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domingo, 14 de junio de 2009

tendencias electorales: el primer voto


Mi primer voto
Cómo ven el futuro del pais los jovenes que en dos semanas debutaran en las urnas
Nacieron al comienzo de los años 90. Eran niños cuando la política comenzaba a dejar comités y otros ámbitos tradicionales para convertirse en algo cada vez más televisivo, supuestamente liviano, incluso farandulesco. Seguían siendo niños cuando cacerolas, manifestaciones y el exasperado "Que se vayan todos" pusieron sobre la mesa mucho hartazgo y también la inquietante percepción de estar al borde del abismo. Se los suele criticar por falta de compromiso, desinformación, ausencia de ideales. Pero, convengamos, la sociedad en la que viven no es precisamente un ejemplo de madurez y responsabilidad cívica.
Tienen entre 18 y 20 años. Votarán por primera vez el 28 de junio. Algunos recién comienzan a paladear el gusto de la vida adulta. Otros, marcados por realidades mucho más duras, hace rato que saben lo que es pelear la existencia día a día. A fines de este mes todos ingresarán -con mayor o menor conciencia- al tan denostado juego de lo político. "No manifiestan desinterés por lo que pasa en el país y muestran un fuerte arraigo cultural, una gran lealtad con lo argentino -explica la investigadora Miriam Kriger, desestimando la supuesta apatía adolescente-. Lo que tienen es un claro rechazo a la política." Doctorada en Ciencias Sociales en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Kriger trabaja en un libro sobre educación escolar y formación política cuyas conclusiones permiten aproximarse a la realidad de muchos de los jóvenes que debutarán en las urnas este año. "La cuestión es que ciudadanía y política son dos cosas que están muy pegadas -continúa-. Hay un punto de encuentro que es la representación. En las democracias que conocemos, de la Revolución Francesa para acá, el ciudadano es aquel que delega su soberanía, no el que la ejerce. Cuando hay una falla en la representación, hay un problema grave. Y cuando ya se habla de crisis de representación, el problema es aún más grave." El fenómeno no es exclusivo de la Argentina. Lo que en el mundo sociológico se conoce como crisis de la representación política afecta al mundo occidental desde las últimas décadas del siglo XX. Un desinterés por la política que alcanza dimensiones globales, y que algunos estudios vinculan con el neoliberalismo y la promoción de un individualismo feroz. "El individuo es el enemigo número uno del ciudadano, sugería De Toc­queville -escribe Zygmunt Bauman en Modernidad líquida-. El ciudadano es una persona inclinada a procurar su propio bienestar a través del bienestar de su ciudad, mientras que el individuo tiende a la pasividad, el escepticismo y la desconfianza hacia la «causa común», la «sociedad buena» o la «sociedad justa». Sin embargo, entre los jóvenes argentinos el rechazo por la política parece coexistir con el deseo de contribuir a una mejor sociedad: "Así como para ellos la política es un ideal negativo, la ciudadanía es un ideal positivo -comenta Kriger-. Esa es la paradoja que coloca en jaque a toda la sociedad: cómo se llegó a este punto en que la política se percibe como algo que mancha con sólo entrar en contacto con ella".
Creada en 2006 con el objetivo de promover el pleno ejercicio de la ciudadanía, la Plataforma Federal de Juventudes (PFJA) abarca unas treinta organizaciones juveniles. Guillermo Haiuk (24), su presidente, comenta: "Para las generaciones anteriores, el votar es una conquista. En cambio, para los que hoy tenemos menos de 29 años es un derecho que se adquiere por el solo hecho de nacer. A veces parece que los más grandes piensan su voto en el marco de las grandes rivalidades nacionales. Nuestra decisión es menos dogmática y más pragmática". Una encuesta impulsada en 2007 por la PFJA indicaba que los temas que más movilizaban a los jóvenes votantes eran la posibilidad de tener un medio ambiente sustentable, vivir dignamente con sus familias y lograr un trabajo que les permitiera la independencia económica. Una encuesta realizada por la Fundación SES en los últimos meses señaló que, si bien alrededor del 43 por ciento de los jóvenes asegura que la política es el espacio más importante de transformación del país, lo que más influye en sus vidas es el esfuerzo personal y la familia. Sólo una minoría mencionó interés por incorporarse a un partido político. A la hora de optar por espacios de participación, los más elegidos fueron los grupos medioambientales, las ONG y el trabajo con minorías sociales.
