Los susurradores de poemas ya regalan sus rimas en la peatonal
Son un grupo de jóvenes que recita al oído poesías a los transeúntes. Un calmante en medio del bullicio urbano.
Un susurro en medio del mundanal ruido de la ciudad de Córdoba. En la peatonal, en un banco o arriba de un colectivo puede ocurrir un milagro poético: que alguien le susurre un poema.
"ColorSusurro" se llama el grupo de susurradores de poemas de Córdoba, el primero del país y uno de los pocos en el mundo de los que se tenga noticia. ¿Quiénes son? Mejor dicho, ¿qué hacen y cómo?
Primero, toman uno de esos tubos de cartón en los que se enrollan papeles o telas. Lo visten de colores chillones, como para que se vaya acostumbrando a que lo suyo van a ser las emociones fuertes. Vale todo: pintura, botones, telas, espejitos, figuritas...
"Quizá, yo que soy tímido, el susurrador me ayuda. Es un aliado sorpresa que produce un impacto visual por los colores. Además, suena agradable a los oídos", cuenta Anuar.
Luego, hay que aprenderse unas poesías, al principio unas pocas porque el secreto está en recitarlas de memoria, "porque la intensidad es más fuerte", dice Celeste la organizadora del grupo.
En una mesita de la Biblioteca Popular Alfonsina Storni, de Villa Allende Parque, hay un montón de papelitos con poesías para que los nuevos alumnos entrenen sus susurros.
Finalmente, perder la vergüenza, caminar entre el ruido citadino hasta encontrar a alguien que esté dispuesto a escuchar una poesía a través de ese mágico tubo.
Una experiencia de sentidos. La experiencia es intensa por donde se mire. El susurrado, concentra todos sus sentidos en un oído. Algunos cierran los ojos, ríen o se ponen serios porque a veces la desconfianza no se va del todo.
"El 95 por ciento de la gente cree que le vamos a gritar, el cinco por ciento que le vamos a pegar con el susurrador", dice Celeste.
Susurra desde hace dos años. Empezó sola, pero después formó el grupo, que ahora llega a casi 20 personas, de 13 a 24 años. Hay hombres y mujeres, estudiantes de Letras, de Psicología, de Comunicación Social.
Han realizado intervenciones en bancos, plazas, marchas y colectivos. De golpe se despliegan con sus tubos y empiezan a susurrar poemas.
"La gente lo necesita. Algunos que nos rechazan, ven que a otro se le dibuja una sonrisa, entonces ellos también quieren que les susurren", comenta Valentín.
También organizan talleres para susurradores. "No hay un manual del susurro. Es como nosotros pensamos que debe ser", confiesa Celeste.
Si ellos tienen que buscarle un objetivo a esta actividad, más allá del placer que se les dibuja en sus rostros cada vez brotan las rimas, es acercar la poesía a la calle. "La poesía es el género que más mala fama tiene. Las editoriales no publican porque dicen que no vende, pero cada vez que salgo a la calle, la gente me demuestra lo contrario", afirma Celeste.
Y luego, nos desafía: "¿Cuánto hace que no le susurrás un 'te quiero' a alguien? ¿Y que no te susurran?". Soy todo oídos.
Son un grupo de jóvenes que recita al oído poesías a los transeúntes. Un calmante en medio del bullicio urbano.
Un susurro en medio del mundanal ruido de la ciudad de Córdoba. En la peatonal, en un banco o arriba de un colectivo puede ocurrir un milagro poético: que alguien le susurre un poema.
"ColorSusurro" se llama el grupo de susurradores de poemas de Córdoba, el primero del país y uno de los pocos en el mundo de los que se tenga noticia. ¿Quiénes son? Mejor dicho, ¿qué hacen y cómo?
Primero, toman uno de esos tubos de cartón en los que se enrollan papeles o telas. Lo visten de colores chillones, como para que se vaya acostumbrando a que lo suyo van a ser las emociones fuertes. Vale todo: pintura, botones, telas, espejitos, figuritas...
"Quizá, yo que soy tímido, el susurrador me ayuda. Es un aliado sorpresa que produce un impacto visual por los colores. Además, suena agradable a los oídos", cuenta Anuar.
Luego, hay que aprenderse unas poesías, al principio unas pocas porque el secreto está en recitarlas de memoria, "porque la intensidad es más fuerte", dice Celeste la organizadora del grupo.
En una mesita de la Biblioteca Popular Alfonsina Storni, de Villa Allende Parque, hay un montón de papelitos con poesías para que los nuevos alumnos entrenen sus susurros.
Finalmente, perder la vergüenza, caminar entre el ruido citadino hasta encontrar a alguien que esté dispuesto a escuchar una poesía a través de ese mágico tubo.
Una experiencia de sentidos. La experiencia es intensa por donde se mire. El susurrado, concentra todos sus sentidos en un oído. Algunos cierran los ojos, ríen o se ponen serios porque a veces la desconfianza no se va del todo.
"El 95 por ciento de la gente cree que le vamos a gritar, el cinco por ciento que le vamos a pegar con el susurrador", dice Celeste.
Susurra desde hace dos años. Empezó sola, pero después formó el grupo, que ahora llega a casi 20 personas, de 13 a 24 años. Hay hombres y mujeres, estudiantes de Letras, de Psicología, de Comunicación Social.
Han realizado intervenciones en bancos, plazas, marchas y colectivos. De golpe se despliegan con sus tubos y empiezan a susurrar poemas.
"La gente lo necesita. Algunos que nos rechazan, ven que a otro se le dibuja una sonrisa, entonces ellos también quieren que les susurren", comenta Valentín.
También organizan talleres para susurradores. "No hay un manual del susurro. Es como nosotros pensamos que debe ser", confiesa Celeste.
Si ellos tienen que buscarle un objetivo a esta actividad, más allá del placer que se les dibuja en sus rostros cada vez brotan las rimas, es acercar la poesía a la calle. "La poesía es el género que más mala fama tiene. Las editoriales no publican porque dicen que no vende, pero cada vez que salgo a la calle, la gente me demuestra lo contrario", afirma Celeste.
Y luego, nos desafía: "¿Cuánto hace que no le susurrás un 'te quiero' a alguien? ¿Y que no te susurran?". Soy todo oídos.
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