”, o exceso de difusión, que caracteriza a las sociedades modernas; otros, en cambio, pueden verlo como un servicio que mitiga la dispersión geográfica de las familias en la era de la globalización.
De lo que no se puede dudar es que todos nosotros, hayamos nacido o no en la era de la Internet, tenemos cada vez más probabilidades de terminar allí, a menos que tengamos la precaución de negarnos a una sobrevida virtual expuesta a tantas contingencias.
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