Alguna vez la actitud prescindente, el voto en blanco o las impugnaciones se vivieron en los circuitos juveniles como algo transgresor y hasta simpático. Esto no sucede en la actualidad. "La crisis de representación política está haciendo agua en el mundo y estas actitudes dejan de ser un juego -asegura Kriger-. Los chicos están viviendo en un marco histórico catastrófico, y esto está muy presente en ellos. Aristóteles define la política como lo que hacen los animales lógicos: pensar el mundo y, a partir del discurso, de la representación, transformarlo. Por eso creo que va a haber un retorno a la política. No hay otra opción. Cómo lo harán estos jóvenes, no lo sé. Nosotros no lo hicimos bien. No tienen de quién aprender: éste es el desafío de su generación."
Bruno Camps (18) Estudiante de Ingeniería Química (UBA)
Futuro ingeniero químico y entusiasta de la matemática, Bruno siempre pensó que las materias humanísticas apestaban. Hasta que entró en el CBC. "Leés cosas que te abren la cabeza -admite-. Como Paulo Freire, que plantea que todos debemos tener ética en nuestras decisiones; no hay que decir algo y hacer lo opuesto. Después de haber leído eso, veo que en la tele sale un político hablando sobre las candidaturas testimoniales. Le habían dicho: «Esto no se puede hacer, no es ético», y él contestó: «No estamos hablando de ética, sino de elecciones». No podés decir eso. A ése habría que sacarlo de la política" (ver nota Esclavos de sus palabras, pág. 38). Se indigna, Bruno. Y eso que ésta no es su primera desilusión frente al mundo de la política. Estudió en el Mariano Acosta, escuela pública que, reconoce con pasión, le aportó un excelente nivel educativo. Pero también le hizo conocer el vértigo de la protesta callejera. "Estudié en la época en que hubo problemas con los techos -recuerda-. Las estructuras estaban mal hechas y se vinieron abajo, pese a que se había hecho una inversión enorme de plata. Estuve en el Centro de Estudiantes hasta segundo año, participé en marchas, y participé cuando la gente de CQC nos hizo subir a los del Acosta al tren de Puerto Madero y usarlo como aula."
-¿Cómo terminó todo?
-Con las marchas logramos cambiar cosas. A paso lento.
-¿Y qué aporte te parece que hacen los programas como CQC?
-Obviamente, los tipos tiran a los políticos abajo y tienen publicidad de agencias que, digamos, apoyan al gobierno... Se contradicen. Es esto de no hacer lo que uno dice. Pero algunas notas están bien. Es que tendría que haber un recambio en la política. Tiene que llegar gente que se plantee las cosas en serio. Que no lo hagan por la plata, sino por mejorar al país.
-¿Te parece posible algo así?
-Imposible is nothing (se ríe). Hay tantos cambios en la humanidad; algo así podría pasar tranquilamente. Yo antes veía la política como algo alejado de mí. Pero últimamente me replanteé todo y me di cuenta de que en realidad en la política se toman las decisiones que afectan a todo el pueblo, a todo el país. Nos afecta a todos.
-¿Cómo estás preparando tu voto?
-Quiero informarme más. Busqué por Internet pero no aparecen muchos datos. Mi intención es ver si las propuestas concuerdan con lo que yo pretendo que se logre.
-¿Cuáles serían esos ideales?
