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domingo, 24 de marzo de 2013

Una gaseosa a base de yerba es la bebida oficial de los hackers del Primer Mundo

Aunque es una creación de 1924, se impuso en tiempos recientes como energizante para quienes pasan muchas horas ante las computadoras. Buscan que sea de “código abierto”.

  • Por gabriela manuli | 24/03/2013 | 04:42

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Union. La Club-Mate y un monitor de programador, un dúo muy habitual. Tiene tanto éxito que hasta se creó una versión cola con mate. También los jóvenes vanguardistas la incorporaron.
Desde Washington D.C.
Esta semana, la Argentina volvió a la tapa de los diarios del mundo gracias a la asunción del primer papa jesuita y latinoamericano de la historia. Pero este no es el único “producto de exportación”. El mate, que también se popularizó de la mano de los jesuitas, va pisando cada vez más fuerte en terrenos inesperados. Una gaseosa a base de yerba mate que se produce en Alemania se convirtió en la “gaseosa oficial” de los hackers, quienes la eligen como una alternativa natural frente a otras bebidas energizantes.
Club-Mate es una bebida sin alcohol que básicamente contiene extracto de yerba mate, azúcar y cafeína.
Producida por la cervecería Loscher en Münchsteinach, Baviera, se la conoce como la gaseosa de los hackers y tiene su meca en Berlín. No es casualidad que una de las primeras cosas que consiguió el Partido Pirata alemán cuando ganó sus primeras bancas en 2011 fue que se vendiera su bebida favorita en la cantina del Parlamento (una botella chica ronda los 3 euros). También es muy popular entre jóvenes hipsters.
Esta bebida tiene una larga historia. Comenzó a producirse en 1924 en la localidad de Dietenhofen bajo el nombre de Sekt-Bronte. Su radio de popularidad no pasaba de diez kilómetros a la redonda. Su producción sólo se interrumpió durante la Segunda Guerra Mundial. En 1950 pasó a llamarse Club-Mate.
Todo cambió en 1994, cuando la cervecería Loscher compró la receta y comenzó a aumentar la producción. Sin inversión en campañas publicitarias, la clave del éxito fue el boca a boca. Los hackers abastecían sus casas con cajones de botellas, y los jóvenes alternativos probaban distintos tragos alcohólicos mezclando Club-Mate con ron, vodka o Jaegermeister en bares y discotecas. En cada convención internacional de hackers nacían nuevos fanáticos, que luego volvían a sus países con la novedad. Poco a poco fue exportándose y hoy se consigue en más de treinta países, no sólo en Europa, sino también en Canadá, Australia, EE.UU. o Sudáfrica. También surgieron variedades, como té helado o cola con mate.
Noches en vela. Pero ¿cuál es la razón detrás de la adopción de esta bebida por los hackers? El principal motivo es bien pragmático: una ayuda para las largas noches frente a la pantalla. La combinación de altas dosis de cafeína con un bajo contenido de azúcar cierra la oferta. “En los 80, los hackers tomaban gaseosas cola o café para tratar de mantenerse despiertos. Club-Mate les brindó una alternativa mejor: con menos azúcar y con cafeína natural y no sintética. Podían mantenerse despiertos evitando el efecto nervioso o la excitación que les producían las otras bebidas”,  explica Marcus Loscher, representante de la cervecería Loscher.
Kristof Partyka es el único distribuidor en el Reino Unido. En su oficina, mientras anota los pedidos, nunca puede faltar un mate “original”. Una cosa no quita la otra, y se reconoce fanático del mate en todas sus formas.  “Distribuimos a los espacios hackers más importantes en Londres y también en eventos famosos, como el Electromagnetic Field Festival”, explica. “Club-Mate ayuda a mantenerte despierto sin engordar, algo muy importante si tenés que pasar sentado frente a una computadora. Está compuesto por ingredientes naturales y brinda efectos por un tiempo prolongado”, resume.  
Muchos reconocen que Club-Mate es un “gusto adquirido”, algo que se refleja en el eslogan de la marca: “¡Uno se acostumbra!”. Este es el caso de Daniel Farbeck,  un estudiante alemán que se hizo fanático. “Conocí Club-Mate en el verano de 2009. Para esa época ya era una bebida de moda en los barrios más modernos de Berlín. Me dijeron que necesitaría al menos dos litros para que me gustara. Cuando cambié de ciudad para estudiar, no conseguía por ningún lado. Al final estaba tan desesperado que encargué sesenta botellas”, recuerda. Farberk agrega que la bebida es también un símbolo de estatus social: “Se consume mucho en los círculos de izquierda, como una manera de enfrentarse a productos como Coca-Cola”.

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