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miércoles, 14 de septiembre de 2011

medios


MEDIOS Y COMUNICACION

Periodismo que invisibiliza

Darío Aranda reflexiona sobre el comportamiento de los grandes medios de comunicación y los periodistas acerca de la invisibilización de la opinión de campesinos e indígenas.

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Por Darío Aranda

Medios de comunicación “independientes” y opositores, de un lado. “Militantes” y oficialistas, del otro. En ese maniqueísmo se ha transformado buena parte de los grandes medios de comunicación. Ambos denuncian, y silencian, según sus conveniencias económicas y políticas.

El proyecto de ley para regular la venta de tierras a extranjeros se suma a la lista de ejemplos que deja en evidencia a los grandes medios. El primer grupo publica editoriales y otorga espacios a quienes se oponen a regular la extranjerización porque, afirman, se estaría por “violar” la Constitución nacional. Desde la otra vereda se resalta el proyecto de ley como una gran cruzada nacional, casi presentada como si fuera la reforma agraria.

Es llamativo que, salvo excepciones, los periodistas de los grandes medios no consulten a un actor fundamental del territorio: campesinos y pueblos originarios.

Dirigencia política y formadores de opinión invisibilizan a los sectores populares de la Argentina rural. Influyen el desconocimiento o la discriminación de clase (o un poco de ambos). O, quizá, se los evita porque campesinos y pueblos originarios son quienes más claramente pueden dejar al descubierto que la extranjerización de tierras no es un problema central de Argentina, sino que el origen de sus pesares está en el modelo extractivo que es política de Estado, y donde agronegocios, megaminería, forestales y petroleras (sólo sus caras más famosas) cuentan con permanente apoyo mediático y gubernamental.

Pocos pueden oponerse a legislar sobre la venta de tierras a extranjeros. Mucho menos se opondrán quienes impulsan el actual modelo agropecuario, porque una ley de ese tipo no afecta ningún interés de los ganadores del modelo.

Regular la extranjerización de tierras no combate el corazón de la injusticia rural: la concentración de la tierra. Datos duros del INTA: el 2 por ciento de las explotaciones agropecuarias controla la mitad de la tierra del país. Mientras que el 57 por ciento de las chacras cuenta sólo con el 3 por ciento de la tierra.

Empresarios y gobiernos extranjeros no necesitan comprar tierras de Argentina para explotarlas según su necesidad.

El gobierno de Río Negro firmó en octubre de 2010 un acuerdo con China para sembrar 240 mil hectáreas. El gobierno de Chaco firmó un acuerdo en febrero último con un “fondo inversor” de Arabia Saudita para que explote 200 mil hectáreas del Impenetrable.

También son extranjeros, y no verán afectados sus intereses, empresas mineras, petroleras y forestales que controlan amplias extensiones de territorio nacional.

El principal problema de campesinos e indígenas no es la extranjerización, sino el modelo agropecuario. En 2001 se sembraron en Argentina 10 millones de hectáreas con soja. En 2010 se llegó al record de 19 millones de hectáreas, el 56 por ciento de la tierra cultivada.

El Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI-Vía Campesina) estima un piso de 200 mil familias rurales expulsadas por el avance sojero. Las topadoras suelen estar al servicio de empresarios que –la gran mayoría de las veces– son argentinos.

El Plan Estratégico Agroalimentario (PEA) planifica la política agropecuaria para los próximos nueve años. Y logró lo que ninguna otra iniciativa kirchnerista había logrado: obtuvo el apoyo (o al menos la ausencia de críticas) de medios opositores y también de medios oficialistas.

El PEA impulsa aumentar la producción granaria un 60 por ciento en los próximos nueve años. Llama la atención que los periodistas que durante la 125 tanto cuestionaron la sojización ahora no hayan alertado sobre el aumento de desalojos, desmontes y del uso masivo de agrotóxicos que provocará lo pautado en el PEA. Una premisa básica del periodismo es no ocultar la realidad. Los “daños colaterales” de la “Argentina líder agroalimentaria” (eslogan del PEA) recaerá sobre los sectores populares del campo argentino. A pesar de ello, la gran mayoría de los periodistas de grandes medios publicitan el PEA como un hecho auspicioso y, como de costumbre, ignoran a campesinos y pueblos originarios.

