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viernes, 27 de marzo de 2009


GRAN BRETAñA UN TEMA INSÓLITO PARA UNA PELEA CALLEJERA EN LONDRES
La publicidad de Dios
(Por Edgardo Ritacco, director periodístico de adlatina.com) -Extraña disputa en las calles de Londres. En buses y subterráneos, carteles a favor y en contra de la existencia de Dios chocan frente a un público incrédulo, que no dudó en enviar numerosas quejas ante los entes que controlan la publicidad británica, objetando los mensajes. Un choque sin antecedentes y de rara efervescencia.
En la historia de la publicidad siempre hubo campañas religiosas. Mensajes que buscaban atraer voluntades hacia una iglesia determinada utilizando todo tipo de argumentos, con mayor o menor despliegue de marketing y de recursos muy variados (la racionalidad, el temor, el misterio, la sorpresa y hasta el humor). Pero no se recuerda un choque de campañas como la que está sacudiendo a Londres actualmente, en el que los “bandos” se han trenzado en afirmar o negar la existencia de Dios. Y todo ese despliegue desde los medios de transporte: buses y subterráneos, especialmente.
Unos, los de la British Humanist Association, proclaman que probablemente Dios no exista. Y la respuesta, desde el Christian Party, rebatió esa idea con vehemencia: “Definidamente, hay un Dios”.
En el medio, mucha gente que se siente molesta por la intemperancia de ambas partes. Los ateos ponen el grito en el cielo (sin juego de palabras) diciendo que la campaña cristiana no respeta sus derechos y hiere sus convicciones. Y los cristianos, fastidiados porque –juran- la campaña humanista se ha venido financiando con fondos provenientes del estado.

No es un producto
La primera pregunta por hacer es si discutir la existencia de Dios es material apto para desplegar la técnica publicitaria tal como se la conoce en estos tiempos. Dios no es un producto que esté a la venta, más allá de que muchas iglesias y agrupaciones realicen negocios con elementos vinculados a las religiones. Que se sepa, además, Dios no está sujeto a las leyes de la oferta y la demanda. Tampoco tiene un precio que compita en mercado alguno.
Paralelamente, el “no Dios” tiene características similares, publicitariamente hablando. No es en sí mismo un producto, no se ve que pueda tener precio o que haya un nítido mercado en el que pueda cotizarse.
En fin: creer o no en Dios siempre es el resultado de una decisión personal, muy íntima y difícilmente transferible, y las piezas de la publicidad de estos tiempos lucen patéticamente materiales y de bajo vuelo frente a esa entidad divina que algunos atesoran y otros niegan, sin olvidar a algunos, como los agnósticos, que intentan conseguir en este mundo terrenal pruebas definitivas de su existencia.
Pero en Londres la pelea ya ha sido advertida por toda la gente.
Todo arrancó en enero, cuando la British Humanist Association –entidad que abiertamente lucha por expandir el ateísmo- lanzó en los transportes su frase de batalla: “Probablemente Dios no exista. Ahora deje de preocuparse y disfrute su vida”.
La inefable ASA británica (el organismo de control de la publicidad) recibió más de cien quejas por esa campaña. Pero nadie, en esa entidad, sospechaba que la respuesta cristiana (lanzada por los mismos medios) despertaría 1.133 demandas quejosas, la cuarta cifra más alta desde que se fundó el ente de vigilancia.
Textualmente, la respuesta del partido cristiano fue: “Definidamente, hay un Dios. Así que únase al Christian Party y disfrute de su vida”.
Y no quedó allí la polémica. Aparecieron otras entidades para terciar en el debate. La Trinitarian Society, utilizando un inglés antiguo, atacó a los ateos: “El tonto ha dicho en su corazón que no existe Dios”. Casi de inmediato, la Iglesia Ortodoxa Rusa tronó: “Hay un Dios. CRÉALO. No se preocupe y disfrute su vida”. Las dos últimas campañas también motivaron quejas de la gente: 191 y 53 respectivamente. Por lo visto, en estos temas trascendentales el público tiene pocas pulgas ante mensajes de quienes no ven las cosas de la misma manera. Y por lo visto, también, ambos bandos se aseguran de aconsejarle a la gente que disfrute de la vida, sin preocupaciones. Crea como crea, pero siempre gozando de los placeres mundanos. No vaya a ser que alguien se preocupe realmente y les dé las espaldas.

