CULTURA: OBSERVACIONES DE UNA NOVELISTA
El "lector adicto" se moderniza y ahora busca libros en Internet
Abiertos 24 horas, los sitios de compras online satisfacen las adicciones de los lectores compulsivos
Por: Patricia Suárez
Admitámoslo: un adicto es un tipo ingenioso y se adapta a las nuevas modalidades de compra. El adicto tuvo siempre al alcance de sus piernas esos locales plagados de la droga que él consume, llamados librerías. A él le gusta el formato libro, papel, lomo, tapas, olor a pegamento, hojas que al pasarlas hacen crinch crunch. Así que nada de e-books, pdf, Internet.No obstante, las nuevas tecnologías aportaron lo suyo. Primero, fueron las librerías on line. O sea, cualquiera de las librerías -en especial grandes cadenas- que ponen a disposición del usuario el mismo catálogo que poseen en la venta al público. El lector adicto cliquea los libros que quiere, paga con tarjeta o depósito bancario y se lo envían a domicilio. Los gastos de envío varían según el monto a gastar: hay promociones donde el envío es gratis si uno gasta $150 o $200, y un par de librerías con delivery sin costo sólo por tu bonita cara y en pocas horas de demora.También hay libreros individuales, mercaderes que existen más o menos de la época de Gutenberg: un vendedor que se encarga de conseguirte libros raros o inconseguibles. Entre las páginas de "Favoritos" de la computadora del lector adicto, las comunidades de compra y venta on line tienen un lugar de privilegio. El lector adicto abre estas páginas y entra a producir saliva como un perro que olfatea un rosbif pronto y cercano. Hay tres "comunidades": Mercado Libre; Mas Oportunidades y De Remate. Obvio, el lector adicto es usuario de las tres.Momentos antes de la compra, el lector adicto siente depresión, tiene una visión pesimista del futuro y las falanges distales de sus dedos tiritan de deseo por teclear el cartelito que dice "Comprar" debajo de un libro. Así que con el corazón latiendo como un loco, el pobre tipo se sienta frente a la máquina y da comienzo al proceso. Busca el libro, aparecen tres o cuatro ofertas con distintos precios. Estudia las condiciones de venta: si lo envían o si hay que ir a retirarlo. Todas las dudas que se le presentan, las escribe en "Preguntas al vendedor". A veces, el lector adicto se pone juguetón y hace ofertas. Ofrece menos; en general, ofertando al lector adicto le va terrible. Un lector es un tipo honesto: se formó leyendo, no en un Casino de Las Vegas.Una vez que el lector, en desmedro de su bolsillo, cliquea en la palabrita tan divina, "Comprar", aparece un cartel admonitorio: "Su compra es un compromiso". Si uno deja colgado a un vendedor, el vendedor lo calificará a uno de manera negativa y puede ser eliminado del sitio.En muchos casos de venta on line, el lector debe ir a buscar el libro a barrios alejados. El lector, en el fondo, tiene menos espíritu de aventura que una heladera, pero se hace a la idea y se traslada. Un buen comprador on line, tiene que contar con planos de Buenos Aires. Hay preciados volúmenes que deben retirarse en San Isidro, en Núñez, en Floresta. Los vendedores no especifican su dirección en la página y suelen poner "a escasos metros del subte." y después resulta que hay que adentrarse en sitios donde es aconsejable llevar chaleco antibalas y una granada de mano.Otras veces se trata de puestos de la feria del Parque Rivadavia o Parque Chacabuco o un par de librerías que también venden su material por estos portales. Pero en ocasiones se trata de vendedores solitarios, gente que por un motivo u otro, se despoja de su biblioteca. Así, el lector conoció al muchacho que vendía el stock de libros que compró para ponerse una librería por Caballito con su novia, ahora ex novia. Conoció a la ancianita de San Telmo que vendió a precios irrisorios la culta biblioteca del cretino de su difunto esposo -sic-. Conoció al señor del ACV que ya no quiere tener libros porque como no puede leer por sí mismo, le deprime el solo hecho de verlos.El lector escucha: a veces escuchar puede ser un placer tan estético como leer.Cuando se despiden dos usuarios no se dicen "Chau" ni "Hablamos" ni nada de eso. Uno dice "Te califico" y el otro alza el pulgar. Ya en el camino de vuelta, el adicto se pone a leer satisfecho y feliz, al menos hasta que necesite su droga de nuevo.
