MEDIOS Y COMUNICACION
Una mirada situada y soberana
Alejo García, Sol Benavente y Ramiro
García reivindican la importancia de espacios y medios comunitarios, dando
cuenta de la potencialidad del lenguaje audiovisual como herramienta para
grupos sociales y sus comunidades.
Ya han pasado cuatro años desde la
sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y quienes venimos
trabajando desde las organizaciones sociales, creemos necesario profundizar las
acciones de promoción de espacios de comunicación populares que desde el
territorio brinden una mirada alternativa a la de los medios dominantes y
fortalezcan, a la vez, el entramado comunitario.
En este camino se han
abierto debates en torno de la objetividad de los medios y la construcción de
los discursos, las políticas públicas y sus destinatarios, los métodos y
herramientas a la hora de pensar la intervención, problematizando así los
saberes y sentidos desde donde trabajamos y nos pensamos.
En este sentido, los
medios de comunicación comunitaria se nutren de la cultura popular, a la que
dan visibilidad. Pensar la intervención sociocultural desde allí implica, como
sostiene Alfredo Carballeda, “... una reconexión con los otros, con nuestra
historia, con nuestro propio mestizaje americano, interpelando a la fragmentación
cultural desde la memoria histórica; relacionando la intervención con el
desarrollo de lo propio, de lo que el otro tiene; buscando y construyendo una
intervención que no agregue ni quite nada, sino que permita hacer ver aquello
que se tiene inscripto en la memoria como explicación y resolución”. Radios
comunitarias como FM La Milagrosa en Ciudad Oculta, periódicos barriales como
La Garganta Poderosa y espacios de producción audiovisual comunitaria como
Wayruro Comunicación son algunas de las experiencias que hoy dan cuenta de la
importancia de estos procesos.
Desde el espacio
audiovisual podemos pensar estas prácticas como un “mirar situado” que produce
desde las vivencias y saberes del pueblo, recuperando sus miradas, lenguajes,
historias, propuestas y deseos, es decir, desde una percepción local e
histórica. El desafío es, entonces, desarrollar una mirada enmarcada en un
contexto socio-histórico y siendo parte de un proceso de mayor “soberanía
audiovisual”, tal como lo han definido los compañeros del Grupo Chaski, de
Perú. Por otro lado, desde la dimensión social, el hacer cine con sectores
populares se vuelve una práctica subjetivante permitiendo que aquellos sectores
que se encuentran excluidos socialmente se incluyan desde otra inscripción como
sujetos políticos a partir de estas experiencias.
En nuestro caso, el
trabajo con niños y niñas, jóvenes, mujeres en situación de violencia o
prostitución, cooperativistas, promotoras de salud, adultos mayores y Veteranos
de Malvinas entre otros, que no contaban con espacios de expresión y
participación cultural, nos ha enseñado sobre la potencialidad del lenguaje
audiovisual como herramienta y de la importancia que esto tiene para estos
grupos sociales y sus comunidades.
La búsqueda de una
mirada audiovisual situada y soberana es una construcción necesaria y urgente
para los procesos de liberación que se han puesto en marcha en el continente y
que más allá de la conquista de derechos sociales obtenidos deben dejar como
legado el cambio cultural de esta época. Se trata, como lo ha explicado el
filósofo argentino Rodolfo Kusch, de recuperar el horizonte cultural que vuelva
a reunir en un mismo proyecto el sentido y el alimento: “... volver a recobrar
la energía de los dioses, para luchar por una América que reúna otra vez el
alimento y el hombre y que dé el hombre total. En última instancia, se trata
del pan, pero de todo el pan, el pan que calma el hambre y el pan que calma la
penosa tarea de existir, que ya no es pan, sino sentido de la vida”.
Ese legado estará vinculado
con la reafirmación de valores como la memoria, la verdad y la justicia, con la
revisión de nuestras propias identidades, en definitiva con la reconstrucción
de los procesos históricos vividos en la lucha hacia la emancipación.
Como decía Ricardo Carpani,
“yo parto de que si el arte, la imagen, tiene una potencia alienante al
servicio del sistema, también tiene que tener la misma potencia al servicio de
una causa liberadora”.
* Lic. en Trabajo
Social. Coordinador de la AC Cine en Movimiento.
** Lic. en Ciencias
de la Comunicación/UBA, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
*** Lic. en Enseñanza
de los Medios Audiovisuales. Coordinador de la AC Cine en Movimiento.
