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sábado, 21 de mayo de 2011

la cite universitaire

Una casa para estudiantes argentinos en pleno París

Casi un centenar de graduados universitarios, en su mayoría de universidades públicas, se alojan hoy en la Casa Argentina de la Cité Universitaire, en París, en donde cursan posgrados. Una institución histórica, inaugurada en 1928, donde vivieron figuras de nuestra cultura y que cuenta con una valiosa biblioteca con obras de distintos autores argentinos.

Por Mónica Beltrán
21/05/11 - 08:48
Una casa para estudiantes argentinos en pleno ParísFiguras. En la Casa vivieron, entre otros, el pianista Miguel Angel Estrella y Julio Cortázar. Hoy, una placa recuerda la habitación en la que se alojó el escritor en 1951.

Ochenta y seis graduados de universidades argentinas, mayoritariamente públicas, con carreras que van desde la medicina y la filosofía hasta las ciencias exactas, estudian sus doctorados o maestrías en alguna universidad de París y viven en la residencia que el Ministerio de Educación tiene en la Cité Universitaire: la Casa Argentina, inaugurada en 1928.
“El 95% de los residentes son egresados de universidades públicas argentinas y fueron aceptados en una de las prestigiosas universidades de París”, dice a PERFIL Alejandra Birgin, directora de la Casa.
La funcionaria, que fue subsecretaria de Daniel Filmus en el Ministerio de Educación, es una investigadora y docente de Flacso que hace ya casi cuatro años conduce la residencia. Cuenta, con orgullo, que los jóvenes que viven allí “tienen una formación muy sólida que les permite desempeñarse con fluidez en las mejores instituciones francesas. A veces, cuando hablamos de los problemas de calidad educativa, se nos hace invisible esto, que es parte de las mejores tradiciones de la educación pública argentina y de nuestro presente: muchos de nuestros egresados pueden destacarse en las mejores universidades del mundo”.
Lo demuestra Pamela Morales, 29 años, licenciada en Ciencias Políticas, quien cursa en París 8 el doctorado en Filosofía. Fue alumna de una escuela católica privada de Ciudadela, provincia de Buenos Aires, y luego cursó en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA durante años en los que el estudio se vio interrumpido muchas veces por conflictos sindicales docentes o estudiantiles, en el marco de la lucha por la unificación del edificio para Sociales. Sin embargo, su formación le alcanzó de sobra para cursar su posgrado en París 8.
“Me siento como en Sociales muchas veces. Nunca creí que mi formación era insuficiente o no entendí algo. Aquí los profesores valoran mucho la formación de los estudiantes argentinos, sobre todo de quienes venimos de la UBA”, dice.
La Casa Argentina es uno de los treinta pabellones de la Cité y allí viven graduados de distintos países que llegan a Francia para especializarse. El argentino y el brasileño son los únicos dos edificios latinoamericanos.
La Cité funciona desde 1923 y ocupa cuarenta hectáreas próximas al Parque Montsouris, en el extremo sudeste de París. Hoy alberga a casi 6 mil estudiantes, investigadores, artistas y pasantes de 132 países del mundo.
Aquí se practica el brassage, un sistema de intercambio de residentes entre casas. Por eso hoy el 30% de los estudiantes argentinos viven en otras casas y el 30% de quienes habitan en la residencia argentina son de Suiza, Brasil, Alemania, Líbano, Japón, Dinamarca, Marruecos, Túnez y Bélgica. “Eso hace que la vida cotidiana tenga una riqueza de culturas, sabores y lenguas increíble”, explica Birgin.
La Casa Argentina tiene además la magia de la historia y los personajes célebres que por allí pasaron. En 1951 llegó el escritor argentino Julio Cortázar, con una beca del gobierno francés, en lo que fue uno de sus primeros viajes a París, cuando partió de Mendoza, donde trabajaba en la Universidad de Cuyo. Hoy, su habitación ostenta una placa y es una de las más disputadas por los estudiantes.
El pianista Miguel Angel Estrella recuerda que llegó a la Casa Argentina en noviembre de 1964 con una beca para estudiar piano. “Todos soñábamos con conocer a Cortázar y discutir con él”, recuerda.
Residieron también el pianista Bruno Gelber, el escritor Manuel Puig, la docente creadora de la Escuela Nueva Olga Cossettini, el filósofo León Rozitchner y el pintor surrealista Julio Le Parc, entre otros artistas que vivieron en las distintas etapas en la Casa Argentina en París.
La casa universitaria fue además sede de las revueltas del Mayo Francés en 1968. En esa oportunidad fue rebautizada con el nombre “Pabellón Che Guevara” por un grupo de jóvenes intelectuales y artistas que la mantuvieron ocupada en adhesión a las protestas. Entre ellos se encontraba el pintor Antonio Seguí, quien junto a Roberto Matta pintó un mural en una de las paredes de la casa, que posteriormente fue tapado con pintura blanca por decisión de funcionarios de la dictadura.

