Los países más ricos son los que tienen más estudiantes"
Lo dice el sociólogo Christian Baudelot, que analiza los efectos de la educación
Por Mariano de Vedia De la Redacción de LA NACION
"Víctor Hugo decía: abre una escuela y cerrarás una cárcel. Pero las escuelas se abrieron y las cárceles han ido creciendo. Incluso, los niveles de instrucción elevaron el nivel de la delincuencia."
Al decir esto, el sociólogo francés Christian Baudelot piensa en la delincuencia de cuello blanco, en los hackers y en los fabricantes de armas sofisticadas. También se pregunta si el racismo bajó en la misma medida en que aumentó la educación. En cambio, no tiene dudas sobre los beneficios de extender la escolaridad: "Los países más ricos son siempre los que tienen más estudiantes", afirma.
Investigador y estudioso de la sociología de la educación, Baudelot visitó Buenos Aires para compartir un seminario con docentes y presentar su último libro, Los efectos de la educación, que escribió junto con su colega François Leclerq. Trajo sus preguntas y reflexiones, provocadoras, pero orientadas al único propósito de hacer pensar.
A los 69 años, Baudelot es profesor de sociología e investigador en la Escuela Normal Superior de París. Es autor de La escuela capitalista, Y sin embargo leen y La felicidad y el trabajo en Francia , entre otras publicaciones.
Baudelot dice que hoy la escuela cumple funciones que nunca habían sido imaginadas cuando, a fines del siglo XIX, se consolidó la enseñanza laica, pública y obligatoria. Por ejemplo, ha transformado la vida y el estatus de la mujer, que encuentra en las aulas medios para reivindicar su autonomía e igualdad.
-¿La educación produce los mismos efectos en todas partes?
-Produce los mismos efectos, pero sin la misma intensidad. La fecundidad de las mujeres baja a medida que aumenta la escolarización, en los países ricos y en los pobres. La escuela pública, laica y obligatoria del siglo XIX no había imaginado nunca este papel. En cambio, había pensado otras funciones, y no todas se realizaron.
-¿Cuáles, por ejemplo?
-Se pensaba que cuanto más se desarrollara la escuela más se iba a controlar la delincuencia. Si miramos la población de las cárceles en el mundo, no es así. También se creía que cuanto más se educara a la gente, habría menos prejuicios, discriminación y racismo. ¿Se puede decir que el racismo bajó a medida que aumentó la educación? ¿El racismo ha desaparecido en las clases más altas? La instrucción no siempre disminuye el racismo, sino que aumenta los medios para disimularlo.
-¿La educación tiene efectos buscados y efectos no queridos?
-Sí. Hay cosas universales. Por ejemplo, la educación es un factor de riqueza individual y colectiva. Los países que tienen universidades desarrolladas, donde la gente está muy escolarizada, son sociedades ricas, y existe un círculo virtuoso: cuantos más estudiantes hay más rica es la sociedad, y cuanto más rica es la sociedad, más estudiantes hay.
-¿Esa conclusión no se contradice con la primera?
-Lo extraordinario de la sociología es que está llena de paradojas. Es un trabajo muy divertido. Uno descubre cosas que no imaginaba.
-¿Qué logros ha tenido el desarrollo de la educación?
-Muchos. La escuela ha transformado la vida y el estatus de las mujeres. Les da medios para desprenderse de la dominación masculina. Hoy en los colegios las chicas son mejores que los varones. En rendimiento y en logros. Más en los países ricos que en los pobres. En éstos, la escolaridad sigue siendo mayoritariamente masculina. Cuanto más se desarrolla un país, más crecen las chicas en las escuelas. Es una revolución extraordinaria y silenciosa. Pero vivimos una situación paradójica: las chicas son mejores en la escuela, pero no encuentran en el mercado de trabajo empleos que se correspondan con su valor. Incluso en países desarrollados, como Francia. Todavía estamos lejos de la igualdad.
-¿A qué atribuye esa postergación de la mujer?
-A una dominación masculina espantosa. Un campo de la vida social muy revelador es el de la política. Hay que ver las dificultades que tienen las mujeres para imponerse en este campo. No les dejan lugar.
-Sin embargo, hay países, como la Argentina y Alemania, donde la mujer ha llegado a la presidencia.
