El periodismo que viene
El ‘New York Times’ abre una ventana
Desde el lunes pasado, el New York Times abre una ventana a su operación interna. Difunde por video en Internet parte de la reunión de editores de tapa.
Por Roberto Guareschi
Desde el lunes pasado, el New York Times abre una ventana a su operación interna. Difunde por video en Internet parte de la reunión de editores de tapa –alrededor de las 10.40 de la mañana– y las conversciones que poco después algunos periodistas mantienen para ampliar las noticias ya vistas y analizar otras. Se pude ver todos los días al mediodía de Nueva York. Se llama Timescast.
Las reuniones se realizan en el flamante edificio del NYT, en una vasta sala con una pantalla donde se proyectan materiales que forman parte en ese momento de la edición on line, videoconferencias con corresponsales, etc. Asisten más de treinta editores.
Todavía se critica la conveniencia de la mudanza a ese costoso edificio cuando la empresa ya estaba en problemas: tuvo que aceptar el ingreso del hombre más rico del planeta, el mexicano Carlos Slim, como accionista a cambio de un préstamo de US$ 250 millones.
El objeto de la reunión de tapa es definir los temas principales del día. Las reuniones del NYT eran sacrosantas hasta ahora. Sólo se participaba en ellas por invitación y como oyente. Las invitaciones eran infrecuentes. Había un compromiso tácito de confidencialidad.
Yo tuve la suerte de participar varias veces gracias a amigos de ese diario. La primera fue en los 80, en el viejo edificio de Times Square, atiborrado de escritorios, en una sala no muy bien iluminada, con muebles muy modestos.
Esa visita, otra en los 90, y otras a otros diarios, fueron oportunidades para aprender. Me impresionaba la preparación con que los editores llegaban a la reunión de tapa. Tenían claramente definido su tema principal: podían defenderlo con argumentos sólidos, evaluar sus antecedentes y sus consecuencias previsibles.
Las reuniones de tapa que se difunden ahora parecen una módica iniciativa para dar transparencia al trabajo del diario y ofrecer al público una suerte de noticiero de mediodía. Están editadas, de modo que es posible que nos estemos perdiendo discusiones interesantes.
La reunión es presidida por Jim Roberts, subeditor ejecutivo. Algunos de los temas principales del lunes 22. La editora de internacionales propone un escándalo mayúsculo: tres empleados de minera Rio Tinto, basada en Londres, admitieron haber recibido coimas en China y ella espera revelar, en el resto del día, los complejos procedimientos de la corrupción en China. No lo logró cabalmente.
Para el subeditor de la sección Economía, su tema principal era la posibilidad de que Google se fuera de China después sufrir ataques de hackers y la censura a los resultados de búsquedas. (Google mudó su operación a un site no censurado en Hong Kong, territorio chino con otra legislación.)
Para el editor de Internacionales, la gran historia era la aparición de nuevas y muchas evidencias de abuso de niños por un sacerdote católico alemán. La incógnita era cuánto sabía Ratzinger, hoy Papa y por entonces arzobispo de la arquidiócesis donde estaba destinado aquel sacerdote. En la publicación del día siguiente el diario agrega un dato importante: hubo un memo a Ratzinger donde se le informaba que el sacerdote condenado por la Justicia apenas había empezado un tratamiento y ya sería enviado a otra parroquia. Allí siguió abusando de niños.
El lector puede atisbar cómo se van construyendo las noticias y qué resulta de eso. No es una apertura completa: seguro que faltan discusiones sobre puntos de vista que siempre forman parte de las reuniones de tapa en todo el mundo.
Un colega hizo un comentario inteligente: esto debería haber ocurrido hace diez años. Se puede discutir la fecha. Pero es cierto que una iniciativa así, en un medio tradicional de semejante relevancia, hubiera ayudado temprano a construir credibilidad con transparencia.
Es probable que en el año 2000 nadie en el NYT creyera que hiciera falta. Hace diez años los medios tradicionales vivían en otra cultura, donde las amenazas a su hegemonía parecían muy lejanas o inexistentes. Hoy el Timescast parece poco y tarde, pero nunca inútil. Para periodistas y no periodistas, es una buena oportunidad para aprender y para evaluar el diario: sugiero comparar lo que se discute en la reunión con lo que se publica en días siguientes.
Otro mérito del NYT es su voluntad persistente de innovar, de ensayar en difíciles circunstancias cuando sus acciones caen y la quiebra es un rumor. Es evidente: entiende que su principal riqueza es la calidad de su periodismo y su credibilidad. Se necesita coraje y convicción para mantenerse en ese rumbo cuando los recursos escasean y la sobrevivencia está en juego
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