-Mantener la ética, hacer lo que uno dice. Habría que lograr una buena política que mejore la situación de todos en vez de estancarse en un solo sector. Quisiera que se mejore la educación pública, que es el futuro, es lo primordial. Para mí lo ideal sería que todos pudieran vivir bien, la paz total... pero sé que no es fácil.
Natalia Santamaria (18) Estudiante de Letras (UCA)
Como muchos otros de su edad, se inició en la lectura con la saga de Harry Potter. Luego vino un Chesterton. Un Cortázar. Se abrieron los diques, descubrió que la pasión por leer y escribir bien podía conjugarse con el futuro profesional y se inscribió en la carrera de Letras de la UCA. Aquí nomás, todavía tan cerca, están los recuerdos del secundario cursado en un colegio religioso de Villa Crespo. "Para mí, lo religioso es muy importante. En lo que sea que uno crea, es algo integral de la persona -explica-. Tratar de hacer las cosas bien, respetar al otro, ser caritativo. En eso, la política debería ser igual. Porque la política mayormente es servir a los demás."
-¿Por qué creés, entonces, que se desconfía tanto de los políticos?
-Me parece que por un par que haga las cosas mal no significa que esté mal toda la institución. Me acuerdo de 2001 y los cacerolazos. Fue bastante contundente. Sentí que nosotros también tenemos un peso y que más les vale a los políticos saberlo. Porque nosotros también hacemos esa diferencia; no sólo ellos. Para mí, hay esperanza en la política, si se ponen las pilas ellos y nosotros. Es un ida y vuelta.
-¿Qué sería "ponernos nosotros las pilas"?
-Que no nos hagamos los descreídos, que no desliguemos las responsabilidades. En determinado punto, el político va, está ahí, da la cara. O debería hacerlo. Pero si nosotros no cumplimos las leyes, no cuidamos ni respetamos a los otros y no reclamamos cuando algo está mal, tampoco se sostiene de nuestro lado.
-¿Tenés decidido el voto?
-Al día de hoy, no. Estoy un poco desorientada porque hasta ahora lo único que vi fue una pelea entre quién va a estar en una lista y quién no. Y tampoco necesito que me digan las cosas que ya están mal en el país, sino que me digan cómo solucionarlas. Sé que hay algunas propuestas, pero no es en lo que se concentran.
-¿Y si no te convence nadie?
-No me gustaría votar en blanco; sería un desperdicio. Una suerte de carencia. Si en realidad no hay nada, ni siquiera el mal menor... es que estaríamos muy mal.
-Qué suponés que se espera de tu generación?
-No me gusta la frase "los jóvenes son el futuro". Los jóvenes no somos el futuro: somos un presente. No podemos hacer algo para el futuro si no se nos educa, si hay adultos que siguen actuando como chicos. ¿Qué esperan de nosotros? No podemos arreglar todas las cosas que nos están dejando. El país no se hace de a uno, nada se hace de a uno. Si no se construye desde el vamos, no pueden esperar que nosotros hagamos bien todo. Si se nos cría en determinadas situaciones, ¿cómo esperan que actuemos de otra manera? Que nos escuchen, para bien de todos. Y que también se escuche lo que dicen los adultos. Hay que respetar el derecho de todos.
Carlos Amanquez (19) Estudiante de Geografía (UBA)
Aunque nació en la ciudad de Buenos Aires, hasta hace poco vivió junto al mar, en San Bernardo. Quizá por eso se incorporó al Movimiento Agua y Juventud, organización internacional que nació en la Argentina en 2007 y propugna que el acceso al agua adquiera el rango de derecho humano. Antes perteneció a Ecoclubes, organización ambientalista, y participó en los Modelos de Naciones Unidas, proyecto que ese organismo viene impulsando en diversas escuelas secundarias del país, basado en que los chicos recreen las asambleas anuales de la ONU, representando cada uno a un país y haciéndose cargo de los discursos, negociaciones y estrategias diplomáticas. "Son espectaculares -se entusiasma Carlos-. El primer contacto con lo que podría ser una acción política. Empezar a entender qué es esto de la representación, el Estado, la ciudadanía. Porque la palabra política es buena; lo malo sería, por así decir, hacer partidismo. Pero la política la hacemos todos."
