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miércoles, 21 de julio de 2010

Medios de comunicacion;la ventana de pagina 12

MEDIOS Y COMUNICACION
Violencia naturalizada
Roberto Samar reflexiona sobre la legitimación de la violencia que se hace a través de los mensajes televisivos de entretenimiento, advierte sobre las estigmatizaciones y llama a no permanecer acríticos frente a la oferta televisiva.
Por Roberto Samar *
Si te digo que a un detenido lo mantienen amarrado al piso, atado de piernas y brazos, y con la boca amordazada durante años, ¿qué sentís? Y si además, para completar el cuadro, quien lo vigila goza cuando lo pisa. ¿Qué opinás? Es una aberración claramente violatoria de cualquier concepto básico de derechos humanos.
Esa es una escena que consumen nuestros niños cuando ven la película Kung fu Panda, naturalizando la violencia dirigida a los “malos”. Crecen asociando la detención al castigo.
¿Qué opinás si sabés que para hacer confesar a un detenido lo torturan, con el consentimiento y silencio de un sacerdote que se retira para no presenciar el nefasto momento? Esta es una práctica que ejercen los “buenos” en la serie de televisión V.
En el mismo sentido, José Pablo Feinmann recuerda que el protagonista de la serie 24, Jack Bauer, toma dos cables de electricidad y hace sufrir a un tipo para sacarle información.
Estos actos son ilegales según nuestra Constitución nacional, que en su artículo 18 establece, entre otras garantías, la prohibición de la coacción física (tortura), para lograr una confesión. También dice: las cárceles son para seguridad y no para castigos de los reos.
En igual sentido, pero en el ámbito internacional, los tratados sobre derechos humanos incorporados a nuestra Carta Magna reconocen las mismas garantías. Sin embargo, estos casos puntuales que menciono a modo de ejemplo muestran de qué manera en los medios masivos de comunicación la “confesión” bajo tortura, como muchas otras prácticas violentas, son lugares comunes.
Asimismo, en la mayoría de las series televisivas se presenta a los personajes como “malos” o “buenos”, por lo cual tendemos a pensar que los roles son rígidos. Es decir, si quien roba es malo, no es una persona vulnerable que comete un delito en un momento específico y por lo cual puede asumir otro rol en el futuro. También, si al que infringe la ley lo pensamos como alguien que es “malo”, lo estigmatizamos en ese lugar, por lo cual tendemos a aislarlo y agudizar aún más su exclusión.
El problema es que estas miradas, por más que pertenezcan a espacios de entretenimiento, inciden en la realidad. Ya que son discursos que circulan y tiñen de una particular subjetividad nuestra manera de interpretar el mundo, llevándonos a naturalizar actitudes aberrantes.
Podemos reflexionar el tema tomando la noción de sentido común en Antonio Gramsci, como “el sentido general, sentimiento o juicio de la humanidad; como un conjunto de creencias que la mayoría de la gente siente que son verdaderas”.
En ese sentido, grupos mayoritarios de la población toman como una verdad naturalizada la idea de que para que confiese a una persona hay que torturarla y que es normal que se haga sufrir al detenido porque la función de la cárcel es la venganza. ¿Cómo se va a instalar otra mirada si desde niños asimilamos esas prácticas?
La problemática se complejiza porque al consumir estas miradas de la realidad en un espacio de entretenimiento, las tomamos desde un lugar acrítico. Por eso somos más permeables a asimilarlas en nuestro sentido común.
Desde ese punto de vista, tiene más poder de influenciarnos una escena de una serie o un comentario de Susana Giménez, que una reflexión de Mariano Grondona. Ya que al interpretar el programa de Grondona sabemos que estamos frente a una mirada política con cierta intencionalidad, mientras que el supuesto entretenimiento se muestra como “inocente” y lo vemos relajadamente. Pero esa inocencia también contiene valores e ideologías.
Por suerte la comunicación no es lineal y podemos interpretar críticamente lo que consumimos. Actualmente contamos con espacios donde circulan pensamientos distintos, contrahegemónicos, desde los cuales podemos resignificar los discursos que se basan en la violencia y en la exclusión. Sólo debemos recordar que tenemos que estar atentos a los productos televisivos que circulan con supuesta inocencia.
* Licenciado en Comunicación Social. Docente UNLZ.
MEDIOS Y COMUNICACION
Cómo comunicar
Julián Maradeo presenta el desarrollo de una estrategia de comunicación generada en un pueblo cordobés a partir de la problemática de la fumigación. Dos miradas para ayudar a comprender la complejidad de la comunicación actual.
Por Julián Maradeo *
