arte urbano
Organizan tours "graffiteros" para extranjeros y en inglés
Se hacen en Palermo, Colegiales y Villa Crespo. Cuestan US$ 25. Los guías reviven la historia argentina a través de las pintadas.
Para todos los gustos. Los hay infantiles, naïf y abstractos, pero también con contenido político. Las recorridas duran tres horas y salen de Conde y Jorge Newbery en Colegiales.
Veinte personas escuchan a una guía que les cuenta en inglés la historia escrita en las paredes. No están frente al Cabildo, ni en la Manzana de las Luces; sino en Colegiales, Palermo y Villa Crespo. Como ellos, decenas de turistas eligen todas las semanas hacer un “graffiti tour”, una recorrida por las piezas más destacadas del arte urbano porteño.
El recorrido empieza en la esquina de Conde y Jorge Newbery, cerca del epicentro de la movida graffitera. Los visitantes llegan de a poco, con amigos, en pareja o simplemente hombres solos. Vienen de Inglaterra, Italia, Australia, Francia, pero también hay argentinos. El punto de encuentro es una pared pintada con cactus sonrientes, fantasmas rosados y perros construidos con cubos. En las casi tres horas que dura el recorrido pasarán del arte más naïf a la pintada política: un trayecto que une la vuelta de la democracia en 1983 con el resurgimiento luego de la crisis de 2001. “El recorrido sirve de excusa también para contar la historia del país”, explica la guía, Cecilia Quiles, del grupo Graffiti Mundo, que se dedica a promover el arte urbano porteño.
Existen varias opciones, para distintos intereses y bolsillos. El más popular, que se hace en inglés cuatro veces por semana, cuesta unos US$ 25 para extranjeros y $ 60 para locales. También se puede hacer en bicicleta, pero sólo los domingos.
Para artistas y fotógrafos, existe un recorrido especial destinado a mostrar paredes escondidas, ocultas para el ojo inexperto. Además, el grupo ofrece visitas gratuitas todos los fines de semana para que los porteños también puedan descubrir este arte callejero.
Los “graffiti tours” porteños se promocionan en distintas revistas turísticas en todo el mundo y hasta fueron reseñados en el New York Times y en el Washington Post.
Gran parte de este arte urbano se concentra sólo en Colegiales: desde las barandas pintadas de rosa y azul del puente Jorge Newbery hasta las paredes de la estación de Edenor, copadas por dibujos de jirafas, cebras y elefantes. Ese punto, frente a la planta de transferencia de residuos del CEAMSE, conjuga varias generaciones de artistas, locales y extranjeros.
¿Cómo se hace arte urbano? Aunque las técnicas son variadas, en general se usa aerosol, el acrílico y el estencil (se pinta sobre un molde recortado sobre una radiografía vieja). Pero otros prefieren materiales menos convencionales. Por ejemplo, uno de los artistas más reconocidos, que firma con el seudónimo Jaz, mezcla látex con asfalto o tierra. Otros son aún más radicales: en un paredón de Villa Crespo existe un mural realizado con un extintor de incendios rellenado con pintura.
El movimiento graffitero tiene su historia y sus códigos. Los guías enseñan a los turistas los tags (la firma del autor con letras estilizadas), los bombs (marcas dejadas con aerosol sobre el trabajo de otro), y las guerras entre los diferentes autores sólo por ocupar una pared. Entre los que más impactan a los turistas, sobre todo a los europeos, es que una parte importante de las pintadas se hacen con permiso de los dueños de la pared. “Es una forma de rebelión, pero respetuosa, eso en Londres no pasa”, describe Steven Edwards, inglés. A muchos también les sorprende la extensa comunidad de graffiteros porteños que suelen combinar sus diseños en una misma pared. “Me gusta la combinación de estilos, eso es algo que no se ve en otras ciudades”, dice Alana Raccani de Sidney, Australia.
Pero no todo es arte: la pintada política también está incluída en el tour. En una esquina de Villa Crespo, la guía muestra “el nestornauta”, un estencil sobre la figura del Eternauta, con la cara del ex presidente Kirchner. “El objetivo en este caso no es artístico, se nota que no lo hizo un profesional porque la pintura chorrea y la pared no es la adecuada”, le explica la guía, a un grupo de extranjeros.
Cada ilustrador tiene sus motivos para pintar, pero el resultado final los involucra a todos: que la ciudad se transformó en un enorme museo a cielo abierto, que para cada vez más turistas, valga la pena recorrer.
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