¿La privacidad ha muerto?
Nuestros secretos parecen estar a disposición de todos en Internet, y el fundador de Facebook cree que se trata de una regla de estos tiempos. El fenómeno de las redes sociales encendió la polémica
Elijamos una persona al azar: Dan Braden, de Austin, Texas. No conozco en absoluto a Braden, pero puedo decirles que en los últimos días gastó US$ 373,46 en productos Louis Vuitton, US$ 162,47 en un almacén local, US$ 20 en el centro de salud y US$ 3,23 en iTunes. Frecuenta Starbucks, fue al restaurante Maude´s Tex-Mex la semana pasada y, además, gastó US$ 717,10 en nuevas cubiertas.
¿Alguien está espiando a Braden o hackeando su cuenta? No. Sucede que se inscribió en Blippy, un nuevo sitio en la Red que registra on-line cada compra que hacen los usuarios con determinada tarjeta de crédito ("una forma divertida y fácil de ver y discutir lo que la gente está adquiriendo", tal como se presenta en sociedad). Está contento de publicitar adónde va y lo que compra. No le preocupa su privacidad.
"Si compro algo de Britney Spears, supongo que mis amigos se burlarían de mí", dice Braden, que trabaja para la compañía de computación Dell. "Pero no me preocupa demasiado la privacidad. No creo estar haciendo nada de lo que me sienta avergonzado."
Se lo puede llamar apertura o exhibicionismo; como sea, se está imponiendo en todas partes. En Twitter uno puede escribir sus pensamientos minuto a minuto. En Facebook y Flickr abundan las fotos personales. Incluso hay un sitio que anunciará al mundo tu peso cada vez que pises la balanza del baño.
¿Ya no nos importa la privacidad? No demasiado, sostiene Mark Zuckerberg, fundador y CEO de Facebook. El mes pasado declaró: "La gente se siente cómoda no sólo compartiendo más información y de distintos tipos, sino también de manera más abierta y con más gente". Describió tal falta de privacidad como una "norma social".
Para quienes se criaron espiando a los vecinos, ocultos detrás de las cortinas, esto puede parecer una locura. Para las generaciones más jóvenes, nacidas con Internet en su ADN, Zuckerberg puede estar diciendo algo cierto.
Como opina Daniel Masoliver, de 24 años, estudiante de posgrado en Londres: "El único motivo por el que existía la privacidad es porque no existía Facebook. A la gente siempre le gustó hablar de las cosas en las que está metida y cuanto más comparte información tanto más cómodos se sienten otros de sumarse a la conversación".
Aun así, hubo algunas reacciones hostiles a las afirmaciones de Zuckerberg: "Es un idiota", escribió un participante en redes sociales. "Tonterías", apuntó otro.
También hay preocupación entre los expertos en el fenómeno de las redes sociales. La erosión de la privacidad, dicen, crea peligros, tanto para los individuos como para el cuerpo político social más amplio.
Sherry Turkle, profesor de Estudios Sociales del Massachusetts Institute of Technology (el emblemático MIT), sostiene que la insensibilidad a la privacidad "muestra desprecio por la historia y por la importancia de aquélla para la democracia y, agregaría, para la intimidad. A la gente joven le preocupa esto. Pero se siente impotente".
Incluso Zuckerberg, de 25 años, no se siente realmente cómodo de dejar que todo esté a la vista. Cuando se dio un cambio en las condiciones de privacidad de Facebook, recientemente, aparecieron fotos suyas en su página divirtiéndose con sus amigos. En algunas fotos se veía como un tonto.
Cuando se empezó a difundir la noticia de que estaban circulando esas imágenes, éstas desaparecieron repentinamente.
La semana pasada, una vocera de Facebook empezó a pedalear para atrás vigorosamente, negando que Zuckerberg hubiese dicho que la privacidad había muerto. "Se malinterpretaron sus comentarios", dijo. "Una parte central de la misión de Facebook siempre ha sido entregar a la gente herramientas que le permiten controlar su información."
Agregó: "Si lo que se afirma es que cualquier cosa que Mark desee mantener en privado es incoherente con sus comentarios, algunos otros elementos hipócritas de su vida son que oculta los números de sus tarjetas de crédito en su billetera, no difunde las claves de sus cuentas on-line, y cierra la puerta del baño cuando hace sus necesidades".
Entonces, ¿la privacidad continúa siendo la norma social o ya no lo es?
