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domingo, 19 de julio de 2009

tendencias modernas, no todo es tecnologia


perfil social de La extraña minoría que dice no a facebook, gmail, msn, twitter y todo lo que salga de internet
Gente offline, ¿neohippies, rebeldes sin causa o bichos raros?
Se resisten a la sociabilidad virtual y rescatan como valores el cara a cara, la ronda de mate y la charla telefónica. Huyen de redes sociales por miedos conspirativos (“no le daré mis datos a la CIA”) o porque las consideran un conventillo absurdo. Los desconectados abren la boca en vez de cliquear “send”.

Ahora es Twitter y su muro de mensajes instantáneos donde la gente pone, desde su celular, que está en La Plata, dos de la mañana, festejando la Libertadores de Estudiantes o que está feliz porque dejó de llover. Hace un año, año y medio, fue Facebook con su millón de amigos y su galería infinita de fotos como una revista Caras planetaria de gente cualunque. Hace más de una década el ICQ y sus florcitas con el que muchos adolescentes argentinos conocieron por primera vez el chat, lo que era quedar para salir el sábado a la noche con los compañeros del cole por teclado, o contactar a una supuesta chica ucraniana y hablarle todos los días. Del msn, tan difundido entre los jóvenes como el Fernet, no hace falta escribir ni una línea. Y también están los blogs y los fotologs. Cumbio y los floggers. La internet inventó una manera de relacionarse: la vida online. Y los que sucumbieron en masa son los que tienen hasta treinta y cinco años. El contacto con el otro mediante las herramientas sociales de la red es para ellos algo cotidiano, que los atraviesa y que hasta gambetea obstáculos de clase (los cíber en los barrios pobres o pueblos recónditos, por ejemplo). Pero no todos siguen la corriente, hay una minoría de jóvenes –escurridizos, de perfil bajo– que se resisten a la sociabilidad virtual y que rescatan, prácticamente como valores, el encuentro cara a cara, la charla telefónica en vez de la frialdad del chat, la ronda de mate –a la que consideran el paradigma de lo que en algún momento fueron los vínculos humanos–. También les huyen a las redes sociales como una defensa de la privacidad. O por miedos tipo conspirativos (mis datos los tiene la CIA) o porque simplemente las consideran un conventillo o un absurdo escenario para exhibirse. Estos jóvenes son los offline (los desconectados). Los que abren la boca en vez de cliquear “send”. Los especialistas los juzgan conservadores –lo cual en sí no es negativo– y orgullosos de ser los contras de la era digital. LOS DEFENSORES DE LA PUREZA. “Esto de la vida online no me gusta. No me copa la idea de relacionarme por medio de un monitor y que las personas pasen a ser sólo eso. No soy renuente a la tecnología pero no tolero que la vida pase por ahí”, dice Florencia Gerez (23), estudiante de Derecho. Ella chatea lo justo y necesario y es prácticamente la única de sus amigas que no tiene Facebook. Explica convencida su decisión: “El no tener Facebook hoy en día es como vivir adentro de una burbuja. ¡Y, la verdad, mi burbuja me encanta! Aunque no me entere de las reuniones reencuentro del colegio y me las tengan que contar mis amigas cuando vienen a casa a tomar mate”.“Encima –agrega Florencia– no me interesa vivir pendiente de cuántos amigos tengo en Facebook, de lo que dijo o hizo el otro, de mostrarles a todos cómo fue mi finde, o subir las fotos de mis vacaciones, lo siento como un caretaje en el cual la gente busca la aceptación del otro”. Carlos Rubinstein, psicoanalista miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina y director del sitio web Sportsminds, cree que los offline son chicos y chicas de estilo tradicional. “Es gente que quiere conservar ciertas costumbres, cierta pureza costumbrista, que no quiere verse contaminada por lo que consideran los perjuicios de estar hiperconectado –dice Rubinstein–. Veo un paralelo con lo que puede pasar en el terreno sexual. Como cuando aparecen mujeres que quieren llegar vírgenes al matrimonio a pesar de la libertad sexual”. Para Rubinstein, los desconectados se conciben como “los guardianes de la pureza” y “les encanta ser minoría porque así se refuerza su posición”.Ariel Grizza (33, empleado) es un offline. Crítico acérrimo de la sociabilidad online, defiende su conducta y afirma que no le interesa en lo más mínimo ser una minoría. “Estar conectado no me seduce para nada. A mis amigos los voy a visitar y punto. En internet podés estar hablando con alguien al que no le ves