A lomo de mula, llevaron Internet a chicos de escuelas de alta montaña
Pidieron al Gobierno un helicóptero, pero nunca llegó. Igual lograron el objetivo.
Por: Pablo Calvo
Dicen que las montañas de Jujuy se mueven. Que juegan con el que las mira. Que son naranjas pero, si se aburren, se convierten en la paleta de un pintor. Que forman siluetas: un dinosaurio, un cocodrilo, un fantasma, una tortuga en su caparazón. Son sinuosas las montañas. Han visto emigrar a un pueblo entero, para tenderle una trampa al invasor. Y aún hoy desafían a cualquiera.
Les pasó a un grupo de voluntarios que quisieron subir computadoras y equipos satelitales a escuelas escondidas a 4.000 metros de altura, y no tenían cómo.
Pidieron ayuda al Gobierno, un helicóptero, que la Gendarmería tiene operativo en la zona. Lo hicieron a través de cartas enviadas a los diarios, entre ellos Clarín. Pero los funcionarios de la Casa Rosada -siempre dispuestos a volar, muchas veces en jets privados- nunca autorizaron el viaje.
La solidaridad se tuvo que hacer a lomo de burros y mulas. Catorce horas de marcha hasta la escuela de Loma Larga y diez horas más hasta la de Alonso, por senderos angostos, hondonadas y tramos de piedras, donde las herraduras sacaban chispas con el roce.
La caravana partió hace una semana desde Huacalera, cuesta arriba, por peñas y quebradas. Como las mulas se empacan, su cuidador, Marcelo, tuvo que cargarse la antena satelital al hombro, envuelta en un poncho rojo, para que no se le resbalara. A su lado estaba María, con su bebé en la espalda.
La película del cielo les fue mostrando un sol pleno, un viento repentino, nubes acechantes, llovizna y una neblina nocturna que no les dejaba ver ni el burro que iba adelante, según el relato del pediatra Alejandro Besteiro, el ingeniero en sistemas Juan Santoiani y el técnico informático Guillermo Cerioni, tres que tiritaban.
Tan oscuro se puso que una mula se asustó frente a una grieta y el médico cayó a un precipicio, con suerte, porque otra grieta lo frenó. Los baqueanos dejaron a un lado las PC, las herramientas, el grupo electrógeno, los paneles solares, y lo rescataron. Luego de alcanzar los 4.800 metros sobre el nivel del mar, los voluntarios de la Fundación Aprendiendo Bajo la Cruz del Sur bajaron hasta los 3.200 metros, hasta llegar a la escuela de Loma Larga. Y como en la vida hay recompensa, un mate cocido con pan casero, en la madrugada más fría de sus vidas, les devolvió el alma al cuerpo. La escuela amaneció nevada. En un rato, se logró la conexión a Internet, para emoción de los alumnos, la directora Isabel Ramos y el profesor de gimnasia. Medio cordero al horno fue el banquete de despedida.
El segundo tramo llevó otras 10 horas. Desde la base, Claudia Gómez Costa, maestra, asesora de Naciones Unidas y presidenta de la Fundación, supervisaba la marcha. Senderos rotos, trepadas extremas, los viajeros avanzaban igual hacia la meta, la escuela de Alonso, donde las madres de los chicos amasaban fideos y los chicos afinaban coplas de bienvenida. El director, Manuel Alvarez, pronunció un discurso y la mención al Bicentenario hizo pensar que Patria es también luchar para no quedar aislados. Las montañas escucharon.
Fotos:
1. Marcelo carga la antena satelital en su poncho. 2. Nieva en Loma Larga, mientras los chicos izan la bandera. 3. Dos nenes de Alonso se conectan a un mundo nuevo
Pidieron al Gobierno un helicóptero, pero nunca llegó. Igual lograron el objetivo.
Por: Pablo Calvo
Dicen que las montañas de Jujuy se mueven. Que juegan con el que las mira. Que son naranjas pero, si se aburren, se convierten en la paleta de un pintor. Que forman siluetas: un dinosaurio, un cocodrilo, un fantasma, una tortuga en su caparazón. Son sinuosas las montañas. Han visto emigrar a un pueblo entero, para tenderle una trampa al invasor. Y aún hoy desafían a cualquiera.
Les pasó a un grupo de voluntarios que quisieron subir computadoras y equipos satelitales a escuelas escondidas a 4.000 metros de altura, y no tenían cómo.
Pidieron ayuda al Gobierno, un helicóptero, que la Gendarmería tiene operativo en la zona. Lo hicieron a través de cartas enviadas a los diarios, entre ellos Clarín. Pero los funcionarios de la Casa Rosada -siempre dispuestos a volar, muchas veces en jets privados- nunca autorizaron el viaje.
La solidaridad se tuvo que hacer a lomo de burros y mulas. Catorce horas de marcha hasta la escuela de Loma Larga y diez horas más hasta la de Alonso, por senderos angostos, hondonadas y tramos de piedras, donde las herraduras sacaban chispas con el roce.
La caravana partió hace una semana desde Huacalera, cuesta arriba, por peñas y quebradas. Como las mulas se empacan, su cuidador, Marcelo, tuvo que cargarse la antena satelital al hombro, envuelta en un poncho rojo, para que no se le resbalara. A su lado estaba María, con su bebé en la espalda.
La película del cielo les fue mostrando un sol pleno, un viento repentino, nubes acechantes, llovizna y una neblina nocturna que no les dejaba ver ni el burro que iba adelante, según el relato del pediatra Alejandro Besteiro, el ingeniero en sistemas Juan Santoiani y el técnico informático Guillermo Cerioni, tres que tiritaban.
Tan oscuro se puso que una mula se asustó frente a una grieta y el médico cayó a un precipicio, con suerte, porque otra grieta lo frenó. Los baqueanos dejaron a un lado las PC, las herramientas, el grupo electrógeno, los paneles solares, y lo rescataron. Luego de alcanzar los 4.800 metros sobre el nivel del mar, los voluntarios de la Fundación Aprendiendo Bajo la Cruz del Sur bajaron hasta los 3.200 metros, hasta llegar a la escuela de Loma Larga. Y como en la vida hay recompensa, un mate cocido con pan casero, en la madrugada más fría de sus vidas, les devolvió el alma al cuerpo. La escuela amaneció nevada. En un rato, se logró la conexión a Internet, para emoción de los alumnos, la directora Isabel Ramos y el profesor de gimnasia. Medio cordero al horno fue el banquete de despedida.
El segundo tramo llevó otras 10 horas. Desde la base, Claudia Gómez Costa, maestra, asesora de Naciones Unidas y presidenta de la Fundación, supervisaba la marcha. Senderos rotos, trepadas extremas, los viajeros avanzaban igual hacia la meta, la escuela de Alonso, donde las madres de los chicos amasaban fideos y los chicos afinaban coplas de bienvenida. El director, Manuel Alvarez, pronunció un discurso y la mención al Bicentenario hizo pensar que Patria es también luchar para no quedar aislados. Las montañas escucharon.
Fotos:
1. Marcelo carga la antena satelital en su poncho. 2. Nieva en Loma Larga, mientras los chicos izan la bandera. 3. Dos nenes de Alonso se conectan a un mundo nuevo
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