En una encuesta de YouGov para The Sunday Times realizada el mes último, sobre si la privacidad hoy importa menos que antes, el 30 por ciento de la gente respondió que sí y el 63 por ciento estuvo en desacuerdo. Un poco más del 70 por ciento dijo que le preocupaba que su información privada cayera en manos de terceros en Internet, mientras que el 28 por ciento manifestó que no le preocupaba.
Minigeneraciones
Las diferencias de opinión pueden atribuirse en parte a la edad. El ritmo del cambio tecnológico es tan acelerado que los investigadores creen que incluso pequeñas diferencias de edad producen actitudes y conductas significativamente diferentes.
Según el Pew Research Centr, de Estados Unidos, el 68 por ciento de los adolescentes envían mensajes instantáneos por Internet, comparado con el 59 por ciento de la gente de veintitantos y una proporción mucho más baja de los grupos de edades más avanzadas. En el Reino Unido, un estudio de redes sociales realizado por Ofcom, el ente de vigilancia de las telecomunicaciones, concluyó que el 54 por ciento de los usuarios de Internet de entre 16 y 24 años había creado un perfil en un sitio de redes sociales, porcentaje que se iba reduciendo progresivamente a partir de esa franja etaria.
Cuanto más jóvenes son estas "minigeneraciones", más parecen aceptar la apertura, aunque más no sea por necesidad. Si todos están revelando sus vidas on-line, no quieren quedar marginados.
Las locuras juveniles eran un rito de iniciación necesario, dice Turkle, y con el tiempo desaparecían solas; ahora se quedan para siempre.
"Los adolescentes necesitan enamorarse y desenamorarse de gente e ideas", sostiene este profesor del MIT, cuyo libro de próxima aparición, Alone Together ("Solos juntos"), analiza la amistad en la era digital. "Internet es un territorio fértil para elaborar una identidad. Pero eso no se funde fácilmente con una vida que genera su propia sombra electrónica."
Dicho de otro modo, los errores de la juventud pueden quedar para siempre en un servidor informático y convertirse en algo que lo persigue a uno.
Al igual que muchos usuarios de redes sociales, Sophie, otra amiga perteneciente al grupo de Hampshire, se siente reconfortada por los recursos de privacidad que ofrece Facebook. "No estoy preocupada realmente", asegura. "Lo tengo configurado de tal modo que solamente mis amigos pueden ver mis cosas."
Estos resguardos no convencen a todos. Por empezar, Facebook ha reducido el nivel de privacidad de su configuración inicial. Si uno no impone activamente la privacidad, mucha gente tendrá acceso a su información. Y también puede estar disponible públicamente si el perfil de un amigo no está protegido adecuadamente.
Aunque uno trate de restringir el acceso, los datos que queden como públicos pueden ser muy dicentes. Por ejemplo, Facebook no tiene restricciones de privacidad para su nombre, foto, lista de amigos y ciertos otros materiales.
Al analizar tal información, programas "araña" pueden crear gráficos sociales que revelen su sexualidad, creencias políticas y otras características. Según Ross Anderson, profesor de Ingeniería de Seguridad en Cambridge, eso puede hacerse aunque uno incluya únicamente ocho amigos. El tema puede no importar tanto en Gran Bretaña, "pero en un país como Irán, donde castigan a los gays, esto es algo serio", advierte.
Otras preocupaciones están relacionadas con el uso que dan los sitios de redes sociales a sus datos "detrás de escena". Son pocos los usuarios que leen la declaración de privacidad de Facebook -de más de ocho páginas tamaño A4-. Pero si usted lo lee descubrirá que Facebook "puede recoger información sobre usted de otros usuarios de Facebook"; puede guardar detalles de cualquier transacción que usted haga y permitir a terceros acceder a su información. También reconoce que "no puede asegurar que información que comparta en Facebook no quedará disponible públicamente".
A propósito de Gran Hermano
Desde que George Orwell escribió 1984, el "Estado Gran Hermano" ha sido la principal preocupación de la mayoría de las personas respecto de la disminución de la privacidad. Ahora, las organizaciones privadas y los criminales preocupan cada vez más. El reciente libro Delete: the Virtue of Forgetting in the Digital Age ("Borrar: la virtud de olvidar en la era digital") cita el caso de Stacy Snyder, una estudiante de profesorado de Pennsylvania. Luego de colocar una foto de sí misma aparentemente borracha en una red social, se le negó el certificado para poder enseñar.
Se piensa que hay ladrones que usan Facebook para tratar de descubrir cuándo una propiedad va a quedar sin gente. Y Anderson alerta que el phishing es una amenaza creciente. Usando datos obtenidos de sitios de redes sociales, criminales envían a la gente e-mails que parecen provenir de sus amigos. Las investigaciones muestran que se desconfía menos de tales e-mails que del spam, aunque pueden ayudar a descubrir ladrones.
