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jueves, 20 de noviembre de 2008

El celular y los usuarios insoportables
Bien se sabe que el teléfono celular ha cambiado el paisaje ciudadano: mucha gente parece haber supeditado todo (incluso su seguridad) ante el uso del ubicuo aparato. En esta columna, Borrini se refiere a esos cambios y a algunas de sus consecuencias.
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El autor ironiza en torno al uso del celular y sus cien variantes ciudadanas.
Como es de rigor, el detonante de nuestra columna es una serie de anuncios, en este caso los de Telecom con la promo “Línea + Aparato”. Son los primeros de líneas fijas de teléfono que veo en mucho tiempo. “En casa podés hablar más cómodo”, es el título. Esta minicampaña de medias páginas en gráfica (no sé si se hizo algo en televisión), me movió a garabatear algunos comentarios, en clave de humor, por si no se dan cuenta, producto de prolijas observaciones cotidianas.
Confieso que al principio los anuncios me causaron sorpresa; luego, cuando volví a verlos, me ocurrió lo mismo que al personaje de “La máquina del tiempo” de H.G. Wells, que podía atrasar o adelantar el reloj a voluntad, y así encontrarse con seres y objetos sorprendentes del pasado o del futuro.
¿Teléfonos fijos a esta altura del siglo XXI? Imposible. Inmediatamente pensé en todas las cosas que perderíamos si la oferta llegase a prosperar y los usuarios volvieran a hablar desde sus casas, como hace más de veinte años y por ese venerable aparato de bakelita negra, que imponía respeto y únicamente se usaba para emergencias como las llamadas al médico, los bomberos, la policía (casi nunca en aquellos tiempos más seguros) o los familiares que vivían a 100 o 200 kilómetros.
¿Cómo se verían las calles? Ni siquiera puedo imaginarlo. No podríamos enterarnos de las conversaciones privadas de los demás, ni nos daríamos vuelta innecesariamente al escuchar “Hola” a nuestras espaldas, saludo dirigido a un interlocutor invisible. El aporte al entretenimiento y el espectacúlo colectivo que hacen los adictos al celular nunca fue bien comprendido y valorado pese a ser gratuito.
El anuncio en cuestión remataba: “Todo para que hablés mejor que con el celular”. ¿Mejor? Por lo que se ve cotidianamente, nadie puede hacerlo mejor que en la vereda, sin dejar de andar y esquivando a los autos, a los paseadores de perros, a los “regalos” que dejan a su paso, a los cochecitos de bebés y a los ciclistas.
El celular convierte a los peatones en verdaderos gimnastas, dotándolos de mayor agilidad y soltura. Estamos tan acostumbrados a ver a chicos que van en moto con un celular pegado al oído que ni siquiera me llamó la atención lo que vi el otro día: una madre joven, hablando animadamente por celular mientras cruzaba la calle llevando a un chico de pocos meses en el cochecito y a otro de dos o tres años prendido al vehículo. Me dieron ganas de aplaudirla pero me contuvo un auto que venía a toda velocidad cuyo conductor estaba hablando por teléfono.
Sin celulares, la calle volvería a ser tan segura y aburrida como antes. Si uno está atento, y aún si no lo está, puede imaginar una tragedia amorosa en esa adolescente que solloza en medio de una llamada, o un desenlace violento en ese otro que grita e insulta contra su interlocutor, sin advertir que está en medio de un cruce de calles y que la gente se ha detenido para mirarlo.
Hay también conversaciones mucho más instructivas, como la que intenté seguir a pesar de que me desviaba bastante de mi destino: la de una persona con pinta de asesor que informaba a su cliente, en voz alta, acerca de la mejor forma de dibujar su declaración de impuestos.
Otra frase del anuncio de Telecom dice: “Llamame a casa y te explico bien”. ¿Quién quiere explicar algo? Todos queremos hablar, ejercitar la libertad de expresión. Por mi parte, no me explico cómo no hay una oposición pública contra el peregrino intento de revalorización de la línea fija. Por menos que eso hemos visto escraches, piqueteadas, agresiones a los autos y caos en el tránsito.
Porque el celular no sólo es teléfono; sirve también para imprescindibles gestiones como las de sacar fotos de cualquier cosa, enterarse del resultado de los partidos de fútbol y hasta seguir, sin dejar de caminar, las escenas del teleteatro favorito. Es un producto a tono con la urgencia de nuestra sociedad.
Estas observaciones irónicas sobre el celular tienen el propósito, y espero que así lo entiendan los publicitarios involucrados en los anuncios, al igual que los presuntos “culpables”, de enfatizar la campaña de Personal que promueve el uso responsable del servicio justamente en la vía pública.
La campaña Conciencia Celular se basa en valores como la seguridad, la responsabilidad, el respeto y la solidaridad. Nació a fines de 2005 y gracias a la participación de los usuarios pudo editarse la “Guía de buenas costumbres en el uso del celular”. Me parece el comienzo de una buena actitud, dentro del marco de la Responsabilidad Social Empresaria, digna de ser imitada por otros productos y servicios que, como consecuencia de su éxito, se encuentran en circunstancias parecidas.

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