-Hay que escuchar todo lo que se dice cuando una candidata es mujer. Cosas que nunca se van a decir cuando se trata de un hombre. En las últimas elecciones presidenciales, cuando Ségolène Royal se postuló en el Partido Socialista, su competidor en la interna dijo públicamente: "¿Quién va a cuidar a los hijos?". Y no era un hombre de derecha. Los periodistas durante la campaña electoral no dejaron de comentar los trajes, la ropa de Ségolène. Y no hablaban de los trajes de Sarkozy, ni siquiera de sus corbatas.
-¿La educación gratuita y obligatoria no equiparó las diferencias?
-Obvio, por supuesto, pero menos de lo que se creía. Hay desigualdades sociales que hacen que desde la escuela primaria los hijos de profesionales e intelectuales tengan mejores resultados en las escuelas que los hijos de sectores populares, porque sus familias de origen están dotadas de conocimientos, disposición y afinidades culturales.
-¿El entorno familiar y cultural pesa más que la escuela?
-Sí, es así en todos lados, pero hay países en los que la influencia del origen social es menos fuerte. Por ejemplo, el origen social en los países mejor ubicados en la evaluación internacional PISA (Finlandia, Canadá, Corea del Sur, Japón, los Países Bajos) ejerce mucho menos influencia en los resultados que otros países, como la Argentina, Uruguay y Francia. Nosotros tenemos muchos rasgos en común en las dificultades del sistema educativo. En Inglaterra y en Alemania, la influencia del origen social es menos fuerte.
-¿Por qué es así?
-Por las desigualdades sociales y económicas de nuestros países. Hay gente muy rica y gente muy, muy pobre. Hay, además, un problema de voluntad política. ¿Nos proponemos como objetivo prioritario ser una sociedad igualitaria? ¿O cada uno tira para su lado?
-¿Cómo revertir esto?
-No creo que haya una solución. Hay que ser muy modestos. No vale criticar a un ministro porque no logra ciertas cosas. Lo más importante es levantar el piso y procurar que haya un control en el nivel más bajo que garantice que los chicos más débiles reciban una educación que los vuelva más fuertes. Hay que concebir una nueva cultura escolar, vinculada con el ámbito social. Cuando están en la escuela, a los chicos no les debe dar la impresión de que están en otro planeta. Tomar a los niños donde están, motivarlos, enseñándoles y aproximándolos a su propia cultura. Con Paulo Freire a la cabeza, en eso hay una gran tradición latinoamericana.
Lo dice el sociólogo Christian Baudelot, que analiza los efectos de la educación
Por Mariano de Vedia De la Redacción de LA NACION
"Víctor Hugo decía: abre una escuela y cerrarás una cárcel. Pero las escuelas se abrieron y las cárceles han ido creciendo. Incluso, los niveles de instrucción elevaron el nivel de la delincuencia."
Al decir esto, el sociólogo francés Christian Baudelot piensa en la delincuencia de cuello blanco, en los hackers y en los fabricantes de armas sofisticadas. También se pregunta si el racismo bajó en la misma medida en que aumentó la educación. En cambio, no tiene dudas sobre los beneficios de extender la escolaridad: "Los países más ricos son siempre los que tienen más estudiantes", afirma.
Investigador y estudioso de la sociología de la educación, Baudelot visitó Buenos Aires para compartir un seminario con docentes y presentar su último libro, Los efectos de la educación, que escribió junto con su colega François Leclerq. Trajo sus preguntas y reflexiones, provocadoras, pero orientadas al único propósito de hacer pensar.
A los 69 años, Baudelot es profesor de sociología e investigador en la Escuela Normal Superior de París. Es autor de La escuela capitalista, Y sin embargo leen y La felicidad y el trabajo en Francia , entre otras publicaciones.
Baudelot dice que hoy la escuela cumple funciones que nunca habían sido imaginadas cuando, a fines del siglo XIX, se consolidó la enseñanza laica, pública y obligatoria. Por ejemplo, ha transformado la vida y el estatus de la mujer, que encuentra en las aulas medios para reivindicar su autonomía e igualdad.
-¿La educación produce los mismos efectos en todas partes?
-Produce los mismos efectos, pero sin la misma intensidad. La fecundidad de las mujeres baja a medida que aumenta la escolarización, en los países ricos y en los pobres. La escuela pública, laica y obligatoria del siglo XIX no había imaginado nunca este papel. En cambio, había pensado otras funciones, y no todas se realizaron.
-¿Cuáles, por ejemplo?
