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miércoles, 27 de marzo de 2013


LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACION

Discursos y protestas sindicales

Juan Ignacio Issa reflexiona sobre el discurso que los medios de comunicación construyen respecto de las protestas sindicales y de qué manera se tiende a deslegitimar esas acciones.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Juan Ignacio Issa *

Caos en el tránsito, padecimiento de los usuarios, conflicto, trastornos, “los ciudadanos como rehenes de una medida sindical”. La construcción discursiva de los medios hegemónicos de comunicación tiene la intencionalidad de deslegitimar las protestas laborales. La mayoría de los trabajadores no se reconocen como “trabajadores concretos, reales”. Ese es el gran triunfo cultural de los sectores dominantes durante el neoliberalismo. ¿Cómo funciona este no reconocimiento? Una persona viaja a su trabajo. Ese día hay un paro o corte parcial del servicio de trenes que habitualmente utiliza. Su reacción es la “queja” como usuario del servicio de transporte. El neoliberalismo produce una persona (subjetividad) que no reacciona como trabajador a partir de la solidaridad de clase con el empleado ferroviario. Reacciona como consumidor. Ese trabajador que viaja no puede conformar una conciencia en el marco de sus intereses, toma una visión del mundo ajena, se apropia de valores de “otros” como “propios”. Esta incapacidad o dificultad de conformar conciencia de forma autónoma y libre se explica a partir de un proceso histórico complejo: golpes militares, desaparición de compañeros, flexibilización laboral, transformismo de dirigentes, despolitización de los sectores populares, centralidad en la sociedad de valores como el individualismo, hedonismo y el consumo. Los medios de comunicación hegemónicos han funcionado como dispositivos de producción simbólica que colaboraron en la naturalización de estos valores, que son los valores de los sectores dominantes.

Además contribuyeron, a partir de un discurso simplificador, a colocar la política y lo público junto con la corrupción, y no como un elemento de transformación social. Para contrarrestar esto podemos pensar en Antonio Gramsci, que propone “elaborar la propia concepción del mundo de manera consciente y crítica”. Los medios de comunicación expresan valores, visiones, que refuerzan y defienden una situación hegemónica que responde al sistema capitalista en su etapa neoliberal. Lo que dicen en términos generales es que los sindicatos como modo de organización traen caos, conflicto y perjudican a la totalidad de la sociedad.

Un ejemplo que nos involucra como docentes. ¿Qué dicen los medios hegemónicos frente a un paro docente? La centralidad del discurso pasa por la pérdida de días de clases. La cantidad de días de clases es importante. Pero la calidad del sistema educativo no mejora sólo por la cantidad de horas dictadas. Frente a estas situaciones, nos deberíamos permitir pensar nuestra práctica docente. El aula debe ser un ámbito alternativo de construcción discursiva a los medios de comunicación. ¿Qué expresamos en el ámbito educativo frente a situaciones de paro o situaciones de toma de colegios? ¿Trabajamos junto con los alumnos para pensar una situación política? ¿Estamos reproduciendo valores dominantes que llevan a una legitimidad de los mismos? Dejemos de lado la mirada educativa que sitúa a los docentes como narradores –al igual que los medios– que depositan valores en los chicos. Pasemos a una concepción dialógica y a intervenir en el mundo con los alumnos. Dialogar con los chicos, dejarnos saber que sienten, que piensan. Dice Paulo Freire: “La liberación auténtica no es una cosa que se deposita en los hombres (...). Es praxis que implica la acción y la reflexión de los hombres sobre el mundo para transformarlo”. Los alumnos y los docentes deben pasar a ser sujetos activos de su realidad a partir de una concepción democrática. El docente ocupa un rol importante, pero no imponiéndoles valores o modos. Sigue Paulo Freire: “Mientras en la teoría antidialógica las masas son el objeto sobre el que incide la acción de la conquista, en la teoría de la acción dialógica son también sujetos a quienes les cabe conquistar el mundo. Si, en el primero de los casos, se alienan cada vez más, en el segundo transforman el mundo para la liberación de los hombres”.

Como docentes deberíamos generar instancias de diálogo para abordar los valores dominantes que los medios de comunicación expresan de forma efímera sin dar espacio y tiempo para pensar. Un diálogo concreto para transformar el mundo, ni utópico, ni vacío, sino a partir de los cambios que podemos ir logrando. La propuesta, sin que sea definitiva, es repensarnos en el mundo con los otros para poder iniciar un camino.

* Politólogo y docente.

