En nombre del honor
Como un escándalo medieval, en la Inglaterra del siglo XXI unas tres mil mujeres son obligadas a casarse y dejar el país cada año. Testimonios de abusos y estadísticas que confirman una preocupante forma de esclavitud moderna
LONDRES.- Las señales parecen inofensivas: un pasaje de avión en la mesa del comedor, la visita inesperada de unas tías lejanas, murmullos y corridas en la casa, preparativos secretos, sonrisas y abrazos, padres brindando con amigos que hace mucho no aparecían. Lo que ve la mayoría es la realización de una profecía que sus hermanas ya habían sufrido y que ahora les toca a ellas: chicas tímidas, buenas estudiantes, de familias conocidas en el barrio, con grandes posibilidades de futuro, que un día, simplemente, desaparecen.
Estas son características de una de las más secretas formas de esclavitud moderna, una suerte de epidemia de la que poco de habla, mucho se esconde y aún más se teme. Como un escándalo medieval que está teniendo lugar detrás de las puertas de las casas de las "mejores familias", en uno de los países más liberales del mundo. Se trata de los matrimonios forzados, que tienen como víctimas a jóvenes nacidas en algún rincón de Gran Bretaña, aunque sus padres o abuelos provengan de lejos -de Asia o Medio Oriente- y que, cuando llegaron a Europa, trajeron con ellos sus costumbres (de las buenas y de las otras). Estas mujeres son casadas de forma obligada y enviadas a algún lugar recóndito a costa de su libertad. Otros prefieren hablar del tema en nombre de las costumbres culturales, aquellas que permiten mantener el honor en una comunidad que, de otra forma, vería sus formas de vida ancestrales al borde de la extinción.
Según el gobierno británico -que en 2007 estableció una oficina dedicada a investigar y castigar estos crímenes, y que recibe cinco mil denuncias por año-, al menos tres mil mujeres inglesas son forzadas a casarse y abandonar el país en ese mismo lapso. Pero organizaciones no gubernamentales aseguran que las cifras son más elevadas.
Karma Nirvana, la mayor agrupación nacional que trabaja para ayudar a víctimas de matrimonios forzados, registra 300 llamadas por mes; en la última década, esta organización ayudó a repatriar a unas 400 mujeres y hombres que habían sido sacados de Inglaterra a la fuerza.
Si en algunos casos los novios son amigos de la familia, primos de primos que buscan alguien con quien formar una familia y tener herederos, en otros son los que necesitan casarse como vía legal para llegar al Reino Unido. Más de la mitad de estas uniones suceden en las colectividades paquistaníes e hindúes -las más numerosas comunidades asiáticas en el Reino Unido-, aunque sus víctimas y sus padres son ingleses. Mayormente, las mujeres víctimas de matrimonios forzados terminan presas de sus propios hogares, viviendo con sus nuevas familias políticas, y muchas veces obligadas a trabajar en condiciones de esclavitud. "Escuchamos historias de violaciones, secuestros, golpes, abortos forzados y embarazos obligados -reveló Vinay Talway, representante de la Unidad de Matrimonios Forzados de Inglaterra, en una entrevista con la BBC de Londres-. Muchas chicas sienten que, si no aceptan casarse, sus padres se enojarán con ellas y traerán deshonra a la familia."
"Este será tu esposo"
Jasvinder Sanghera no debería estar donde está: la joven no debería ser la directora de una exitosa organización ni vivir con sus dos hijas ni haberse divorciado ni ayudar a otras mujeres a escapar de un futuro de esclavitud. Esta inglesa tendría que estar casada con quien su familia dispuso cuando tenía 14 años. En aquel momento, su madre le mostró una foto y le dijo: "Este será tu esposo". "Entonces le contesté: «No, quiero solamente terminar la escuela; quiero hacer algo de mi vida, ser una persona independiente», pero mi mamá respondió que ya me habían prometido a este hombre desde que yo tenía 8 años y que debía casarme con él para no deshonrar a mi familia", contó Jasvinder a LN R en su oficina en Darby, una ciudad industrial en el norte de Inglaterra.
En su familia, negarse al casamiento no era una opción. Cuando Jasvinder intentó rebelarse, la sacaron del colegio, la encerraron en su habitación por meses y la amenazaron con matarla si no aceptaba el mandato familiar. Después de todo, su madre y sus hermanas habían sufrido el mismo destino.
Los preparativos para la ceremonia ya habían tomado fuerza cuando sus padres cometieron un error que cambió la suerte de esta historia: una tarde salieron, dejaron la puerta sin llave, y así, a los 16 años, la que más tarde sería una respetada activista escapó.
"Mi familia tomó la decisión de no hablarme nunca más. Intenté comunicarme muchas veces, hasta que me dijeron que nunca podría volver porque les había quitado el honor", recordó Jasvinder 20 años después de aquel día. Su nueva libertad significaba no tener domicilio fijo; escapar, siempre, lo más seguido posible. Es que en cualquier lugar podría aparecer un conocido que diera aviso "a los suyos" y pasar a engrosar las listas de mujeres asiáticas que en Inglaterra son asesinadas por herir el "honor".