Mientras que para la mayoría de la gente la privacidad se ve crecientemente vulnerada, los ricos y famosos protegen cada vez más la suya. Hay casos presentados por abogados utilizando la legislación europea de derechos humanos en las cortes británicas, que son favorables a los reclamos de defensa contra violaciones de la privacidad. La última demanda fue presentada por Kate Middleton -novia del príncipe William-, que sostiene que su privacidad fue violada por una foto de ella jugando al tenis en Navidad.
Un peligro mayor que el hecho de que haya un derecho a la privacidad para los ricos y otro derecho para los demás es el de un mal crónico, al menos de acuerdo a Jaron Lanier, autor de un nuevo libro, titulado You are not a gadget ("Usted no es un aparato").
Lanier teme que la apertura y la "colectividad" de Internet de hoy nos conduzca hacia la mediocridad. "No querríamos que todo el mundo adquiriera la cualidad de haber sido designado por un comité", dijo. "Cuando todos colaboran en todo, se genera un resultado promedio opaco en todo. La mejor innovación depende de la privacidad", dice.
Sin embargo, la tendencia a la apertura adquiere creciente impulso y las actitudes de la gente bien pueden estar cambiando, como sostiene Zuckerberg. La gente joven no es consciente de los peligros o siente que el precio que tiene que pagar por participar en las redes sociales es tener menos privacidad.
Anderson sólo habla a medias en broma cuando dice que ser miembros de redes sociales se ha convertido en una "necesidad de supervivencia" para los jóvenes. "En Cambridge, todas las invitaciones a fiestas se difunden por Facebook. Por lo que, si uno no tiene un perfil, no lo invitan a fiestas, no tendrá relaciones sexuales, no tendrá hijos y sus genes se perderán. Por tanto, es una necesidad evolutiva estar en Facebook."
Pero recuerde, cuando acepte una invitación a salir a través de Facebook, no use una tarjeta Blippy para comprar anticonceptivos. A menos que quiera que todo el mundo sepa en qué está pensando.
Por Richard Woods (The Sunday Times)
Traducción de Gabriel Zadunaisky
Nuestros secretos parecen estar a disposición de todos en Internet, y el fundador de Facebook cree que se trata de una regla de estos tiempos. El fenómeno de las redes sociales encendió la polémica
Elijamos una persona al azar: Dan Braden, de Austin, Texas. No conozco en absoluto a Braden, pero puedo decirles que en los últimos días gastó US$ 373,46 en productos Louis Vuitton, US$ 162,47 en un almacén local, US$ 20 en el centro de salud y US$ 3,23 en iTunes. Frecuenta Starbucks, fue al restaurante Maude´s Tex-Mex la semana pasada y, además, gastó US$ 717,10 en nuevas cubiertas.
¿Alguien está espiando a Braden o hackeando su cuenta? No. Sucede que se inscribió en Blippy, un nuevo sitio en la Red que registra on-line cada compra que hacen los usuarios con determinada tarjeta de crédito ("una forma divertida y fácil de ver y discutir lo que la gente está adquiriendo", tal como se presenta en sociedad). Está contento de publicitar adónde va y lo que compra. No le preocupa su privacidad.
"Si compro algo de Britney Spears, supongo que mis amigos se burlarían de mí", dice Braden, que trabaja para la compañía de computación Dell. "Pero no me preocupa demasiado la privacidad. No creo estar haciendo nada de lo que me sienta avergonzado."
Se lo puede llamar apertura o exhibicionismo; como sea, se está imponiendo en todas partes. En Twitter uno puede escribir sus pensamientos minuto a minuto. En Facebook y Flickr abundan las fotos personales. Incluso hay un sitio que anunciará al mundo tu peso cada vez que pises la balanza del baño.
¿Ya no nos importa la privacidad? No demasiado, sostiene Mark Zuckerberg, fundador y CEO de Facebook. El mes pasado declaró: "La gente se siente cómoda no sólo compartiendo más información y de distintos tipos, sino también de manera más abierta y con más gente". Describió tal falta de privacidad como una "norma social".
Para quienes se criaron espiando a los vecinos, ocultos detrás de las cortinas, esto puede parecer una locura. Para las generaciones más jóvenes, nacidas con Internet en su ADN, Zuckerberg puede estar diciendo algo cierto.
