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martes, 7 de junio de 2011

GLOBAL | EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI

El inodoro en el living


Puede ser la revancha del inodoro, tanto tiempo encerrado en el baño y sin asomar en la publicidad a lo largo de un siglo. En una sociedad más formal, cuando las tandas televisivas no podían juntar alimentos con papel higiénico y con detergentes por temor al contagio, nadie se atrevía siquiera a sacarlo de su escondite; luego todo se flexibilizó pero aún así el inodoro tampoco tuvo chances de competir abiertamente con los demás productos.
  • FotoBorrini: "Desde hace algún tiempo, el futuro del baño y del inodoro está ligado también a la insistente prédica de los nuevos yogures con propiedades laxantes que alaban las mujeres en la publicidad del sector".

Quizá lo primero a analizar es el término “escondite” aplicado al baño. Lo fue, es verdad, durante mucho tiempo. Un sitio que en las viviendas y en los hoteles más pobres ni siquiera formaba parte de la casa principal; en las pensiones era colectivo y estaba al final de un pasillo, como con vergüenza. En la época de oro del cine de Hollywood, el baño no se mencionaba para nada, no existía, salvo en alguna comedia disparatada.
Recién en El Padrino (1972) una de sus escenas clave transcurre en el baño, cuando Michael Corleone se apresta a realizar, en en un restaurante italiano, la doble ejecución de un mafioso traidor y de su cómplice, el jefe de policía. Pide permiso para ir al baño, donde sobre el depósito de agua del inodoro lo agurda la pistola con la que, a la vista de todos, concreta su propósito.
Hoy el baño es un sitio respetable; un lugar para la lectura y las conversaciones comerciales y familiares por el celular. El baño se ha convertido en una “terminal de la cadena de las comunicaciones”, como dice Bruce Feiler en un ensayo titulado “En el baño, papel y charla” y publicado en el NYT.
Pero volvamos al inodoro, tema central de este comentario. Quizá fue el inolvidable Fontanarrosa el primero en sacarlo del baño, risueñamente, al bautizar a su popular personaje Inodoro Pereyra. Pero de pronto, hace nada más que unos meses, el inodoro saltó publicitariamente del excusado al living. Un viaje muy corto, en verdad, pero significativo.
Fueron los artículos de limpieza los impulsores de la hazaña. Primero, si recuerdo bien, fue un detergente específico, Harpic; los publicitarios crearon el personaje de una promotora que pide permiso a un ama de casa para entrar y mostrarle cómo actúa un producto más eficaz para una limpieza a fondo del artefacto en cuestión, Harpic. Por una licencia poética de la publicidad, la dueña la deja entrar, cándidamente, pese a las precauciones que todos tomamos en vista de la inseguridad reinante.
Pero no tardaría en meterse en el baño uno de los superhéroes internacionales del consumo, Mr. Músculo, esta vez al servicio de otro producto de SC Johnson, los Discos Activos, bajo el eslogan “La innovación en higiene para el inodoro”. Lo nuevo consiste en que los discos no requieren canastas y, además, evitan el contacto humano con el inodoro. Los discos activos quedan adheridos a las paredes del artefacto; se autoconsumen con cada descarga.
Desde hace algún tiempo, el futuro del baño y del inodoro está ligado también a la insistente prédica de los nuevos yogures con propiedades laxantes que alaban las mujeres en la publicidad del sector. Cada vez se conversa más libremente, entre mujeres presuntamente estreñidas (nunca entre hombres), esta intimidad. Están en su derecho, aunque quizá habría que tener en cuenta los horarios.
En su ascenso social el baño, inodoro incluído, se ha convertiro en blanco de las ironías y el humor de los más serios sociólogos y psicologos. Michael T Sykes, del Instituto de Investigación Scripps de California, lanzó en 1995 un sitio llamado Centro Internacional para la Etiqueta en el Baño, en el que opina que está totalmente en desacuerdo con utilizar el celular en un baño público, salvo en emergencias como un inminente parto de su esposa. En el hogar, en cambio, lo aprueba, en tanto el interlocutor no lo sepa o no se ofenda. “No lo recomendaría para hablar con su abuela, pero con un hermano o un amigo, ¿por qué no?”. Y concluye: “Si tiene dudas, no tire la cadena mientras está hablando”.
Higienol acaba de terciar en el tema con la hilarante sitcom “Baño ajeno”, en la que asegura que “En el baño todo puede pasar. Todo… menos quedarse sin papel higiénico”. Debe ser, en efecto, lo único absolutamente imprescindible…, aparte del teléfono celular, de los diarios, las revistas e incluso los libros.
Como diría Sykes, voto por el baño multimedia.

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