LA
VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACION
Para ganar la posguerra
Marcelo García y Fernando Martínez sostienen que, en
la hipótesis de que ha terminado “la guerra por la comunicación”, estarían
dadas las condiciones para armar ahora un plan para batallar por la paz, es
decir, construir una política nacional de comunicación.
Por Marcelo J. García y Fernando G. Martínez *
Hipótesis de máxima: la
guerra por la comunicación en Argentina ha terminado. La última batalla habría
sido el 23 de octubre. El ganador cuenta con el aval de los votos. Si fuese
así, de máxima, estarían dadas las condiciones para salir de la trinchera,
mirar el territorio conquistado y armar un plan para la paz: batallar por la
paz.
Cierto: la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual (LSCA) vive, a dos años de su promulgación, un proceso
complejo de implementación. Tan cierto como que la percepción mayoritaria
desconoce sus alcances y que ha sido asociada pérfidamente a la disputa del
Gobierno con un grupo mediático dominante. Los detractores de la ley, además,
no se han rendido. Con todo, un buen ganador conoce el bouquet de la victoria y
qué debe hacer para consolidar su triunfo. No hace falta esperar ninguna
rendición incondicional.
El primer gobierno de Cristina Fernández
de Kirchner quedará en la historia por la motorización y aprobación de la ley.
Antes fueron 70 proyectos y ninguna ley, de 1983 a 2009. El Gobierno alineó
planetas históricamente disociados: una fuerza política mayoritaria con
voluntad (y/o necesidad) de reforma; la torre de marfil de la academia; y el
heterogéneo colectivo de actores de carne, hueso y raíces territoriales profundas
que hicieron los 21 puntos para una radiodifusión democrática. Sea dicho: esta
ley se legitima en la estructura de su derrotero histórico más que en la
coyuntura de su nacimiento político.
La norma se integra, además, a otras
iniciativas con orientación hacia la constitución de una Política Nacional de
Comunicación, vieja y querida PNC. En lo soft, señales como Encuentro, Pakapaka
e Incaa TV. En lo hard, la red de televisión digital terrestre en clave social
vía la entrega gratuita de decodificadores a los sectores con menor capacidad
de acceso. Desde la primera convocatoria a la Coalición por los 21 puntos a
este fin e inicio de mandato el 10 de diciembre, el Gobierno mantuvo un
equilibrio inestable entre la trinchera y la estrategia, mixturando la escaramuza
partidaria con política de Estado. Una nueva etapa de consolidación de la paz
llama a menos exaltación de la diferencia al estilo 6 7 8 y más construcción
pública de lo común. La guerra de trincheras, por inevitable, necesaria y
heroica que haya sido, encuentra su límite cuando se trata de construir desde
la fortaleza.
Si la hipótesis de máxima termina siendo
cierta, la pregunta que sigue es, ¿cómo ganar la posguerra? ¿Cómo lograr que la
LSCA deje de ser percibida por muchos actores políticos, pero sobre todo por la
sociedad, como un arma sectaria?
Como nunca antes, Argentina tocó el nervio
profundo de intereses comunicacionales y empresariales de raigambre voraz.
Aquellos que soñaban con un statu quo eterno capaz de garantizar posiciones
dominantes ante el público y sus representantes. En el sector de la
comunicación, a diferencia de otros donde la reforma todavía tiene que ser
hecha, la mejor manera de profundizar el modelo sea, quizás, modelizar (sic) lo
profundo: hacer que funcione bien.
Para que la ley funcione en el marco de
una PNC sólida y duradera hay que procurar más y mejor Estado, a largo plazo.
Las múltiples formas en que ese Estado se manifiesta van desde la elaboración
de concursos públicos para nuevas licencias –como las que lleva ahora adelante
la Autoridad de Aplicación de la LSCA– hasta el prime time de la televisión
pública y los títulos de los cables de su agencia de noticias. Un Estado más
profesional y más inteligente tampoco tiene que temer a más reformas: la
aprobación de una ley que declare de interés público la producción de papel
para diarios, pero también una legislación sobre acceso a la información y una
regulación sobre el uso de publicidad oficial.
Si lo que se busca es generar políticas de
aliento largo, ni la ley ni la política deben estar sospechadas de servir
intereses partidarios. Hay que ser y también parecer. Salirse de la trinchera,
del enquistamiento defensivo y de la guerra de posiciones. La construcción post
reclama sentido inclusivo e integrador. De mínima, el sector de la comunicación
pública está a las puertas de ser política de Estado en Argentina. Depende del
Estado –y de
nosotros, sus defensores, ya no de sus
detractores– que la hipótesis de máxima se convierta en realidad.
* Licenciados en
Ciencias de la Comunicación (UBA). Integrantes de la Sociedad Internacional
para el Desarrollo (www.sidbaires.org.ar).
MEDIOS Y COMUNICACION
Tres hipótesis sobre “la cuarta plataforma”
Luciano Sanguinetti adelanta tres hipótesis intentando
dar respuesta a los desafíos de la plataforma digital, la nueva plataforma de
difusión de la cultura.
