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domingo, 2 de mayo de 2010

opiniones

JAVIER DEL REY MORATO: SOCIOLOGO, PROFESOR DE CIENCIAS DE LA INFORMACION
"Los políticos siguen enredados en los viejos juegos de lenguaje"
Internet, dice este académico español, cambió los modos de la comunicación política, pero no todavía los contenidos y maneras de argumentar y vincular a los ciudadanos con la vida política.
nuevas tecnologías de la comunicación y sus usos -páginas web, blogs y bloggers, foros y redes virtuales, correo electrónico, chat y chateos, Facebook y ahora Twitter- abren nuevos espacios y canales de participación, y también nuevos campos de expresión y de disputas. Vemos replicadas, en ese ciber-espacio o "blogósfera" las cuestiones y debates clásicos de la democracia: nuevas formas de libertad, pretensiones de control y una interminable oferta de evasión y entretenimiento. Javier del Rey Morato, doctor en Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, lo llama "la tríada de la posmodernidad internáutica". Mientras las sociedades se deslizan de la teledemocracia a la ciberdemocr@cia, dice, los políticos siguen jugando los viejos juegos de lenguaje y simulacro. Del Rey Morató, uruguayo de nacimiento, español y rioplatense cosmopolita por adopción, es además de catedrático, autor de varios libros, entre ellos "La comunicación política", "Democracia y posmodernidad", "El juego de los políticos" y "El naufragio del periodismo en la era de la televisión". No tiene blog propio, pero dedica su tiempo a navegar, escribir y debatir en foros virtuales. Estuvo en Buenos Aires, invitado por el Instituto Universitario Ortega y Gasset al seminario "Comunicación política para gobiernos locales". ¿De qué modo cambió la comunicación y la participación política el uso de Internet?La comunicación política está llegando quizás un poco tarde y tímidamente, en algunos países un poco más tarde que en otros, a la transformación que significó este nuevo espacio de interacción social como lo es el mundo de Internet, la "blogósfera" y sus múltiples usos. Y como llega con retraso, lo hace predominantemente utilizando las tecnologías de finales del siglo XX y principios del siglo XXI con las rutinas de ayer. Lo vemos en cómo comunican la mayoría de las instituciones. Se sigue utilizando Internet y la web más como un tablón de anuncios electrónico o una vidriera, como quien pega una noticia en la pared o monta una vistosa cartelera, y son páginas muchas veces estáticas, no siempre puestas al día, de escaso interés semántico y poco atractivas estéticamente. Lo mismo pasaba al principio con los partidos políticos, aunque se fueron despabilando más; crearon páginas más dinámicas, con salas de prensa interactivas en las que el internauta puede participar, con chat, informes y dossiers, materiales que pueden interesar al periodista, selección de buenas fotografías, además de la propaganda, claro.Estamos hablando de una herramienta que ofrece otras maneras de comunicar, ¿cambian también los contenidos y mensajes? Es una herramienta que es una suma de tecnologías: más que un medio es una plataforma multimedia, en la que hay de todo. Están los antiguos medios y las nuevas expresiones, está el comercio lícito e ilícito, las buenas ideas y las peores. Y no vienen jerarquizadas, es uno quien frente a la pantalla tiene que construir su escala de intereses y relevancias cada vez que aprieta su mouse o elige por dónde navegar, dónde detenerse y dónde intervenir con su mensaje. Quizás lo que marca aún más el cambio es la generalización del video como herramienta de comunicación. Tenemos allí en ciernes un cambio tal vez tan radical como el provocado por la irrupción de la televisión. Alguien dijo alguna vez que la televisión no instaura abstracciones en nuestra mente sino personajes en nuestro corazón. E Internet yo creo que lleva a una mayor personalización de la política, porque se ofrecen videos, se expresa en un lenguaje de cierta intimidad, como si hablara con una sola persona, en tu propio despacho, en tu ordenador; es una situación de recepción nueva, sobre cuya eficacia en cuanto a los efectos es difícil sacar conclusiones. Pero es novedosa y está destinada seguramente a producir cambios también en los contenidos y los mensajes.Algunos oficios también cambian, periodistas y políticos, por ejemplo?Obviamente, los periodistas deben ser mucho más dúctiles, echando mano a múltiples recursos y con una mayor competencia y exigencia en esa realidad que fluye como torrente y que deben jerarquizar en tiempo real. El oficio de político también va a tener que cambiar. Van a tener que idear nuevas formas expresivas y yo diría, retomando una categoría de