A fines de marzo, junto a Juan Alfaro y Luciano Lahiteau, realicé una serie de entrevistas en Córdoba a distintos colectivos que, a raíz de las mortales consecuencias de la sojización, se oponen a este cultivo transgénico, el cual, entre la cosecha de 1996/97 y la de 2008/09, pasó de ocupar 1.818.700 has a 5.128.458 has en la provincia mediterránea.
Uno de los pasos iniciales de estos colectivos fue organizarse para poder reclamar con razonables posibilidades de éxito. No obstante, ante la petición de control estatal, el común denominador ha sido el silencio.
Como cualquier demanda de un sector de la sociedad que es deliberadamente ignorada, lo siguiente es procurar visibilizarla. En ese proceso de visibilización, cuyo objetivo es mantener latente la demanda, es clave cómo se comunica el motivo por el que se ocupa el espacio público con una finalidad muy otra que la de transitar. El diseño de cómo comunicar posibilita forjar alianzas, lo que conducirá, en un momento dialógico, a expandir la demanda inicial con el objeto de integrar a otros actores de la comunidad.
Nos centraremos, como caso testimonial, en la estrategia desarrollada en Oncativo por la cooperativa de trabajo La Minga para no sólo dirigir la atención de los oncativenses hacia la problemática de la fumigación en el pueblo, y a partir de ahí debatir el modelo productivo, sino también para crear las condiciones que permitan transformar su realidad.
En un contexto de polarización, cuyo origen fue la Resolución 125, en 2008, los mingueros resolvieron dar forma a su estrategia comunicacional para no ser considerados ni parte del “campo” ni del gobierno nacional, puesto que “el problema de fondo, que era la soja como problema ambiental, como modelo productivo, no se veía en ninguno de los dos lados”.
Se plantearon dos objetivos. Uno inmediato: “reinstalar el problema ambiental con el apoyo de un consenso con otros actores de la comunidad”. Y otro mediato: ayudar a crear las condiciones para presentar con apoyo popular un proyecto de ordenanza, sobre la base del aprobado en la vecina San Francisco en 2006, para que no se fumigue en la zona periurbana. Hay que tener en cuenta que el centro de Oncativo está atestado de silos y que la ciudad está ceñida por plantaciones de soja.
En los barrios y las escuelas, como espacios primordiales, desplegaron y combinaron distintos tipos de acción: a través de cadenas de mail o la radio difundieron comunicados; reprodujeron videos en las escuelas primarias (por ej. “El Cuento de la Buena Soja”); realizaron talleres para estudiantes secundarios sobre el tipo de consumo como factor creado por el modelo de producción y distribuyeron volantes en los barrios, en los cuales se explicaba cómo actuar cuando “los” fumigan.
Simultáneamente, iniciaron un relevamiento de casos de personas afectadas. Como es usual, cuando un problema velado sale a la luz, no hubo más que esperar para que casos semejantes rompieran la coraza que los mantenía silenciados.
Articularon dos etapas: la primera, de baja intensidad, tuvo como objeto “no confrontar” ni con el intendente ni con los productores, para lo cual, entre otras cosas, evitaron usar términos cuyo sentido contuviese una carga negativa, como, por ejemplo, sojización. A su vez, ante la sociedad, se presentaron como vecinos afectados. En cambio, en los espacios políticos se sirvieron de fundamentos técnicos y de la información recabada. Paralelamente, con el asesoramiento de la cátedra Agroecológica de la Universidad de Córdoba, elaboraron una propuesta de alternativas productivas sin fumigaciones.
La segunda, de alta intensidad, fue desarrollada a partir de la sordera del intendente, los principales productores y los agentes del INTA. Por ello, convocaron a otras organizaciones, como Cafeto y Fundaic. Así se formó el colectivo Vecinos Autoconvocados (VA), que implicó una estrategia “desde abajo”. Esta se materializó en la junta de firmas (diciembre de 2009) en contra de la fumigación: en un breve lapso, reunieron 1350.
Conscientes del capital simbólico acumulado, presentaron un proyecto de ordenanza por iniciativa popular con el irrefutable lema que decía: “Que ya no se fumigue frente a ningún niño, ni ninguna niña”.
Finalmente, el proyecto se presentó en el Concejo Deliberante en marzo de este año al calor de una multitudinaria concurrencia en cada sesión. Gradualmente, se habían ido creando las condiciones en las cuales la demanda se convirtió en prioridad entre los oncativenses. Cómo fue el tratamiento es motivo de otra nota, pero no cabe duda que ganaron una batalla clave en pos de la acción transformadora: la comunicacional.
* Periodista de El Mensajero de la Costa.

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