-¿Cómo te estás preparando para tu primera elección?
-Es emocionante. El otro día, en la facultad, una profesora preguntó: "Si el voto no fuera obligatorio, ¿quién de ustedes iría a votar?" En la clase éramos ochenta chicos y levantamos la mano sólo cuatro. ¿Qué importancia le brindan, entonces? Creo que es una responsabilidad enorme como argentino romper la postura individualista del "yo voto lo que yo quiero" y ver al conjunto de la sociedad, preguntarse si con ese voto uno está apoyando los intereses de todos o los de algunos. Investigar a las personas que uno vota, ver las propuestas.
-¿Sabés a quién vas a votar?
-Todavía estoy en etapa de investigación, pero ya lo tengo encaminado.
-¿Se puede decir a quién?
-El voto es secreto... (risas)
-¿Qué pensás de las críticas que se suelen hacer a los políticos?
-Hay cosas buenas y cosas malas. Pero vivimos marcando la crítica, la denuncia. A mí, los que trabajan sobre la negativa me ponen un poco incómodo. Les pediría que sean justos. Esa es la palabra. Que no se encierren en su ideología. Que se haga crítica constructiva. Porque, si no, todo se estanca. Yo no pertenezco a ningún partido, pero hago intercambio con chicos de plataformas partidarias. Es importante escuchar a los demás, tratar de articular. Lo contrario es violencia, y la violencia es dictadura.
-¿Te imaginás cómo habrá sido la vida durante la dictadura militar?
-Es difícil. Para sentirlo, tendría que haberlo pasado. El Iluminismo decía que para ser feliz hay que ser libre. La libertad es también la democracia. Y yo quiero ser feliz, tener tránsito libre, como dice la Constitución.
Juan Leguizamón (20) Cursa el Polimodal y trabaja como operario
Por Jorge Palomar
Juan extiende su brazo derecho, y señala: "¿Ves? Yo vivo allá, entre la 20 y El Pozo, casi en el medio de la villa." La villa es La Cava, en Beccar, partido de San Isidro, una de las más grandes y más antiguas del conurbano. Algo más de 13.000 personas viven allí, repartidas en veinte manzanas. La 20 y El Pozo son dos de los seis sectores, o barrios, que conforman la villa.
Hijo de un paraguayo (empleado de limpieza) y de una argentina (ama de casa), una hermana de 17 y otra de 11, Juan cursa el segundo año del polimodal nocturno, lo que le permite trabajar como "plomo" y operario para una empresa que organiza espectáculos musicales, por lo que, con suerte, embolsa unos 80 pesos por show. Con suerte, también, hará un show por semana, a veces dos. "Yo cobro por día; por lo tanto, nunca sé exactamente cuánta plata podré juntar por mes, porque la cantidad de shows varía mucho", explica con cierta resignación.
-¿Sabés para qué se va a votar el 28 de junio?
-No lo sé muy bien. Pero sí sé que es día de elecciones y tengo que ir a votar. Pero no me gusta la política.
-¿Por qué?
-Porque me parece que nadie entiende nada. Digo, ¿vos creés que algún político entiende lo que es la miseria?
-Algunos sí. No son todos iguales.
-Si vos lo decís...
-Pero igual vas a votar. ¿Te parece importante votar?
-Sí. Aunque no esté muy al tanto de todo, creo que es una obligación ir a votar.
- ¿Ya tenés pensado a quién le vas a dar tu voto?
-Todavía no.
-Pero habrá alguien que te guste más que otro...
- ...