la cara y te puede estar mandando cualquiera. Yo prefiero sentarme a tomar unos mates y si quiero levantarme una mina voy a un boliche”, dice Grizza. El especialista en antropología urbana Ramiro Segura también apunta a la idea del conservadurismo. Pero un conservadurismo que no es negativo. “Como con este fenómeno, en la historia, muchas veces actitudes conservadoras han tenido mucho fundamento y han sido acertadas”. Ejemplifica: “En los siglos XVII y XVIII, gran cantidad de campesinos se oponían a las nuevas pautas de la economía liberal y ese conservadurismo era la base de una acción radical”. UNA CONTRATENDENCIA. Juan Pablo Lago (26), estudiante de Antropología, no es un cruzado contra las nuevas tecnologías ni un enemigo del chat (aunque, aclara, tampoco es para estar cinco horas). Su límite son las redes sociales, donde la amistad es algo tan difuso, y donde la vida íntima es expuesta, en algunos casos, sin límites, ante un auditorio virtual. “Hay una especie de filosofía detrás de esos sitios, yo prefiero los amigos cara a cara. Además, siento que esos gigantes tipo Facebook se apoderan de tu vida y de tu información. No me gusta que todos se enteren de todo. No me cabe si me separé de mi novia, estoy dolido, y a los dos minutos aparece un cartel denunciándolo en la red”, dice Lago. Los offline podrían conformar una tendencia o, más bien, una contratendencia. “Siempre que hay una tendencia fuerte va a haber una contratendencia”, sostiene Sol Beigel, especialista en tendencias. “No sería raro, si es que ya no existen, que empezara a haber hoteles o restaurantes sin gagdgets (dispositivos electrónicos)”. Según Beigel, la avanzada de la contratendencia puede que sean aquellos que, tal vez paradójicamente, fueron los pioneros en la sociabilidad online. Los que cuando nadie conocía Facebook o My Space, ya eran miembros. “Hay quien ya cree que ahora la onda es borrarse de Facebook. Y muchos son los que sembraron la tendencia de esas redes”.Una característica de los offline es que, cada vez que hubo un salto tecnológico mediante nuevos dispositivos o herramientas de comunicación que redefinieron la sociabilidad, ellos sintieron que la sociedad y sus entornos los iban forzando a adaptarse, como una presión imposible de evitar, y que siempre los fue venciendo. Eso es lo que le ocurrió a Adrián Bugueti (25). “Primero pasó con el celular. Yo me negaba a usarlo. No me interesaba. No quería estar siempre ubicable. Pero al final el contexto y la sociedad prácticamente me fueron obligando a tener uno”, dice Bugueti. Y sigue: “Lo mismo me sucedió con el msn, que apenas lo utilizo cuando estoy en el trabajo y ahora la situación se repite con las redes sociales. No tengo Facebook porque no quiero compartir mis vivencias y porque prefiero el contacto cara a cara o arreglar lo que necesito por teléfono. Pero es cierto que ya todos tienen y es complicado seguir así”. Defensor de la pureza, Bugueti tira una frase que parece una máxima militante: “Me interesa mucho más la esencia de las cosas, su contenido, que toda la banalidad que rodea a lo virtual”.A Johana Bazurro (25) le pasa algo parecido. Es su entorno el que la lleva a sumarse, renuente, a la sociabilidad online.“Tengo una cuenta de Facebook que casi no uso porque me la abrieron mis amigas. Yo no quería”, dice Bazurro, que razona al cien por cien como una offline: “Soy una nostálgica de las tardes con mate. Yo les declaro la guerra a todas estas herramientas online. Quien quiera saber de mí que me toque timbre o me llame por teléfono, pero que no me mande un zumbido por msn”. Laura Orsi, psicoanalista, coautora del libro Psicoanálisis y sociedad, rescata la posición de los offline: “Frente al desencuentro de la gente en la actualidad, nada supera a la relación personal con el otro. Así lo entienden estos jóvenes que prefieren el cara a cara, juntarse con amigos, charlar tomando mate o practicar deportes”. Según los últimos relevamientos, en la Argentina ya hay veinte millones de usuarios de internet, más de tres millones de conexiones de banda ancha, once millones de usuarios de msn y seis millones de usuarios de Facebook. De los offline, claro está, se habla poco. Ellos prefieren la discreción.La rutina de un desconectado: cero web, mucho encuentro con amigos, mate, guitarra criolla y veranos en Cabo Polonio“Facebook es un catálogo de gente. La verdad es que los amigos ahí no son amigos”, dice el offline Santiago Azzati, de 21 años, que obviamente no es usuario del invento que convirtió en multimillonario con acné a Mack