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sábado, 16 de julio de 2011

El futuro de la prensa británica

Por Andrew Graham-Yooll
15/07/11 - 11:18

La prensa gráfica británica está en medio de un momento de cambio. Tiene que establecer cuál será la forma de seguir del periodismo tabloide, amarillo, popular, irrestricta, mentirosa, etc. La víctima visible de la embestida fue el semanario News of the World, cerrado hace una semana por su dueño, el magnate Rupert Murdoch, a raíz del escándalo de espionaje. La movida fue un intento de poner fuera de peligro al resto de su emporio.
Antes de subirnos al púlpito de los moralistas entendamos que la antropofagia en la prensa popular británica es normal, y el News of the World (NoW), tamaño sábana durante buena parte de sus casi 170 años, mantenía su política implacable en su lucha por vender más ejemplares. Esa línea fue alentada desde la compra hace más de treinta años por Murdoch, cuyo lema es que los diarios populares no venden información, sino entretenimiento. Esto se aplica al matutino The Sun (tres millones de ejemplares), adquirido por Murdoch en 1977 que cambió el título e introdujo “la chica de página 3” (una jovenzuela con neumáticos senos al aire), si bien no a su diario serio, The Times (300 mil ejemplares), que compró en enero de 1981 junto con el dominical Sunday Times. Lo que siempre caracterizó a Murdoch fue su olfato para vender ejemplares, talento que hoy le va a costar caro: la tolerancia de ese olfato no incluía el espionaje.
El historial de The Sun no incluye sólo la explotación de todo escándalo sexual o la búsqueda de chismes sobre los famosos. En 1983, Murdoch giró el diario de su tradición laborista a un apoyo a la premier Margaret Thatcher. El público de The Sun, la clase trabajadora cuyo voto siempre fue laborista, fue alentado por el diario a votar por la reelección de Thatcher. Y lo logró.
Los sueldos pagados por Murdoch en NoW, y también en The Sun, triplican a los que él mismo paga en The Times y los salarios de los otros “serios” como The Financial Times, The Guardian, The Daily Telegraph y The Independent. Los empleados de los tabloides se caracterizan por un nivel de educación medio, mientras que los “serios” se jactan de tener columnistas de Oxford y Cambridge.
Con diferentes matices, los tabloides británicos como Daily Mail, Daily Express, Daily Mirror, buscaron durante el siglo XX su mercado en la clase trabajadora. Los diarios “chicos” (en formato) eran asociados con los trabajadores que podían plegarlos fácilmente y guardarlos en el bolsillo del saco o pantalón. Los “sábana” eran para las clases media y alta: sus lectores podían pagar sus precios de tapa más altos y tenían las comodidades (sillones, escritorios) para desplegar las enormes páginas. La mezcla de títulos y tamaños en la prensa británica llevó al filósofo británico David Hume a anunciar en 1741 que “nada sorprende más a los extranjeros que la enorme libertad que tenemos en este país para comunicar lo que querramos.” Con el NoW está visto que eso no cambió.
Bueno, sí pero ¿dónde deja a la prensa británica hoy? Un recurso sugerido con frecuencia, que siempre ha fracasado, es la de autoregulación. La más notoria surgió de un proyecto presentado en 1989 por el director de The Independent, quien propuso la redacción de un código de ética y una serie sanciones para los periódicos que lo ignoraran. Coincidió también con disposiciones del Ministerio de Interior prohibiendo la publicación de comunicados o entrevistas de miembros del IRA para limitar la publicidad de la organización revolucionaria. El parlamento vetó el intento oficial y el director de The Sun anunció, en comisión parlamentaria: “Si ustedes creen que pueden limitar lo que yo hago, están locos”. Desde entonces el Consejo de la Prensa, un ente autárquico, ha sido reformado y su influencia extendida.
Se necesitaba un flor de escándalo para pensar que en un cambio. Los medios y los políticos tienen en común, aparte de muchas diferencias, no la búsqueda de poder sino la satisfacción de ser queridos. Y como todos los amores, tienen su límite.
*Ombusdman del diario PERFIL. Trabajó durante 18 años en la prensa británica.

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