MEDIOS Y COMUNICACION

Periodismo y derechos humanos

Para Esteban Rodríguez, la libertad de expresión no puede menoscabar otros derechos fundamentales, porque no es un fuero ni un privilegio de los periodistas, sino un derecho de todos.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Esteban Rodríguez *

En las sociedades que nos tocan la violación de derechos humanos no es un problema que sólo involucra a los Estados. También pueden hacerlo las corporaciones, entre ellas las empresas de comunicación. En nombre de la libertad de prensa, el periodismo viola derechos de ciudadanos, sobre todo de aquellos que se encuentran desaventajados. Los derechos de niños, mujeres, minorías políticas, sociales o étnicas, los derechos de los jóvenes, las víctimas y victimarios suelen ser sistemáticamente afectados por las coberturas sensacionalistas y urgentes que ensaya el periodismo paraempresarial. Detrás de la violencia de género, la discriminación, el odio racial, la represión y criminalización de la protesta social, la estigmatización y segregación de barrios pobres, la demonización de la juventud suele estar el periodismo. Las noticias que producen menoscaban derechos y crean condiciones (legitiman) para que otras agencias continúen haciéndolo.

Los periodistas vulneran derechos cuando sobreexponen a los niños, manipulan el dolor de las víctimas, etiquetan y prejuzgan a los jóvenes, subestiman y reducen a la mujer a objeto de moda, burla y escándalo; cuando reproducen el mismo punto de vista desautorizando o invisibilizando la perspectiva que tienen otros actores involucrados en el conflicto; cuando la policía se convierte en la única fuente de información; cuando escrachan a los supuestos victimarios. El derecho a la intimidad, al honor y la imagen propia, el derecho a la inocencia y el debido proceso; a la identidad y la recreación; el derecho a la calidad informativa, “el derecho a ser dejado tranquilo” son vulnerados por los modos en que el periodismo organiza sus quehaceres profesionales.

Los periodistas y reporteros gráficos violan los derechos humanos cuando no tienen en cuenta los derechos de los ciudadanos involucrados en los eventos que están relevando. La libertad de expresión no es un derecho absoluto, sino relativo, un derecho que hay que pensarlo al lado de otros derechos. La actualización de la libertad de expresión no puede menoscabar otros derechos fundamentales. Uno de los rasgos de los derechos humanos es su integridad. La violación de un derecho supone la violación de otros derechos. No puede justificarse la violación de un derecho (supongamos el derecho a la identidad) para satisfacer otro (libertad de prensa). La libertad de prensa no es un fin que justifique los medios.

Digámoslo claramente: la libertad de expresión no es un fuero, un privilegio de los periodistas, sino un derecho de todos. Los periodistas suelen experimentar la libertad de prensa como una “patente de corso”. Algunos periodistas creen que los constituyentes le dieron un “cheque en blanco” para decir lo que se les canta y que nunca tienen que rendir cuentas por lo que dijeron.

Ahora bien, si no hay que acotar la libertad de expresión a la libertad de prensa, eso quiere decir que la labor periodística no es un problema que incumbe sólo a los periodistas o las empresas que contratan sus servicios. Si en la libertad de expresión está en juego el debate colectivo que necesita cualquier democracia, el modo de contar los hechos no atañe exclusivamente a los periodistas o sus editores responsables. También a nosotros –como ciudadanos– nos interesa cómo se escribe una noticia. Y nos interesa porque el derecho a la libertad de expresión en el siglo XXI, enmarcado en el derecho a la comunicación, abarca el derecho a publicar las ideas y opiniones sin censura previa, pero también el derecho a ser informado, a no ser manipulado o desinformado, y el derecho a no ser molestado cuando otros están informando.

No estamos hablando del contenido, sino de las formas y, sobre todo, de los procedimientos que se activan para contar una noticia. No se trata de decirle al periodista qué tiene que decir, sino cómo decirlo. Pensar entre todos los mecanismos que adecuen la libertad de prensa, al derecho a la intimidad, el derecho a la personalidad, a la imagen propia, el derecho a la protección de los datos personales, el derecho a la identidad, a los derechos del niño, de la mujeres, etcétera.

La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es el punto de partida para la democratización de los medios, pero sólo el punto de partida. Así como la desmonopolización no garantiza el pluralismo (aunque crea indudables y mejores condiciones), tampoco determina un buen quehacer informativo con responsabilidad social. El periodismo comprometido con valores sociales democráticos y respetuosos de los derechos humanos sigue siendo una tarea pendiente, un debate que nos incluye a todas y todos.

* Profesor de Derecho a la Información UNQ, autor de Contra la prensa y Justicia mediática.

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