Zuckerberg y que ya cautivó a 250 millones de personas en todo el mundo. Las cosas simples como tomar mate o tocar la guitarra criolla, las relaciones sinceras en las que dos ojos ven a otros dos y dos oídos escuchan una voz, son la amalgama de la identidad y las convicciones de Azzati. Rehúye de la web como territorio donde desarrollar vínculos humanos. También lo hizo, hasta hace poco, del celular. Sólo se compró uno cuando por razones laborales ya no podía seguir en la clandestinidad para sus jefes. “Yo hacía una militancia de no tener celular. Me parecía que no era necesario y que si querías ubicar a alguien, de alguna manera lo ibas a ubicar. Pienso que si te importa realmente sostener cierto vínculo con una persona la vas a ver y listo”, dice. Los veranos trabaja de mozo en un bar de Cabo Polonio, un lugar que es como un espejo oceánico de su conducta offline. “Me partió la cabeza, tiene una magia muy particular”, dice. En el pueblito de pescadores – y de hippies y hippies chics durante enero y febrero– no hay electricidad y bajo la única luz nocturna del faro que ilumina cada doce segundos, como canta Drexler, Azzati encuentra cosas que no se las daría nunca una red social de internet, tan fría, tan virtual e impersonal. “Esos sitios les quitan a las relaciones espontaneidad, y si la gente que los usa, lo hace por comodidad, me parece que mucho no le interesan sus contactos”. Explica su idea: “En esas redes está todo preformateado y pareciera que el interés por tal o tal persona pasa por una cuestión de comodidad. Y se pierde mucho. Como cuando alguien publica sus fotos, pero no sabe si otro las está viendo. La sensación es que siendo usuario de Facebook tenés muchos amigos, pero es al revés, porque hace que tengas cada vez menos”. El otro lugar que le fascina a Azzati es Santiago del Estero. Como bailarín de folclore (ensaya con una compañía cuatro horas por día todos los estilos de danza) se pasó ocho meses recorriendo esa provincia que, vista desde el barrio de Belgrano donde vive con su familia, es tierra adentro. Esas latitudes que lo cautivan son metáforas de lo offline. “En cuanto al chat, me parece algo cada vez más aburrido. Es barato y sé que de repente sirve para organizarte, pero charlar por msn no me provoca nada y encima es poco interesante. Ni siquiera me gusta hacerlo con la gente que está lejos”, señala Azzati. Cómo sucede con los offline, no es un personaje solitario: afirma tener varios amigos “de los de verdad”. Además le gusta leer, escribir poesía, tocar la guitarra y estudió Filosofía en la UBA. Seguramente buscando las respuestas que la red no le da. OPINÓNLos vínculos y la webFabián Chajka (Investigador de mercado)Trabajando con los conectados encontré que las redes sociales no inhabilitan la sociabilidad cara a cara, sino que la acrecientan: como cuando se encuentra gente a través de Facebook. Eso derriba el mito de que limitan los vínculos. Sociabilizar a través de las pantallas acrecienta la sociabilidad física. Hay circulación entre los contactos online y los offline. La segunda cuestión es que hay perfiles que se alejan de las redes sociales por paranoia, por creencias conspirativas que llegan al punto de sospechar de la CIA o por simple reserva de la vida privada. Me parece que los offlines tienen un pensamiento conservador, reacio a la tecnología, pero que en muchos casos se debe a que critican sin haber probado, sin haber experimentado las herramientas de sociabilidad online. También deben estar los que prefieren la desconexión porque les divierte estar contra la moda de las redes sociales que tuvieron muchísima prensa. Les gusta sentirse diferentes porque no tienen lo que todos tienen.Igualmente, insisto en que pensar que relacionarse de manera online es mantenerse siempre frente a la pantalla es un mito. Con internet, se multiplican los vínculos, la sociabilidad. Hasta las personas que se conocieron por la web tienen la fantasía de algún día conocerse en vivo y en directo. Por otra parte, los que manejan las herramientas online saben diferenciar entre contactos: saben cuáles son los de afuera y los online. Es interesante que aunque en países como el nuestro la brecha digital existe, la experiencia demuestra que los sectores más humildes encuentran siempre cómo conectarse. En los barrios más pobres, los cíber están atestados de gente. Por lo tanto, como se posiciona uno frente a los fenómenos sociales de internet responde más a una cuestión actitudinal que de posibilidad de acceso.

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