Por Luciano Sanguinetti *
Cuando publiqué el
24-04-11 en Página/12 una nota titulada “La cuarta plataforma” (en la que
describo las cuatro plataformas históricas de transmisión de la cultura, desde
la academia griega, la escolástica medieval, la escuela moderna y hoy los
dispositivos tecnológicos de la era digital), Julio Bertolotti, director del
Neo TV Lab, probablemente el centro de investigación y producción audiovisual
más interesante que se está desarrollando en la Universidad de Tres de Febrero,
me preguntó cuáles eran los desafíos de esa plataforma.
Hace meses que vengo pensando cómo
responderle y ahora voy a arriesgar tres hipótesis. Mi respuesta va a ir en
línea con el argumento de un libro fundamental de Henry Jenkins, La cultura de
la convergencia. Por ahora estas ideas se vuelcan centralmente sobre el
panorama audiovisual, que en la Argentina vía la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual, la política de digitalización de la televisión y la
llamada batalla cultural adquieren una relevancia capital.
La primera hipótesis tiene que ver con la
convergencia de soportes y lenguajes: las nuevas tecnologías hibridizan los
soportes y lenguajes. Celulares, netbooks, tablas transforman lo que llamábamos
televisión o cine. La plataforma digital va conectando dispositivos,
instituciones y grupos y, como dice Cecilia Sagol, responsable de contenidos de
Conectar Igualdad: el uno a uno está en la gente. El achicamiento de la brecha
digital, que en la Argentina crece gracias a diversos programas que se
complementan (tanto públicos como privados), como la expansión de la red
digital de transmisión televisiva, por las netbooks que llegan a tres millones
de adolescentes o la expansión de los celulares con wifi, refuncionaliza los
viejos medios. El televisor fue una cosa hasta finales de los noventa y va camino
de ser otra en el siglo XXI, como lo demuestran las investigaciones de Roger
Silverstone en el ámbito hogareño. El último encuentro organizado por el Neo TV
Lab hace pocos días lo pone blanco sobre negro: Pantallas Múltiples.
La segunda hipótesis es la de la
convergencia entre saberes: información, educación, ciencia, entretenimiento,
arte y cultura: los entornos digitales modifican también nuestro vínculo con
los saberes, cada vez es más claro que vivimos inmersos en una suerte de
neorrenacentismo. ¿Qué diferenciaba en Leonardo Da Vinci lo que correspondía a
lo científico, al arte o a la guerra? Algo de eso nos pasa cuando vemos el
canal de televisión del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación
Productiva, o cuando asistimos a Tecnópolis. O cuando vemos una serie sobre la
Edad Media por algunas de las grandes cadenas americanas. Los consumidores de
medios dejamos de ser eso. Jenkins demuestra en su libro cómo se transformó lo
que comúnmente llamábamos ver televisión. Los fans de una serie como Lost
demolieron la idea de un espectador pasivo, pero también experiencias como 6 7
8 prefiguran otro tipo de usuario de los medios: ¿televisión militante?,
¿ciudadanías mediáticas?, ¿ciberactivismo? Los desarrollos tecnológicos que
tienen lugar en el Lifia (Laboratorio de Investigación y Formación en
Informática Avanzada, a cargo de Gabriel Baum) de la Universidad Nacional de La
Plata con la interactividad televisiva están señalando un camino. La resolución
de la Afsca que le otorga a cada una de las universidades nacionales una señal
televisiva prefigura un lugar nuevo para los medios audiovisuales.
Nuestro mapa de medios todavía se parece
mucho al de los ferrocarriles que dejó la dominación británica. ¿Nodos, redes,
pluralización de las pantallas? Como lo prueban ciertos acontecimientos
políticos recientes, los colectivos sociales, las multitudes, están
protagonizando la agenda contemporánea. La de la televisión también.
La última hipótesis es la de la
convergencia entre tiempo y espacio: el achicamiento del mundo que hacen
posible dramáticamente las TIC modifica nuestra relación con el tiempo. Pienso
ahora en el ciclo “Panorama argentino”, que están produciendo en forma
colaborativa los catorce canales públicos de televisión en la búsqueda de una
imagen federal de la pantalla televisiva. Así las estrategias colectivas en la
producción del conocimiento y en la experiencia social modifican los horizontes
de lo público; los debates sobre la situación griega dan otro testimonio. La
utopía no es está en camino, sino que es hoy. Las TIC modifican el espacio
habitado y hacen del aquí y ahora una dimensión ontológica.
Muchos todavía seguimos educados en el
mañana, en lo que vendrá. Como ha señalado Jesús Martín Barbero, lo que las
tecnologías digitales reubican es el futuro. Los jóvenes cuestionan la escuela
no por una cuestión de didácticas o contenidos, sino por una cuestión de
temporalidades y espacios. Del pizarrón a las pantallas digitales. ¿El desafío
es acompañar la conectividad inevitable de esos espacios o de esos sujetos?
* Docente, investigador.
Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP.
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