Wittgenstein, "nuevos juegos de lenguaje" para nuevos auditorios. Porque cuando surgen nuevos auditorios en la historia necesariamente tienen que surgir nuevos tipos de emisores y de mensajes. La actual generación de dirigentes políticos todavía no está suficientemente familiarizada con Internet: aprenden a través de sus hijos o su personal y siguen enredados en los viejos juegos de lenguaje. ¿Cómo concebir el ciberespacio en clave de comunicación política: un ágora virtual, mercado libre de ideas e intercambios, un nuevo "Tercer Estado" de la posmodernidad, apertura a una democracia más participativa o simple extensión de los espacios tradicionales de la comunicación social? Hoy por hoy, me quedo con la metáfora del caos. Es una suma de individuos que se acercan al ordenador a tomar sus decisiones, la mayoría de las cuales, no nos engañemos, son irrelevantes desde el punto de vista político. La relevancia de esa forma de participación ocurre por momentos, irrumpe en la escena en determinadas situaciones, cuando se crea el imaginario de un "mini populus" informado, activo, una masa crítica audaz, que no tiene por qué identificarse con la totalidad de la sociedad pero se muestra como minoría organizada. Algo de eso hubo con el fenómeno Obama y sirvió para sacudir y renovar a la anquilosada política de partidos. ¿Le puede ahora pasar a Obama lo mismo desde la derecha, con el movimiento del "Tea party"? Creo que el "Tea Party", tal y como lo vemos funcionar en estos días en EE.UU. pone de manifiesto también cómo las nuevas formas de participación no significan necesariamente un avance en el mundo de las ideas o deban llevar de por sí una marca progresista. Lo que hace la tecnología de Internet es actualizar el debate sobre la moderna poliarquía, abierta a la movilización ciudadana, con todos los beneficios y riesgos que ello comporta: desestabilización, incapacidad del sistema para absorber los nuevos "inputs" -las demandas, que encuentran otra puerta de entrada en el sistema-, participación no prevista por los partidos, ni los gobiernos. Ofrece perspectivas para aproximar a la poliarquía hacia los ideales de la democracia, y también es una puerta abierta para los desestabilizadores, que no quieren que esa sociedad abierta se abra a los más necesitados. Paradójicamente, la sociedad abierta da poderes a los que defienden formas menos cualificadas de sociedad abierta, pues pretenden cerrarla a nuevos actores y demandas. Hoy por hoy, no sabemos el alcance de esa vía abierta por la tecnología a otras formas de intervenir en política, de la que podemos esperar tanto formas inéditas de democratización como otras no menos inéditas y sofisticadas de control político. Entre una posibilidad y la otra, vemos cómo se insinúa una nueva forma de hacer oposición, en defensa de intereses que no siempre ven con simpatía que el Estado haga suyos algunos problemas de los individuos -la sanidad, por ejemplo-, y administre con más justicia un bien que debería ser accesible a todos.¿Y qué hay de estas otras formas de control por parte de los Gobiernos, que pasan por promover la proliferación de voces en las redes, con el objetivo de anular o neutralizar a los medios opositores y voces críticas que tienen más fuerza? El paso más novedoso en esto es la peculiar iniciativa de Hugo Chávez de crear "guerrillas comunicacionales", destinadas a sembrar en el espacio internáutico versiones interesadas, unas veces para contrarrestar rumores que circulan por la sociedad, otras para anticiparse a ellos, y en ocasiones, para luchar con algo tan incontrovertible como la información, y tan áspero y contradictorio con la realidad -la de la economía, la de la energía, la de la propia incompetencia de los gobernantes-, con el recurso de siempre: la palabra. Aquí también, el recurso es antiguo, aunque nueva es la circunstancia tecnológica. Esas Guerrillas Comunicacionales, tienen un encargo claro, inequívoco: introducir ruido en el mundo de la comunicación, sembrar confusión, para que, en el medio del ruido y de la confusión de fondo, surja la voz de Chávez aclarándolo todo. Por eso las llama "brigadas comunicacionales"; son eso, guerrillas, que distraen la atención de la gente, especialistas en tender cortinas de humo, para focalizar la atención en asuntos laterales, ficticios, creados por el poder, para que la realidad siga quedando fuera del marco de lo que debe interesar a la gente. Las palabras "guerrilla comunicacional" no dejan lugar a dudas: se trata de una acción militar de inteligencia, que persigue sus objetivos mediante la palabra. Chávez no consiente que lo cuestionen, y tiende un manto de confusión en torno a la realidad.

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