La belleza hegemónica
Los mass medias diseñan la arquitectura del cuerpo perfecto de acuerdo a las leyes del mercado. Bisturí, dietas, gimnasio y consumo cosmético compulsivo para ser como la de la tele
El cuerpo de la muñeca inflable. Para lograr la obra terminada y quedar como la chica de la publicidad de bombachas y corpiños hay que someterse a un sin fin de productos, bisturís y recetas que prometen belleza (¿y felicidad?). Las góndolas están llenas de opciones para lograrlo y tener el cuerpo que tiene la participante de Gran Hermano, la de los falócratas Tinelli/Sofovich o la de la chica del Bikini Open en Carlos Paz. Para ser un cuerpo perfecto hay que ser así, vestir así, oler así, saber así, comer así. Ser apetecible para el mercado es la cuestión.
El que quiere celeste, que le cueste, declaran estos cuerpos de diseño a la hora de explicar cómo fue que se construyeron en cualquier móvil de programa de chimentos de la tarde. El cuerpo perfecto sale plata (cirugías y consumo cosmético compulsivo), esfuerzo (gym, aerobics, spinning) y sacrificio (no comer nada, las dietas más cruentas). Así es como el cuerpo mercancía está listo para ser vendido, explotado, exhibido y refaccionado cuantas veces sea necesario.
“Somos construidos socialmente como sujetos supermercado, formateados por un amplio reservorio de deseos que satisfacemos para que vuelvan a surgir otros. Vivimos en un mundo donde todo es considerado mercancía (posible de comprar y vender) incluso nosotros mismos, valorados como objetos participantes del supermercado de identidades.”
Colectivo Iconoclasista.com.ar
Belleza de supermercado. La lógica del mercado estrangula el corazón de la sociedad narcisista. Ya lo dijo el filósofo Jean Baudrillard: el cuerpo está para invertir narcisísticamente. El cuerpo vende, es capital social. La belleza es rentable. La sociedad de las representaciones se caracteriza por la total influencia del aspecto visual. Es importante sólo lo que se observa. Como sólo existe lo que veo, y en definitiva somos lo que vemos –parafraseando a Marshall Macluhan–, la imagen es la que más factura. De esta forma, como postula el comunicólogo Vicente Verdú, el cuerpo además de ser la vía de identificación con nosotros mismos, aparece como la única forma de transacción con los otros.
Es el pajarito de la propaganda que taladra el cerebro con todo el conjunto de saberes y tecnologías que convierten la capacidad biológica de cualquier fulano en la vía para que el sistema alcance su objetivo. He aquí los mass medias, artífices de la belleza hegemónica, y eximios fijadores y divulgadores de las recetas que sostienen dicho ideal. El sistema y los elementos económicos que lo apoyan -o lo utilizan- se esfuerzan por potenciar las capacidades físicas e intelectuales que consideran valiosas, así logran sus propósitos. Es la biopolítica. La discusión ausente en el trabajo periodístico. La crítica de los cuerpos.
“No había hombres menores de treinta y cinco años, y eran pocos los que no superaban los cuarenta. El tipo de mujer que no estaba representado era el de las que no son ni muy jóvenes ni muy viejas, las que ya han producido su primera capa de grasa subcutánea, las que relucen con una rotundidad rolliza y una tez sonrosada...”
Tom Wolfe
“Te gusta William Burroughs, sale por televisión, lo grabás y lo tenés en tu casa cuando quieras, siempre. Así que sin dudas forma parte de tu sistema nervioso, está a tu alcance, podés tocarlo.”
David Cronenberg
La manipulación de los cuerpos. Léanse estas líneas con un clin caja de fondo. El Mar del Plata Moda Show reunió 7 mil personas en el hotel Costa Galana engalanando la dictadura de la estética personal. “Y ahora, la familia argentina, representada por Pampita y Tommy Dunster”, chillaron los altoparlantes en un momento dado del desfile. Que se entienda: el prototipo de familia argentina tiene padres carilindos, delgados, blanquitos, hijos rubiecitos, etc.
