MEDIOS Y COMUNICACION
Periodismo que invisibiliza
Darío Aranda reflexiona sobre el comportamiento de los
grandes medios de comunicación y los periodistas acerca de la invisibilización
de la opinión de campesinos e indígenas.
Medios de comunicación “independientes”
y opositores, de un lado. “Militantes” y oficialistas, del otro. En ese
maniqueísmo se ha transformado buena parte de los grandes medios de
comunicación. Ambos denuncian, y silencian, según sus conveniencias económicas
y políticas.
El proyecto de ley para regular la venta
de tierras a extranjeros se suma a la lista de ejemplos que deja en evidencia a
los grandes medios. El primer grupo publica editoriales y otorga espacios a
quienes se oponen a regular la extranjerización porque, afirman, se estaría por
“violar” la Constitución nacional. Desde la otra vereda se resalta el proyecto
de ley como una gran cruzada nacional, casi presentada como si fuera la reforma
agraria.
Es llamativo que, salvo excepciones, los
periodistas de los grandes medios no consulten a un actor fundamental del
territorio: campesinos y pueblos originarios.
Dirigencia política y formadores de
opinión invisibilizan a los sectores populares de la Argentina rural. Influyen
el desconocimiento o la discriminación de clase (o un poco de ambos). O, quizá,
se los evita porque campesinos y pueblos originarios son quienes más claramente
pueden dejar al descubierto que la extranjerización de tierras no es un
problema central de Argentina, sino que el origen de sus pesares está en el modelo
extractivo que es política de Estado, y donde agronegocios, megaminería,
forestales y petroleras (sólo sus caras más famosas) cuentan con permanente
apoyo mediático y gubernamental.
Pocos pueden oponerse a legislar sobre la
venta de tierras a extranjeros. Mucho menos se opondrán quienes impulsan el
actual modelo agropecuario, porque una ley de ese tipo no afecta ningún interés
de los ganadores del modelo.
Regular la extranjerización de tierras no
combate el corazón de la injusticia rural: la concentración de la tierra. Datos
duros del INTA: el 2 por ciento de las explotaciones agropecuarias controla la
mitad de la tierra del país. Mientras que el 57 por ciento de las chacras
cuenta sólo con el 3 por ciento de la tierra.
Empresarios y gobiernos extranjeros no
necesitan comprar tierras de Argentina para explotarlas según su necesidad.
El gobierno de Río Negro firmó en octubre
de 2010 un acuerdo con China para sembrar 240 mil hectáreas. El gobierno de
Chaco firmó un acuerdo en febrero último con un “fondo inversor” de Arabia
Saudita para que explote 200 mil hectáreas del Impenetrable.
También son extranjeros, y no verán
afectados sus intereses, empresas mineras, petroleras y forestales que
controlan amplias extensiones de territorio nacional.
El principal problema de campesinos e
indígenas no es la extranjerización, sino el modelo agropecuario. En 2001 se
sembraron en Argentina 10 millones de hectáreas con soja. En 2010 se llegó al
record de 19 millones de hectáreas, el 56 por ciento de la tierra cultivada.
El Movimiento Nacional Campesino Indígena
(MNCI-Vía Campesina) estima un piso de 200 mil familias rurales expulsadas por
el avance sojero. Las topadoras suelen estar al servicio de empresarios que –la
gran mayoría de las veces– son argentinos.
El Plan Estratégico Agroalimentario (PEA)
planifica la política agropecuaria para los próximos nueve años. Y logró lo que
ninguna otra iniciativa kirchnerista había logrado: obtuvo el apoyo (o al menos
la ausencia de críticas) de medios opositores y también de medios oficialistas.
El PEA impulsa aumentar la producción
granaria un 60 por ciento en los próximos nueve años. Llama la atención que los
periodistas que durante la 125 tanto cuestionaron la sojización ahora no hayan
alertado sobre el aumento de desalojos, desmontes y del uso masivo de
agrotóxicos que provocará lo pautado en el PEA. Una premisa básica del
periodismo es no ocultar la realidad. Los “daños colaterales” de la “Argentina
líder agroalimentaria” (eslogan del PEA) recaerá sobre los sectores populares
del campo argentino. A pesar de ello, la gran mayoría de los periodistas de
grandes medios publicitan el PEA como un hecho auspicioso y, como de costumbre,
ignoran a campesinos y pueblos originarios.
