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domingo, 10 de mayo de 2009


Tendencia
La vida en pareja le gana al casamiento
Cayeron un 20% las uniones legales
Evangelina Himitian LA NACION
Los motivos son conocidos... "Para darle un marco de formalidad a nuestra relación"; "porque queremos tener hijos"; "porque ya tuvimos un hijo" o "porque el matrimonio te hace pensar a largo plazo". Y también todo lo contrario: "Porque el casamiento precipita el final de la pareja"; "porque un papel no cambia nada" o "porque le quita romanticismo a la pareja"...
Estas son algunas de las razones que argumentan las parejas para casarse o, justamente, para evitar hacerlo. Lo cierto es que en los últimos ocho años la cantidad de personas que se casaron bajó un 20 por ciento, según datos del Registro Civil porteño: en 2000, fueron 33.532 contra 26.910 en 2007, la última estadística disponible.
Sin embargo, la cantidad de parejas que deciden convivir sin pasar por un registro civil o una iglesia es una tendencia en crecimiento. La explicación de este escenario, según un estudio realizado por el Centro de Opinión de la Universidad Nacional de La Matanza es que "el 86 por ciento de los argentinos no cree en las uniones legales".
"Hace 25 años, el casamiento era el punto de partida de una familia, la estación cabecera desde donde salía el tren. Ahora, el matrimonio es una estación más, una instancia eventual que puede llegar o no en la vida de una pareja", explica Susana Torrado, titular de la cátedra de Demografía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Según la socióloga, las cifras del Registro Civil hablan de que en Buenos Aires continúa en crecimiento la cohabitación de prueba.
"Las parejas que deciden irse a vivir juntas por primera vez no se casan. Quieren probar. Hoy, la mayoría de los jóvenes que se casa lo hace después de haber tenido un hijo. Ni antes del primero ni después del segundo", apunta Torrado.
Por otra parte, un estudio de la Universidad Austral indicó que el 26 por ciento de los argentinos definió el matrimonio como "una relación basada, principalmente, en el deseo de estar juntos y, por lo tanto, puede no ser permanente"; mientras que el 68 por ciento opinó que es "una relación basada en una entrega de amor comprometida y que, en ese sentido, procurará ser permanente".
El mes pasado, en el Centro Cultural Las Moradas, de Tortuguitas, Luis Pérez Bahamonde dictó un curso llamado "Casarse... ¿para qué?". "Es cierto que cada vez se formalizan menos matrimonios ante un registro civil, pero también que la sociedad sigue eligiendo la vida en pareja como formato. Esto nos hace seguir creyendo en la vigencia del casamiento", apuntó el profesor.
En el libro The Case for Marriage, publicado en Estados Unidos, las sociólogas Linda Waite y Maggie Gallagher, analizan por qué en ese país, aunque el índice de fracasos matrimoniales es muy alto, aun así casi el 90 por ciento de los que se divorcian o se separan continúa pensando que la boda abre un camino para toda la vida. ¿Por qué se da esta contradicción? La conclusión es que el matrimonio es lo más parecido a "sacar un seguro de vida de largo alcance", dice.
"Hoy son pocos los sectores que siguen sosteniendo ideales del amor romántico. La emancipación sexual femenina ha beneficiado el cambio de códigos en el amor. Como opuesto al amor romántico, se introduce la noción de amor confluente. Las relaciones de amor se basan más en la idea de igualdad que en la complementariedad. Tienen presentes ideales democráticos, pues conciben el desarrollo personal como posible en vez del sacrificio por el otro", detalla la socióloga Gabriela Gómez Rojas, investigadora del Instituto Gino Germani, de la Universidad de Buenos Aires.
"El simbolismo de casarse, de asumir un contrato simbólico de lealtad y fidelidad, es un paso que muchas parejas no desean hacer frente a una autoridad externa, ya sea que se trate de una iglesia o del registro civil", apunta Andrés Rascovsky, presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Los mismos argumentos
Las razones que llevan a una pareja a querer casarse suelen ser las mismas que a otras las lleva a querer evitarlo. Así lo explica Cristina Castillo, docente del Centro Dos, especialista en pareja y familia. Claro que depende de la perspectiva desde la que se mire.
"Las parejas se casan por convicciones: por razones religiosas o porque ideológicamente ambos creen en la institución del matrimonio. Lo importante es que nunca sea una decisión movida por una moda, por las ganas de dar un gran festejo o impulsados porque todos los amigos de los novios ya se han casado. Tiene que ser una necesidad de los dos miembros de la pareja. Cuando se casan porque uno de los dos cede ante las presiones del otro, ese matrimonio tiene fecha de vencimiento", apunta Castillo.
En cambio, señala que muchos se casan para "formalizar su relación", para pasar en limpio su pareja o para cumplir con el sueño de constituir una familia. "Para algunos, esa instancia de convertirse en familia sobreviene con la llegada de un hijo, sin la necesidad de casarse", agrega Castillo.
Con respecto a los motivos y convicciones, un apartado del estudio que realizó el Centro de Opinión de la Universidad Nacional de La Matanza detalla que el 53 por ciento de los entrevistados manifestó que quienes se casan lo hacen para fortalecer el compromiso de la pareja; el 18%, por los derechos que se adquieren, y el 17 por ciento toma la decisión sólo por un mandato social.
En la vereda opuesta, aquellos que bregan por la soltería como estado civil permanente también dieron su opinión. El 35 por ciento de los que no creen en el matrimonio admitió no casarse, por comodidad; el 30 por ciento, por miedo al compromiso; el 12 por ciento, por cuestiones económicas y el 9 por ciento, por rebeldía contra el sistema.
Yo creo... Yo no...
Carla y Matías
"Nos casamos porque queríamos pasar en limpio la relación. Creemos que casarse reafirma la posición de cada uno en la vida. Hoy estamos los dos con el mismo anillo y no hay nadie más en el mundo que tenga otro igual. Es como decirle al otro que no te lo tomás a la ligera. Habernos casado cambió un montón de cosas entre nosotros, por suerte, para bien", dice ella.
Miguel Angel
"No me quiero casar porque vivo muy bien solo, disfruto de mi pareja, pero cada uno en su casa. Así evito los roces que, tarde o temprano, se dan cuando uno convive. Mi experiencia me dice que el matrimonio o la convivencia aceleran el desenlace de cualquier relación. Indefectiblemente, ese estadio termina desgastando la pareja y, lo que es peor, precipita la ruptura."
Florencia y Lisandro
"Quería darle un marco de formalidad a la relación, principalmente pensando en el futuro y en la llegada de los hijos. Después, si me casaba por Iglesia o no, aunque siempre quise hacerlo, no era determinante. Si había diferencias religiosas, era negociable, pero el Registro Civil, no", confiesa ella.
Gisella y Nicolás
"En casos de familias ensambladas, como la mía, casarse significa un mensaje muy claro y concreto hacia los terceros involucrados, que, en estos casos son los padres, los hijos y los ex de ambos lados. Además, el casamiento implica un cambio psicológico en cada uno, hecho que desestima aquella sensación de estar en pareja, pero con un pie afuera y otro adentro. Casarte es pensar a largo plazo."
Lorena Graff
"No me casaría porque no creo en el matrimonio. Prefiero optar por lo que yo considero un camino más difícil: elegir estar con alguien y poder elegirlo también todos los días de mi vida, sin la obligación social de tener un papel que certifique nada y que, además, condicione mi elección."

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