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domingo, 2 de noviembre de 2008


La entrevista
"Cromagnon instaló el tema de la precariedad"
Los efectos del neoliberalismo en las sociedades latinoamericanas y el surgimiento de los countries como consecuencia de la fragmentación social son temas centrales en las investigaciones de Maristella Svampa. En esta entrevista reflexiona sobre su último libro Cambio de época Por Bárbara Schijman
Para Maristella Svampa, la realidad social, política y económica de nuestros días se caracteriza por patrones de continuidad y ruptura respecto de aquellos que dominaron la década del 90.
Socióloga y autora de varios estudios sobre el fenómeno de los countries y la fragmentación social, en su último libro, Cambio de época . Movimientos sociales y poder político, ofrece una compilación de artículos recorridos por las repeticiones y las transformaciones que han tenido lugar en América latina desde 2001 a esta parte.
Firme y contundente a la hora de exponer sus argumentos, Svampa desnuda continuidades en torno a la precariedad institucional y advierte sobre un doble discurso del Gobierno que, al tiempo que dice defender a ultranza la política de derechos humanos, impulsa una creciente judicialización y criminalización de los movimientos sociales. En este punto, el cambio de tono evidencia un dejo de indignación. Pero es en el análisis de la tragedia de Cromagnon donde Svampa refleja su emoción, suma a la charla una mayor dosis de prudencia antes de emitir opinión y se toma su tiempo para pensar cómo poner en palabras una perspectiva personal. Aquí deja de lado la respuesta tajante y admite que la tragedia de la discoteca de Once fue uno de los hechos recientes que más la ha conmovido: "Cromagnon instaló el tema de la precariedad en la Argentina", dice.
-¿Cuáles son los rasgos de este Cambio de época que evoca el título de la obra?
-Hay dos rasgos fundamentales. Uno de ellos es que, a partir del año 2000, en América Latina ha habido una desnaturalización de la relación entre globalización y neoliberalismo. Durante los 90, con la implementación de planes de ajuste estructural claramente neoliberales, esta solución se vio como unívoca y la única que se podía adoptar en el marco de una crisis. La segunda característica es señalar que este cambio de escenario abre un espacio de transición, un espacio de geometría variable, en el cual se advierten ciertas continuidades y ciertas rupturas en relación al modelo neoliberal.
-¿Cuáles son estas continuidades y rupturas?
-Sin duda, uno de los rasgos que es necesario advertir como común es la continuidad de una matriz asistencial en términos de políticas sociales. Esto se ha dado en todos los gobiernos; el desarrollo de un modelo asistencial participativo que continúa el modelo neoliberal. Es más, fija la condición de los excluidos como excluidos dentro del modelo.
-¿Y cómo sitúa al gobierno de los Kirchner en ese sentido?
-Algo que ha sido motivo de reflexión, sobre todo en los últimos tiempos a la luz de los conflictos recientes en el país, tiene que ver precisamente con las continuidades en términos de política institucional. El gobierno de Néstor Kirchner significó una primera ruptura en tanto y en cuanto estableció una relación diferente entre economía y política, algo que fue un instrumento básico para salir de la situación de default. En 2003-2004, muchos analistas hablaron de la recuperación de la política y efectivamente había algo de eso, pero por sobre todas las cosas, lo que había era una continuidad muy grande entre Kirchner y los gobiernos de los 90 en lo que es la confirmación y la ampliación del espacio de soberanía presidencial. La ampliación de ese espacio de soberanía presidencial es uno de los elementos que marca gran continuidad con el modelo de los 90. Sucede que en los primeros años, con la crisis de 2001-2002, ese espacio de soberanía presidencial fue funcional políticamente, pero a partir de 2005-2006 efectivamente hay una concentración cada vez mayor de ese espacio y una instrumentalización de los aliados.
-En su libro usted marca la diferencia entre lo que Cromagnon significa como hecho y lo que significa como movimiento, ¿a qué alude la distinción?
