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miércoles, 27 de julio de 2011

medios

MEDIOS Y COMUNICACION

Ex apocalípticos y nuevos integrados

Roberto Samar y Marcelo García retoman el debate entre periodistas “independientes” y “militantes” para señalar que, más allá de cualquier debate, la acción periodística modifica los acontecimientos y que hay que superar la falsa dicotomía.

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Por Roberto Samar y Marcelo J. García *

“Independientes” vs. “militantes”: la más reciente dicotomía, en un cuadrilátero plagado de dialécticas, afecta al oficio periodístico. Oficio siempre listo para generar las antinomias de los otros, en este caso se autoincrimina. Los unos integrados se autodefinen como libres y estigmatizan a los otros como sujetados. Los otros, otrora apocalípticos, invierten la carga. En el fondo del asunto está esa cosa llamada realidad: cómo se accede a ella y cómo se la cuenta.

Los medios de comunicación oposicionistas plantean, una y otra vez, que el periodismo independiente está asociado a lo transparente y lo objetivo, y que el periodismo militante bucea en las profundidades de la subjetividad, manchándose con la política. La fantasía del acceso directo a la realidad transparente ha sido cuestionada –con argumentos y con razón– por la academia, pero no ha perdido credibilidad en cierto sentido común social. Las cosas “son”, resabio posible de la raíz positivista en nuestra sociedad.

Pero si algo ha quedado claro en los últimos años de vida pública argentina es que la acción periodística modifica los acontecimientos, bastante más que el termómetro modifica la temperatura del objeto que mide. La batalla mediática instaurada a partir del debate y la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual quitó las caretas de la pretendida objetividad de forma brutal. Los independientes e integrados pretenden continuar su marcha como si nada pasara, pero la realidad ha magullado el ojo miope de la tuerta verdad objetiva. Ya pocos dudan de que la cobertura de un acontecimiento comunica un recorte del mismo. Planos de señoras elegantes en una manifestación connotan una cosa distinta de aquellos que muestren gente proclive al desmán. En casi toda marcha habrá, seguramente, de los unos y de los otros, pero se mostrará más a unos que a otros.

Los sociólogos de los medios en el Norte lo llaman frame, no sólo de imágenes, sino de palabras. Una entrevista con Luis D’Elía, por caso, puede ser presentada como una entrevista con un dirigente social, con un profesor de Historia o con un piquetero. Libertad de encuadre, pero encuadre al fin. Ningún frame falta en su totalidad a la “verdad”, pero todos faltan a ella un poco. La verdad, sostiene Foucault, está atravesada por relaciones de poder. D’Elía, en el marco de nuestras relaciones hegemónicas, es ante todo, para muchos, “un piquetero”.

El trabajador del periodismo “integrado independiente” está condicionado por la línea editorial de la empresa. El periodista “militante, ex apocalíptico”, también sigue, sin duda, una línea. Ambos pueden sostener esa línea con más o menos convencimiento, por dinero o por amor. Se podrá estar más o menos de acuerdo con los intereses que defienden cada uno (negocios, proyecto u otros). Pero eso no modifica los condicionamientos del oficio. En la mayoría de los casos, los trabajadores de prensa no eligen los temas a cubrir, no seleccionan la foto que ilustra la noticia, no disponen del epígrafe, no escriben los títulos ni diseñan las tapas. Cuando se imponen, los condicionamientos instalan en la rutina profesional valores peligrosamente extra-profesionales.

Quienes estamos más cerca de los ex apocalípticos que de los nuevos integrados tenemos que entender que superar la falsa dicotomía impone no repetir las prácticas de éstos. Hay, por fuera de los medios oligopólicos, un abanico heterogéneo de comunicadores convencidos y profesionales. La batalla se gana en radios comunitarias, medios cooperativos y diarios independientes, cuya primera militancia es la honestidad.

Es probable que la plena implementación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual nos permita pensar más allá de las trincheras de las falsas dicotomías y desarrollar un pensamiento basado en la pluralidad. La ley requiere que se construya y se consolide un actor social al que hoy se empieza (muy) lentamente a ver. Para el periodismo, tomar la palabra en libertad no significa omitir algunas de las mejores prácticas de su tradición. Aunque nadie sea “independiente” y no haya objetividades bobas y todos sean, de una forma u otra, “militantes” y plagados de subjetividades, no está de más sostener, por el bien del interés público y de su propia credibilidad, la separación básica entre información y opinión.

El desenlace reciente del murdochiano inglés News of the World luego de 168 años de vida es una lección a estudiar. La ética profesional no es patrimonio exclusivo de unos ni de otros. Como escribieran los también centenarios ingleses de The Guardian: Que la opinión sea libre, pero los datos sagrados.