El "lector adicto" se moderniza y ahora busca libros en Internet
Abiertos 24 horas, los sitios de compras online satisfacen las adicciones de los lectores compulsivos
Por: Patricia Suárez
Admitámoslo: un adicto es un tipo ingenioso y se adapta a las nuevas modalidades de compra. El adicto tuvo siempre al alcance de sus piernas esos locales plagados de la droga que él consume, llamados librerías. A él le gusta el formato libro, papel, lomo, tapas, olor a pegamento, hojas que al pasarlas hacen crinch crunch. Así que nada de e-books, pdf, Internet.No obstante, las nuevas tecnologías aportaron lo suyo. Primero, fueron las librerías on line. O sea, cualquiera de las librerías -en especial grandes cadenas- que ponen a disposición del usuario el mismo catálogo que poseen en la venta al público. El lector adicto cliquea los libros que quiere, paga con tarjeta o depósito bancario y se lo envían a domicilio. Los gastos de envío varían según el monto a gastar: hay promociones donde el envío es gratis si uno gasta $150 o $200, y un par de librerías con delivery sin costo sólo por tu bonita cara y en pocas horas de demora.También hay libreros individuales, mercaderes que existen más o menos de la época de Gutenberg: un vendedor que se encarga de conseguirte libros raros o inconseguibles. Entre las páginas de "Favoritos" de la computadora del lector adicto, las comunidades de compra y venta on line tienen un lugar de privilegio. El lector adicto abre estas páginas y entra a producir saliva como un perro que olfatea un rosbif pronto y cercano. Hay tres "comunidades": Mercado Libre; Mas Oportunidades y De Remate. Obvio, el lector adicto es usuario de las tres.Momentos antes de la compra, el lector adicto siente depresión, tiene una visión pesimista del futuro y las falanges distales de sus dedos tiritan de deseo por teclear el cartelito que dice "Comprar" debajo de un libro. Así que con el corazón latiendo como un loco, el pobre tipo se sienta frente a la máquina y da comienzo al proceso. Busca el libro, aparecen tres o cuatro ofertas con distintos precios. Estudia las condiciones de venta: si lo envían o si hay que ir a retirarlo. Todas las dudas que se le presentan, las escribe en "Preguntas al vendedor". A veces, el lector adicto se pone juguetón y hace ofertas. Ofrece menos; en general, ofertando al lector adicto le va terrible. Un lector es un tipo honesto: se formó leyendo, no en un Casino de Las Vegas.Una vez que el lector, en desmedro de su bolsillo, cliquea en la palabrita tan divina, "Comprar", aparece un cartel admonitorio: "Su compra es un compromiso". Si uno deja colgado a un vendedor, el vendedor lo calificará a uno de manera negativa y puede ser eliminado del sitio.En muchos casos de venta on line, el lector debe ir a buscar el libro a barrios alejados. El lector, en el fondo, tiene menos espíritu de aventura que una heladera, pero se hace a la idea y se traslada. Un buen comprador on line, tiene que contar con planos de Buenos Aires. Hay preciados volúmenes que deben retirarse en San Isidro, en Núñez, en Floresta. Los vendedores no especifican su dirección en la página y suelen poner "a escasos metros del subte." y después resulta que hay que adentrarse en sitios donde es aconsejable llevar chaleco antibalas y una granada de mano.Otras veces se trata de puestos de la feria del Parque Rivadavia o Parque Chacabuco o un par de librerías que también venden su material por estos portales. Pero en ocasiones se trata de vendedores solitarios, gente que por un motivo u otro, se despoja de su biblioteca. Así, el lector conoció al muchacho que vendía el stock de libros que compró para ponerse una librería por Caballito con su novia, ahora ex novia. Conoció a la ancianita de San Telmo que vendió a precios irrisorios la culta biblioteca del cretino de su difunto esposo -sic-. Conoció al señor del ACV que ya no quiere tener libros porque como no puede leer por sí mismo, le deprime el solo hecho de verlos.El lector escucha: a veces escuchar puede ser un placer tan estético como leer.Cuando se despiden dos usuarios no se dicen "Chau" ni "Hablamos" ni nada de eso. Uno dice "Te califico" y el otro alza el pulgar. Ya en el camino de vuelta, el adicto se pone a leer satisfecho y feliz, al menos hasta que necesite su droga de nuevo.
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