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MEDIOS Y COMUNICACION
La formación del comunicador
Ante los desafíos de la era digital, Elio Salcedo
advierte sobre la formación de los comunicadores y la necesidad de atender más
concretamente a la figura del emisor.
A propósito de las
palabras de la coordinadora del Programa Polos Audiovisuales Tecnológicos, Eva
Piwowarski (La Ventana 30/08/11), sobre el fomento a la capacitación,
actualización de perfiles técnicos y artísticos, investigación y desarrollo de
nuevos formatos, quisiera hacer algunas reflexiones sobre la formación de los
comunicadores televisivos en particular.
Sin duda, la calidad no está reñida con la
democratización de los medios de comunicación que promueve la nueva Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual. De hecho, los artículos 154 y 155
plantean la institucionalización de la formación de los locutores a través del
Instituto Superior de Enseñanza de Radiodifusión, federalizado en 1989. Y
aunque la ley no plantea nada en relación con la formación de comunicadores en
las carreras de Comunicación, es bueno reflexionar sobre aspectos que hacen a
la formación de quienes alcanza las generales de la ley, es decir, de todos los
que hacen o harán uso del derecho a la comunicación, en este caso a través de
la televisión (académicos, actores sociales, miembros de la comunidad).
En efecto, la comprensión de la función
primordial del emisor en la comunicación televisiva resulta fundamental para
comenzar a encarar “la capacitación y la actualización de los perfiles técnicos
y artísticos” de quienes participan en la comunicación televisiva y en
particular de presentadores, conductores y animadores de televisión.
Los estudios de comunicación han puesto
énfasis en diversos objetos, dejando de lado al emisor del mensaje televisivo,
sujeto de la comunicación junto con el receptor. Han desterrado así de los
estudios y de la formación académica la consideración de las competencias
comunicativas del emisor como “constructor de la realidad social”, construcción
de sentido que se realiza justamente “mediante la acción de las prácticas
productivas y de las rutinas organizativas” de la profesión, como señalara G.
Grossi.
La subestimación de ese aspecto esencial
de la comunicación y de las competencias comunicativas del comunicador importa
desconocimiento de la importancia del comunicador en la comunicación televisiva
tanto como incomprensión de la función de la palabra (y de la voz del
comunicador), de los recursos paraverbales e incluso de la imagen y de los
códigos no verbales del emisor en la comunicación por TV. Ni sociología ni
semiótica, comunicación propiamente dicha o pragmática de la comunicación. ¿No
resultan acaso las competencias comunicativas factores decisivos del proceso de
comunicación?
En TV, el comunicador/a –locutor de cámara
o en off, presentador, conductor, animador, periodista– es un factor primario y
primordial de la comunicación. Además de privilegiado emisor, es a la vez uno
de sus principales canales de comunicación, cuando no parte esencial del
mensaje en el sentido del que hablaba Francisco Gutiérrez: “Lo comunicado está
también en la comunicación”. El comunicador/a es a la vez el mensaje.
El comunicador/a televisivo no sólo
comunica con la voz, sino con toda su persona, con su estilo y personalidad. Es
el canal más simple, efectivo, eficiente y eficaz para comunicar un mensaje.
Como conductor, columnista, presentador de noticias o reportero, es en algunos
casos el formato: forma de expresión y del contenido del mensaje a la vez.
No existe ninguna duda de que la
comunicación de un mensaje mejora con la calidad o excelencia de la emisión, y
ésta con la calidad o excelencia del emisor. La calidad de lo comunicado/enunciado
va de la mano de la calidad de la comunicación/enunciación.
Una buena emisión mejora la posibilidad de
recepción, y sin buena recepción no hay comunicación (el mensaje no es lo
comunicado, sino lo entendido por el receptor). Una buena comunicación implica
respeto irrestricto al receptor y destinatario del mensaje. Una buena
comunicación empieza por un buen comunicador. Un buen comunicador es, ya, un
buen mensaje.
Tal vez sea necesario dejar atrás esa
suerte de “cientificismo” que pone énfasis en la comunicación in abstracto,
para encarar en esta nueva etapa estudios más serios y concretos sobre el
emisor y el acto de comunicación en sí, y a partir de ese punto de inicio
ensayar nuevos formatos televisivos, como lo venimos haciendo en el Ciicap de San
Juan, instituto adscripto al ISER.
* Docente investigador
de la UNSJ. Profesor de Práctica Integral de Televisión en el Ciicap (San
Juan), adscripto al ISER.
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