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jueves, 27 de mayo de 2010


EL SENTIDO Y LAS CONSECUENCIAS DE LA MULTITUDINARIA MOVILIZACION DEL BICENTENARIO EN LA MIRADA DE LOS ANALISTAS
Cómo se capitaliza tanta fuerza bruta
Según la mirada de los principales encuestadores del país, los millones que se movilizaron prescindieron de las banderías políticas, pero en algún punto coincidieron con la propuesta del Gobierno. Apuntan que el oficialismo podría capitalizarlo.
Por Fernando Cibeira
Los encuestadores coinciden en remarcar lo sorpresivo de la multitudinaria movilización –ya considerada la mayor de la historia– por los festejos del Bicentenario, que arrancaron el viernes hasta el impactante cierre del martes a la noche. “Una gran necesidad de participar”, definen. Caracterizado como un hito de las manifestaciones callejeras, los especialistas no se ponen de acuerdo en si eso redundará en beneficio de alguien aunque, por cierto, en ese rubro ven mucho mejor posicionado al gobierno nacional que a la oposición. Al menos, entienden, quedó de manifiesto que no existe un antikirchnerismo tan enconado como el que plantean algunos medios. Y que si la mirada sobre el Gobierno es más benévola, manteniendo una buena gestión en el año que resta también podría quedado muy bien plantado de cara a las elecciones de 2011.
Qué significa
Los analistas consultados destacan que la gente se movilizó con prescindencia de su bandería política y un sentimiento patriótico que se creía fuera de época.
“Fue sorprendente cómo se cantó la Marcha de San Lorenzo”, resalta Ricardo Rouvier –de Rouvier y Asociados, también miembro del Espacio Carta Abierta–, eso “unió la historia personal con la historia del país porque todos aprendimos esa marcha en el colegio”. Aunque reconoce la independencia de los movilizados, Rouvier sostiene que al menos tiene que haberse identificado con la propuesta cultural que planteó el Gobierno para ir hasta la 9 de Julio.
Roberto Bacman, del CEOP, también subraya el “clima de época favorable” que tiene que haberse dado para que se congregue “una Argentina con ganas de festejar” en las calles.
Más enfático es lo de Artemio López, de la firma Equis. “Hay un sentimiento colectivo de pertenencia pese a que el discurso hegemónico era de quiebre. La concurrencia demostró que no había tal odio y tal quiebre”, afirma. Y coincide en un párrafo con Bacman sobre las diferencias que a simple vista pueden registrarse entre lo sucedido en la 9 de Julio y el Teatro Colón. “Se vio una convivencia distinta, la calle fue mucho más horizontal”, marca Artemio. “Un festejo más popular y callejero”, añade Bacman.
Otro punto en común entre los analistas es subrayar que por una vez un acto en las calles con semejante nivel de participación no fue para protestar contra nada. “Fue la primera movilización tan masiva para festejar y rendir homenaje al país, no para reclamar o protestar. Fue todo a favor y nada en contra”, destaca Doris Capurro, de Ibarómetro. Sergio Berensztein, de la consultora Poliarquía, se suma al análisis. “Fue más al estilo ‘mundial’, casi carnavalesco. Lo empariento con la canción ‘Fiesta’, de Serrat. Se vivió un momento en el que todos fueron iguales, al norte y al sur del Obelisco. Hubo una recuperación del espacio público con mucho contenido no político”, agrega.
La gran independencia del movilizado en los festejos es lo que, sostienen otros, puede poner nerviosos a los políticos. “Hubo una alta dosis de espontaneidad y eso es algo que no deja tranquila a la dirigencia”, argumenta Enrique Zuleta Puceiro, de la consultora OPSM. Según Zuleta, cada ciudadano fue hasta el centro porteño empujado por su propia motivación: “Divertirse, participar para contárselo a sus nietos, ver un espectáculo; no hubo un pro o en contra de algo y una señal de eso fue lo pacífico que resultó”.
Quién capitaliza
Los analistas destacan que recién se están tomando los primeros datos y que todavía es pronto para sacar una conclusión definitiva sobre las consecuencias de las millones de personas que se volcaron con fervor a las calles del centro porteño. Con todo, el gobierno nacional claramente quedó mejor posicionado que la oposición para capitalizar el hecho. Hubo quien señaló que el jefe de Gobierno Mauricio Macri también podría obtener una tajada, depende de cómo se interprete su disputa con la presidenta Cristina Kirchner y la repercusión sobre la reinauguración del Teatro Colón. El matiz deja tela para cortar.
