Vivir marcados
Impulsados por las lógicas necesidades cotidianas y por el correspondiente bombardeo publicitario, las adoptamos como propias y naturalizamos su presencia en nuestras rutinas, mientras ellas invierten miles de millones para conquistar nuestras preferencias. No es extraño, entonces, que en esa pelea incesante por ser parte natural de la vida de la gente, la publicidad ocupe cada vez más espacios para seducir a los consumidores.
Si no, veamos la activación no tradicional que la agencia belga Duval Guillaume desarrolló para la cerveza Carlsberg, con un cine repleto de rudos motociclistas como escenario:
Una interesante puesta en escena para asociar la marca a un momento de celebración y a un imaginario de rudeza y valentía, con el objetivo de involucrar al consumidor en una experiencia que difícilmente pueda olvidar.
Esta flamante campaña me hizo acordar rápidamente a una reciente acción que la oficina española de McCann Erickson implementó en un cine de Madrid para promocionar Coca-Cola Zero.
Bautizada “El cambiazo”, la campaña refleja un original modo de comunicar el principal atributo de Coca-Cola Zero: es dietética pero su sabor no dista de la gaseosa original.
Parecería que el cine se presenta como un lugar (y una situación) interesante para seducir al público. Como alguna vez escribió el semiólogo francés Christian Metz, en el cine la gente se encuentra en “estado de submotricidad y superpercepción”. O dicho más coloquialmente: lista para ser arrollada por los deseos más básicos de cualquier tipo de marca.
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