* Licenciados en Ciencias de la Comunicación. Miembros del Departamento de Comunicación de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (www.sidbaires.org.ar).

MEDIOS Y COMUNICACION

Reclamos en los pliegues

A propósito de la Copa América, Gerardo Halpern realiza una lectura sobre el manejo que los medios hacen de la imagen de los migrantes y cómo éstos resignifican esa mirada desde la práctica cotidiana y política.

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Por Gerardo Halpern *

Vivir un partido de fútbol de la selección nacional desde el lugar de destino de la migración no es lo mismo que hacerlo en el lugar de origen. Tampoco es lo mismo que la forma como lo viven los nacionales del país de llegada, obvio. Menos aún –y es lo que me interesa– lo es respecto del modo en que los ojos de los medios miran cómo miran los ojos de los migrantes.

Hay una mirada folklorizante que, en clave de condescendencia, se acerca al ojo del migrante para describirlo como un sujeto cargado y atravesado por la nostalgia. Se trata de un sujeto que está en un lugar ajeno y que vive esa ajenidad acercándose –a través de la pantalla– a un recuerdo del pasado (y, ojalá, del futuro). Es decir, se trata de una mirada que refiere y construye en su referencia a un sujeto dislocado en espacio y tiempo. Un sujeto al que se le otorga un rato de palabra para que narre cómo es esa distancia espacio temporal. En este caso, un sujeto futbolizado que, en su dimensión futbolística, adquiere palabra. Relata su palabra futbolísticonacional. No cualquier palabra, es cierto. Una palabra fuertemente codificada, situada, encerrada. Una palabra unidimensional.

El miércoles 20 de julio varios medios de comunicación que hace ocho meses acompañaban celebratoriamente al jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, en su avanzada xenófoba, y que referían a los paraguayos –y a los bolivianos y peruanos, es cierto– como delincuentes, traficantes e incontrolables productores de anomia social, se acercaron al Club Atlético Deportivo Paraguayo para mostrar cómo viven la Copa América en Buenos Aires, “como si fuera Asunción”.

Una Asunción legítima.

Una Asunción unidimensional.

Los medios filmaron, entrevistaron, tipearon, festejaron y sufrieron amablemente con la demagogia que puede denostar al mismo sujeto al que se invoca para colorear una página de la crónica diaria. Al mismo sujeto al que se le niega su palabra de protesta, de acceso a derechos, de reclamos y de resistencias.

El Club Atlético Deportivo Paraguayo, además de ser un objeto de coloración mediático, es una institución por la que han pasado cientos de exiliados paraguayos en Argentina, cientos de experiencias políticas y culturales locales e internacionales y cientos de iniciativas por la igualdad de derechos de los migrantes en la Argentina. De hecho, producto de la presencia mediática del miércoles, el domingo se esperó a los medios con una bandera que decía “Voto sin fronteras. Ja’e Sí” (digamos sí, en guaraní), un slogan que sintetiza la lucha de los migrantes paraguayos por la restitución de sus derechos cívicos en el Paraguay, una bandera que reclama contra la desigualdad y que no ingresa en la agenda mediática. Pero los medios nunca llegaron. Los paraguayos perdieron.

Entre tanto color futbolístico –o como parte de sus pliegues– muchos migrantes volvieron a irrumpir –aun con las limitaciones que el sistema informativo les impone– con la voz política que ese sistema de medios les ha negado, tanto como se la ha negado gran parte del campo político local. Pues ambos sistemas han ocultado la lucha por el derecho electoral en el país de origen tanto como han ocultado la lucha por la modificación de la ley que establece trámites imposibles para el ejercicio del voto en la ciudad de Buenos Aires. Ciudad de la que forman parte, al igual que el resto de la población, no sólo para festejar, bailar, tener globos o vestirse con colores festivos. Ciudad de la que forman parte en igualdad de derechos, tal como establecen la Constitución y los pactos internacionales suscriptos por la Argentina. Esos derechos que cuando son reclamados por bolivianos, peruanos o paraguayos los transforman en invasores silenciosos de una migración descontrolada que pululan por los discursos de ciertas autoridades y por las páginas policiales de muchos medios.

La reunión, la bandera, la espera, la historia y las voces acalladas se juntaron no sólo para ver un partido de fútbol desde la migración, sino también para hacer de ese partido un peldaño más en la construcción de una voz que exige igualdad de derechos en el país de origen tanto como en el lugar de residencia.

* Investigador UBA-Conicet.


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