Supongo que habrás escuchado algún discurso o entrevistas por la tele o la radio. ¿Quién es el político que más te llega con lo que dice?
-Sinceramente, nadie. No me convence nadie. El político siempre va a buscar su derecho. A mí estos tipos no me van a cambiar la vida.
-¿En tu casa se habla de política?
-Sí. Mis viejos hablan mucho de política, pero yo me aíslo. No quiero escuchar. Al principio me insistían, pero ahora no.
-¿Sabés lo que pasó en la Argentina entre 1976 y 1983?
-Bueno, eso lo tengo más o menos claro. Pasó lo de la dictadura... Algo me contaron... Me contaron que murió mucha gente, y eso. Nada más.
-¿Cómo te imaginás la Argentina dentro de veinte años?
-Igual que ahora. ¿Por qué habrían de cambiar las cosas?
-Volviendo al tema: ni idea todavía por quién vas a votar...
-No. Todavía no me cayó la ficha.
Alejandra Inés Lugo (18) Trabaja en la cooperativa la juanita, del MTD
Los últimos años no fueron fáciles para Alejandra. Un embarazo, el forzoso abandono de los estudios secundarios, la convivencia con el padre de su hijo -un chico de su misma edad con problemas de adicción-. Uno tras otro, los hechos se le volvían en contra. "Yo vivía en Virrey del Pino, en un barrio bastante precario, donde la gente está acostumbrada a los planes asistenciales -cuenta-. Allá todo es muy difícil. Uno cree que no tiene otra salida que sentarse y esperar el día a día. Llega un momento en que te sentís muy incapaz. Te estancás."
Pero Alejandra es nieta de Héctor "Toti" Flores, uno de los fundadores de La Juanita, cooperativa creada en Laferrère hace más de siete años, luego de que el Movimiento de Trabajadores Desocupados de La Matanza (MTD) decidiera no aceptar los planes asistenciales ofrecidos por el gobierno. Allí funcionan una panadería, un jardín de infantes, un taller textil, otro de reciclado y una considerable oferta de cursos (idiomas, apoyo escolar). Ese lugar es hoy la plataforma de una red familiar que culminó rescatándola. "Ahora estoy acá, vivo con mi tía y estoy trabajando", dice, mientras señala la panadería donde realiza tareas administrativas y ayuda con la producción de mercadería. También cuenta que está haciendo uno de los cursos de reciclado de PC que se dictan en La Juanita y el año que viene piensa volver a la escuela. Junto a ella, instalado en su cochecito y durmiendo con esa placidez que sólo ellos poseen, descansa Jeremías, su hijito de un año. "Me gustaría que mi hijo, mi nieto, vivan un cambio real -se emociona-. Porque hay una desigualdad increíble."
-¿Pensás que al votar podrás lograr algo de eso?
-Es una responsabilidad. Más allá de que sé que mi voto no cambiará mucho las cosas porque no creo que los políticos que están ahora cambien mucho. Son procesos que llevan mucho tiempo.
-¿Votarías en blanco?
-No, aunque todavía no sé muy bien a quién elegir. No hay mucha variedad; son todos bastante iguales; es difícil informarse. Pero no hay que perdérselo. Cuando uno vota, hace valer su derecho, está aportando algo. Votar en blanco es perderte la oportunidad de decir a alguien que querés algo.
-¿Qué les pedirías a los políticos?
-Que miren todo lo que hay, todo lo que pueden llegar a hacer y no están haciendo. Necesitamos que nos den oportunidades, que nos enseñen a trabajar, no que nos den un poco de plata para estar sentados. Que se acerquen a la gente y no mientan.
-¿Por qué te parece que harían eso: mentir, no ver a los otros?
-Creo que para hacer algo uno se tiene que subir al poder. Pero el poder corrompe. Y la gente se encierra y no le importan las otras personas. Uno tiene que saber bien lo que quiere hacer y esforzarse para lograrlo. Convencerse de que quiere hacer algo por los demás, no por sí mismo.
