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martes, 19 de marzo de 2013

.03.2013 |
EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI
El columnista de adlatina.com se refiere al tema del momento: la llegada del nuevo Papa Francisco, y sostiene: "Los gestos que ha tenido el Papa Francisco no hay que tomarlos como meras expresiones de un Papa informal, y que hace de la humildad, la sencillez y la austeridad los rasgos capitales de su personalidad y misión en la Iglesia. Tenemos, por primera vez en mucho tiempo, un Papa que es un espontáneo y consumado comunicador, que a través de las palabras y los gestos llega fuertemente al cerebro y el corazón de las personas de todo el planeta".
  • “Tenemos la fortuna de tener un Papa que no solamente es argentino, sino también un excelente comunicador. Aprendamos de él los comunicadores y tratemos de emularlo”.
  • “A Francisco le basta la ayuda natural de un rostro expresivo y modales cautivantes”, sostiene Borrini sobre el Papa argentino.
  • “Tenemos la fortuna de tener un Papa que no solamente es argentino, sino también un excelente comunicador. Aprendamos de él los comunicadores y tratemos de emularlo”.
  • “A Francisco le basta la ayuda natural de un rostro expresivo y modales cautivantes”, sostiene Borrini sobre el Papa argentino.
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El Papa Francisco ve el periodismo como un “vecino de la Iglesia”, por eso no debe extrañar que haya incluido la bondad en la tríada de la buena práctica de la comunicación, junto con la verdad y la belleza.
Pero más allá de estos ideales, y de proclamar que “el rol de los medios es indispensable para el mundo”, el Papa dio, en su primera conferencia de prensa ante 5000 periodistas, llegados de más de 80 países, una verdadera clase magistral sobre la profesión y se ganó el aplauso de profesionales que en el desempeño de su profesión se caracterizan por su cautela, desconfianza y escepticismo, convertidas en recursos defensivos para mantener su independencia de criterio en ambientes hostiles.
Se ganó la primera aprobación cuando, de entrada, les dijo “¡Cómo han trabajado en estos días!”. La audiencia pareció entonces relajarse y reaccionar como lo habían hecho las personas que estaban pendientes de la fumata blanca en la Plaza San Pedro, y esperaban ansiosas la presencia del nuevo Papa en el balcón. Como uno más de sus fieles, dijo “Buenas tardes”, pidió que rezaran ellos por él e hizo una risueña alusión acerca de lo lejos que sus hermanos cardenales habían ido a buscar al nuevo jefe.
No se deben tomar estos gestos como meras expresiones de un Papa informal, y que hace de la humildad, la sencillez y la austeridad los rasgos capitales de su personalidad y misión en la Iglesia. Tenemos, por primera vez en mucho tiempo, un Papa que es un espontáneo y consumado comunicador, que a través de las palabras y los gestos llega fuertemente al cerebro y el corazón de las personas de todo el planeta.
Sin desearlo, está hecho para la cercanía de las cámaras de televisión, culpables de haber debilitado y aún destruido a tanta celebridad superficial que las busca con ansiedad. A Francisco le basta la ayuda natural de un rostro expresivo y modales cautivantes. Las cámaras lo adoran; desde su rostro amable, se deslizan por su modesta cruz de cura hasta los zapatones rústicos de caminante. Pero no lo alteran; como cardenal, no las buscó en el metro, el colectivo o las calles de Buenos Aires en las que solían detectarlo los curiosos.
Dicen que las cámaras se han vuelto con el tiempo y el oficio tan independientes que ya no esperan las órdenes del operador. Están allí, en vela, siempre atentas a una acción inesperada en un estudio, un estadio o en la calle. El fenómeno Francisco es otra prueba de un romance que, esperamos, no sea superficial ni pasajero.
Pero lo que más me impresionó de la conferencia de prensa del Papa fue su sentido de la primicia, la sal de la noticia y de la información periodística y acaso también de la publicitaria. Esas reiteradas confesiones de sucesos íntimos, como las que hizo sobre los secretos no revelados de la elección, y esa sorprendente alusión al consejo de un colega para que eligiera llamarse Clemente, “para vengarse de Clemente XIV, que había abolido a la Compañía de Jesús”, pueden ser consideradas como manifestaciones de su sinceridad y sentido del humor, pero para mí señalan algo más: un inusual sentido de la primicia, la novedad, lo que no se sabía hasta ese momento. Lo que siempre quieren oír los periodistas.
Tenemos la fortuna de tener un Papa que no solamente es argentino, sino también un excelente comunicador, virtud nada marginal en una época en la que el saber escuchar y responder con “la verdad, la bondad y la belleza” es esencial para los líderes de cualquier institución, y no solamente de las terrenales, sino también de las celestiales. Aprendamos de él los comunicadores, y tratemos de emularlo. Es una oportunidad inesperada, que nos vino “de arriba”, en más de un sentido, y que nadie debería desaprovechar.

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