Como opina Daniel Masoliver, de 24 años, estudiante de posgrado en Londres: "El único motivo por el que existía la privacidad es porque no existía Facebook. A la gente siempre le gustó hablar de las cosas en las que está metida y cuanto más comparte información tanto más cómodos se sienten otros de sumarse a la conversación".
Aun así, hubo algunas reacciones hostiles a las afirmaciones de Zuckerberg: "Es un idiota", escribió un participante en redes sociales. "Tonterías", apuntó otro.
También hay preocupación entre los expertos en el fenómeno de las redes sociales. La erosión de la privacidad, dicen, crea peligros, tanto para los individuos como para el cuerpo político social más amplio.
Sherry Turkle, profesor de Estudios Sociales del Massachusetts Institute of Technology (el emblemático MIT), sostiene que la insensibilidad a la privacidad "muestra desprecio por la historia y por la importancia de aquélla para la democracia y, agregaría, para la intimidad. A la gente joven le preocupa esto. Pero se siente impotente".
Incluso Zuckerberg, de 25 años, no se siente realmente cómodo de dejar que todo esté a la vista. Cuando se dio un cambio en las condiciones de privacidad de Facebook, recientemente, aparecieron fotos suyas en su página divirtiéndose con sus amigos. En algunas fotos se veía como un tonto.
Cuando se empezó a difundir la noticia de que estaban circulando esas imágenes, éstas desaparecieron repentinamente.
La semana pasada, una vocera de Facebook empezó a pedalear para atrás vigorosamente, negando que Zuckerberg hubiese dicho que la privacidad había muerto. "Se malinterpretaron sus comentarios", dijo. "Una parte central de la misión de Facebook siempre ha sido entregar a la gente herramientas que le permiten controlar su información."
Agregó: "Si lo que se afirma es que cualquier cosa que Mark desee mantener en privado es incoherente con sus comentarios, algunos otros elementos hipócritas de su vida son que oculta los números de sus tarjetas de crédito en su billetera, no difunde las claves de sus cuentas on-line, y cierra la puerta del baño cuando hace sus necesidades".
Entonces, ¿la privacidad continúa siendo la norma social o ya no lo es?
En una encuesta de YouGov para The Sunday Times realizada el mes último, sobre si la privacidad hoy importa menos que antes, el 30 por ciento de la gente respondió que sí y el 63 por ciento estuvo en desacuerdo. Un poco más del 70 por ciento dijo que le preocupaba que su información privada cayera en manos de terceros en Internet, mientras que el 28 por ciento manifestó que no le preocupaba.
Minigeneraciones
Las diferencias de opinión pueden atribuirse en parte a la edad. El ritmo del cambio tecnológico es tan acelerado que los investigadores creen que incluso pequeñas diferencias de edad producen actitudes y conductas significativamente diferentes.
Según el Pew Research Centr, de Estados Unidos, el 68 por ciento de los adolescentes envían mensajes instantáneos por Internet, comparado con el 59 por ciento de la gente de veintitantos y una proporción mucho más baja de los grupos de edades más avanzadas. En el Reino Unido, un estudio de redes sociales realizado por Ofcom, el ente de vigilancia de las telecomunicaciones, concluyó que el 54 por ciento de los usuarios de Internet de entre 16 y 24 años había creado un perfil en un sitio de redes sociales, porcentaje que se iba reduciendo progresivamente a partir de esa franja etaria.
Cuanto más jóvenes son estas "minigeneraciones", más parecen aceptar la apertura, aunque más no sea por necesidad. Si todos están revelando sus vidas on-line, no quieren quedar marginados.
Las locuras juveniles eran un rito de iniciación necesario, dice Turkle, y con el tiempo desaparecían solas; ahora se quedan para siempre.
"Los adolescentes necesitan enamorarse y desenamorarse de gente e ideas", sostiene este profesor del MIT, cuyo libro de próxima aparición, Alone Together ("Solos juntos"), analiza la amistad en la era digital. "Internet es un territorio fértil para elaborar una identidad. Pero eso no se funde fácilmente con una vida que genera su propia sombra electrónica."
Dicho de otro modo, los errores de la juventud pueden quedar para siempre en un servidor informático y convertirse en algo que lo persigue a uno.
Al igual que muchos usuarios de redes sociales, Sophie, otra amiga perteneciente al grupo de Hampshire, se siente reconfortada por los recursos de privacidad que ofrece Facebook. "No estoy preocupada realmente", asegura. "Lo tengo configurado de tal modo que solamente mis amigos pueden ver mis cosas."