Los participantes de los reality shows de turno, exhiben en el mostrador cuerpecitos desnudos perfectamente modelados, en la pileta, en el boliche, en el gimnasio. El “estalló el verano” de Crónica TV y el movilero libidinoso y la cámara violadora de mujeres en malla en los parques y piletas de la ciudad. Mostrar la mujer cosificada cual pedazo de carne lista para la mirada de un otro engañado como potencial consumidor no deja de ser un hecho esencialmente político.
Brutalmente explícito es el caso de los reality shows que promueven la cirugía estética a través de la pantalla. Existente en la Argentina hace unos años, fuertemente promovido por la sociedad estadounidense. A través de la cadena televisiva E! se puso en el aire un reality llamado Bridalplasty, donde un grupo de novias compiten por ganarse la boda y la cirugía de sus sueños. Entiéndase. Para que una mujer logre casarse debe someterse a una belleza sólo existente cuchillo en mano. En este punto recordar a Goffman, quien decía que la persona se presenta y hace su entrada en la vida cotidiana a través de su cuerpo. La ogra Fiona novia de Shrek transformada en princesa gracias al bisturí. Otra vez. Absurdo, pero político.
La enumeración es agotadora y los límites son impensados. Si se sigue con el modelito yanqui, ¿cuánto tardará en llegar el banco nacional que financie las cirugías? El anuncio con el lema “Usted obtiene el crédito, otro paga por ello” fue realizado por la agencia Gram Stanbul (Turquía) para el banco Fortis. La imagen se divide en dos, el antes y el después. En primer lugar, se ve una gordita de lentes tirando a nerd con cara de naipe. En segundo lugar, una morocha de pelo al viento y sonrisa ganadora. La cirugía estética logra hasta un cambio de actitud reforzando la idea de que un buen aspecto es una buena inversión ya que permite conseguir trabajo, pareja, todo.
“El individuo desaparece. Queda completamente enajenado. Está programado por los principios de la máxima producción, el máximo consumo y el mínimo roce. Y trata de aliviar su aburrimiento con toda clase de consumo, comprendido el consumo de sexualidad y estupefacientes. Y de esto ha servido la tentativa de dar un buen funcionamiento al hombre, como parte de la megamáquina, junto con la posibilidad de utilizar la neurología y la fisiología para hacerle cambiar de sentimientos, además de manipular su pensamiento mediante las técnicas de sugestión.”
Erich Fromm
Cuerpos de diseño. En la historia de la humanidad, el cuerpo siempre fue ese espacio sobre el cual se infligieron los mayores castigos a las personas. Foucault señala que es la forma de mantener la dominación, la obediencia y la humillación del ser humano por parte de quienes obtienen cierto placer en la aplicación de tales tormentos. Ya no se castiga más con garrotes sobre el cuerpo. Ahora el castigo aparece mediante el rechazo del sujeto sobre sí mismo por no cumplir al cien por cien con la belleza hegemónica impuesta por los medios, las modas y el consumo.
El ideal de belleza hegemónica se promociona en gran parte a través de los cuerpos femeninos. Las tapas de revistas amontonan más mujeres que hombres desnudos. Claro que con la mujer alcanza para demostrar que se puede, que así como ellas consiguieron la aparente perfección de los cuerpos de diseño, las mujeres reales también pueden lograr un cuerpo codiciado por hombres y mujeres. Al ser enajenado, no queda ni el propio cuerpo: curiosamente, la subjetividad que anima estos cuerpos de diseño resulta ser pobre. Las fronteras de ese ser acaban donde acaba la carne.
Triste paradoja la de estos tiempos. Cada vez se es más libre para diseñar el cuerpo. Mucha liberación corporal, mucho empeño en deshacerse de las ataduras morales para terminar siendo abanderados del más feroz sistema mercantil. La verdadera liberación sucederá cuando por fin se olviden los cuerpos.
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