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lunes, 29 de octubre de 2012

Cómo van a cambiarnos la vida los nuevos mapas digitales

Presentes tanto en los dispositivos de navegación guiada por GPS como en los teléfonos inteligentes y tabletas, los servicios de cartografía digital cada vez ganan terreno ante las versiones en papel


Con los mapas digitales y la tecnología del sistema de posicionamiento global ( GPS, por sus siglas en inglés) es casi imposible perderse hoy en día. Pero, ¿cómo afectará la desaparición de los mapas de papel la forma en que vivimos?
¿Se ha perdido recientemente? Disfrute de la sensación mientras pueda, porque cada vez es más difícil.
Pertenecemos a una raza curiosa y siempre nos ha gustado saber dónde estamos, pero ahora es casi imposible no saberlo -nuestros teléfonos, computadoras y navegadores satelitales actualizan continuamente nuestras coordenadas- y a través de ellos seguimos nuestro propio rastro.
Alguna vez fueron privilegio exclusivo de ricos y poderosos, pero en la actualidad los mapas y sistemas de orientación parecen casi un derecho natural, hasta el punto en que si no cumplen con nuestras expectativas, nos sentimos desvalidos, verdaderamente desorientados.
Para los menores de 25 años es difícil recordar una época en la que usábamos mapas desplegables (o que se compraban plegados y nunca se podían volver a doblar igual).
Sin embargo, una novísima generación de cartógrafos tiene en sus manos los mapas más influyentes de nuestra vida.
No cargan con la responsabilidad de representar nuestros paisajes con coordenadas y contornos delicadamente trazados, con símbolos reconocibles y puntos de referencia relevantes.
Los nuevos mapas son diseñados por técnicos y expertos en píxeles, que probablemente se preocupen más por la velocidad de carga de pantalla que por la ausencia de ciertas partes en un mapa de, por ejemplo, Manchester o Chicago.
Hay, sin embargo, una reacción visible. Organizaciones como OpenStreetMap permiten que los usuarios se conviertan en cartógrafos digitales, al mejor estilo Wikipedia, al agregar áreas o información local a un mapa global.
Además, hay en Internet indicios de una pasión renovada por los mapas dibujados a mano, que ofrecen una visión personal -y a veces con sentido del humor- de nuestras vidas y destacan entre la uniformidad corporativa de las grandes empresas de mapas.

El centro del mundo

El primer mapa que menciona a América como un continente separado, creado por Martin Waldseemueller y exhibido en la Biblioteca del Congreso de los EE.UU.. Foto: AP

Pero hoy en día estamos literalmente en el centro de nuestros mapas, lo cual es tan útil como egocéntrico.
Hace mil años, Jerusalén se erigía en el centro del mundo cristiano. Si uno vivía en China, ese centro era Youzhou.
Ahora somos nosotros, un punto verde que titila en las pantallas portátiles.
Ya no viajamos de "A" a "B" sino de "Mí" a "B", y únicamente por nostalgia desplegamos mapas sobre nuestro regazo cuando viajamos en auto.
Es muy posible caminar, teléfono en mano, de una punta de una ciudad a otra sin levantar la vista. Y lo que nos perdemos es histórico, social y monumental.
En los automóviles, el GPS puede guiarnos fácilmente de un país a otro, y podemos llegar a destino sin tener ni idea de cómo llegamos hasta allí.
De camino desde Londres a Cornwall, en Reino Unido, los conductores podrían viajar escuchando un programa radial sobre el sitio arqueológio de Stonehenge sin darse cuenta de que lo acaban de pasar a su derecha en la carretera.
Ahora tendemos a mirar sólo unos pocos metros hacia adelante, una distancia bastante menor que la que utilizaban nuestros ancestros para avistar a sus presas cuando vivían en las cavernas.

Capacidad espacial

Existe otro problema: los mapas digitales nos están encogiendo el cerebro.
El científico Richard Dawkins ha sugerido que el dibujo de mapas pudo haber sido el estímulo decisivo -incluso más que el desarrollo del lenguaje- para que nuestro cerebro creciera y superara los obstáculos que dejaron atrás a otros simios.
Durante siglos, los mapas nos han guiado y han contribuido a desarrollar todo lo que nos hace humanos, y todavía marcan y delinean nuestra historia.
Es pronto para saber si la pérdida de la capacidad espacial y de la perspectiva -y de la habilidad de recordar puntos de referencia- hará que se reduzca esa zona del hipocampo cerebral que sirve como motor para tales destrezas, pero es muy probable.

Un estudio del cerebro de taxistas mostró una expansión de ese área en concreto debido, según se cree, a la memorización de muchos kilómetros de mapas urbanos.
Como el cartógrafo e historiador Jerry Brotton observó recientemente, los mapas digitales se encuentran en la fase de "impresora de matriz de puntos", lo que significa que es una etapa incipiente, borrosa y descentrada, aunque irreversible.
No hay dudas de que aumentarán el alcance, la exactitud y la naturaleza personalizada de los mapas digitales, y de que crecerá la influencia de las compañías de mapeo en nuestra vida cotidiana.

Exploradores

La sede de Google Maps está ubicada en la ciudad de Mountain View (que quiere decir "vista desde la montaña"), en California, pero cuando visité sus oficinas para hablar sobre el futuro de los mapas, me guiaron hasta una sala de reuniones sin ventanas y con el nombre de un famoso explorador.
Ví que todas las salas tenían nombres similares, y que la compañía había mandado a hacer un poste de señalización de madera para indicar el camino a sus empleados.
La señal había sido descascarada adrede para que pareciera antigua -como si fuera de la época del popular héroe estadounidense Davy Crockett- y los nombres tallados en sus carteles resumían el heroico esfuerzo humano que hizo falta para cartografiar el mundo antes de que los satélites hicieran que esta tarea fuera obsoleta.
Estaba inscrito Marco Polo, como Francis Drake, Vasco de Gama, Magallanes, Lewis y Clark y Ernest Shackleton.
Era una señal bonita, pero sobre todo transmitía muy bien un mensaje: ahora manda Google, y dirige a sus todopoderosos empleados hacia las salas desde las que, de uno en uno, nos dirigirán al resto de nosotros alrededor del mundo.
Simon Garfield es autor del libro Sobre el mapa: ¿Por qué el mundo tiene esta apariencia? .

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