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miércoles, 28 de noviembre de 2012

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LA COLUMNA DE MARIANA HERNÁNDEZ
La columnista de adlatina.com reflexiona sobre el lenguaje simbólico de los cuentos, poemas y fábulas, de las enseñanzas que estos nos dejan para la vida y de la importancia de estar conectados con la intuición, la magia y lo misterioso, para no caer en la literalidad extrema.
  • Hernández: “La desgracia de la literalidad es que nos frena de involucrarnos con las partes más divertidas, ricas y hasta cierto punto sagradas de nuestra humanidad”.
Basilisa se había quedado huérfana de madre y, como en todo cuento que se respete, terminó cayendo en una casa con una malvada madrastra y dos viles hermanastras que le hacían la vida imposible cada día y cada noche. La diferencia en este cuento es que Basilisa tenia un arma contra las malas de la historia. Antes de morir, su madre no le dejó tierras, dinero ni tesoros. Le dejó una muñeca, y no cualquier muñeca sino una muy especial, capaz de guiar a Basilisa en su toma de decisiones. Lo único que tenía que hacer era alimentarla, ponerle atención y escucharla cuando le dijera “ve por aquí”. Esta muñeca salvó a Basilisa de varios encuentros terribles, trampas y peligros, ayudándola a ir encontrando nuevos caminos. A veces la muñeca en su bolsillo hablaba alto y claro, a veces susurraba y otras veces Basilisa tenía que alimentarla y esperar un poco su mensaje. Pero siempre en su bolsillo, nunca lejos, siempre con ella a todos sitios. (Cuento tradicional ruso, Basilisa la Hermosa, A. N. Afanasiev).
La mayoría de los cuentos que escuchamos de niños y que ojalá no hayamos parado de escuchar, están contados en un lenguaje simbólico que nos ayudan a entender grandes principios de la vida sin mayor dificultad. En este caso, la muñeca de Basilisa representa su intuición, una habilidad que su madre le recuerda no olvidar para ser guiada en la vida y en sus decisiones.
De niños comprendemos esto sin mucha racionalización ni explicación y así vamos aprendiendo: de los cuentos, de los poemas, de las fábulas. Comprendemos el lenguaje simbólico, las metáforas y de alguna manera los misterios que nos rodean.
Lo que pasa es que vamos creciendo y parece que nos vamos alejando de esta capacidad. En nuestro entorno de creadores de ideas, el peor insulto que podemos escuchar muchas veces es que alguien sea literal, porque equivale a ser básico, cerrado, no muy inteligente. De alguna manera, esto nos hace ver que también reconocemos y premiamos la capacidad de crear historias y de entender sus símbolos. Queremos estar conectados con la intuición, la magia, lo misterioso.
Clarissa Pinkola Estés, psicóloga con especialidad en Jung, cuenta en uno de sus pláticas llamada “Teatro de la Imaginación”, de manera apesadumbrada, que estamos olvidando como humanidad el amor y la familiaridad con lo simbólico. Es más fácil y más rápido quedarnos en la superficie. Ella dice que por eso necesitamos cada vez más artistas, porque ellos nos cuentan la vida y sus misterios.
Para saber si estamos realmente perdiendo nuestra capacidad intuitiva y simbólica hace falta un estudio serio al respecto. Lo que es indiscutible es que está cambiando. Aunque algunas tendencias actuales nos alejan (la rapidez y superficialidad), afortunadamente, otras nos acercan a lo simbólico y a los cuentos, como el storytelling digital y permanente que vivimos (videojuegos, aplicaciones, etcétera). La desgracia de la literalidad es que nos frena de involucrarnos con las partes más divertidas, ricas y hasta cierto punto sagradas de nuestra humanidad.
Lo bueno es que cada uno de nosotros tiene su muñeca en el bolsillo.

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