-Se pensaba que cuanto más se desarrollara la escuela más se iba a controlar la delincuencia. Si miramos la población de las cárceles en el mundo, no es así. También se creía que cuanto más se educara a la gente, habría menos prejuicios, discriminación y racismo. ¿Se puede decir que el racismo bajó a medida que aumentó la educación? ¿El racismo ha desaparecido en las clases más altas? La instrucción no siempre disminuye el racismo, sino que aumenta los medios para disimularlo.
-¿La educación tiene efectos buscados y efectos no queridos?
-Sí. Hay cosas universales. Por ejemplo, la educación es un factor de riqueza individual y colectiva. Los países que tienen universidades desarrolladas, donde la gente está muy escolarizada, son sociedades ricas, y existe un círculo virtuoso: cuantos más estudiantes hay más rica es la sociedad, y cuanto más rica es la sociedad, más estudiantes hay.
-¿Esa conclusión no se contradice con la primera?
-Lo extraordinario de la sociología es que está llena de paradojas. Es un trabajo muy divertido. Uno descubre cosas que no imaginaba.
-¿Qué logros ha tenido el desarrollo de la educación?
-Muchos. La escuela ha transformado la vida y el estatus de las mujeres. Les da medios para desprenderse de la dominación masculina. Hoy en los colegios las chicas son mejores que los varones. En rendimiento y en logros. Más en los países ricos que en los pobres. En éstos, la escolaridad sigue siendo mayoritariamente masculina. Cuanto más se desarrolla un país, más crecen las chicas en las escuelas. Es una revolución extraordinaria y silenciosa. Pero vivimos una situación paradójica: las chicas son mejores en la escuela, pero no encuentran en el mercado de trabajo empleos que se correspondan con su valor. Incluso en países desarrollados, como Francia. Todavía estamos lejos de la igualdad.
-¿A qué atribuye esa postergación de la mujer?
-A una dominación masculina espantosa. Un campo de la vida social muy revelador es el de la política. Hay que ver las dificultades que tienen las mujeres para imponerse en este campo. No les dejan lugar.
-Sin embargo, hay países, como la Argentina y Alemania, donde la mujer ha llegado a la presidencia.
-Hay que escuchar todo lo que se dice cuando una candidata es mujer. Cosas que nunca se van a decir cuando se trata de un hombre. En las últimas elecciones presidenciales, cuando Ségolène Royal se postuló en el Partido Socialista, su competidor en la interna dijo públicamente: "¿Quién va a cuidar a los hijos?". Y no era un hombre de derecha. Los periodistas durante la campaña electoral no dejaron de comentar los trajes, la ropa de Ségolène. Y no hablaban de los trajes de Sarkozy, ni siquiera de sus corbatas.
-¿La educación gratuita y obligatoria no equiparó las diferencias?
-Obvio, por supuesto, pero menos de lo que se creía. Hay desigualdades sociales que hacen que desde la escuela primaria los hijos de profesionales e intelectuales tengan mejores resultados en las escuelas que los hijos de sectores populares, porque sus familias de origen están dotadas de conocimientos, disposición y afinidades culturales.
-¿El entorno familiar y cultural pesa más que la escuela?
-Sí, es así en todos lados, pero hay países en los que la influencia del origen social es menos fuerte. Por ejemplo, el origen social en los países mejor ubicados en la evaluación internacional PISA (Finlandia, Canadá, Corea del Sur, Japón, los Países Bajos) ejerce mucho menos influencia en los resultados que otros países, como la Argentina, Uruguay y Francia. Nosotros tenemos muchos rasgos en común en las dificultades del sistema educativo. En Inglaterra y en Alemania, la influencia del origen social es menos fuerte.
-¿Por qué es así?
-Por las desigualdades sociales y económicas de nuestros países. Hay gente muy rica y gente muy, muy pobre. Hay, además, un problema de voluntad política. ¿Nos proponemos como objetivo prioritario ser una sociedad igualitaria? ¿O cada uno tira para su lado?
-¿Cómo revertir esto?
-No creo que haya una solución. Hay que ser muy modestos. No vale criticar a un ministro porque no logra ciertas cosas. Lo más importante es levantar el piso y procurar que haya un control en el nivel más bajo que garantice que los chicos más débiles reciban una educación que los vuelva más fuertes. Hay que concebir una nueva cultura escolar, vinculada con el ámbito social. Cuando están en la escuela, a los chicos no les debe dar la impresión de que están en otro planeta. Tomar a los niños donde están, motivarlos, enseñándoles y aproximándolos a su propia cultura. Con Paulo Freire a la cabeza, en eso hay una gran tradición latinoamericana.
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