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martes, 25 de mayo de 2010

tecnologias y sociedad


EL SENTIDO DE RATEARSE (POR INTERNET) > EN TORNO DE LA RATEADA MASIVA CONVOCADA EN LA WEB I
Facebook y las “rateadas” masivas
La fecha es mañana. Miles de estudiantes secundarios se sumaron a la convocatoria a un gran faltazo nacional. Todo, vía Facebook. Más allá del éxito o fracaso en que derive la iniciativa, la polémica está instalada. Aquí, tres educadores proponen una mirada desprejuiciada del fenómeno.
Las rateadas masivas de estudiantes de escuelas secundarias, convocadas a través de la red de Facebook, tienen varias novedades y diferencias con respecto a conductas similares del pasado. La primera diferencia es que las transgresiones a la disciplina escolar antes debían ser ocultadas y ahora son exhibidas. Las propias “rateadas”, así como las agresiones físicas o simbólicas a compañeros o a docentes, eran efectuadas en forma privada y oculta para evitar la sanción. Ahora, en cambio, se cometen para ser exhibidas. En este cambio de conducta se pueden identificar al menos dos grandes elementos. El primero de ellos es que se ha perdido el miedo a la sanción. Sea por las experiencias de autoritarismo que hemos vivido, sea porque no estamos seguros de la legitimidad de las normas porque nosotros tampoco las cumplimos o porque no creemos en su eficacia, lo cierto es que vivimos en una cultura de moral liviana en la cual los adultos no confiamos en el valor de las sanciones.
Pero el segundo elemento es un afán de exhibición, de notoriedad, de llamar la atención por parte de nuestros jóvenes y adolescentes, exacerbado por las posibilidades que brindan las tecnologías de la información y la comunicación. Ambos fenómenos están vinculados. La ausencia de normas y sanciones, la “anomia” de esta sociedad adulta, implica que no vemos ni nos ocupamos de nuestros jóvenes y adolescentes. Y no los vemos, entre otras razones, porque todos queremos ser jóvenes y no asumimos nuestra responsabilidad de adultos. Me parece importante destacar que no estamos más cerca de ellos porque les dejemos hacer lo que quieran.
La segunda diferencia es que antes las transgresiones colectivas tenían un contenido y un sentido político. Estas transgresiones, a diferencia de las privadas, eran exhibidas públicamente. Pero lo que se exhibía eran los motivos, las demandas, los objetivos de la acción. Una “rateada” masiva era una huelga. En las actuales rateadas, en cambio, se aprecia un fuerte déficit de sentido. Algunas encuestas muestran que las razones más frecuentemente mencionadas son la imitación (“si otros lo hacen, yo también”) y el desinterés por la escuela, donde el ausentismo docente es un fenómeno de dimensiones alarmantes. Este déficit de sentido no debe ser subestimado. En realidad es un síntoma de fenómenos culturalmente muy importantes, que debemos indagar.
Entre estos fenómenos, algunos ponen el foco sobre las tecnologías como si ellas fueran el centro de la cuestión. Con estas tecnologías, sin embargo, es posible hacer cosas muy diferentes. Los estudiantes chilenos las utilizaron para una movilización formidable, protestando por la calidad de la educación que recibían. Nuestras rateadas, en cambio, están lejos de reclamos programáticos de envergadura, al menos por ahora.
Nadie puede dudar de la importancia de las tecnologías en la cultura actual y particularmente en la cultura juvenil. Pero las tecnologías no definen el sentido de su utilización. El déficit de sentido que caracteriza estas conductas, y la cultura del nuevo capitalismo en general, no será de largo plazo. No existen experiencias históricas que muestren la posibilidad de vivir mucho tiempo sin saber para qué lo hacemos. Corremos un serio peligro dejando que el vacío de sentido sea ocupado por el fundamentalismo religioso o político o por el individualismo a-social. Estamos en condiciones de entusiasmar a los jóvenes en la construcción de una sociedad justa. Pero la condición necesaria para que eso ocurra es que primero nos entusiasmemos los adultos.
Esta comparación entre “antes” y “ahora” no tiene ninguna intención nostálgica ni valorativa. La comparación ayuda a entender los fenómenos, condición necesaria para que actuemos con mayor grado de reflexividad. Uno de los resultados principales de este ejercicio es que, en lugar de poner todo el foco en lo que hacen los adolescentes, deberíamos ponerlo en lo que hacemos los adultos.
Director de la Unidad de Planeamiento Estratégico y Evaluación de la Educación Argentina.

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