-¿Cuáles son tu mayor temor y tu mayor esperanza?
-No creo que en esta elección vaya a haber un cambio. Ni el año que viene ni el otro. Pero tengo la esperanza de que otros chicos, más adelante, puedan vivir mejor. El temor sería que pese a tanto esfuerzo esto no cambie más.
Eugenio Ceraolo (19) Estudiante de Ciencias Económicas (UBA)
"Norteamericano", lo llamaban. "Es que allá somos todos norteamericanos. Como acá son todos chinos", se ríe Eugenio Ceraolo, nacido en Buenos Aires hace 19 años, criado y escolarizado en Japón entre los 5 y los 14. "Mi mamá, que es antropóloga, había ganado una beca que daba el Ministerio de Educación del Japón y nos fuimos todos para allá", explica. En este momento, Eugenio estudia Ciencias Económicas en la UBA y asegura estar "argentinizado". Pero no siempre fue así. "Cuando volví, fue raro -rememora-. Yo venía de una cultura muy distinta a la de acá; era otra persona. Totalmente japonés (risas)."
-¿En qué sentido eras japonés?
-Principalmente, era más correcto.
Cordialidad. Orden. Formalidad. En ese clima vivió a partir del jardín de infantes. En ese clima vivía cuando, a los 11 años, vino con sus padres en visita breve a la Argentina. Era diciembre. Diciembre de 2001: "Imaginate lo que fue. Yo estaba en el avión, muy ansioso por llegar. Y, de repente, ver las imágenes de los saqueos, la gente corriendo por todos lados, los supermercados vacíos... ¿Dónde me estaba metiendo?" De todos modos, unos tres años después regresó definitivamente. Casi un año le llevó readaptarse a su país de origen. Pero el impacto del retorno fue quedando atrás. Y aunque sigue informado de lo que ocurre en Japón, ya se siente definitivamente "de este lado". Sensación que en breve reafirmará con el ingreso en la vida cívica.
-¿Cómo te sentís frente al 28 de junio?
-Me ilusiona porque me hace sentir protagonista. Todavía no sé a quién voy a votar. Pero sé bien a quiénes no; eso te lo puedo asegurar. Lo que pasa es que quiero estar bien informado y no elegir lo primero que se me cruce ni por el primer cartel que vea en la calle.
-¿Te considerás optimista con relación al poder del voto?
-Para serte sincero, no demasiado. He escuchado a gente que la votó a Cristina por linda. Tanta gente pasó para que estemos ahora en democracia, para que una persona termine votando a alguien por su aspecto... Es triste. Pero es verdad que no toda la gente es así. No hay que perder las esperanzas.
Eugenio no se lo toma en broma. Lee los diarios, mira programas políticos. Quiere estar informado para decidir del mejor modo posible. De familia con tradición radical, la muerte de Raúl Alfonsín lo sacudió en más de un sentido. Desde la conmoción de descubrir lágrimas en los ojos de algún familiar cercano hasta la sorpresiva manifestación de luto popular que inundó las calles de Buenos Aires por esos días. "Era medio raro que pasara algo así, teniendo en cuenta lo que los argentinos pensamos de los políticos -explica-. Creo que más que por el afecto hacia él o por sus ideas, la gente salió por lo que significaba para el pueblo argentino en general. El regreso de la democracia, el fin de la dictadura.
-¿Y vos qué pensás del "que se vayan todos"?
-Me parece que muestra la resignación argentina para con los políticos. Si esperás que se vayan todos, esperás que no venga nadie. Entonces ¿qué? La anarquía. Me gustaría que se pueda volver a creer. Que nos den una razón como para que podamos volver a creer.
Por Diana Fernández Irusta dfernandez@lanacion.com.ar
Agradecimiento: Agradecemos la colaboración del Maquetista Oscar Bonacossa. http://www.bogmaquetas.com.ar/

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