“Hay que transformar el sistema de medios”
Con treinta años de experiencia como periodista e investigador, Lara Klahr lanza críticas precisas y punzantes contra la lógica de repetición mediática y la empatía con el discurso del poder punitivo. Una entrevista en la que se publica todo lo que los intereses de los grandes medios no dicen sobre sí mismos.
Por Horacio Cecchi
–Los medios son determinantes para la construcción de un espacio público seguro o inseguro, porque pueden sobrevisibilizar a cierto tipo de actores violentos o criminales, pero también pueden visibilizar a personas inocentes, injustamente imputadas de delito y castigadas, que son juzgadas mediáticamente, y en ese sentido favorecen la impunidad. O invisibilizan actores impunes y son parte de la construcción de un espacio social inseguro. Hay indicadores recientes en México, sobre impunidad, que determinan que hay una impunidad del 99 por ciento, es decir, sólo el uno por ciento de los delitos se investiga y se castiga. La pregunta entonces es a quiénes estamos juzgando en el espacio mediático.
–¿Empatía con el discurso punitivo?–Los medios y los periodistas tenemos, muchas veces, cierto nivel de empatía con el discurso autoritario de la seguridad pública.–Entre el discurso de un preso o el de un jefe penitenciario, se le da validez al del penitenciario.–Exacto. O por ejemplo cuando va a explicar un hecho de violencia criminal, se enfoca en la versión oficial y se olvida de las víctimas, porque para el periodista son irrelevantes. Lo relevante es la cuantificación de víctimas, que la responsabilidad sea atribuida oficialmente a alguien y uno se desentiende de todo lo demás. Esa es una parte, empatía. Otra es la dependencia económica. Los medios nos tienen a los periodistas con condiciones laborales leoninas. A un medio no le cuesta prácticamente nada mandar a un reportero mal pagado y maltratado a hacer una cobertura que luego comercializa en millones en un noticiero de televisión, machacando una noticia mil veces. Dependencia de la industria de las noticias, información barata, empatía de los periodistas y de la industria con visiones autoritarias de la seguridad pública y la Justicia penal, y también un atraso enorme en la formación profesional de los periodistas.
–Hay tendencia a acomodarse en el discurso que se recibe.–Claro, porque es muy barato y es cómodo, no implica riesgos.
–¿Cómo se explica que el periodista que gana dos dólares por nota y que pareciera ser víctima de ese sistema, en lugar de arriesgar, sostenga ese enorme negocio que no lo participa al volverse cómodo?–Porque es muy redituable.
–¿Para el periodista?–Pues claro. Porque si para hacer una cobertura tienes que disponer de tiempo, dinero para poder desplazarte, de comunicación, de toda una infraestructura logística. Lo que te interesa es trabajar a destajo, maquila en serie. Si tú puedes mandas diez notas, hay periodistas que producen diez, quince notas y se conforman con que se publiquen dos. Las quince notas no se las pagaron, sólo le pagaron lo que se publicó. Mandan mucho y lo más alarmante es que se queda para que el editor los considere y les dé un buen lugar. Hay medios donde hay tarifarios. Si, por ejemplo, en el noticiero te dan 30 segundos una nota, tiene un precio. Si te lo anuncian en los encabezados al abrir el noticiero pagan un poco más. Si eres de un periódico y tu nota va a la primera plana te pagan un poco más que si lo ponen en interiores. Son tarifarios que van de dos a quince dólares.
–¿Pero puede romper ese sistema?–Es muy difícil que lo rompa porque como decimos en México es el perro más flaco, al perro más flaco es al que más le cargan las pulgas. Los periodistas somos el perro más flaco en esa cadena. No significa que no tengamos nada que hacer. Tenemos que empoderarnos como gremio y profesionalizarnos y mejorar para transformar la relación de fuerzas. Pero no lo vamos a hacer solos, vamos a hacerlo con los ciudadanos, con otros actores que nos permitan equilibrar la balanza. Solos no podemos.
–El negocio de las grandes multimedias es achatar la capacidad crítica del público.–Imagínate, eres un periodista muy experimentado, tienes muchísimos saberes para hacer una cobertura, hacer investigación. Muchas veces la industria prefiere a un estudiante de media carrera de la universidad que va a aspirar a ganar la cuarta parte que tú, que va a producir un contenido, que no va a reivindicar ningún tipo de derecho, que no va a poner peros.