-Cromagnon como hecho designa un suceso en el cual murieron 194 jóvenes, casi niños, un acontecimiento que en su explicación muestra de qué manera se instaló el fenómeno de la precariedad en Argentina, qué tipo de complicidades empresariales, políticas, etcétera, se dieron para que, efectivamente, hubiera una acentuación de los procesos de precarización. En el mismo sentido podemos nombrar a las personas que murieron en lo sucedido con LAPA, o los mineros de Río Turbio, que efectivamente no tienen que ver con la idea de una tragedia o de un accidente sino con el funcionamiento de una suerte de maquinaria criminal en donde la cuestión de la precariedad aparece acentuada en sus diferentes niveles con todas sus complicidades. En ese sentido, Cromagnon lo que agrega, y por eso marca un punto de inflexión, es que además de ser una expresión de la precariedad extrema es también un hecho en el cual los protagonistas son jóvenes, y eso evidencia también el lugar que se le da a la juventud en el país. Precariedad y juventud como población sobrante se mezclaron e hicieron de Cromagnon un hecho único y al mismo tiempo emblemático. Como hecho, Cromagnon dejó marcas en Argentina porque obligó a desnaturalizar la cuestión de la precariedad que había sido vista como normal durante tantos años. Ni siquiera los movimientos sindicales lograron desnaturalizar así la precariedad como lo hicieron los de Cromagnon, y esto se sintetiza en la consigna "Para que no haya otro Cromagnon" que levantan distintos manifestantes reclamando mayor seguridad al Estado. Por otro lado, hay otra dimensión que es la de Cromagnon como movimiento, esto es, a partir de las distintas movilizaciones y protestas llevadas a cabo por los familiares y sobrevivientes. Es ahí donde señalo que existe una suerte de desfase entre sociedad y movimiento social.
Mencionó un no-lugar de la juventud. ¿A qué se refiere con eso?
-Sin un horizonte de expectativas y despojados de derechos (a la protección, a la seguridad, a la vida), los jóvenes aparecen como la expresión por antonomasia de la población sobrante, aquella que no tiene un lugar en la sociedad. La expresión paradigmática de esta forma de exclusión es el gatillo fácil, que lleva contabilizado más de mil jóvenes asesinados por la policía desde 1983 en adelante. Entre esos dos polos, el de la precariedad, que define el límite de la inserción, y el del no-lugar, que define el horizonte de la exclusión, se fueron configurando los nuevos marcos de referencia de las conductas juveniles, donde conviven diferentes principios y valores: la naturalización de la situación alterna con un talante antirrepresivo; el rechazo a los políticos, con una actitud antisistémica pocas veces politizada; la conciencia del horizonte de precariedad duradera, con una necesidad de descontrol de las emociones y las sensaciones.
¿Y en cuanto al impacto de Cromagnon en la sociedad?
-Los familiares han tenido grandes problemas para transmitir sus demandas, para dar cuenta del alcance de la heterogeneidad que está en la base del movimiento, y parte de la sociedad tendió a leer Cromagnon tomándolo como un todo, es decir, asociándola al exceso, al desborde, a las expresiones de furia de padres descontrolados por el dolor. Cuando es algo más que eso; a Cromagnon como movimiento hay que reconocerle el hecho de que se haya llevado a cabo un juicio político al principal responsable, el jefe de gobierno. En ese sentido, debemos ver el juicio político como una experiencia en la cual se articuló un movimiento como potencia destituyente con los dispositivos institucionales. Sin embargo, no es leído así por la sociedad. Cromagnon se estableció en esa suerte de desfase. No pudo convertirse en un movimiento social ejemplar y tiene dificultades para tender puentes con la sociedad, una sociedad que le da la espalda. Por eso creo que lo más ejemplar o emblemático fue Cromagnon como hecho antes que como movimiento.
-¿Por qué dice que la sociedad le dio la espalda?