Actitud prescindente
Ante tanto despliegue, la Advertising Standards Authority adoptó una actitud prescindente. Lejos de dejarse impresionar por tanta queja de ambos lados, la ASA indicó que no iba a iniciar investigación alguna frente a todos los avisos, ya que para ella es “un material electoral” y que como tal “cae fuera del ámbito de su código de aplicación”.
Pero la batalla entre ateos y cristianos no se limitó a chispazos de ingenio publicitario: también tuvo algunos capítulos preocupantes en las calles. El más grave fue el ataque vandálico que sufrió el cuartel central del Christian Party en Londres, un hecho que la policía instaló sin dudar como “un crimen producto del odio religioso”.
En la ASA salieron a decir que, pese a esos sucesos, la decisión de no investigar los avisos se mantenía sin cambios. “Acá no jugamos con los números de las quejas. Este no es una cuestión de comparar las protestas de un lado o de otro. La cláusula 12.1 del Código de la entidad define claramente lo que es un material electoral”. En esa cláusula se lee: “Cualquier publicidad o pieza de marketing directo, sea publicada o distribuida, cuya principal función es influir en los votantes en elecciones locales, regionales, nacionales o internacionales, o referéndums, está exceptuada (de ser analizada por) el Código”.
En enero, la ASA había aplicado el mismo criterio con la primera pieza de los humanistas. Para el órgano de control, en ese momento, la definición de que Dios “probablemente no exista” era algo no pasible de “objetiva sustanciación”. Y aunque reconocían que el contenido de las frase “chocaría contra las creencias de mucha gente”, pensaban que era “muy improbable que el aviso pudiera confundir o causar una ofensa seria y extendida” en la población.

Fondos del Estado
Cuando la BHA lanzó la campaña, sus ejecutores visibles fueron la escritora Ariane Sherine y el profesor Richard Dawkins, ambos integrantes de la entidad. Miembros de la oposición del parlamento británico dijeron entonces que la dotación de fondos a la organización humanista fue “escandalosa”. El titular de la BHA es un columnista del diario The Guardian, Polly Toynbee, a quien sus adversarios rotulan como “declarado izquierdista”.
Caroline Spelman, vocera de las comunidades conservadoras y del gobierno de la capital británica, dijo que “Gran Bretaña tiene una larga tradición de respeto por la libertad religiosa”. Lo que parece emerger con claridad de las intervenciones del parlamento es que la BHA recibió 25.000 libras esterlinas de parte del Department for Local Government, encabezado por Hazel Blears, con las que montó su primer aviso publicitario.
Ese dinero provino de un fondo de “comunidades” destinado a “solventar campañas que promuevan el ateísmo”. El dinero público estaría siendo usado para aumentar la influencia de esa corriente en concilios, escuelas y entre la propia policía. Al defender su posición en contra de las pinturas religiosas en las paredes de la ciudad, la BHA declaró que esas pinturas “tal vez parezcan inofensivas a aquellos que pertenezcan a la religión en cuestión, pero pueden crear un ambiente hostil u ofensivo para otros”.
En este punto convergen las ideas religiosas y la característica de la comunicación, que en lugar de ser publicitaria se comporta como propaganda. Los humanistas acusaron hace unos días al Cristianismo, que, según ellos, “juega en la vida pública un rol que apunta siempre hacia la discriminación y la falta de equidad”.
No se trataba de una declaración descolgada de la actualidad británica. Poco tiempo antes, el arzobispo de York, John Sentamu, había advertido que el Cristianismo “está siendo relegado a una opción más en la elección de estilo de vida desechable, cuando se promueven políticas basadas en los propósitos gemelos de diversidad e igualdad”.
La BHA respondió al arzobispo por boca de Hanne Stinson, CEO de la entidad, quien insistió en que la entidad “no busca marginar la fe o destruir el tejido social de nuestra nación. Todo lo que buscamos es la inclusión, y terminar con la discriminación contra los no religiosos”.
En realidad, la erupción de mensajes publicitarios en las calles de Londres es sólo la punta del iceberg. Por debajo, apenas oculto por las aguas de la sociedad británica, se dinamiza un escenario en el que fuerzas políticas e ideológicas combaten para ganar las voluntades de la gente. Aunque para ello tengan que remontarse tan alto como discutir si hay un Dios… o “probablemente no exista”.

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