–Pero eso baja la calidad de la producción.–No importa. A la empresa le interesa la cantidad. Menos en esta época. Las redes sociales están exponiendo a la industria a una situación complicadísima. Ahora lo que se ha estudiado, autores especializados, sociólogos y analistas, dicen que en un mundo en el que millones de personas transmiten informaciones en la red sin vivir de esto como nosotros, el periodista qué futuro puede tener. También es cierto que las redes sociales, como tienen en muchos sentidos sus primicias, a veces son insostenibles pero a veces no lo son. Pero parece que cada vez es menos importante para las audiencias que sea cierto o no. Lo importante es que circule por las redes sociales. Eso es veneno para la profesión periodística, es veneno.
–No para la comunicación.–No, porque afortunadamente las redes sociales han roto el monopolio de la información.
–¿Piensa que es grave o no?–Es veneno para el periodista profesional.
–No, sacando el ropaje de periodista, pensándolo socialmente. ¿Es importante, es dañino para la sociedad que circule información que no se sabe si es verdadera o falsa?–Bueno, no es bueno ni malo en un sentido estricto. Lo que dice Negroponte, el gran gurú de los medios digitales, es que la web no es solamente un mecanismo de distribución de información, la web es una ampliación del espacio público. En ese sentido, es un espacio humano de interacción.
–Igual que cuando circula por la calle...–Exactamente. El único problema es su potencia. Si tienes un compañero de trabajo y lo difamas, se quedará en tu círculo. Pero acá se multiplica. En ese sentido el espacio público no hace más que reproducir y potenciar prácticas humanas que están en el espacio público físico. Es bueno o malo...
–Por ahora es...–Claro. El gran interrogante es qué papel tiene en este asunto el periodismo profesional. ¿Tiene un lugar? Esa es la pregunta para hacer.
–¿Sólo arroja la pregunta o tiene una posición al respecto?–Coincido en que el periodismo profesional del siglo XIX que es el que hacemos nosotros, el periodismo clásico va a desaparecer como lo conocemos y está siendo cada vez más una mezcla entre periodismo ciudadano, periodismo profesional patrocinado por actores ciudadanos como pasa en Estados Unidos con el Center For Public Integrity y otras organizaciones, que están haciendo periodismo, están haciendo investigación para vendérsela a los medios, o publicarla en sus propios medios, financiados por organizaciones de la sociedad civil. Yo creo que es parte del futuro. Porque veo a la industria transitando hacia una lógica de lo que se conoce como de contenidos agregados.
–¿A qué llama contenidos agregados?–Esto de estar buscando en las redes sociales o en la web información atractiva de último momento y subirla rápido, antes que nadie. Para los contenidos agregados no se necesita un periodista. Parece que es el negocio de los medios industriales cada vez más, no producir contenidos propios.
–Replicadores...–Exacto. Replicadores de información, no verificada pero muy llamativa...
–Pero esto como periodista profesional es un achatamiento brutal...–Total, total. Es una devaluación del papel del periodista.
–Es una maquiladora, como la llaman ustedes.–Claro. Sin embargo, qué otra opción tenemos si nosotros mismos estamos maquilando. Ahí hay una paradoja. Si tú no sabes más que maquilar, ¿cómo pretendes competir con una industria que te gana en emisión de información? Si publico una foto de una persona secuestrada por cualquier razón, ¿qué competencia me puede hacer un periodista si ni siquiera va a conseguir esa fotografía nunca? Los periodistas por eso tenemos que profesionalizarnos y constituir una posibilidad para el ciudadano. Cada vez somos menos una posibilidad para el ciudadano. Necesitamos acudir a las mejores prácticas del periodismo y estar asociados con la sociedad civil y en esa medida vamos a ser una oferta más en el espacio público y en el espacio digital. Afortunadamente ya no somos la única oferta. Los periodistas somos muy reacios a esa visión.
–Complica esa comodidad.–Exacto. Estoy totalmente de acuerdo. Me encanta que haya redes sociales. Me gusta ver cómo agonizan medios autoritarios que aborrecí, de los que fui despedido, que me expoliaron como reportero, me encanta ver que están en dificultades financieras por estar anclados en el pasado.