-Cromagnon es un movimiento contra la impunidad, complejo y a la vez controvertido, que pone de manifiesto dimensiones políticas y sociales irresueltas en la sociedad argentina (la precariedad, el lugar de la juventud, la acción directa, la demanda de justicia). Ante esta multiplicidad de dimensiones de difícil elaboración, parte de la sociedad le dio la espalda: se hicieron lecturas lineales, sus errores fueron absolutizados. Pocos repararon en lo difícil que resulta asumir una posición única en una situación de dolor extremo y de duelo que, además, tenía un carácter público y aparecía en el mismo reclamo de justicia. La memoria, siempre selectiva, olvidó también ciertos episodios de represión que sufrieron las movilizaciones de familiares y sobrevivientes. La sospecha y la estigmatización fueron construyendo un nuevo cerco sobre las propias víctimas. Hoy, como sociedad, se desconoce el cotidiano trabajo terapéutico que realizan familiares y sobrevivientes, acompañados por psicólogos y especialistas.
-¿Por qué considera a Cromagnon un movimiento contra la impunidad?
-No lo digo yo; lo dicen los mismos actores y es legítimo. Es un movimiento que reclama justicia, y que lucha en todos los órdenes para que los diferentes culpables de lo que sucedió en Cromagnon no queden en la impunidad, como suele suceder en nuestro país. La lucha contra la impunidad es un marco común que recorre y estructura los más variados movimientos de derechos humanos, desde las organizaciones que han luchado contra el terrorismo de Estado impuesto por la dictadura militar hasta otros movimientos de carácter cívico que se han extendido desde finales de los 80, tanto contra los crímenes cometidos desde el poder (el caso María Soledad) como contra los de gatillo fácil. Cromagnon como movimiento se inserta en esta estela. Como hecho nos habla de la precariedad del no-lugar de la juventud en la sociedad argentina; como movimiento es un movimiento de lucha contra la impunidad y, sin embargo, las organizaciones de derechos humanos oficialistas no le dieron su apoyo, lo vieron como un inconveniente en la medida en que ponía en tela de juicio a un jefe de gobierno vinculado con el gobierno nacional. Más allá del oportunismo político de los sectores de derecha?
-Escribió mucho sobre countries, barrios privados en Argentina y ahora sobre Puerto Madero, ¿cuál es la relación entre ellos?
-En la Argentina de hoy no se pueden construir paraísos o islas completamente aisladas del resto. Hay una lógica social que recorre de manera diferente a estas islas, que están todas bañadas por las mismas aguas. En los barrios de clase media alta que cuentan con ciertos dispositivos de seguridad, esa ilusión de seguridad absoluta estalló por completo en 2002. En los 90 muchos quisieron constituirse en una suerte de sociedad separada, una especie de microcomunidad organizada en la cual el riesgo era reducido al mínimo, se evacuaba toda hipótesis de riesgo; pero no es posible. Esto muestra dos cosas: por un lado, que no es posible construir una sociedad solidaria sobre la base de la mercantilización de las relaciones sociales; los countries y barrios cerrados son eso. Por otro, que no es posible adoptar soluciones individuales sino que es necesario pensar en términos de proyectos colectivos e inclusivos. Los barrios privados y los countries han expresado la salida individualista de los sectores ganadores de la sociedad para poder gozar de los beneficios de los cuales la mayor parte de la población está privada. Estos lugares no son lo que eran antes.
-¿Por qué no lo son?
-No es extraño ver que Puerto Madero aparece ahora como el lugar de residencia más emblemático de los sectores ricos en un contexto diferente del de los barrios privados. No están ya esos muros, esas grandes fortificaciones, sino que está la relación abierta, concebida graciosamente, con la ciudad y sus márgenes. En términos espaciales, de alguna manera Puerto Madero expresa mucho más claramente la época actual. Aparece como el lugar por antonomasia en el cual residen los sectores altos de la sociedad gozando de todos los beneficios de la gran ciudad, esa ciudad a la cual se había renunciado en los 90.

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