Joyitas de la biblioteca. Hace unos días la Casa Argentina acaba de inaugurar su biblioteca, que lleva como nombre Julio Cortázar. Esa biblioteca conserva muebles originales de su fundación y tiene algunos ejemplares históricos, en muchos casos donados por sus autores. En la Biblioteca Julio Cortázar hay ediciones originales de Adolfo Bioy Casares y Leopoldo Lugones y algunas obras de Alfredo Palacios o Gyula Kosice, donadas y dedicadas por los autores. Se destacan volúmenes de la antigua editora Sur, fundada por Victoria Ocampo, y la primera edición de Evaristo Carriego, de Jorge Luis Borges.
“Un recorrido por sus estantes y su catálogo permite reconstruir trazos de la ruta de la memoria cultural argentina de los últimos ochenta años, así como de los vacíos que las sucesivas dictaduras fueron dejando y que, con esfuerzo, vamos reconstruyendo”, explicó Birgin. Las obras de la biblioteca integran la Red de Publicaciones Periódicas Universitarias, y están disponibles para consulta en todas las universidades francesas.

“Acá se estudia leyendo directamente a los autores”
“De estudiar Ciencias Políticas en la UBA extraño la relación con los profesores, que es más de intercambio, de igual a igual. Acá en París hay cierta jerarquía superior que los docentes te hacen sentir. A mí me llegaron a retar por no tomar apuntes, cosa que resulta impensable en la UBA”, dice a PERFIL Pamela Morales, que prepara su tesis sobre la figura del “refugiado” y estudia el Doctorado en Filosofía UBA – París 8, que cuando concluya le permitirá acceder a un doble título.
Lo que destaca son las bibliotecas universitarias parisinas. “Acá se estudia leyendo directamente a los autores en sus libros. Los profesores dan algunas fotocopias, pero hay tradición de ir a las bibliotecas, que son maravillosas.” Cuenta que la costumbre de los estudiantes es no llevar computadoras ni usarlas para el estudio. “En París 8 no hay muchos estudiantes que lleven su laptop a clase. Lo típico del estudiante francés es ir con un cuadernito y apenas tomar uno que otro apunte”, dijo.
La única formación extra a la que Morales accedió antes de su viaje a París fue aprender francés en la Alianza y en el Centro Franco Argentino. El manejo del idioma es un requisito necesario para que acepten a un estudiante extranjero en alguna de las universidades públicas parisinas.
Como buena estudiante de Sociales de la UBA, destaca la importancia de que París 8 esté integrada en un mismo predio. “Es como un campus, todas las áreas están juntas y la Biblioteca de Filosofía es increíble, se puede acceder desde tu casa a un catálogo virtual, están todos los libros.”
La joven cientista social hizo parte de su doctorado el año pasado en París 1 La Sorbonne, otra de las universidades públicas francesas. Ve diferencias entre las dos universidades. “París 1 es más rígida”, allí los profesores “leen sus clases y, en algunos casos, no aceptan preguntas de los alumnos”.

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