“Todavía tiene que decantar pero para el Gobierno no puede ser negativo; será positivo o a lo sumo neutro”, responde Rouvier. Zuleta Puceiro le reconoce a la Casa Rosada el mérito de haber puesto en marcha “un mecanismo de convocatoria impecable” que se manejó con “equilibrio y cuidado”, lo que habilitó la asistencia masiva.
Doris Capurro también valora la convocatoria. “La celebración benefició al país y, en segundo lugar, al Gobierno. Entre otras cosas, el Bicentenario mostró con hechos la capacidad del Gobierno de guionar en una celebración el eje popular de su proyecto”, argumenta.
“El Gobierno ganó unos puntitos al haber organizado –coincide Hugo Haime, de Haime y Asociados–. No se sabe si esos puntitos se mantendrán una vez que pase la euforia, pero alguna simpatía puede haber obtenido.”
El más convencido en cuanto al efecto beneficioso para el oficialismo es Artemio López. “Obviamente, lo capitaliza el Gobierno, porque más allá de que puede haber matices u opiniones sobre la gestión, hubo millones que respondieron a su convocatoria. Hay un espiral de silencio que se quiebra porque muchos que estaban a favor del Gobierno no lo decían pero ahora sí porque está claro el gran fracaso del discurso hegemónico opositor”, plantea.
Diferente es la mirada de Berensztein, quien no ve una capitalización partidaria de la celebración. En todo caso, sostiene, quienes quedaron en posibilidad de acreditarlo son Cristina Kirchner y Macri, dado el papel protagónico que –entiende– ambos adquirieron desde el viernes pasado. Además, recuerda, pese a que hubo actos en casi todo el país, el eje masivo de los actos fueron en la ciudad de Buenos Aires. “Si alguien se benefició fueron ellos dos”, subraya.
Qué se vota
Está claro que falta mucho para las elecciones presidenciales, pero hay analistas que entienden que al oficialismo se le puede abrir el panorama si sabe administrar la simpatía que en algunos sectores despertaron los festejos populares. Pero, en todos los casos, advirtieron que las posibilidades dependerán del año de gestión que queda por delante.
“El kirchnerismo sigue siendo la primera minoría, con un porcentaje cercano al 35 por ciento”, sostiene Artemio López. “Con gestión, puede superarlo y ganar la elección. Lo que quedó de manifiesto con el Bicentenario es la centralidad del kirchnerismo. También que no existe el antikirchnerismo que se decía, pero habrá que ver cuánto kirchnerismo hay”, agrega, convencido.
Pese a que sostiene que posiblemente la movilización fuera del común a la larga resulte neutral desde el punto de vista del voto, Zuleta Puceiro coincide con Artemio López en cuanto a que el Bicentenario derribó algunos conceptos. “Hay que pensar que la misma cantidad de gente que llenó las calles estuvo de vacaciones en varios puntos del país y siguió los actos por televisión. Eso habla de una sociedad distendida, no polarizada”, opina. Lo que tiene en claro es que la oposición “para nada” puede pensar en sumar algo a partir de lo sucedido en estos días.
Roberto Bacman piensa lo mismo, pero porque no ve en la oposición un proyecto claro y diferenciador. “Para el Gobierno la mejor campaña es la gestión. Ahora, si a partir de esto la gente mira más benévolamente lo que hace le va a ir mejor. Mientras, la oposición no puede mostrar un discurso diferente y no tiene forma de capitalizar el Bicentenario”, afirma.
Tanto Bacman como Doris Capurro marcan que ya desde antes de los actos el Gobierno venía mostrando una recuperación en los sondeos. “Estoy segura de que esto significa para el Gobierno un relanzamiento. La contundente gestión a través de medidas de gran aceptación, como la asignación universal o el reparto de computadoras a los chicos, le dieron un liderazgo indiscutible en la agenda. El crecimiento de la imagen del Gobierno es directamente proporcional a la caída de la imagen de la oposición”, subraya.
Más prudentes, tanto Haime como Berenzstein se muestran reticentes al análisis electoral a más de un año de las elecciones. “Está muy abierto, es erróneo hablar de cuestiones electorales”, sentencia Berensztein. Haime también considera que “estamos muy lejos” pero advierte que el Gobierno puede sacar ventaja “si hace las cosas bien”. Y deja otra frase: “En realidad a quien mejor le va a ir es al que sepa interpretar lo que pasó, fue algo muy fuerte esto que sucedió y los políticos deberían tomar nota”.

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