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MEDIOS Y COMUNICACION

La formación del comunicador

Ante los desafíos de la era digital, Elio Salcedo advierte sobre la formación de los comunicadores y la necesidad de atender más concretamente a la figura del emisor.

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Por Elio Noé Salcedo *

A propósito de las palabras de la coordinadora del Programa Polos Audiovisuales Tecnológicos, Eva Piwowarski (La Ventana 30/08/11), sobre el fomento a la capacitación, actualización de perfiles técnicos y artísticos, investigación y desarrollo de nuevos formatos, quisiera hacer algunas reflexiones sobre la formación de los comunicadores televisivos en particular.

Sin duda, la calidad no está reñida con la democratización de los medios de comunicación que promueve la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. De hecho, los artículos 154 y 155 plantean la institucionalización de la formación de los locutores a través del Instituto Superior de Enseñanza de Radiodifusión, federalizado en 1989. Y aunque la ley no plantea nada en relación con la formación de comunicadores en las carreras de Comunicación, es bueno reflexionar sobre aspectos que hacen a la formación de quienes alcanza las generales de la ley, es decir, de todos los que hacen o harán uso del derecho a la comunicación, en este caso a través de la televisión (académicos, actores sociales, miembros de la comunidad).

En efecto, la comprensión de la función primordial del emisor en la comunicación televisiva resulta fundamental para comenzar a encarar “la capacitación y la actualización de los perfiles técnicos y artísticos” de quienes participan en la comunicación televisiva y en particular de presentadores, conductores y animadores de televisión.

Los estudios de comunicación han puesto énfasis en diversos objetos, dejando de lado al emisor del mensaje televisivo, sujeto de la comunicación junto con el receptor. Han desterrado así de los estudios y de la formación académica la consideración de las competencias comunicativas del emisor como “constructor de la realidad social”, construcción de sentido que se realiza justamente “mediante la acción de las prácticas productivas y de las rutinas organizativas” de la profesión, como señalara G. Grossi.

La subestimación de ese aspecto esencial de la comunicación y de las competencias comunicativas del comunicador importa desconocimiento de la importancia del comunicador en la comunicación televisiva tanto como incomprensión de la función de la palabra (y de la voz del comunicador), de los recursos paraverbales e incluso de la imagen y de los códigos no verbales del emisor en la comunicación por TV. Ni sociología ni semiótica, comunicación propiamente dicha o pragmática de la comunicación. ¿No resultan acaso las competencias comunicativas factores decisivos del proceso de comunicación?

En TV, el comunicador/a –locutor de cámara o en off, presentador, conductor, animador, periodista– es un factor primario y primordial de la comunicación. Además de privilegiado emisor, es a la vez uno de sus principales canales de comunicación, cuando no parte esencial del mensaje en el sentido del que hablaba Francisco Gutiérrez: “Lo comunicado está también en la comunicación”. El comunicador/a es a la vez el mensaje.

El comunicador/a televisivo no sólo comunica con la voz, sino con toda su persona, con su estilo y personalidad. Es el canal más simple, efectivo, eficiente y eficaz para comunicar un mensaje. Como conductor, columnista, presentador de noticias o reportero, es en algunos casos el formato: forma de expresión y del contenido del mensaje a la vez.

No existe ninguna duda de que la comunicación de un mensaje mejora con la calidad o excelencia de la emisión, y ésta con la calidad o excelencia del emisor. La calidad de lo comunicado/enunciado va de la mano de la calidad de la comunicación/enunciación.

Una buena emisión mejora la posibilidad de recepción, y sin buena recepción no hay comunicación (el mensaje no es lo comunicado, sino lo entendido por el receptor). Una buena comunicación implica respeto irrestricto al receptor y destinatario del mensaje. Una buena comunicación empieza por un buen comunicador. Un buen comunicador es, ya, un buen mensaje.

Tal vez sea necesario dejar atrás esa suerte de “cientificismo” que pone énfasis en la comunicación in abstracto, para encarar en esta nueva etapa estudios más serios y concretos sobre el emisor y el acto de comunicación en sí, y a partir de ese punto de inicio ensayar nuevos formatos televisivos, como lo venimos haciendo en el Ciicap de San Juan, instituto adscripto al ISER.

* Docente investigador de la UNSJ. Profesor de Práctica Integral de Televisión en el Ciicap (San Juan), adscripto al ISER.


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