MEDIOS Y COMUNICACION
Comunicación política en
transformación
Geraldine Mendilaharzu y Karina Ortiz
discuten acerca de la transformación del concepto de la comunicación política
hacia una concepción estratégica que apunte a la construcción de sentido
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Hoy existen dos paradigmas de la
comunicación en pugna, que se pueden visibilizar en las maneras de concebir y
desarrollar la comunicación política. Una concepción lineal, descomplejizada y
unidireccional, que sigue privilegiando al emisor, en desmedro de los actores
sociales, colocándolos en el lugar de meros receptores. Una visión de la
comunicación en la que pareciera que con pensar un slogan ingenioso, emocional
y pregnante, basta para prender en la mente de los destinatarios, tratados como
una totalidad homogénea y despersonalizada, bajo la creencia de que con sólo
utilizar algunas herramientas comunicacionales básicas, que conformarían el kit
de cualquier político y aspirante, bastará para desarrollar una comunicación
exitosa.
Otro enfoque, que
concibe que la construcción de sentido y la reapropiación y metabolización de
los mensajes importa más que los mensajes en sí, se concentra en los actores
sociales. Y, por ende, esta mirada se nutre de las dimensiones propias de la
comunicación institucional y las relaciones públicas, en tanto ve a la
comunicación como una práctica multisectorial y transversal. Entiende que la
complejidad es la única clave de lectura de la cosa pública y desviste a la
comunicación de su vestimenta paternalista y vertical, para pensarla desde una
visión estratégica y de construcción de sentido compartida.
La transformación del
concepto de la comunicación política a una concepción estratégica vinculada con
la comunicación institucional y las relaciones públicas, muestra que más que
pensar en el desarrollo de herramientas de comunicación aisladas, se debe
trabajar arduamente en el discurso de identidad a priori, que abone para la
construcción de sentido imprimiéndole una direccionalidad y una determinada
orientación normativa.
Si la identidad de
una institución o persona con incidencia pública está trabajada desde la
complejidad comunicacional, luego permeará de manera natural el resto de las
comunicaciones. Pero este proceso no puede darse de la manera inversa, como
muchas campañas políticas han intentado e intentan. Es decir, constituirse en
usinas de mensajes atractivos, con “gancho” y cortoplacistas, pensados por “grandes
creativos”, pero carentes de profundidad y reconocimiento de otras variables
sociales, culturales, políticas y económicas que construyen su sentido social.
Hoy, la decisión de
otorgarle el voto a un candidato en una elección política no es el resultado de
un proceso meramente razonado. Aunque suene paradójico, quienes busquen cambiar
el resultado de una elección deben recurrir más a la emoción que a los
argumentos racionales ya que la gente vota según su identidad moral y sus
valores, aún cuando éstos vayan en contra de sus intereses.
Ya no se juzga a los
políticos solamente por sus palabras y promesas, porque frente al descreimiento
de los ciudadanos hacia la política, el aspecto o la actitud de los candidatos
pasan a jugar un papel relevante y decisivo. Un gesto fuera de lugar o un
comportamiento equívoco pueden minar la confianza de los ciudadanos, más de lo
que está.
Los votantes son
emocionales, por lo tanto, lo irracional es un componente dominante en una
elección. Sin embargo, los políticos no deben olvidar que para gobernar bien,
primero necesitan comunicar bien lo que, posteriormente, deberán gestionar
bien.
En campaña pueden
sonar bien determinados slogans y canciones pegadizas que se tararean hasta el
hartazgo. Pero, una vez llegados al gobierno, los políticos deberán darles a
esos electores, razones que justifiquen por qué los han apoyado para llegar
hasta ahí. Los políticos tienen que saber que es hora de atender las
necesidades de los ciudadanos para, a su vez, entender cuál es la orientación
de su voto. Bajo esa premisa, en un contexto social donde el tiempo es un bien
escaso, captar la atención de votantes descreídos se convierte en un milagro.
Por ello, la política y los políticos deben aprender a contar cosas e
implicarse desde la emoción.
Lo anterior exige una
mirada compleja y estratégica, concentrando sus esfuerzos en la identificación
y caracterización pormenorizada de los públicos, de manera de dar cuenta de los
intereses y necesidades de cada actor social, en tanto preludio indispensable
para el trazado de estrategias de comunicación. Este es uno de los tesoros de
las relaciones públicas y la comunicación institucional que hoy puede nutrir a
la comunicación política.
* Periodista.
Especialista en Comunicación.
** Lic. en Relaciones
Públicas. Especialista en Comunicación.
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