Estos resguardos no convencen a todos. Por empezar, Facebook ha reducido el nivel de privacidad de su configuración inicial. Si uno no impone activamente la privacidad, mucha gente tendrá acceso a su información. Y también puede estar disponible públicamente si el perfil de un amigo no está protegido adecuadamente.
Aunque uno trate de restringir el acceso, los datos que queden como públicos pueden ser muy dicentes. Por ejemplo, Facebook no tiene restricciones de privacidad para su nombre, foto, lista de amigos y ciertos otros materiales.
Al analizar tal información, programas "araña" pueden crear gráficos sociales que revelen su sexualidad, creencias políticas y otras características. Según Ross Anderson, profesor de Ingeniería de Seguridad en Cambridge, eso puede hacerse aunque uno incluya únicamente ocho amigos. El tema puede no importar tanto en Gran Bretaña, "pero en un país como Irán, donde castigan a los gays, esto es algo serio", advierte.
Otras preocupaciones están relacionadas con el uso que dan los sitios de redes sociales a sus datos "detrás de escena". Son pocos los usuarios que leen la declaración de privacidad de Facebook -de más de ocho páginas tamaño A4-. Pero si usted lo lee descubrirá que Facebook "puede recoger información sobre usted de otros usuarios de Facebook"; puede guardar detalles de cualquier transacción que usted haga y permitir a terceros acceder a su información. También reconoce que "no puede asegurar que información que comparta en Facebook no quedará disponible públicamente".
A propósito de Gran Hermano
Desde que George Orwell escribió 1984, el "Estado Gran Hermano" ha sido la principal preocupación de la mayoría de las personas respecto de la disminución de la privacidad. Ahora, las organizaciones privadas y los criminales preocupan cada vez más. El reciente libro Delete: the Virtue of Forgetting in the Digital Age ("Borrar: la virtud de olvidar en la era digital") cita el caso de Stacy Snyder, una estudiante de profesorado de Pennsylvania. Luego de colocar una foto de sí misma aparentemente borracha en una red social, se le negó el certificado para poder enseñar.
Se piensa que hay ladrones que usan Facebook para tratar de descubrir cuándo una propiedad va a quedar sin gente. Y Anderson alerta que el phishing es una amenaza creciente. Usando datos obtenidos de sitios de redes sociales, criminales envían a la gente e-mails que parecen provenir de sus amigos. Las investigaciones muestran que se desconfía menos de tales e-mails que del spam, aunque pueden ayudar a descubrir ladrones.
Mientras que para la mayoría de la gente la privacidad se ve crecientemente vulnerada, los ricos y famosos protegen cada vez más la suya. Hay casos presentados por abogados utilizando la legislación europea de derechos humanos en las cortes británicas, que son favorables a los reclamos de defensa contra violaciones de la privacidad. La última demanda fue presentada por Kate Middleton -novia del príncipe William-, que sostiene que su privacidad fue violada por una foto de ella jugando al tenis en Navidad.
Un peligro mayor que el hecho de que haya un derecho a la privacidad para los ricos y otro derecho para los demás es el de un mal crónico, al menos de acuerdo a Jaron Lanier, autor de un nuevo libro, titulado You are not a gadget ("Usted no es un aparato").
Lanier teme que la apertura y la "colectividad" de Internet de hoy nos conduzca hacia la mediocridad. "No querríamos que todo el mundo adquiriera la cualidad de haber sido designado por un comité", dijo. "Cuando todos colaboran en todo, se genera un resultado promedio opaco en todo. La mejor innovación depende de la privacidad", dice.
Sin embargo, la tendencia a la apertura adquiere creciente impulso y las actitudes de la gente bien pueden estar cambiando, como sostiene Zuckerberg. La gente joven no es consciente de los peligros o siente que el precio que tiene que pagar por participar en las redes sociales es tener menos privacidad.
Anderson sólo habla a medias en broma cuando dice que ser miembros de redes sociales se ha convertido en una "necesidad de supervivencia" para los jóvenes. "En Cambridge, todas las invitaciones a fiestas se difunden por Facebook. Por lo que, si uno no tiene un perfil, no lo invitan a fiestas, no tendrá relaciones sexuales, no tendrá hijos y sus genes se perderán. Por tanto, es una necesidad evolutiva estar en Facebook."
Pero recuerde, cuando acepte una invitación a salir a través de Facebook, no use una tarjeta Blippy para comprar anticonceptivos. A menos que quiera que todo el mundo sepa en qué está pensando.
Por Richard Woods (The Sunday Times)
Traducción de Gabriel Zadunaisky