La venta ambulante, ¿una tentación que afecta tu bolsillo?
Cientos de "buscavidas" recorren los trenes, subtes y colectivos; sorprenden con mercadería novedosa; vendedores y clientes cuentan sobre ese ritual cotidiano de comprar mientras viajan
En la línea D de subte, dos jóvenes con una canasta llena de pastafrolas y alfajores de maizena hablan de su recuperación a las drogas y piden en nombre de Dios que le compren su mercadería; otro jovencito, jean muy usado y remera de fútbol, va pegando en el techo del subte C un cuelga repasadores que adhiere con sopapa, lo vende por 5 pesos; un niño que no tiene más de 10 años, remera hasta las rodillas, reparte libros de cuentos en la línea B de subte, los deja sobre las faldas; una niña reparte stickers por 2 pesos la planchita; un señor mayor, ya pelado, se sube en la estación Coghlan de tren y reparte linternas que son pequeños llaveros, también por dos pesos; en el andén de Retiro, Mario está atento a cada tren que sale para acercarse con sus termos colgantes y ofrecer café o cortado; Jorge llega a Retiro luego de recorrer el Mitre ida y vuelta ofreciendo encendedores de colores; Carlos carga con agendas que ofrece en los trenes que llegan hasta Tigre...
Video:cuánto gastás mientras viajás
Las descripciones de "buscavidas" que recorren los transportes públicos con sus mercaderías al hombro podrían llenar varias páginas. En trenes, colectivos y subtes los pasajeros se encuentran con objetos de lo más diversos: lapiceras, chicles, billetes de lotería, guías T, medias, pañuelos de papel, CDs, películas, tijeras, destornilladores, juguetes, café, galletas, chocolates, etc. Los vendedores cuentan sus estrategias para tentar a la gente, los lugares en los que se proveen, los códigos entre colegas y cómo van variando la mercadería en función de lo que mejor se vende.
Desde la mirada del consumidor: ¿qué cosas se animan a comprar? ¿Con qué se tientan mientras viajan? ¿Qué presupuesto destinan para darse un gusto hasta llegar al trabajo? Según confiaron a lanacion.com, todos compraron alguna vez en un medio de transporte; los más autocontrolados dijeron que sólo compran cosas útiles que, de todos modos, iban a buscar en otra parte si no se las acercaba un ambulante. "Lapiceras compro siempre que necesito", dice una profesora; "chicles o carilinas compro porque están al mismo precio que en un kiosco", se ataja otra de las consultadas. También están los que reconocen que se dan "permitidos", sobre todo, a principio de mes: "A veces, por ejemplo, compro una linterna o cuentos para que los chicos pinten", dice un señor que espera el tren en Retiro.
¿Lo más insólito que compré? Una señora, en la terminal del subte D, habla de un destornillador que adquirió porque le pareció muy barato, pero nunca sacó del sobre de nylon en que venía; así, la mayoría pudo mencionar alguna cosa que nunca usó. Cuando Carlos, en el andén de Retiro, se define como "buscavidas" lo siguiente que rescata es su talento como vendedor: "Hay que lograr que a la gente le resulte imprescindible tener lo que le quiero vender, aunque en su casa no lo use nunca".
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