–En su disertación en el seminario de ASD sobre seguridad democrática se refirió a la ética del periodista y a la autorregulación. Proyectó unas fotos tremendas, gente sin cabeza o cabezas sin gente, y mencionó el debate de si se debían publicar o no.–Lo que trato de hacer es deslindarme de visiones moralistas. No llevan a nada porque cada uno tiene su propio esquema moral. Lo que trato es de enfocar el debate en que primero el periodismo tiene que estar hecho bajo referentes de legalidad y derechos. El periodismo debe considerar el respeto al debido proceso, el respeto a los derechos de personalidad y el respeto a la protección de datos personales, porque son derechos muy sensibles socialmente. Después, bueno, no bastan los códigos de ética. Se necesita operacionalizar, es decir, crear instrumentos de control del proceso dentro de los medios. Imagina que estás en una planta enlatadora de conservas. Entonces para poder entrar a la planta te dicen que necesitas ponerte unas botas, gorro, cubrirse, desinfectarse las manos, la cara y demás. Eso es un manual de higiene industrial para evitar la contaminación del producto. Bueno, si con los estándares que nosotros hacemos el periodismo hiciéramos esos enlatados, la sociedad se habría envenenado (risas). No hay estándares. No hay ningún lugar donde te digan no puedes usar estas palabras bajo ningún concepto, no puedes usar estas imágenes, cualquier imagen que sea denigrante para cualquier persona viva o muerta, no puede usarse.
–Existen, pero se violan.–No existen como manuales, existen como códigos aspiracionales.
–¿Aspiracionales?–Es como los diez mandamientos. No desearás a la mujer de tu prójimo, pues cómo haces eso (risas), no hay manera. Necesitas crear todo un proceso de ingeniería del periodista y de los procesos que siguen para que eso no ocurra. Se puede poner un cartel en la entrada de la planta enlatadora de conservas. Usted no contaminará el producto. Pues cómo hago para no contaminarlo. Perfecto, usted tiene que hacer uno, dos, tres, cuatro, cinco. Lo haces y no lo contaminas. Eso en periodismo no existe en los medios de nuestros países. Existe en otros países.
–¿Por qué?–Creo que es una combinación. Es cultural. En Latinoamérica provenimos de tradiciones autoritarias donde los medios estaban vinculados con grupos de poder. Entonces nacían instrumentalizados. La sociedad cambió, se diversificó, el debate cambió, los derechos cambiaron, el enfoque sobre los derechos ciudadanos se amplió, y los medios y los periodistas nos quedamos en el siglo XIX. Los debates que hay en la calle no están dentro de los medios en tónica de derechos. Los debates pasan por el discurso mediático hacia fuera, se pueden ver hacia fuera, pero hacia dentro no se entiende de qué se está hablando.
–¿Está diciendo que los propios periodistas no saben de qué están hablando?–No sabemos. Un periodista de Televisa en un taller me dijo: “Compañero, eso de los derechos humanos está superinteresante, ¿cómo se te ocurrió?” (risas). A mí me hubiera encantado decir que soy un periodista genial, pero por desgracia tuve que citar la Declaración Internacional de los Derechos Humanos.
–Cómo se rompe. Se puede formar periodistas, pero llegan al gran medio, se los ve en la pantalla y están haciendo todo lo contrario de lo que aprendieron.–Eso en teoría se llama el modelo mental. Puedes estudiar leyes, ética, llegas a la fiscalía o a un empleo y reproduces exactamente los mismos vicios de corrupción. Hay que transformar el sistema de medios. Hay que enseñarle a la ciudadanía, porque nosotros estamos adentro, a que vea cómo funciona.
–Respecto de esto de decidir publicar o no tal o cual foto, y entonces surge la de aquella niña de Vietnam que escapa llorando y desnuda después de que los soldados yanquis quemaron su aldea y mataron a su familia. ¿Tampoco debería publicarse?–Depende de muchos criterios. ¿Es una foto denigrante?
–Bueno, pero ahí tenemos una evaluación moral...–En parte, pero eso decídelo tú como medio. No digo que no se publique, pero no dejes que lo decidan afuera. Podríamos dedicar horas a ese debate y probablemente unos diríamos sí y otros diríamos no. Estandarízalo. Que siga una lógica institucional, un criterio. Que valga siempre, no cuando sea tu hija ya no vale. Otra cosa que yo cuestiono es el alejamiento emocional de los periodistas respecto del dolor de los demás. Pon en un manual que no tienes ningún problema en publicar una cabeza desmembrada. Pero el día que aparezca la cabeza de tu hija, publícala, porque si no estarás faltando a la ética, y estarás traicionando a tu audiencia. Yo hago unos talleres donde les pido a los periodistas fotos de los seres que más quieren. Les pido autorización para manipularlas y las monto en cadáveres, en cabezas desmembradas. ¡Y no les gusta nada! Les digo: “Tú me dijiste la vez pasada para justificar que a ti te pedían un rostro, pues aquí está el rostro, es el de tu madre, ¿te gusta?”. “No, bueno, pero eso es una exageración.” No es una exageración, compañero.
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