Finalmente, Jasvinder se estableció en un pueblo lejos del suyo, comenzó a estudiar, consiguió un trabajo. Y cuando las cosas parecían mejorar, llegó la peor noticia: Robina, su hermana mayor, había muerto. Tras años de ser abusada física y psicológicamente por su marido, con quien la habían obligado a casarse, decidió echarse nafta sobre la ropa y prenderse fuego. La familia insistía en que había herido el honor de la familia por haberse suicidado. "Entonces tomé la decisión de volver al pueblo y organizar una campaña sobre matrimonios forzados y abuso doméstico."
La oficina de Homicidios de Scotland Yard, la policía de Londres, reportó que el número de suicidios entre mujeres inglesas de origen asiático, de entre 16 y 24 años, es tres veces más alto que el promedio nacional.
Según las creencias de cientos de comunidades de Africa, Asia y Medio Oriente, las mujeres son quienes cargan con la protección del honor de la familia. Desde crímenes como los robos o los asesinatos, hasta la sospecha de haber cometido adulterio o ser víctima de una violación perjudican a la familia ante los ojos de toda la comunidad. El honor también se puede herir si una mujer se casa con alguien que no es de su misma cultura, no acepta un matrimonio indicado por su familia o elige estudiar una carrera sin la aprobación de los suyos. Una ofensa así es tan grave que resulta razón suficiente para despojar, golpear y hasta asesinar a la mujer en cuestión.
Según datos de las Naciones Unidas, miles de mujeres son asesinadas en nombre del honor, cada año, en países como Bangladesh, India, Paquistán, Turquía Jordania, Siria, Egipto, Líbano, Irán, Yemen, Marruecos y en otros, como Alemania, Francia e Inglaterra. En algunos sectores de las comunidades de inmigrantes asiáticos en Europa, el matrimonio forzado y la noción del honor familiar como responsabilidad de las mujeres son tan arraigados que hasta las generaciones más jóvenes lo justifican.
"Cada mes, en Inglaterra, una mujer es asesinada en nombre del honor de su familia -explicó Jasvinder a LN R -. Por ejemplo, una chica fue vista por su familia dándole un beso en la mejilla a un chico fuera de la estación de subte y la mataron porque creyeron que con ese acto estaba manchando el honor de toda la familia. Cuando esos asesinatos pasan y las respectivas comunidades no alzan la voz, pareciera que están apoyando esos crímenes. Necesitan aclarar que estos crímenes no se pueden cometer en nombre de una religión porque va totalmente en contra del islamismo obligar a alguien a casarse", agregó.
El viaje misterioso antes de la boda
La oficina es pequeña. Atiborrada de escritorios, papeles, pósters. Los teléfonos suenan constantemente y en el aire se oyen historias de abuso y horror de la esclavitud moderna. En la recepción, un botón aparece como el más efectivo guardia de seguridad. Jasvinder y sus colegas saben que, si hay problemas, con sólo tocarlo la policía estará allí en minutos.
Shazia Qayum también trabaja en Karma Nirvana y sabe bien de qué hablan esas mujeres que llegan pidiendo ayuda. A los 15 años su familia le mostró una foto de su primo en Paquistán diciéndole que iba a ser su marido. Un día sus padres la sacaron de la escuela con un certificado médico y la encerraron en su casa, mientras preparaban el casamiento. Un año después, la llevaron a Paquistán, con la excusa de que debía conocer a sus abuelos. Pero el viaje era para ir a una boda: la suya.
"Yo era cabeza dura, pero estaba a miles de kilómetros de mi casa, y con mucho miedo. Mis padres me quitaron el pasaporte y me dijeron que me dejarían ahí, sola y sin papeles, si no me casaba con ese hombre." La vida en Paquistán no duró mucho. El flamante marido de Shazia quería una visa para vivir legalmente en el Reino Unido y su matrimonio le abría esas puertas. En Inglaterra, la pareja terminó viviendo con la familia del novio, que tenía a la joven como una esclava. "Estaba al borde del suicidio. La llamaba a mi mamá todo el tiempo para pedirle que me dejara volver a casa. Ella me decía que estaba jugando con el honor de la familia y que le habían dicho a mi hermanito de tres años que yo estaba muerta."
Después de meses de abuso, Shazia decidió escapar. Las primeras semanas las pasó en un refugio para mujeres. Hoy logró cortar los lazos de abuso y vivir en libertad. "No creo que todo sea culpa de mis padres. Creo que mi abuelo había decidido con quién me casaría tan pronto como nací. Son muchas generaciones con los mismos valores; esos contra los que tenemos que luchar", reflexionó la mujer, que hace varios años no ve a su familia.
El momento de mayor peligro para las potenciales víctimas de matrimonios forzados son las vacaciones de verano. "A veces las familias devuelven a las chicas a las aulas; a veces no vuelven nunca. El problema es que las escuelas no hacen preguntas -explicó Jasvinder-. Profesores y directores tienen miedo de ofender a las comunidades asiáticas y ser llamados racistas."
Aun cuando le preocupa el nivel de violencia de hoy, Jasvinder cree que han habido importantes avances respecto de cómo estaba la situación cuando ella decidió escaparse de su casa. Hace poco más de un año, por ejemplo, el gobierno británico aprobó una ley que funciona como orden de restricción y que jóvenes asiáticas pueden invocar frente a sus familias si sienten que están en peligro de ser forzadas a casarse. En su primer año de existencia, la ley fue utilizada 72 veces. La persona más joven que se benefició de la ley tenía 11 años.
Por Josefina Salomón
revista@lanacion.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario